viernes, 28 de marzo de 2014

26 de marzo

Omnipotente, Altísimo, Bondadoso Señor.
Un año más nos invitas a recorrer el camino hacia la Pascua.
Soy consciente de que, tal vez, me encuentres con las mismas dudas
e inquietudes que el año pasado.

Alto y glorioso Dios, perdóname,
porque muchas veces pretendo orar y siempre encuentro mil excusas.
Sin embargo, tú, Padre, siempre estás allí, a mi lado, en lo escondido;
sales a mi encuentro cuando estoy decaído
y por eso, quiero recuperar las ganas de estar junto a ti.

Para San Francisco de Asís, cuyo ejemplo queremos seguir,  la oración y el ayuno tienen un lugar muy especial. El sentía  la necesidad de lo que llamamos “ratos fuertes de oración y de una experiencia del desierto” (Charles de Foucault). Su inserción en Dios era tan fuerte y profunda, que era un hombre hecho oración.

San Francisco no se contenta con vivir la Cuaresma convocada por la Iglesia, que inicia el Miércoles de Ceniza hasta la Semana Santa en preparación a la Pascua. Creó también la Cuaresma de Adviento, en preparación a la Navidad, que va de la fiesta de todos los Santos a la vigilia de la Natividad del Señor. Estas dos las quería obligatorias para todos sus frailes. Pero, además, San Francisco personalmente hace otras tres: La que comenzaba en la Epifanía y prolongaba durante cuarenta días. La cuaresma dedicada a los santos Pedro y Pablo, que iniciaba el 29 de junio y concluía la fiesta de la Asunción y la cuaresma en honor a San Miguel, del 15 de agosto al 29 de Septiembre.

Tenemos así las cinco cuaresmas de San Francisco durante el año: esto quiere decir que cerca de doscientos días él pasaba cada año en soledad, orando y mortificándose; apartado de las personas, solo con Dios. Empleando así dos tercios de su tiempo a la contemplación y a la oración.

De las florecillas de San Francisco

“Al verdadero siervo de Dios San Francisco, ya que en ciertas cosas fue como un segundo Cristo dado al mundo para la salvación de los pueblos, quiso Dios Padre hacerlo, en muchos aspectos de su vida, conforme y semejante a su Hijo Jesucristo, como aparece en el venerable colegio de los doce compañeros, y en el admirable misterio de las sagradas llagas, y en el ayuno continuo de la santa cuaresma, que realizó de la manera siguiente:

Hallándose en cierta ocasión San Francisco, el último día de carnaval, junto al lago de Perusa en casa de un devoto suyo, donde había pasado la noche, sintió la inspiración de Dios de ir a pasar la cuaresma en una isla de dicho lago. Rogó, pues, San Francisco a este devoto suyo, por amor de Cristo, que le llevase en su barca a una isla del lago totalmente deshabitado y que lo hiciese en la noche del miércoles de ceniza, sin que nadie se diese cuenta. Así lo hizo puntualmente el hombre por la gran devoción que profesaba a San Francisco, y le llevó a dicha isla. San Francisco no llevó consigo más que dos panecillos. Llegados a la isla, al dejarlo el amigo para volverse a casa, San Francisco le pidió encarecidamente que no descubriese a nadie su paradero y que no volviese a recogerlo hasta el día del jueves santo. Y con esto partió, quedando solo San Francisco.
Como no había allí habitación alguna donde guarecerse, se adentro en una espesura muy tupida, donde las zarzas y los arbustos formaban una especie de cabaña, a modo de camada; y en este sitio se puso a orar y a contemplar las cosas celestiales. Allí se estuvo toda la cuaresma sin comer otra cosa que la mitad de uno de aquellos panecillos, como pudo comprobar el día de jueves santo aquel mismo amigo al ir a recogerlo; de los dos panes halló uno entero y la mitad del otro. Se cree que San Francisco lo comió por respeto al ayuno de Cristo bendito, que ayunó cuarenta días y cuarenta noches, sin tomar alimento alguno material. Así, comiendo aquel medio pan, alejó de si el veneno de la vanagloria, y ayunó, a ejemplo de Cristo, cuarenta días y cuarenta noches.
Más tarde, en aquel lugar donde San Francisco había hecho tan admirable abstinencia, Dios realizó, por sus méritos, muchos milagros, por lo cual la gente comenzó a construir casas y a vivir allí.
En poco tiempo se formó una aldea buena y grande. Allí hay un convento de los hermanos que se llama el convento de la Isla. Todavía hoy los hombres y las mujeres de esa aldea veneran con gran devoción aquel lugar en que San Francisco pasó dicha cuaresma.”

