miércoles, 30 de octubre de 2013

En la semana 30 del Tiempo Ordinario, la liturgia va a ponernos frente a frente con lo más radical de la fe y con lo principal para nuestra realización humana: unión inseparable entre el amor a Dios y el amor a las personas.

Para Jesús, “amar al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, y amar a tu prójimo como a ti mismo”, no es una simple Ley nueva, ni una manera especial de sintetizarla. Sino el criterio de autenticidad de nuestra fe y de nuestro modo de ser personas.

Jesús ha unido de modo inseparable dos mandamientos: amor a Dios y amor al Prójimo. Y puede que sólo nos detengamos en esta unión, dada la importancia de tal unión. Pero la originalidad de Jesús no está simplemente en haber resumido la Ley en dos mandamientos principales. Esto sólo serviría para hacer menos pesada la gran lista de más de 600 mandatos que copaban la Ley. Situación que ya habían denunciado reiteradamente los Profetas.

El amor a Dios y al Prójimo, nos pone ante la gran novedad de Jesús. Por un lado nos revela que estos dos mandamientos son la raíz y el fundamento sobre los que puede sostenerse con verdad cualquier Ley. Y por otro, que todo, y en particular la Ley, que definitivamente abierto a la realidad de Dios y a la realidad del Prójimo.

Relacionarnos con Dios nos abre a una relación de calidad con el prójimo. Y a su vez, la calidad de la relación el prójimo decide nuestro nivel de relación con Dios.

Para Jesús, “amar al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, y amar a tu prójimo como a ti mismo”, lo es todo. Aquí está la fuente de donde mana la vida, la adoración, la alegría, la disponibilidad, la sencillez, la entrega, el servicio, y en especial el cuidado para quienes nos necesitan con más urgencia, los pobres, los enfermos, los tristes, los desvalidos.

Amar al Señor tu Dios y a tu prójimo, quiere decir pasión por Dios y compasión por la Humanidad. Porque Pasión-Compasión significa: alabar la existencia desde su raíz, tomar parte en la vida con gratitud, optar siempre por lo bueno y lo bello, vivir con el corazón de carne y no de piedra, rechazar todo lo que niegue y excluya a cualquier hombre o mujer.
Vengo a aprender a dar a Dios lo que es de Dios.

Señor, que todas mis intenciones, acciones y procesos interiores, estén totalmente ordenados a cumplir tu voluntad.

Señor, que me atreva a unir mi amor a ti y mi amor a las personas.

Amar a Dios y al Prójimo es la Medida de nuestra Justicia. La medida de nuestra justicia es el amor, pero no cualquier amor, sino el amor bueno. El que salda las diferencias, que sabe acoger con sencillez y generosidad, que tiende puentes para el encuentro, que sabe de reconciliación y perdón. La relación de justicia con Dios nos abre a una relación de calidad con el prójimo. Y la relación de justicia con el prójimo decide nuestro nivel de relación con Dios.

Amar a Dios y al Prójimo es auténtica Religión. El amor Dios y al Prójimo lo es todo para la religión de Jesús. Porque ahí está la fuente de donde mana la vida, la adoración, la alegría, la disponibilidad, la sencillez, la entrega, el servicio, y en especial el cuidado hacia quienes nos necesitan con más urgencia. Este doble e indivisible mandamiento nos abre a una religión que se sostiene sobre la unión inseparable entre lo humano y lo divino.

Amar a Dios y al Prójimo es Pasión-Compasión. Pasión-Compasión significa alabar a Dios por la existencia propia y la ajena desde su raíz; tomar parte en la vida con gratitud; optar siempre por lo bueno y lo bello; vivir con corazón de carne y no de piedra; resistirnos a todo lo que niega y excluye a la gente. Pasión por Dios y Compasión por la humanidad es la búsqueda sincera de lo divino en lo humano de lo humano en lo divino.

Sean buenos. El cristiano debe ser el hombre o la mujer de la santidad, de la fe, de la esperanza, de la alegría, de la palabra, del silencio, del dolor. Pero debe, sobre todo, ser bueno.

Buenos en su rostro, que deberá ser distendido, sereno y sonriente. Buenos en su mirada. Una mirada que primero sorprende y luego atrae.

Buenos en su forma de escuchar.  De este modo experimentarán, una y otra vez, la paciencia, el amor, la atención y la aceptación de las llamadas de Dios.

