sábado, 26 de noviembre de 2011

24 de Noviembre de 2011

La tentación nos acecha constantemente "A la puerta está el pecado acechando como fiera que te codicia, y a quién tienes que dominar".(Génesis. 4,7). Lo dice Dios a Caín momentos antes de cometer su crimen.

Está a la puerta, a veces está dentro de casa. La sentimos, nos acompaña y nos persigue, nos envuelve, siempre vigilante, insidiosa; si te descuidas o de duermes, te dará un zarpazo, te puede hacer mucho daño. Es pesada hasta el agotamiento. Si te pones nervioso, peor. Pero hoy la tentación no tiene aspecto de fiera, sino de ángel atractivo, de flor preciosa, de tesoro escondido, de llave misteriosa.

Te codicia, no se contenta con hacerte daño, te quiere absorber, te quiere destruir, y es paciente, espera, días, años,... Pero no te fíes, porque la carne es débil, el hombre es débil, y la tentación nunca se da por vencida.

No debes vivir obsesionado con la tentación y el pecado. Desde que Cristo venció en el desierto, en su vida, en la cruz, toda tentación está vencida, y tú puedes dominarla. Pero contanto con la gracia de Cristo, tú sólo no puedes. Por eso has de orar. Jesús incluyó esta petición en el Padre nuestro.

Para vencer no duermas como Pedro en Getsemaní, sino reza como Jesús, y escucha la palabra: lo que está escrito y lo que el Espíritu vaya escribiendo en tú corazón.

La tentación en si no es mala, puesto que la sintió y la sufrió Jesús. De la tentación puedes sacar mucho provecho. Aprender a conocerte mejor, a ser más humilde y más realista, a tener más prudencia y más paciencia, a purificarte y a crecer, a ser más comprensivo y más compasivo, a confiar menos en tí y más en Dios, a hacer más oración.

Decía Jesús: No os pido que hagáis más penitencia, más ayunos y rezos, no que vengáis al templo con vuestras ofrendas, no que os lavéis más veces o descanséis mejor en sábado. Yo os pido un corazón nuevo, porque os traigo un vino nuevo, que es alegría y gracia.

Os pido:
  • Que oréis, que tengáis la fe de Abraham. Creed que Dios viene, que ya está aquí. Confiad en él. Es padre, no juez. El os protege, os regala, os quiere, os salva. No tengáis miedo. Confiad, sois niños de Dios, confiad como los niños. Escuchad y guardad su palabra.
  • Que esperéis, porque el Reino de Dios llega, parece pequeño, pero tiene la fuerza de la semilla. Desead y pedid: Venga tú reino; que venga también su Mesías y el Mesías llega. Será vuestro Salvador, será el que ponga los cimientos del Reino de Dios.
  • Que améis; si estáis abiertos al amor de Dios. El os enseñará a amar. No seáis egoistas y violentos. Sed compasivos y misericordiosos, como lo es Dios. No seáis codiciosos y usureros, sabed compartir, abed ayudar. No seáis orgullosos y dominadores, aprended a respetar y servir. No seáis soberbios, haceos como los niños.
Los que oían a Jesús quedaban admirados, porque les pareció una ensañanza liberadora, enteramente nueva.

La gente buena tiene un "corazón leve", ¿Qué es tener un corazón leve?. Tal vez a través de su contrario, el "corazón pesado", podamos explicarlo mejor.

Tener el "corazón pesado" es vivir preocupado y hasta neurótico por el empleo, el salario, las cuentas que hay que pagar, la escuela de los niños, la droga, la violencia en la calle, el terrorismo,... El "corazón pesado" no nos deja dormir tranquilos.

¿Cómo conseguir una "corazón leve"? Empezando a vivir ya desde ahora dos valores que fundan otro principio civilizaotrio: la sencillez y la humildad.

La sencillez no es la espontaneidad natural del inocente. Es fruto de la madurez humana. Surge cuando alejamos lo que separa el yo respecto del otro y de la naturaleza, o sea, la voluntad de poseer y dominar.
Eliminando este obstáculo, descubrimos que todos somos hermanos y hermanos de las estrellas y de cada ser vivo. San Francisco de Asís, es el Arquetipo de este modo de ser.

Humildad es colocarse en el mismo suelo donde están todos los seres y percibir el mismo humus del que todos vivimos Chuang-Tzu es el arquetipo de este valor. El conseguir ver el Tao tanto en el estiercol como en el príncipe. El efecto de esta visión, para estos maestros de Occidente y de Oriente, da la conquista de un corazón leve.