San Francisco nos dio un gran ejemplo. Nos ha enseñado el camino que lo condujo a hacer la experiencia del infinito amor de Dios. También yo intento, como él, vaciarme totalmente para escuchar tu Palabra. Y en ese silencio, intento entender el verdadero significado de estos cuarenta días.

La Cuaresma que Dios quiere

Que no me considere dueño de nada, sino humilde administrador.
Que no me gloríe de mis talentos, sino que con ellos edifique a los demás.
Que no me crea santo o me crea algo, porque santo y grande es sólo Dios.
Que no me deprima ni me acobarde, porque Dios es mi victoria.
Que aprecie el valor de las cosas sencillas.
Que viva el tiempo presente, sin tantos miedos y añoranzas.
Que esté abierto siempre a la esperanza.
Que ame la vida y la defienda.

EL AYUNO que Dios quiere

Que no haga gastos superfluos.
Que prefiera pasar yo necesidad antes que la padezca el hermano.
Que ofrezca mi tiempo al que lo pida.
Que prefiera servir a ser servido.
Que tenga hambre y sed de justicia.
Que me comprometa en la lucha contra toda marginación.
Que vea en el pobre y en el que sufre un sacramento de Cristo.
Que espere cada día una nueva humanidad.

LA ABSTINENCIA que Dios quiere

Que no sea esclavo del consumo ni de las modas.
Que no sea esclavo de ninguna adicción que tan fácilmente nos ofrece esta sociedad.
Que me abstenga de toda violencia.
Que respete a todo ser vivo.
Que me abstenga de palabras necias que puedan molestar a los que a mi lado están.
Que me alimente de la palabra de Dios.
Que realmente sepa reconciliarme con el que hace tiempo he dejado de hablarme.
Que tome asiduamente la carne y sangre de Cristo.


 Padre nuestro, que estás en el Cielo,
durante esta época de arrepentimiento,
ten misericordia de nosotros.
Con nuestra oración, nuestro ayuno y nuestras buenas obras,
transforma nuestro egoísmo en generosidad.
Abre nuestros corazones a tu Palabra,
sana nuestras heridas del pecado,
ayúdanos a hacer el bien en este mundo.
Que transformemos la obscuridad
y el dolor en vida y alegría.
Concédenos estas cosas por Jesucristo Nuestro Señor.
Amén.

martes, 25 de marzo de 2014

19 de Marzo de 2014

EL AYUNO QUE DIOS QUIERE

Una de las palabras que nombramos el Miércoles de Ceniza era “El AYUNO”. Tal vez te suene solo a privarte de cosas de comer. Es cierto pero no consiste solo en eso.  Mira las cosas en las que se puede hacer ayuno.
El ayuno que Dios quiere es:

Que no hagas gastos superfluos ni seas esclavo del consumo

Que prefieras pasar tú necesidad  antes que la padezcan otros.

Que ofrezcas tu tiempo al que lo pida y necesite.

Que prefieras servir a ser servido.

Que te comprometas en la lucha contra toda marginación.

Que veas en el pobre y en el que sufre, como creyente que eres, un signo de Jesucristo.

Que esperes cada día una nueva humanidad.

