martes, 23 de abril de 2013



Nos reunimos este miércoles, como cada semana, para dirigir nuestra oración a Dios nuestro Padre. Pero hoy nuestra oración tiene un tono distinto. Es una oración llena de luz, de alegría, de ilusión renovada hacia un futuro esperanzador. ¡Cristo ha resucitado!

El Papa Francisco, en la homilía de la Vigilia Pascual nos decía:

“A menudo estamos cansados, defraudados, tristes; sentimos el peso de nuestros pecados, creemos que no podemos seguir. No nos encerremos en nosotros mismos, no perdamos la confianza, no nos resignemos nunca: no hay situaciones que Dios no pueda cambiar; no hay pecado que no pueda perdonar si nos abrimos a él.

Cristo ha resucitado. Y ya nada puede ser igual que antes, no solo en nuestra vida, sino  en nuestra historia de la humanidad. ¡Jesús no es un muerto, ha resucitado, es Aquel que vive! No se ha limitado a volver a la vida, sino que es la vida misma, porque es el Hijo de Dios, que es Aquel que vive. Jesús ya no está en el pasado, sino que vive en el presente y está lanzado hacia el futuro.

Aceptemos, pues, que Jesús resucitado entre en nuestra vida; acojámoslo como amigo, con confianza: ¡él es la vida! Si hasta ahora hemos estado alejado de él, demos un pequeño paso: nos recibirá con los brazos abiertos. Si somos indiferentes, aceptemos el riesgo: no quedaremos defraudados. Si nos parece difícil seguirlo, no tengamos miedo; encomendémonos a él, tengamos la seguridad de que está cerca de nosotros, de que está con nosotros y nos dará la paz que buscamos y la fuerza para vivir como él quiere.

Pidamos que el Señor nos haga partícipes de su resurrección: que nos abra a su novedad que transforma, a las sorpresas de Dios, tan hermosas; que haga de nosotros hombres y mujeres capaces de hacer memoria de lo que él realiza en nuestra historia personal y en la del mundo; que nos dé la capacidad de percibirlo como el que vive, vivo y activo entre nosotros; que nos enseñe cada día a no buscar entre los muertos al que vive.

Recibe, Señor, nuestros miedos y transfórmalos en confianza.
Recibe, Señor, nuestro sufrimiento y transfórmalo en crecimiento.
Recibe, Señor, nuestro silencio y transfórmalo en adoración.
Recibe, Señor, nuestras crisis y transfórmalas en madurez.
Recibe, Señor, nuestras lágrimas y transfórmalas en plegaria.
Recibe, Señor, nuestra ira y transfórmala en intimidad.
Recibe, Señor, nuestro desánimo y transfórmalo en fe.
Recibe, Señor, nuestra soledad y transfórmala en contemplación.
Recibe, Señor, nuestras amarguras y transfórmalas en paz del alma.
Recibe, Señor, nuestra espera y transfórmala en esperanza.
Recibe, Señor, nuestra muerte y transfórmala en resurrección.
Y con la ilusión de este Cristo resucitado, el alma se nos llena de gozo y nos vienen ganas de unirnos al salmista…

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo.

El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel.

Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad:

tocad la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas
aclamad al Rey y Señor.

Retumbe el mar y cuanto contiene,
la tierra y cuantos la habitan;
aplaudan los ríos, aclamen los montes
al Señor, que llega para regir la tierra.

Regirá el orbe con justicia
y los pueblos con rectitud.



Esta semana, el franciscano y también cardenal, monseñor Carlos Amigo nos ha dicho que “comenzamos un nuevo tiempo, ya que la crisis nos ha zarandeado y nos ha hecho ver lo que es importante y lo que no y ante esta nueva época, es necesario que seamos auténticos y que no tengamos miedo al futuro, ya que Jesucristo ha prometido que estará con nosotros y es valiente, ya que donde hay necesidad allí está él y allí debemos estar nosotros, junto a los que tienen más necesidad, transmitiéndoles a ellos y a los jóvenes con los que trabajamos cada día que un futuro mejor está por venir y que merece la pena seguir luchando por un mundo mejor, porque… ¡Cristo ha resucitado! ¡Aleluya! ¡Aleluya!.