Tendrás un "corazón leve"
  • Si descubres el verde en los jardines de las calles y en la flore que allí sonríe.
  • Si al mirar hacia arriba ves, más allá de los edificios la nube que pasa.
  • Si al encontrar al pobre consigues llenar tus ojos con su presencia y verlo como un hermano.
  • Si ves sonreir a un niño, y lo miras a los ojos sonriéndolo a tu vez.
Si haces todo esto, sabrás lo que es vivir con un "corazón leve". No serás amargo ni interesado. Contigo comienza otro tipo de civilización y podrás dormir sin el peso de una piedra en el pecho por tener un "corazón leve".

Terminamos dirigiendo nuestras peticiones al Padre pidiendo la gracia de la conversión y respondiendo "Conviértenos  Padre a tu amor"
  • Para que movidos por el Espíritu, los responsables de las naciones sepan interpretar los signos de los tiempos.
  • Para que la iglesia, alentada por el Espíritu, sea luz y signo de amor para todos los pueblos.
  • Para que iluminados por el Espíritu, los no creyentes no se escandalicen de los pecados de la Iglesia y reconozcan a Jesucristo como el enviado de Dios.
  • Para que todos los creyentes, abiertos al Espíritu, sean capaces de superar las tentaciones consumistas y alimentarse de la Palabra de Dios.
  • Para que animados por el Espíritu, crezca el número de misioneros y voluntarios que lleven a los pobres y a los que sufren la buena noticia del Reino de Dios.
  • Para que todos nosotros, fortalicidos por el Espíritu, seamos capaces de vencer las tentaciones de cada día.

jueves, 17 de noviembre de 2011

17 de noviembre de 2011

Hoy celebramos la fiesta de Santa Isabel de Hungría, patrona de la Tercera Orden Regular de San Francisco, una mujer que decidió seguir el ideal del Pobrecillo de Asís y, sin dejar de ser esposa y madre, dedicar su vida a los más necesitados.
Ella supo, a pesar de las dificultades, encontrar el apoyo que necesitaba en la oración. Por eso hoy, un jueves más, nos detenemos a orar siguiendo su ejemplo.
¡Qué bueno es detenerse...! 
Señor, me gustaría detenerme 
en este mismo instante. 
¿Por qué tanta agitación? 
¿Para qué tanto frenesí? 
Ya no sé detenerme. 
Me he olvidado de rezar. 
Cierro ahora mis ojos. 
Quiero hablar contigo, Señor. 
Quiero abrirme a tu universo, 
pero mis ojos se resisten 
a permanecer cerrados. 
Siento que una agitación frenética 
invade todo mi cuerpo, 
que va y viene, se agita,
esclavo de la prisa. 
Señor, me gustaría detenerme ahora mismo. 
¿Por qué tanta prisa? 
¿Por qué tanta agitación?
Yo no puedo salvar al mundo.
Yo soy apenas
una gota de agua  en el océano inmenso 
de tu maravillosa creación. 

Lo verdaderamente importante 
es buscar tu Rostro bendito. 
Lo verdaderamente importante 
es detenerse de vez en cuando, 
y esforzarse en proclamar que 
Tú eres la Grandeza, la Hermosura, 
la Magnificencia, que Tú eres el Amor. 
Lo urgente es hacer y dejar 
que Tú hables dentro de mí.
Vivir en la profundidad de las cosas 
y en el continuo esfuerzo por
buscarte en el silencio de tu misterio.
Mi corazón continúa latiendo, 
pero de una manera diferente. 
No estoy haciendo nada, 
no estoy apurándome. 
Simplemente, estoy ante Tí, Señor. 
Y qué bueno es estar delante de Tí. 


Leemos ahora un extracto de una carta escrita por Conrado de Marburgo, director espiritual de Santa Isabel

Isabel reconoció y amó a Cristo en la persona de los pobres

Pronto Isabel comenzó a destacar por sus virtudes, y, así como durante toda su vida había sido consuelo de los pobres, comenzó luego a ser plenamente remedio de los hambrientos. Mandó construir un hospital cerca de uno de sus castillos y acogió en él gran cantidad de enfermos e inválidos; a todos los que allí acudían en demanda de limosna les otorgaba ampliamente el beneficio de su caridad, y no sólo allí, sino también en todos los lugares sujetos a la jurisdicción de su marido, llegando a agotar de tal modo todas las rentas provenientes de los cuatro principados de éste, que se vio obligada finalmente a vender en favor de los pobres todas las joyas y vestidos lujosos.