Que te alimentes de la palabra de Dios.

Que respetes todo ser vivo.

Que te abstengas de toda violencia

Y así podríamos seguir nombrando tantas y tantas cosas de los que podemos hacer ayuno.


EVANGELIO SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA

Seis días después, toma Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los lleva aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.
En esto, se les aparecieron Moisés y Elías que conversaban con él.
Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: «Señor, bueno es estarnos aquí. Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.».
Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y de la nube salía una voz que decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle.»
Al oír esto los discípulos cayeron rostro en tierra llenos de miedo. Mas Jesús, acercándose a ellos, los tocó y dijo: «Levantaos, no tengáis miedo.» Ellos alzaron sus ojos y ya no vieron a nadie más que a Jesús solo.
Y cuando bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos.»

REFLEXIÓN
EL CAMINO DE LA GLORIA
Jesús acababa de anunciar a sus discípulos que el Mesías tenía que «ir a Jerusalén, padecer mucho a manos de los senadores, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar al tercer día»; y se había visto obligado a enfrentarse con dureza a la actitud de Pedro, que quiso torcer su camino (16, 21-22). Igualmente había anunciado que quienes quisieran seguirlo deberían estar dispuestos a correr una suerte similar: «El que quiera venirse conmigo, que reniegue de sí mismo, cargue con su cruz y me siga» (16,25). Este doble anuncio suponía para los discípulos de Jesús una gran desilusión. Ellos, apoyados en su ley y en sus profecías, esperaban que el día del Mesías sería glorioso para él y sus seguidores, a la vez que terrible para sus adversarios. Y Jesús les hablaba de padecer, de ser ejecutado, de perder la vida...
Jesús, para mostrarles adónde conducía su camino, escoge a los tres discípulos más recalcitrantes y los hace participes de una experiencia que demuestra que la entrega por amor hasta la muerte es el sendero que lleva hasta la gloria del Hombre: .... se llevó Jesús a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y subió con ellos a un monte alto y apartado. Allí se transfiguró delante de ellos: su rostro brillaba como el sol y sus vestidos se volvieron esplendentes como la luz.

EN LA CIMA DE UN MONTE ALTO
Jesús los conduce a la cima de un monte alto, el lugar de la presencia y de la manifestación de Dios; y allí les muestra anticipadamente su meta: la entrega hasta la muerte no es el camino del fracaso, sino el del verdadero triunfo. La vida de Jesús y la de sus seguidores se desarrollará en medio de con­flictos y persecuciones; aparentemente, según se entiende en este mundo el éxito y el fracaso, el fruto de sus esfuerzos será la frustración; pero al final «los justos brillarán como el sol en el Reino del Padre», como había dicho Jesús anteriormente (13,43).

LA LEY Y LOS PROFETAS
Mientras están participando de esta experiencia, aparecen en escena dos nuevos personajes: Moisés y Elías. Ellos representan la antigua religión judía: la ley (Moisés) y los profetas (Elías). Y hablan con Jesús, que va a dar cumplimiento definitivo a las antiguas promesas. El momento parece inmejorable a Pedro -otra vez Pedro- para detener la historia y olvidarse de los problemas y sufrimientos del género humano: «... Si quieres, hago aquí tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Todo lo que él quería se encontraba en aquel momento allí presente: Moisés y Elías, su pasado, sus tradiciones, sus esperanzas, y Jesús, a quien había dado su adhesión, la realización de sus esperanzas. Juntos su pasado, su presente y su futuro. Y todo sin tener que romper con nada. Y todo sin tener que arriesgar nada.

ESCUCHADLE
Ante la actitud de Pedro -muy valiente de palabra, pero dispuesto a dormirse en los laureles en cuanto se le presenta la ocasión-, ni Dios puede permanecer callado. Y hace oír su voz: «Este es mi Hijo, a quien yo quiero, mi predilecto. Escu­chadlo». A él sólo. Si Dios se había dirigido anteriormente a los hombres por medio de Moisés y Elías, eso pertenece a una época ya superada de sus relaciones con la humanidad. Ahora la voz de Dios sólo puede oírse cuando habla Jesús, el Hijo de Dios, en el que reside y se manifiesta el amor del Padre. Todo lo demás es relativo. Todo. Todas las palabras y todas las voces.

