domingo, 22 de enero de 2012

Jueves 19 de enero de 2012

Buenos días, Señor. Un nuevo día que me regalas.
Gracias con toda la fuerza de que soy capaz.
Gracias por este nuevo amanecer.
Gracias por este nuevo empezar.
Gracias por tu presencia
que me acompañará en toda la jornada.

Quiero comenzar este nuevo día
con entusiasmo,
con alegría reestrenada, con ilusión nueva.
Me da seguridad el saber que Tú estás a mi lado:
en mi familia, en mis amigos,
en la gente con la que me voy a encontrar,
en mi propia persona.

Te ofrezco mi trabajo de este día.
Que mi esfuerzo sea fecundo,
sirva para la felicidad de los demás
y me ayude a encontrar mi propia paz.
Que, con mi trabajo, mi día sea un pedacito
del mundo que busco y sueño.
Ayúdame a llenarlo de entrega y amor.

Señor, que hoy viva de tal manera
que cuantos se acerquen a mi
descubran tu presencia y tu ternura.
Buenos días, Señor.
Un nuevo día que me regalas.

Con estas palabras nos reunimos un jueves más para orar, pero no es un jueves cualquiera, es un jueves especial, el colegio celebra dentro de dos días la inauguración de su 50º Aniversario; nos reunimos de nuevo en esta capilla, parte de la que fue inicialmente la capilla del colegio; así la describían en sus orígenes:
“La capilla es de lo más original que se ha construido hasta ahora. En la terraza del edificio, y rodeada de jardín con plantas frondosas, una casita de cristal, con una imagen de San francisco, brazos abiertos, en actitud de entonar el Cántico de las Criaturas. Aquí el jardín no rodea la iglesia, sino que la iglesia rodea y tiene su centro en el jardín”.
Al igual que nuestra capilla está centrada en torno a la figura de Francisco, la vida de nuestro colegio también gira en torno a su figura y en torno a la oración que nuestro seráfico padre recita frente al Cristo de San Damián, oración que podemos entonar todos juntos:
¡Oh alto y glorioso Dios!,
ilumina las tinieblas de mi corazón
y dame fe recta,
esperanza cierta y caridad perfecta,
sentido y conocimiento, Señor;
para que cumpla tu santo y veraz mandamiento.

Esta oración fue escrita sobre el 1206 y es una oración para ponerse en camino, para empezar, iniciar la marcha. Sirve a cuantos se hallan en búsqueda ¿Quién no lo está?

¡Oh alto y glorioso Dios!,
En el centro dominándolo todo se impone la figura de Dios, alto y glorioso, destacando su grandeza. Alto o Soberano, elevado y en sí inaccesible, irradia su esplendor, es glorioso, magnifico en su esplendor. Esta idea puede asustar y alejar al hombre; pero ilumina y da, el destello de lo majestuoso no ciega, difunde una luz que alegra y consuela. Este Dios es bueno y generoso con el hombre que pide como un mendigo, desde abajo.

Ilumina las tinieblas de mi corazón. El corazón es el centro, lo profundo espiritual del hombre; es de donde brotan y convergen todos los deseos y fuerzas que constituyen al ser humano, es la identidad y la verdad de cada uno, centro gravedad de la persona a veces está cubierto de tinieblas. ¿Cuáles son esas tinieblas?

Pero no estamos condenados a las tinieblas, el Señor irradia esplendor, su Luz soberana puede disipar las tinieblas en que se halla sumergido nuestro corazón. Esa Luz, la verdadera, es JESUCRISTO. Gracias a la misericordia de Dios-Padre mi realidad se desvela y se llena de luz.
Luego se piden cinco cosas, no para uno sino, para entregarse. Las tres primeras son virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. Y además, sentido y conocimiento, dos términos necesarios para dejar atrás las superficialidades y descubrir la Presencia de Dios.

Es optimismo, vitalidad, certeza de que las promesas y compromiso de Dios no pueden fracasar. Es pedir ante todo la revelación conmovedora y la Acogida de ese Amor de Dios-Padre.

Sentido significa aquí experiencia, el sobrecogimiento por lo que acaba de ser descubierto y entrevisto. Pero este sentido no es un sentimiento ciego; se halla acompañado del conocimiento, claridad de la inteligencia (se entiende conocimiento como luz de conocimiento).

He aquí pues al peregrino dispuesto para la marcha, provisto de cinco panes o dones que, como un mendigo, ha pedido a su Señor de la gloria cuyo amor y generosidad conoce a pesar de su tiniebla y pobreza. ¿Y estos dones para qué?

Para cumplir el mandamiento santo y veraz del Señor, que para Francisco fue repara mi Iglesia y para nosotros ese mandamiento es amar a Dios y al prójimo

Así la oración de Francisco en la difícil y larga etapa de su conversión, es válida todavía hoy a todo hombre que se pone en camino para buscar y encontrar a Dios y así mismo.

Para terminar nuestra oración, nos dirigimos al Padre en el lenguaje que Jesús nos enseñó…
Padre nuestro que estás en el colegio
En los niños, en los padres, en los profes,
En cuantos cargan diariamente a la espalda su mochila
De inquietudes, de proyectos, de expectativas.

Santificado sea tu nombre
Que todos tengan la gracia
De conocer que Tú eres Padre;
Danos el don de vivir y transmitir
la necesidad de encontrarse contigo
porque Tú nos llenarás de Vida.

Venga a nosotros tu Reino,
la sabiduría de conocer tus caminos,
la certeza de sabernos tus hijos,
la alegría de vernos mejores día a día,
la dicha de ser más hermanos que ayer.