Tenía la costumbre de visitar personalmente a todos sus enfermos, dos veces al día, por la mañana y por la tarde, curando también personalmente a los más repugnantes, a los cuales daba de comer, les hacía la cama, los cargaba sobre sí y ejercía con ellos muchos otros deberes de humanidad; y su esposo, de grata memoria, no veía con malos ojos todas estas cosas. Finalmente, al morir su esposo, aspirando a la máxima perfección, me pidió, con lágrimas abundantes que le permitiese ir a mendigar de puerta en puerta.

En el mismo día del Viernes santo, mientras estaban desnudados los altares, puestas las manos sobre el altar de una capilla de su ciudad, en la que había establecido frailes menores, estando presentes algunas personas, renunció a su propia voluntad, a todas las pompas del mundo y a todas las cosas que el Salvador, en el Evangelio, aconsejó abandonar. Después de esto, viendo que podía ser absorbida por la agitación del mundo y por la gloria mundana de aquel territorio en el que, en vida de su marido, había vivido rodeada de boato, me siguió hasta Marburgo, aun en contra de mi voluntad: allí, en la ciudad, hizo edificar un hospital, en el que dio acogida a enfermos e inválidos, sentando a su mesa a los más míseros y despreciados.

Afirmo ante Dios que raramente he visto una mujer que a una actividad tan intensa juntara una vida tan contemplativa, ya que algunos religiosos y religiosas vieron más de una vez cómo, al volver de la intimidad de la oración, su rostro resplandecía de un modo admirable y de sus ojos salían como unos rayos de sol.

Antes de su muerte, la oí en confesión, y, al preguntarle cómo había de disponer de sus bienes y de su ajuar, respondió que hacía ya mucho tiempo que pertenecía a los pobres todo lo que figuraba como suyo, y me pidió que se lo repartiera todo, a excepción de la pobre túnica que vestía y con la que quería ser sepultada. Recibió luego el cuerpo del Señor y después estuvo hablando, hasta la tarde, de las cosas buenas que había oído en la predicación: finalmente, habiendo encomendado a Dios con gran devoción a todos los que la asistían, expiró como quien se duerme plácidamente.

Oh Dios, que concediste a santa Isabel de Hungría la gracia de reconocer y venerar en los pobres a tu Hijo Jesucristo, concédenos, por su intercesión, servir con amor infatigable a los humildes y a los atribulados.

Oh dulce Isabel,
infunde en nosotros tu espíritu de paciencia ante la adversidad.
Concédenos el don de saber perdonar.
Líbranos de las pasiones dañinas,
de manera que podamos seguir sirviendo al Señor
con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas.
tú que superaste el sufrimiento con el gozo de elevar himnos a Dios,
Oh Dios misericordioso, alumbra los corazones de tus fieles;
Y por las súplicas gloriosas de Santa Isabel,
haz que despreciemos las prosperidades mundanales,
y gocemos siempre de la celestial consolación

Ahora, salgamos a nuestra vida cotidiana,  y como Santa Isabel, sepamos mostrar una sonrisa, dar una caricia, tener un gesto amable, compartir aquello que tenemos, con todos los que lo necesitan.

jueves, 10 de noviembre de 2011

10 de Noviembre de 2011

Hemos dicho que necesitamos la fuerza de Dios, que nos derribe del caballo, nos rompa y nos rehaga. Y tendremos que aceptar las consecuencias.

Es dificil aprender a ser humilde sin humillaciones. Si has pedido a Dios un corazón de niño, no te quejes cuando te consideren menos y no cuenten contigo, si te olvidan, si te han criticado y se han reído de tí, o si has cosechado un fracaso, o si el otro tiene más acierto que tú.

Si Dios te concede un corazón de niño, estas cosas no te entristezcan, porque el niño se sabe pequeño. Pero sabe asimismo que Dios se vale de sus habilidades, y que conseguirá resultados no esperados aunque estos frutos exitosos suelen llegar a largo plazo.

Buen ejercicio el de rebajar un poquito tu ego, que ha crecido y ha engordado mucho. A ver si encuentras un régimen de adelgazamiento; no será caro, pero sí costoso.

Apuntamos algunos posibles compromisos:
  • No presumas del bien que haces, ni lo publiques en los medios de comunicación.
  • No te complazcas en el bien que haces, no le des tanta importancia, que ni tu mano izquierda sepa lo que hace tu mano derecha
  • No trates de ocultar tus fallos y fracasos
  • No te excuses ni te disculpes tanto
  • Aprende a callar y a no defenderte cuando alguien te acusa, como lo hizo Jesús
  • Aprende a pedir perdón
  • Participa, da tu opinión, sin temor al ridículo, pero no pongas al otro en ridículo
  • Habla más de los valores y éxitos del otro que de sus defectos
  • Ejercítate en servir a los demás, siempre de abajo arriba
  • Renuncia definitivamente al comparativo
A los ricos se les nota enseguida por su aire y su estilo. Pisan seguro, utilizan poco el "por favor", están acostumbrados a mandar y exigir; quieren llamar la atención, exhiben sus tesoros son como los pavos reales.