LEVANTAOS
Nadie puede andar hacia atrás la propia historia. Y tampoco se puede detener el presente. El presente hay que arriesgarlo y así construir el futuro. Jesús acabará triunfando, glorioso: pero después de terminar su camino, después de su muerte. Y, ¡atención!, que no es que Dios exija la muerte de su Hijo. Como tampoco exige sufrimientos de nadie. Dios no ofrece vida, su vida, a cambio de dolor. Lo que sucede es que para participar de la gloria de Dios hay que parecerse a él. Y Dios es amor. Y el amor es siempre perseguido por quienes son esclavos del egoísmo, del odio, de la ambición, del deseo de poder. O por quienes en el lugar del corazón tienen un código de piedra.
Levantaos, les dice Jesús. Hay que seguir caminando. Hay que dar a conocer al mundo esta clase de amor. Hay que enseñar que el Padre, al que ya no hay que temer, es el verdadero Dios. Hay que explicar a los hombres de todas las razas que, por encima de sus leyes y sus profetas particulares, es posible quererse como hermanos. Y, estando el mundo como está..., no podemos permitirnos el lujo de quedarnos dormidos en nuestros laureles y esconder al mundo esta gran noticia. Hay que seguir, aunque nos cueste la vida. El amor que quede aquí y la vida que conservaremos serán nuestra gloria y nues­tro triunfo: resucitará y renacerá el Hombre. Y así fue. Y así puede ser todavía. 

TENGO ALGO QUE DECIRTE HOY
Piensa ahora mismo en alguien. Alguien a quien llevas tiempo queriéndole decir algo. Esa persona a quien no se lo has dicho porque  te da vergüenza, porque está lejos, porque tienes miedo, porque no encuentras el momento...
Quizás quieras decirle GRACIAS por tantos favores que te hace, por tantas veces a tu lado cuando lo necesitas.
Quizás la palabra sea PERDÓN por haberle herido
o haberle fallado.
Puede que quieras que escuche cómo sale de tus labios un TE QUIERO.
¿No crees que esas palabras poseen tanto valor que sólo por ellas merece la pena vencer la vergüenza, el miedo y los problemas de agenda? ¿No crees que si has pensado ya en la persona a la que se lo dirías, es porque es más importante que las excusas?
Hoy plantéatelo. Acércate y dile a esa persona:

HAY ALGO QUE TE TENGO QUE DECIR.
Vengo aquí esta mañana, mi Señor, a olvidar las prisas de mi vida.
Ahora solo importas Tú, dale tu paz a mi alma.
Vengo aquí esta mañana, mi Señor, a encontrarme con tu paz que me serena. Ahora solo importas Tú, dale Tú valentía a mi alma.

 Evangelio según San Mateo 1,16.18-21.24a. 
Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo.
Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.
Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo.
Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados".
Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado. 

REFLEXIÓN
 “Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor
¡Oh cuánto  este gran Santo, de quien hablamos, fue en ésto fiel! no hay palabras para explicar su perfección; porque además de ser ésta tan grande, ¿en qué pobreza, en qué abatimiento no vivió todos los días de su vida? Pobreza y abatimiento, bajo las cuales tuvo escondidas y cubiertas sus grandes virtudes y dignidades… verdaderamente  no dudo en que todo el mundo admire su humildad cuando tenía al divino Niño en su pobre tienda, donde ejercía su oficio para sustentar al Hijo y a la Madre que le estaban encomendados.
Oración comunitaria