Buenos en sus manos. Manos que dan, que ayudan, que enjugan las lágrimas, que estrechan la mano del pobre y del enfermo para infundir valor, que abrazan al adversario y le inducen al acuerdo, que escriben una hermosa carta a quién sufre, sobre todo si sufre por nuestra culpa.

Buenos en el hablar y en el juzgar. Si son jóvenes, sean bueno con los mayores; y si son mayores, sean buenos con los jóvenes.

Sean contemplativos en la acción. Transformen su actividad y trabajo en un medio de unión con Dios. Estén siempre abiertos y atentos a cualquier gesto de Dios Padre y de todos sus hijos, que son hermanos nuestros.

Toma Señor y recibe toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad. Todo mi haber y mi poseer. Tú me lo diste, a ti, Señor, lo devuelvo. Todo es tuyo. Dispón de mi según tu voluntad. Dame tu amor y gracia que esta me basta.Una vez que amemos a Dios y al prójimo conseguiremos la Paz de Dios.

Hay una historia muy conocida que cuenta que una vez un rey que ofreció un gran premio a aquel artista que pudiera, en una pintura, dibujar la paz perfecta. Muchos artistas lo intentaron y presentaron sus obras en el palacio del rey. El gran día había llegado. El rey observó y admiró todas las pinturas, pero solo hubieron dos que a él realmente le gustaron y tuvo que escoger entre ellas. La primera era un lago muy tranquilo, cual un espejo perfecto, donde se reflejaban unas plácidas montañas que lo rodeaban. Sobre éstas se encontraba un cielo muy azul con tenues nubes blancas. Todos quienes miraron esta pintura pensaron que esta reflejaba la paz perfecta. La segunda pintura también tenía montañas pero éstas eran escabrosas y descubiertas. Sobre ellas había un cielo furioso del cual caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos. Montaña abajo parecía retumbar un espumoso torrente de agua. Todo esto no se revelaba para nada pacifico. Pero cuando el rey observó cuidadosamente, miró tras la cascada un delicado arbusto creciendo en una grieta de la roca. En este arbusto se encontraba un nido. Allí, en medio del rugir de la violenta caída de agua, estaba sentado plácidamente un pajarito en el medio de su nido. El pueblo entero se preguntaba que cuadro elegiría el rey. El sabio rey escogió la segunda, y explicó a la gente la razón de su elección: Porque, explicaba el rey, Paz no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin trabajo duro o sin dolor. Paz significa que a pesar de estar en medio de estas cosas permanezcamos calmados dentro de nuestro corazón. Este es el verdadero significado de la paz.
No importa las pruebas que estés atravesando ni cuán alto suenen los truenos alrededor tuyo, lo oscuras que sean las nubes o si los relámpagos de la tormenta te ciegan. Di como el salmista: ¿Por qué te abates, oh alma mía… espera en Dios; porque aún he de alabarle. Salmos 42:5
Recuerda que nuestro gozo y paz no dependen de las circunstancias. Nuestra mirada debe estar puesta en Dios, quien hace posible lo imposible y que hace que todas las circunstancias, sin importar lo adversas que parezcan, obren a nuestro favor.
Refúgiate en Dios y permite que su paz inunde tu corazón.

Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Filipenses 4:7

Para terminar este momento de oración incluimos el extracto de la homilía del Papa Francisco en Asís el 4 de Octubre de 2013 que el pasado lunes leímos con nuestros alumnos con motivo de la Jornada del Espíritu de Asís
“¿Cuál es la paz que Francisco acogió y vivió y nos transmite? La de Cristo, que pasa a través del amor más grande, el de la Cruz. Es la paz que Jesús resucitado dio a los discípulos cuando se apareció en medio de ellos.
La paz franciscana no es un sentimiento almibarado. Por favor; ¡ese San Francisco no existe!  Y ni siquiera es una especie de armonía panteísta con las energías del cosmos… Tampoco este es franciscano, sino una idea que algunos han construido.
La Paz de San Francisco es la de Cristo, y la encuentra el que “carga” con su “yugo”, es decir su mandamiento: Amaos los unos a los otros como yo os he amado. Y este yugo no se puede llevar con arrogancia, con presunción, con soberbia sino sólo se puede llevar con mansedumbre y humildad de corazón.
Nos dirigimos a ti, Francisco y te pedimos: enséñanos a ser “instrumentos de tu paz”, de la paz que tiene su fuente en Dios, la paz que nos ha traído el Señor Jesús. Francisco inicia el Cántico así: “Altísimo, omnipotente y buen Señor… Alabado seas… con todas las criaturas”. El amor por toda la creación, por su armonía.
El Santo de Asís da testimonio del respeto hacia todo lo que Dios ha creado y como El lo ha creado, sin experimentar con la creación para destruirla, ayudarla a crecer, a ser más hermosa y más parecida a lo que Dios ha creado.
Y sobre todo San Francisco es testigo del respeto por todo, de que el hombre está llamado a custodiar al hombre, de que el hombre está en el centro de la creación, en el puesto en el que Dios – el Creador – lo ha querido, sin ser instrumento de los ídolos que nos creamos. ¡La armonía y la paz! Francisco fue hombre de armonía, un hombre de paz.
Desde esta Ciudad de la paz, repito con la fuerza y la mansedumbre del amor: respetemos la creación, no seamos instrumentos de destrucción. Respetemos todo ser humano: que cesen los conflictos armados que ensangrientan la tierra, que callen las armas y en todas partes el odio ceda el puesto al amor, la ofensa al perdón y la discordia a la unión.
Escuchemos el grito de los que lloran, sufren y mueren por la violencia, el terrorismo o la guerra, en Tierra Santa, tan amada por San Francisco, en Siria, en todo el Oriente Medio, en todo el mundo.
Nos dirigimos a ti, Francisco, y te pedimos: Alcánzanos de Dios para nuestro mundo el don de la armonía, la paz y el respeto por la creación





domingo, 27 de octubre de 2013

El pasado domingo hemos celebrado el día del Domund, este año bajo el lema de “Fe + Caridad = Misión”, para empezar este momento de oración reflexionemos sobre estos términos

Fe “En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios… En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió. El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo. En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció. Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre”

Caridad “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Este es mi mandamiento; que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”

= Misión. “Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo “Paz a vosotros”. Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: “Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo “Recibid el Espíritu Santo”

Aunque la teoría la conocemos y nuestra intención es buena, siempre necesitamos apoyarnos en la Palabra de Dios para que nos ilumine a la hora de ponernos en camino…

1.   «El que acoge a un niño como este en mi nombre me acoge a mí» (Mt 18,5).
Para que los fieles cristianos acojamos a todos como lo hizo Jesús...

2.   «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíeobreros a su mies» (Lc 10,2).
Para que pidamos con confianza el incremento de las vocaciones misioneras...

3.   «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños» (Mt 11,25).
Para que leamos y hagamos nuestro el Mensaje misionero del papa Francisco...

4.   «Pues si vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden» (Mt 7,11).
Para que Dios conforte a los enfermos que ofrecen sus sufrimientos por las misiones...

5.   «Los apóstoles le dijeron al Señor: “Auméntanos la fe”. [… ] Decid: “Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer”» (Lc 17,5.10).
Para que ofrezcamos los trabajos de este mes por los misioneros, que entregan su vida por el anuncio del Evangelio...

6.   «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38).
Para que los llamados a la vocación misionera respondan que sí a Dios...

7.   «Marta, [...] solo una [cosa] es necesaria. María ha escogido la parte mejor» (Lc 10,41-42).
Para que los misioneros hallen la fortaleza en el encuentro con Dios...

8.   «Cuando oréis, decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino [...]”» (Lc 11,2).
Para que Dios suscite nuevas vocaciones misioneras de entre los laicos...

9.   «Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá» (Lc 11,9).
Para que pidamos con perseverancia el aumento de las vocaciones misioneras...

10. «El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama» (Lc 11,23).
Para que los misioneros sean signo y vínculo de unidad entre los cristianos...

11. «Mejor, bienaventurados los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen» (Lc 11,28).
Para que descubramos que cada vocación misionera es querida por Dios.

12.   «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. [...] Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera» (Mt 11,28.30).
Para que colaboremos con nuestras limosnas en el servicio a los pobres...

13.   «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. [...] El que quiera servirme, que me siga [...]» (Jn 12,24.26).
Para que demos generosamente y, además, nos demos a nosotros mismos...