A los pobres de espíritu también se les nota enseguida. Son respetuosos no quieren molestar, piden escusas y perdón, se esfuerzan por pasar desapercibidos, su presencia es aradable, no molestan.

Los orgullosos se creen más que nadie, el número uno, el que lo sabe todo y habla con desparpajo, se presenta como modelo, altanero y prepotente, se enfada enseguida, riñe y da voces, amenza, sus gestos son autoritarios. Es un grajo.

Sufrido, es el Humilde, sabe comprender y excusar, se domina y tiene paciencia, es delicado y alaba a los demás, no tiene prisa y es simpático como un ruiseñor, pero hay muy pocos...

Hay también personas duras de corazón. De niños fueron caprichosos, la vida les va bien, parece que todo les sonríe. No han tenido la experiencia del sufrimiento, pero están vacíos, sus palabras suenan a hueco, son incapaces de empatizar y compadecer. Ni lloran ni están cerca de los que lloran. Viven en la superficialidad, como las mariposas.

Los que lloran, son sensibles, conocen los registros del dolor, han sufrido pero, sobre todo, saben estar cerca de los que sufren en comunión espiritual. No quiere decir que sean tristes y aguafiestas sino que son humanos, ríen con los que ríen y lloran con los que lloran. Lo que está reñido con la alegría no son las lágrimas sino la tristeza, son como un perrito, amigos del hombre.

El problema de nuestro mundo consumista es que ya no tiene hambre, ni sed ni de pan ni de agua, ni de justicia ni de salvación. Su hambre esta satisfecha, su sed está saciada, sus esperanzas están de vuelta. Importan sólo la diversión aunque sea a costa de la alienación.

Hay que ser pobre para tener hambre y sed, hay que ser niño para tener ilusión. Son muchos los que no se resignan, los que sienten la insatisfacción. Los que creen que otro mundo es posible. Los que se compromenten en favor de un mundo más justo y solidario. Y son muchos los que tienen hambre de Dios y de justicia, de su gracia y de su santidad, y sobre todo de su amor.

Pidamos a Dios, rico en misericordia, que salve al mundo de sus males...
  • Padre, salva al mundo de sus violencias y haznos constructores de paz.
  • Salva al mundo de sus errores, y haznos profetas de tu verdad
  • Salva al mundo de sus miserias, y haznos fermentos de renovación y de vida
  • Salva a los que dudan y no creen en Jesucristo, y haznos testigos de su Evangelio
  • Salva a cuantos son torturados y crucificados, y haznos cercanos y liberadores de sus sufrimientos
  • Salva a la Iglesia de su mediocridad y su vejez y haznos miembros llenos del Espíritu Santo
  • Salva a cuantos hoy participamos de la oración y haznos misioneros de Fraternidad
  • Sálvanos, Padre, que llegue a todos la inmensa riqueza de tu gracia.
Amén.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

3 de Noviembre 2011

La fiesta de todos los santos nos recuerda la multitud de los que han conseguido de un modo definitivo la santidad, y viven eternamente con Dios en cielo, con un amor que sacia sin saciar. Es también la fiesta de todos los que estamos llamados a unirnos a los que forman la Iglesia triunfante: nos anima a desear esa felicidad eterna, que solo en Dios podemos encontrar.

Podemos reflexionar sobre la experiencia de San Pablo camino de Damasco: ciego ante la luz, para penetrar en la luz interior. Eso es la santidad: sentir a Dios en nosotros, sentirse mirados por Dios que tira de nosotros con suavidad y fuerza hacia arriba, si le tomamos la mano que nos ofrece para que allá donde está Él también vayamos nosotros. Esa determinación de seguir a Cristo se va desplegando en una serie de virtudes que al procurar vivir con alegría y constancia, se va haciendo heroísmo.

"La meta que Dios nos propone  a todos- no es un espejismo o un ideal inalcanzable; podría relataros tantos ejemplos concretos de mujeres y hombres de la calle, como vosotros y como yo, que han encontrado a Jesús que pasa casi oculto  por las encrucijadas aparentemente más vulgares, y se han decidido a seguirle, abrazados con amor a la cruz de cada día. En esta época de desmoronamiento general, de cesiones y desánimos, o de libertinaje y de anarquía, me parece todavía más actual aquella sencilla y profunda convicción...: estas crisis mundiales son crisis de santos”

Algunos libros de vidas de santos han omitido las debilidades de sus protagonistas, probablemente porque temían que nos escandalizáramos al saber que fueron hombres y mujeres como nosotros. Pero precisamente es bueno comprobar que los que están en los altares no son de cera, ni de yeso, ni de plástico, sino, como todos los mortales, de carne y hueso, sufren dolores y tienen sus agobios; son personas comunes que tienen que tomar medicamentos o duermen mal o se distraen en la oración.