 Dios Padre, Madre, Sabiduría eterna, Visión infinita, Intuición total: danos profundidad en la mirada, potencia en el corazón, luz en los ojos del alma, para que seamos capaces de transfigurar la realidad y contemplar tu gloria ya ahora, en nuestra peregrinación terrestre, por Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro. Amén. 

miércoles, 12 de marzo de 2014

No es otra temporada más del año, el sagrado y santo tiempo que comenzamos el pasado miércoles, es el Tiempo de Cuaresma. Tampoco es un año más. Si cada día y cada instante que vivimos es un Gran Milagro de la Fuerza del Amor de Dios, ¿cómo va a ser la Cuaresma, Tiempo de conversión a ese Dios cuyo Nombre es Amor, un tiempo más del año y de nuestra vida? ¡No! En Verdad que este Tiempo es el Tiempo. ¡Éste es nuestro Tiempo! El que Dios nos ofrece como un gran Regalo, como una oportunidad maravillosa.

Es tiempo para que nos aseguremos a lo Bueno y para que nos desprendamos de lo malo, de lo que nos hace daño a nosotros y a la gente que está a nuestro alrededor, y no nos deja vivir en plenitud ni nos deja ser felices. Es tiempo de que con la Fiel ayuda de Dios venzamos la gran enfermedad del siglo XXI: ¡la tristeza! Es tiempo de que hagamos la bella e importante penitencia de sonreír! Es tiempo de Vivir, y es también tiempo de morir a todo aquello que no es de Dios.

Puede que los que están a nuestro alrededor todavía anden con restos de purpurina, de brillos de carnaval. Pero la Buena Noticia es que la purpurina se caerá, esos brillos artificiales dejarán de brillar, pero no se caerá nunca el gran Amor que Dios nos tiene, y nunca dejará de brillar la Belleza de lo Verdadero; por eso, no nos cansemos de levantar el alma hacia las Bondades de Dios, para que experimentemos su Amor, el Brillo de su Paz, ante lo cual cualquier mal se derrite como la nieve ante el sol, que no lo resiste; y no nos cansemos tampoco de anunciar que Dios le Ama, con cualquiera que sea nuestro pasado y nuestro presente; éste es el Tiempo oportuno para dejarnos Amar por Aquél que inventó el Amor porque Él es el Amor.

Jesús nos dice, dame tu mano, yo voy a cruzar el desierto contigo; y por si esto fuera poco, María nos dice, acude a mí, que soy guía segura por los caminos que mi Hijo tiene para ti, dame tu otra mano, y cruzaremos el desierto de la vida. Cruzarás el desierto en Victoria.

“Trabajad por vuestra salvación con respeto y seriedad. Porque es Dios el que obra en vosotros haciendo que queráis y obréis movidos por lo que a él le agrada. Hacedlo todo sin murmuraciones ni discusiones, a fin de que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha.” (Filipenses 2, 12b-15a)

Y realizaremos nuestro trabajo con tres herramientas básicas: el ayuno, la limosna y la oración. Pongamos nuestra atención hoy sobre ésta última.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros rezad así: "Padre nuestro del cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy el pan nuestro de cada día, perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros hemos perdonado a los que nos han ofendido, no nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del Maligno." Porque si perdonáis a los demás sus culpas, también vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas."

A menudo hemos experimentado la tensión siempre presente entre la vida y la oración. Es un principio de sabiduría elemental que la oración que no rompe en vida se desacredita a sí misma y se hace fuente de evasión.

La pregunta es: ¿Cómo orar desde la vida concreta? ¿Cómo orar desde nuestras más profundas contradicciones sin que ello suponga faltar a nuestra verdad?

También es verdad que a poco que nos conozcamos sabemos que con la excusa de una justa coherencia entre la vida y la oración, pueden filtrarse actitudes inconfesadas de perfeccionismo y narcisismo. Digámoslo desde el principio: la relación de amistad con el Señor no necesita personas perfectas, sino personas veraces. No olvidemos que el protagonismo en la relación no está en nosotros sino en Él.