martes, 16 de abril de 2013


Toda la vida es un don en cada persona. Dios te ha llenado, nos ha regalado grandes talentos y cualidades. Desde lo más hondo de nuestro ser Dios nos está llamando. Está tocando a la puerta de nuestra vida y nos dice una palabra sencilla, una invitación, otro regalo: VEN. Es la gran invitación que hace a todos los apóstoles…, es la gran invitación a unirnos a Él. Todo cristiano es un vocacionado, es un llamado por Dios a un proyecto concreto, a un plan, a una misión, a un envío, ID. Jesús a toda la Iglesia, después de su resurrección, nos dice: “id al mundo entero y anunciad el Evangelio”. Somos llamados para la misión. La cuestión es: ¿has escuchado su llamada? ¿has respondido? ¿te has puesto en camino?

Esta misión que el mismo Jesús comunicó una vez resucitado y que se ha ido viviendo de generación en generación, de cristianos a cristianos, es la misma que nosotros también tomamos ahora. Todos nosotros hemos sido llamados por Jesús para anunciar su evangelio entre los niños y jóvenes, y todos hemos respondido de forma generosa. Por este motivo, por ser Jesús el autor de la llamada, es por lo que nos encontramos reunidos ante su presencia. Para pedirle las fuerzas, el ánimo, la fe y el don necesario para ser fieles a ese mensaje que un día dio a sus discípulos y que ahora nos comunica a nosotros: «Id por todo el mundo y haced discípulos a todas las gentes».


SALMO DEL DISCIPULO QUE QUIERE ANUNCIAR A DIOS

Aquí estamos, Señor,
como tus discípulos en Galilea.
Aquí estamos, Señor,
respondiendo a tu llamada.
Aquí estamos, Señor,
porque nuestro gozo eres tú.
Aquí estamos, Señor,
queremos ser anunciadores de tu Reino.
Aquí estamos, Señor,
con la confianza puesta en ti.

Como los discípulos en Galilea...
nuestro deseo es salir a tu encuentro,
porque en medio de nuestra vida
tú ocupas siempre un lugar importante.

Respondiendo a tu llamada...
porque a ti no se te puede decir que no,
porque en nuestra respuesta encontramos el gozo.
Aquí nos tienes,
puedes contar con nosotros.
No sabemos si sabremos hacerlo como tú deseas,
pero sabes que la ilusión no nos falta.

Porque nuestro gozo eres tú...

Quien te descubre ya no puede vivir como antes;
quien te ha visto, ya no puede negarte;
quien te ha sentido, ya no puede olvidarte.
Queremos ser anunciadores de tu Reino...
porque te hemos sentido cerca;
porque ahora sabemos qué es lo bueno,
lo perfecto;
porque cuando algo tan grande como tú se descubre,
ya no es posible guardar silencio.

Aquí estamos,
porque sabemos que nos necesitas,
y te ofrecemos lo mejor que tenemos, nuestra propia vida,
para que sea instrumento al servicio de tu Reino.

Aquí estamos, Señor,
porque eres nuestro Dios.
Aquí estamos, Señor,
porque nos has mirado.
Aquí estamos, Señor,
con nosotros puedes contar.
Aquí estamos, Señor,
para decirte con el corazón
que nos ayudes en ésta, nuestra misión.

L Mt 28, 16-20

Los once discípulos fueron a Galilea, al monte que les había indicado Jesús. Al verlo, se postraron, pero algunos dudaron. Jesús se acercó y les habló: “Me han concedido plena autoridad en cielo y tierra.  Id  y haced discípulos entre todos los pueblos, bautizarlos consagrándolos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, y enseñarles a cumplir todo lo que yo os he mandado. Yo estaré con vosotros siempre, hasta el fin del mundo”.