14.   «¡Poneos en camino! Mirad que os envío [...]. No llevéis bolsa, ni alforja [...]» (Lc 10,3.4).
Para que descubramos que vale más ser y hacer, que tener y acumular...

15.   «El Espíritu Santo os enseñará en aquel momento lo que tenéis que decir» (Lc 12,12).
Para que comuniquemos a los demás la necesidad de colaborar con las misiones...

16.   «Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor [...] los encuentre en vela» (Lc 12,37).
Para que colaboremos en las actividades de animación misionera en la parroquia...

17.   «Al que mucho se le dio, mucho se le reclamará» (Lc 12,48).
Para que transmitamos a los demás la fe que hemos recibido en el bautismo...

18.   «Señor, déjala todavía este año y mientras tanto yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto en adelante. Si no, la puedes cortar» (Lc 13,8-9).
Para que perseveremos en el servicio misionero e impliquemos a los demás

Y terminamos este momento de oración con la oración del día del DOMUND

Señor Jesús, Tú que guías a la Iglesia
por medio de tu Espíritu
para conducirnos al Padre:
haz que, continuando fielmente tu misión,
abramos tus puertas a nuestros hermanos
y seamos la presencia de tu amor;
que anunciemos de manera convincente,
con las palabras y con la vida,
que Tú eres el único Salvador del mundo;
que demos testimonio de la fe
con caridad, bondad y ternura,
para que todos puedan encontrarte.
Te lo pedimos por intercesión de María,
Madre tuya y nuestra
y Reina de las Misiones.

miércoles, 16 de octubre de 2013


Del santo Evangelio según San Lucas 11, 37-41

En aquel tiempo, después de que Jesús hubo terminado de hablar un fariseo le rogó que fuera a comer con Él; entrando, pues, se puso a la mesa. Pero el fariseo se quedó admirado viendo que había omitido las abluciones antes de comer. Pero el Señor le dijo: ¡Bien! Vosotros, los fariseos, purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis llenos de rapiña y maldad. ¡Insensatos! el que hizo el exterior, ¿no hizo también el interior? Dad más bien en limosna lo que tenéis, y así todas las cosas serán puras para vosotros.


Oración introductoria
Padre, Tú que ves en lo secreto y lo conoces todo, ayúdame a no dar importancia a lo exterior, que cada día pueda llenar mi corazón de tu amor. 

Petición
Jesús, lléname de tu amor para nunca juzgar lo que hacen los demás y preocuparme para que mis obras estén llenas de bondad. 

Meditación del Papa Francisco
Así hay que salir a experimentar nuestra unción, su poder y su eficacia redentora: en las "periferias" donde hay sufrimiento, hay sangre derramada, ceguera que desea ver, donde hay cautivos de tantos malos patrones.
No es precisamente en auto experiencias ni en introspecciones reiteradas que vamos a encontrar al Señor: los cursos de autoayuda en la vida pueden ser útiles, pero vivir nuestra vida sacerdotal pasando de un curso a otro, de método en método, lleva a hacernos pelagianos, a minimizar el poder de la gracia que se activa y crece en la medida en que salimos con fe a darnos y a dar el Evangelio a los demás; a dar la poca unción que tengamos a los que no tienen nada de nada. 
El sacerdote que sale poco de sí, que unge poco – no digo "nada" porque, gracias a Dios, la gente nos roba la unción – se pierde lo mejor de nuestro pueblo, eso que es capaz de activar lo más hondo de su corazón presbiteral. (S.S. Francisco, 28 de marzo de 2013). 

Reflexión
El Señor reprende a los fariseos porque quiere ayudarles a ver que viven en la hipocresía, que de nada les valen sus "buenas obras" y su observancia de la ley, si por dentro están sucios. 

Un hombre captó en profundidad este mensaje de Cristo y entonces dijo: "Quiero escribir el libro de mi vida, no de cara a los hombres, sino cara a cara con Dios". 

Descubrió que no vale la pena vivir fingiendo, vivir de apariencias, para crearse una buena imagen ante los demás, porque podemos engañar a los hombres, e incluso a nosotros mismos. Pero no a Dios, que ve en lo secreto y lo conoce todo. 