Pero ¿es creíble la oración cuando hay tantas contradicciones en nuestra vida? Las contradicciones son nuestra posibilidad y nuestro camino normal pues ellas nos abren a su presencia. El encuentro viene de Jesús, no de nuestra coherencia.

Siempre que hay oración sincera se opera la conversión, pieza clave de la Cuaresma,  aunque posiblemente no a la manera de nuestros deseos, sino de los designios de Aquel que mira en lo escondido.

La calidad de vida es criterio de discernimiento de la oración, así que el acto de la oración hay que verlo a la luz de la vida que le sigue y que él mismo provoca.

Jesús mismo nos advirtió en este sentido: “No todo el que diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial” (Mt 7,21); “Limpiáis por fuera copas y platos, cuando por dentro estáis llenos de envidias y avaricia” (Mt 23,25)…


Francisco de Asís establece también estos criterios en la Carta que escribe a un hermano que tiene serios problemas para llevar adelante la vida de oración a consecuencia de los conflictos que le supone la vida fraterna:

“Querido hermano, que el Señor te bendiga.

Te digo, como puedo, respecto al caso de tu alma, que todas las cosas que te son obstáculo para amar al Señor Dios y quienquiera que te ponga obstáculo, sea de los hermanos o de cualesquiera otros, aunque te azoten, debes tenerlo por gracia. Y quiérelo así y no otra cosa. Y sea esto para ti verdadera obediencia al Señor Dios y a mí, pues sé firmemente que ésta es verdadera obediencia.

Y ama a los que esto te hacen. Y no quieras de ellos otra cosa, sino lo que el Señor te dé. Y ámalos precisamente en esto, y no quieras que sean mejores cristianos. Y sea esto para ti mejor que vivir en un eremitorio.

Y en esto quiero conocer si amas al Señor y me amas a mí, siervo suyo y tuyo, si procedes así: que no haya en el mundo ningún hermano que, habiendo pecado todo lo que pudiera pecar, se aleje jamás de ti, después de haber visto tus ojos, sin tu misericordia, si es que busca misericordia. Y, si no busca misericordia, pregúntale tú si quiere misericordia. Y, si mil veces volviera a pecar ante tus propios ojos, ámalo más que a mí, para atraerlo al Señor, y ten misericordia siempre con los tales. Y, cuando puedas, comunica a los guardianes que por tu parte estás resuelto a comportarte así.(…)” (CtaM. 1-12)

Los maestros de la oración han puesto siempre menos interés en lo que nos sucede mientras estamos en oración que en cómo vivimos nuestra vida cotidiana. Francisco y Clara de Asís nos preguntarían por nuestra adaptabilidad a la vida, por nuestro humilde servicio a los demás, por nuestros hábitos de trabajo gratuito, por nuestra capacidad para aplazar las gratificaciones, por nuestra mirada sobre la realidad, por nuestra capacidad para vivir desde la verdad… Por estas actitudes para conducirnos en la vida, Francisco y Clara y otros como ellos, juzgarían nuestra vida de relación con Dios.