Hágase tu voluntad,
así en el colegio como en la vida.
Que cada hora, cada tarea, cada jornada escolar
Sean un paso adelante
En nuestro encuentro contigo,
En nuestro crecer como personas,
En nuestro ser y vivir
Como cristianos y como franciscanos,
y seamos cada día más tuyos,
más nosotros mismos.

Danos, Señor, la entrega necesaria
para mantenernos ‘en camino’,
para vivir y proponer tu evangelio,
para trabajar según tu voluntad,
para ser felices en tu nombre.

Si algún día olvidamos lo aprendido
si buscamos seguridades lejos de Ti,
si otros dioses nos llevan por otros caminos
o si un día dejamos de buscarte…
perdónanos, Señor,
y déjanos caer, parar, recordar,
volver al camino que nos devuelva a Ti.

No nos dejes caer en nosotros mismos,
No permitas que se apague la inquietud
que nos tiene hoy en tu búsqueda.
Líbranos del cansancio o de la monotonía
Líbranos, por siempre, de perder la alegría. Amén

domingo, 15 de enero de 2012

12 de Enero de 2012

Juan Pablo II, nos decía "Ahora tenemos que mirar hacia delante, debemos remar mar adentro, confiando en la palabra de Cristo. En la causa del Reino ho hay tiempo para mirar atrás, y menos para dejarse llevar por la pereza.

Hacia delante, pero ¿hacia dónde? ¿Cuál es la meta? pues vuestra meta, no puede ser otra que Cristo, para conocerle a El, el poder de su resurrección y la comunión en su padecimiento.

Lo primero que tenemos que hacer, si caminamos hacia Cristo, es no perderlo de vista, tener siempre los ojos fijos en Jesús. Tenemos que ser como nos dice el Papa, "contempladores de su rostro... la mirada se queda más que nunca fija en el rostro del Señor.

Ver a Cristo es una dicha, es nuestra esperanza. El anciano Simeón, cuando al fin vio a Jesús, cantó aquello de: Ya me puedo morir porque mis ojos han visto tu salvación. Es lo que repetía Santa Teresa: "Véante mis ojos, dulece Jesús bueno, veánte mis ojos, muérma yo luego"

Ver a Jesús te tiene que cambiar, no se puede vera a Jesús y seguir igual, o quedarte en una emoción pasajera. "El que ha conocido a Jesús ha contraido una enfermedad que no se puede curar.

Preguntamos ¿Estás enfermo de Jesús? ¿Te ha herido? ¿Te ha apasionado? ¿Te ha roto algo? ¿Ha producido en ti alguna dependencia? ¿O no te afecta gran cosa? Pues si no estás enfermo de Jesús, tendrás que ir urgentemente al médico, el que hiriendo da salud, el que matando da vida. Ve a Jesús y déjate atraer y déjate iluminar, ver a Jesús y enfermar. Pero no te muevas luego, que todavá hay mucho que hacer y mucho camino que recorrer.

No vale quedarse en el Tabor contemplativo. Si tu rostro se ha iluminado en la contemplación de Cristo. ¿qué otra cosa puedes hacer sino llevar esa luz a los demás?  hacer resplandecer también su rostro ante las generaciones del nuevo milenio.

¿Qué hay que hacer para caminar hasta Cristo? ¿Cómo se consigue ver a Cristo? ¿Cómo podemos configurarnos en Él? ¿Cómo llegar a tener una experiencia de Cristo, una vivencia del misterio pascual?. Los grandes testigos nos lo enseñan:
  • Primero: déjarse atraer por Cristo.
    • Pablo andaba por malos caminos, hasta que salió Cristo a su encuentro y se dejó iluminar por Él.
    • Agustín tenía fuerzas para dejar sus andanzas, hasta que escuchó lo de Toma y lee, y encontró el camio acertado y no dejó la luz.
    • Como Ignacio, leyendo la vida de los santos.
    • Como Camilo, leyendo el rostro de los enfermos.
    • Como Teresa, leyendo la imagen dolorosa de Cristo.
    • Como Edit Stein, leyendo la vida de Teresa.
    • Como Teresa de Calcuta, leyendo y oyendo a los más pobres de la ciudad.
    • Como Mounier, leyendo el rostro de su hija deficiente..
 Hay que saber escuchar, hay que saber leer los signos, hay que saber distinguir las emociones del Espíritu.
  • Segundo: Orar.
          Los discípulos se dajaron llevar por Jesús a la montaña, para orar. Y estando en la oración, vieron, fueron iluminados y envueltos en la nube.
          Orar es entrar en ti, en silencio, encontrarte contigo mismo. Orar, es entrar en la presencia de Dios. Es permanecer en Dios, es respirar a Dios, es amar y dejarse amar por Dios. Orar es dialogo, y súplica y alabanza y silencio.
          Orar es palabra y amor, luz y fuego, medicina y alimento. Orar es fundirse con Dios, como los trozos de cera, fundirse en uno sólo, que ya no se pueden separar. Orar es dejarse encender por la llama del Espíritu. Orar en definitiva es abrirse a la presencia y el viento del Espíritu.

  • Tercero: Amar.
          Amar es lo esencial de la vida cristiana. Amar es hacer presente a los demás el amor que recibes de Dios. Es acercarse a los demás con entrañas de misericordia. Es ver a lotro como hermano, como algo tuyo y dejarte interpretar por él. Es hacer tuyos sus problemas y sus esperanzas. Es servirlo y cargar con él. Es no vivir para ti. Es compartir tu tiempo, tus talentos y tus bienes. ¡Ah! también la limosna y estar cerca del enfermo, del anciano, del encarcelado, del que está sólo. Es dar vida, es ir dando vida.