Muchos libros han puesto a los canonizados tan distantes de nosotros, que lo único que podemos hacer es admirarlos. Los colocan tan lejos, tan arriba, tan cubiertos de ropajes incómodos y ostentosos, tan desligados de todo lo nuestro, que no hay forma de imitarlos. Estas biografías nos convencen que la santidad no es para nosotros. Pero las verdaderas biografías de los héroes cristianos son como nuestras vidas: ellos luchaban y ganaban, luchaban y perdían y entonces volvían a la lucha.

Es bueno saber que, por ejemplo, santa Teresita del Niño Jesús tenía una terquedad invencible desde niña; que san Alfonso María de Ligorio tenía un genio endemoniado; que san Agustín fue un gran pecador antes de su conversión, que santa Teresa de Jesús confesó nunca haber podido rezar un rosario completo sin distraerse y que nuestro padre San Francisco era muy dado a las grandes juergas en su juventud. Es admirable ver a los santos: hombres muy hombres y mujeres muy mujeres, con grandes virtudes, acciones heroicas y fallos garrafales.

La santidad no consiste en subirse a una columna con una palma en la mano y un crucifijo en el pecho. Los santos no son inactivos, siempre se mueven haciendo cosas tan simples como preocuparse por la enfermedad de un hermano, dar de comer al perro, cumplir con su trabajo y hacer con alegría los encargos que les piden.

Estos son los santos de hoy, los que van en el metro, rezan a la Virgen, trabajan en el campo, escriben en el ordenador, descansan el fin de semana y vuelven todos los lunes al mismo trabajo, preocupándose sólo de hacer extraordinariamente bien aquello que les ha tocado hacer.
La santidad es, en definitiva, un camino que todos tenemos que recorrer.

Como decía San Pedro en su primera carta: “Que cada uno, con el don que ha recibido, se ponga al servicio de los demás, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. El que se toma la palabra que hable palabra de Dios. El que se dedica al servicio que lo haga en virtud del encargo recibido de Dios. Así, Dios será glorificado en todo, por medio de Jesucristo, Señor nuestro, cuya es la gloria y el imperio por los siglos de los siglos”. Amén.

¿Pero cómo saber que hemos cogido el camino correcto?...

1. El día que deje "mis importancias" a un lado: mis títulos, mis reconocimientos, mis amistades fáciles..., y me convenza de que Tu eres lo único importante, lo único por lo que merece la pena luchar.
2. El día en que aprenda a reírme un poco más de mí mismo, sabiendo que no soy nada sin Tu Amor.

3. El día que me presente ante Ti, Señor como "un cacharro estropeado" pero con inmensas ganas y terrible confianza de que Tú me vas a arreglar.

4. El día en que, a pesar de tener ojos de adulto, posea una mirada de niño que deje transparentar todo mi ser.

5. El día en que deje de juzgar a mis hermanos y me dedique a amar en cantidad a los que yo creo que obran mal, y deje de preguntarme si el hombre es bueno o malo y sólo me preocupe en amarle, pues podría perderlo si me pongo a decidir si merece ese amor. Amarle hoy y pedir a Dios que me recargue el corazón para poder amarle mañana también.

6. El día en que a pesar de que vea que el mundo marcha mal, me dedique a cambiar una centésima parte, sin pensar de momento que las otras noventa y nueve marchan mal.

7. El día en el que al acabar la jornada diga simplemente: "Señor hoy me he dedicado a querer un poquito más a mi familia, a mis amigos, a mis vecinos..., a la gente".

8. El día en que tenga Señor la "maravillosa desgracia" de no poder vivir sin Tu Amor.

9. El día en que el encuentro con las personas suponga para mi un momento sagrado; el día en que "tiemble" ante mi hermano, precisamente porque le considere hijo Tuyo, como yo lo soy.

10. El día en que ame al niño que hay dentro de mí, para que una sonrisa, un pequeño gesto, una mirada amable..., convierta mi vida en ofrenda agradable para Ti...


Ese día, tú bien lo sabes, Señor, llegaré a ser santo.

SALMO 149:

Alegría de los santos
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.

Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.

Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:

para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.

Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.

Gloria al Padre y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
Por los siglos de los siglos. Amén.