Para terminar esta reflexión de hoy:
Dios y Señor nuestro, acudimos a ti, pidiéndote que nos conviertas a ti, de todo corazón. Haznos pacientes con los que yerran el camino; haznos delicados con los que nadie respeta; haznos sencillos con los que son maltratados; haznos humildes con los que no tienen fuerzas.
Señor, enséñanos a orar, pues nos cansamos enseguida de estar contigo; sin embargo, sabemos que al orar somos más entrega, tenemos más fuerzas, amamos más todos. Haz, Señor, que seamos orantes a corazón abierto, a pie descalzo, con entrega incondicional.
Hoy, Señor, quiero convertirme. Sé que con mis fuerzas no puedo, pero lo quiero, deseo ardientemente cambiar de rumbo. Ir por el camino del amor y el compromiso, en favor siempre de los desheredados de este mundo.
Sabemos, Señor, que tú caminas a nuestro lado y eres cercano cuando la luz se apaga. Rezamos por todos y cada uno de los hombres de nuestro planeta. Haz una tierra nueva llena de amor y paz donde tú seas siempre encontrado en los caminos. Te buscamos Señor, te llamamos siempre, acude en nuestra pobreza.
Sabemos, Señor, que nuestra civilización está herida de muerte, porque se potencian muchas cosas que van contra la vida. No nos dejes solos y tristemente desanimados. Ayúdanos a ser constructores de vida, de una nueva civilización desde el amor a la vida en la nueva ley.
Nos dijiste, Señor, que amásemos todos, a los que nos aborrecen. Tu amor es exigencia total, es un amor que hace bien; amas a fondo perdido todos los enemigos. Gracias por tu ejemplo, por tu amor sin fingimiento, porque eres bueno nos quieres llenar de tu bondad.
Ayúdanos pues Señor, a poner en marcha todas estas reflexiones que hemos compartido en la mañana de hoy y de esta forma empezar el camino de esta nueva cuaresma.

sábado, 8 de marzo de 2014

Señor, en el silencio de este día que nace,
vengo a pedirte paz, sabiduría y fuerza.
Hoy quiero mirar al mundo con ojos llenos de amor.
Ser paciente, comprensivo, humilde, suave y bueno.
Ver a tus hijos detrás de las apariencias,
como los ves tu mismo,
para así poder apreciar la bondad de cada uno.
Cierra mis oídos a toda murmuración.
Guarda mi lengua de toda maledicencia.
Que sólo los pensamientos que bendigan permanezcan en mi.
Quiero ser tan bienintencionado y buenoque todos los que se acerquen a mi sientan tu presencia.
Revísteme de tu bondad señory haz que en este día yo te refleje.
Amén.

Evangelio: Mateo 6,1-6.16-18
"Tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará"
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará. Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará. Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará.

MIÉRCOLES DE CENIZA
 Con la imposición de las cenizas, se inicia una estación espiritual particularmente relevante para todo cristiano que quiera prepararse dignamente para la vivir el Misterio Pascual, es decir, la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor Jesús.
Este tiempo vigoroso del Año Litúrgico se caracteriza por el mensaje bíblico que puede ser resumido en una sola palabra: "Convertíos". Este imperativo es propuesto a la mente de los fieles mediante el rito austero de la imposición de ceniza, el cual, con las palabras "Convertíos y creed en el Evangelio" y con la expresión "Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás", invita a todos a reflexionar acerca del deber de la conversión, recordando la inexorable caducidad y efímera fragilidad de la vida humana, sujeta a la muerte.
La sugestiva ceremonia de la ceniza eleva nuestras mentes a la realidad eterna que no pasa jamás, a Dios; principio y fin, alfa y omega de nuestra existencia. La conversión no es, en efecto, sino un volver a Dios, valorando las realidades terrenales bajo la luz indefectible de su verdad. Una valoración que implica una conciencia cada vez más diáfana del hecho de que estamos de paso en este fatigoso itinerario sobre la tierra, y que nos impulsa y estimula a trabajar hasta el final, a fin de que el Reino de Dios se instaure dentro de nosotros y triunfe su justicia.
Sinónimo de "conversión" es así mismo la palabra "penitencia"... Penitencia como cambio de mentalidad. Penitencia como expresión de libre y positivo esfuerzo en el seguimiento de Cristo.