Id y anuncia el evangelio... porque si gratis lo has recibido, gratis lo debes dar.
Id y anuncia el evangelio... porque sus palabras son palabras de vida.
Id y anuncia el evangelio... porque Dios te habla a través de la Palabra.
Id y anuncia el evangelio... porque nunca se debe ocultar.
Id y anuncia el evangelio... porque lo que es bueno para ti, con otros lo tienes que compartir.
Id y anuncia el evangelio... porque Dios te necesita.
Id y anuncia el evangelio... y yo estaré contigo hasta el final de los tiempos. Porque sin mí no puedes hacer nada; porque de mí te vendrá la fuerza para anunciarlo; porque tú solo no eres nada, pero conmigo lo eres todo.
Confía, confía en mí... Tú eres mi mensajero... Confía, confía

martes, 9 de abril de 2013





A pesar de las muchas malas noticias que últimamente oímos por la televisión, por la radio o que leemos en los periódicos, para los cristianos y, en realidad, para todo el mundo existe una Buena
Noticia: ¡¡¡JESÚS HA RESUCITADO Y VIVE ENTRE NOSOTROS!!!

Evangelio: Jn 20,11-18
Estaba María junto al sepulcro fuera llorando. Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies.
Le dijeron: «Mujer, ¿por qué lloras?» Ella les respondió: «Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto.»
Jesús siempre es testigo de nuestras lágrimas, está ahí aunque no lo advirtamos como le pasó a María Magdalena; está ahí sosteniéndonos, consolándonos, acompañándonos.
Silencio
Jesús siempre es testigo de nuestras lágrimas, está ahí aunque no lo advirtamos como le pasó a María Magdalena; está ahí sosteniéndonos, consolándonos, acompañándonos Jesús siempre es testigo de nuestras lágrimas, está ahí aunque no lo advirtamos como le pasó a María Magdalena; está ahí sosteniéndonos, consolándonos, acompañándonos.Jesús siempre es testigo de nuestras lágrimas, está ahí aunque no lo advirtamos como le pasó a María Magdalena; está ahí sosteniéndonos, consolándonos, acompañándonos.Jesús siempre es testigo de nuestras lágrimas, está ahí aunque no lo advirtamos como le pasó a María Magdalena; está ahí sosteniéndonos, consolándonos, acompañándonos.Como María, ¿buscamos a Jesús o nos desanimamos porque muchas veces no sabemos dónde encontrarle?
Silencio

Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dijo Jesús: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?» Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dijo: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré.»

Silencio
Cuando Dios parece estar ausente ¿buscamos respuestas fáciles y rápidas?
Silencio

Jesús le dijo: «María.» Ella se volvió y le dijo en hebreo: «Rabboni» —que quiere decir: «Maestro»— Jesús le dijo: «No me toques, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios.»

Silencio
María no le reconoce en un primer momento porque Ël aún no l a ha llamado por su nombre. El nombre encierra nuestra identidad, nos distingue, por eso cuando Jesús le dice “María” ella le reconoce. Así es Dios, no nos llama en montón, nos llama por nuestra individualidad, quiere construir una historia de amor personal, con cada uno, quiere ser Señor de cada corazón y establecer allí su morada. Encontrar a Jesús no quiere decir apropiarnos de él, sino convertirle en nuestro maestro. Hoy en la oración ponte delante de aquel sepulcro vacío y escucha como el Señor Resucitado, te llama por tu nombre y te pregunta ¿por qué lloras?... Cuéntale tus cosas, experimenta su fuerza y su consuelo, descubre que no te quiere triste ni angustiado, te quiere resucitado. Míralo, El está vivo para ti ¡No hay nada que temer!
Silencio

Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor y que había dicho estas palabras.

Silencio
¿Soy testigo de Jesús Resucitado?

 

Venimos ante ti, Señor,
desde nuestra búsqueda,
desde nuestra ignorancia,
desde nuestras dudas.

Acéptalas, Señor,
como nuestra ofrenda de hoy,
la úni­ca que podemos hacerte,
la única que sabemos.

Te manifestamos nuestro deseo de encontrarte,
nuestra voluntad de bus­carte.
Ayúdanos.
Ven en socorro de nuestra debilidad,
de nuestra ignorancia.

Danos, Señor, el don de intuirte
a través de la vida que Tú nos regalas.
Sabemos, Señor,
que estás empeñado en encontrarnos,
en que te encontre­mos.
Condúcenos Tú hasta que seas
la experiencia más viva de nuestro cora­zón.
Entonces, Tú seguirás conduciéndonos.


Para terminar esta oración pedimos por los que todavía no han tenido el encuentro con El y nos comprometemos a llevar, como María el mensaje de la salvación a nuestros hermanos.

Silencio