Descubrió la insatisfacción y el desasosiego en que se vive cuando hay dualidad e hipocresía, cuando se vive con una máscara, se sonríe por fuera y se llora amargamente en el interior. Se dejó convencer al sentir la paz que deja la autenticidad y la coherencia de vida. 

Propósito
Que las buenas obras broten de nuestro interior, de nuestro amor a Dios y al prójimo, que nacen del corazón. Que nuestra intención no sea impresionar a los hombres, sino sencillamente agradar a Dios y ser un testimonio alentador para los que nos rodean. 

miércoles, 9 de octubre de 2013

Hace pocas semanas hemos comenzado el curso. Recordemos que un nuevo curso supone una oportunidad más en la vida de todos. ¡¡¡Y, nada mejor que comenzar este curso orando juntos recordando a San Francisco de Asís!!!, del cual hemos celebrado su festividad hace unos días; el santo que nos invita a poner todo lo que aprendamos en este curso, al servicio de la Paz y el Bien, la Fraternidad y en definitiva del Amor.


Que nuestra oración sea alegre, un momento para dar gracias a Dios por la posibilidad que se nos da de formarnos para poder construir un mundo más justo, más humano y fraterno en este curso en el que, bajo el lema de Atrévete y di lo siento, vamos a trabajar el valor del perdón. Este perdón que nos debe llevar a conseguir la paz.

Señor, haz de nosotros instrumentos de tu paz.
Que podamos hacer que brote el amor
allí donde nos anega el odio;
que en nuestros conflictos
tratemos con bondad a nuestros enemigos;
que sepamos aclarar nuestros sentimientos de amor y de odio,
de cólera y de aceptación, y aprender a vivir el perdón;

Señor, que despertemos confianza
allí donde se insinúa la duda
que donde reine la desesperación
hagamos que viva la esperanza;
que pongamos alegría donde hay tristeza;
que escuchemos lo que otros saben
y compartamos lo que nosotros sabemos.

Que aceptemos, Señor, ser consolados a veces,
y otras veces estar solos,
y que aprendamos a consolar a los demás;
que aceptemos ser acogidos a veces
y otras veces ser rechazados,
que intentemos siempre comprender,
y que imploremos juntos tu misericordia.

Que todos y cada uno aceptemos ser amados
y que todos y cada uno sepamos amar,
pues es compartiendo como se recibe
y es perdonando y aceptando ser perdonados
como viene a nosotros el Reino del perdón.
  
Entonces se acercó Pedro a Jesús y le preguntó:
—Señor, ¿cuántas veces he de perdonar a mi hermano cuando me ofenda? ¿Siete veces?
—Jesús le respondió:
—No te digo siete veces, sino setenta veces siete. Porque con el Reino de los Cielos sucede lo que con aquel rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al comenzar a ajus­tarlas le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. Como no podía pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer y a sus hijos, y todo cuanto tenía, para pagar la deuda. El siervo se echó a sus pies suplicando: "¡Ten pa­ciencia conmigo, que te lo pagaré todo!". El señor tuvo com­pasión de aquel siervo, lo dejó libre y le perdonó la deuda. Nada más salir, aquel siervo encontró a un compañero suyo que le debía cien denarios; lo agarró y le apretaba el cuello, diciendo: “¡Paga lo que debes!”. El compañero se echó a sus pies, suplicándole: "¡Ten paciencia conmigo y te pagaré!". Pero él no accedió, sino que fue y lo metió en la cárcel has­ta que pagara la deuda. " Al verlo sus compañeros se, disgus­taron mucho y fueron a contar a su señor todo lo ocurrido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: "Siervo malvado, yo te perdoné aquella deuda entera porque me lo suplicaste."¿No debías haber tenido compasión de tu compañero, como yo la tuve de ti?" Entonces su señor, muy enfadado, lo entregó para que lo castigaran hasta que pagase toda la deuda. "Lo mismo hará con vosotros mi Padre celestial si no os perdonáis de corazón unos a otros.


Padre, ayúdanos a perdonar hasta setenta veces siete como Tú nos perdonas, con amor y paciencia hacia nuestros hermanos.

Padre,
gracias por este curso que hoy inauguramos con esta oración.
Sabes que nos cuesta comenzar a estudiar.
Haz, Señor, que veamos en nuestros compañeros
un motivo para alabarte
y que, por encima de todo, reine la amistad
entre nosotros

domingo, 6 de octubre de 2013