Tradición
En la Iglesia primitiva, variaba la duración de la Cuaresma, pero eventualmente comenzaba seis semanas (42 días) antes de la Pascua. Esto sólo daba por resultado 36 días de ayuno (ya que se excluyen los domingos). En el siglo VII se agregaron cuatro días antes del primer domingo de Cuaresma estableciendo los cuarenta días de ayuno, para imitar el ayuno de Cristo en el desierto.
Era práctica común en Roma que los penitentes comenzaran su penitencia pública el primer día de Cuaresma. Ellos eran salpicados de cenizas, vestidos en sayal y obligados a mantenerse lejos hasta que se reconciliaran con la Iglesia el Jueves Santo o el Jueves antes de la Pascua. Cuando estas prácticas cayeron en desuso (del siglo VIII al X), el inicio de la temporada penitencial de la Cuaresma fue simbolizada colocando ceniza en las cabezas de toda la congregación.
Hoy en día en la Iglesia, el Miércoles de Ceniza, el cristiano recibe una cruz en la frente con las cenizas obtenidas al quemar las palmas usadas en el Domingo de Ramos previo.
Significado simbólico de la Ceniza

La ceniza, del latín "cinis", es producto de la combustión de algo por el fuego. Muy fácilmente adquirió un sentido simbólico de muerte, caducidad, y en sentido trasladado, de humildad y penitencia. "En verdad soy polvo y ceniza", dice Abraham en Gén. 18,27. El Miércoles de Ceniza, el anterior al primer domingo de Cuaresma, realizamos el gesto simbólico de la imposición de ceniza en la frente. Se hace como respuesta a la Palabra de Dios que nos invita a la conversión, como inicio y puerta del ayuno cuaresmal y de la marcha de preparación a la Pascua. La Cuaresma empieza con ceniza y termina con el fuego, el agua y la luz de la Vigilia Pascual. Algo debe quemarse y destruirse en nosotros -el hombre viejo- para dar lugar a la novedad de la vida pascual de Cristo.
¿QUÉ ES LA CUARESMA?  

La Cuaresma es el tiempo litúrgico de conversión, que marca la Iglesia para prepararnos a la gran fiesta de la Pascua. Es tiempo para arrepentirnos de nuestros pecados y de cambiar algo de nosotros para ser mejores y poder vivir más cerca de Cristo.
La Cuaresma dura 40 días; comienza el Miércoles de Ceniza y termina antes de la Misa de la Cena del Señor del Jueves Santo. A lo largo de este tiempo, sobre todo en la liturgia del domingo, hacemos un esfuerzo por recuperar el ritmo y estilo de verdaderos creyentes que debemos vivir como hijos de Dios.
El color litúrgico de este tiempo es el morado que significa luto y penitencia. Es un tiempo de reflexión, de penitencia, de conversión espiritual; tiempo de preparación al misterio pascual.
En la Cuaresma, Cristo nos invita a cambiar de vida. La Iglesia nos invita a vivir la Cuaresma como un camino hacia Jesucristo, escuchando la Palabra de Dios, orando, compartiendo con el prójimo y haciendo obras buenas. Nos invita a vivir una serie de actitudes cristianas que nos ayudan a parecernos más a Jesucristo, ya que por acción de nuestro pecado, nos alejamos más de Dios.
Por ello, la Cuaresma es el tiempo del perdón y de la reconciliación fraterna. Cada día, durante toda la vida, hemos de arrojar de nuestros corazones el odio, el rencor, la envidia, los celos que se oponen a nuestro amor a Dios y a los hermanos. En Cuaresma, aprendemos a conocer y apreciar la Cruz de Jesús. Con esto aprendemos también a tomar nuestra cruz con alegría para alcanzar la gloria de la resurrección.
Cuarenta días

La duración de la Cuaresma está basada en el símbolo del número cuarenta en la Biblia. En ésta, se habla de los cuarenta días del diluvio, de los cuarenta años de la marcha del pueblo judío por el desierto, de los cuarenta días de Moisés y de Elías en la montaña, de los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto antes de comenzar su vida pública, de los 400 años que duró la estancia de los judíos en Egipto.
En la Biblia, el número cuatro simboliza el universo material, seguido de ceros significa el tiempo de nuestra vida en la tierra, seguido de pruebas y dificultades.
La práctica de la Cuaresma data desde el siglo IV, cuando se da la tendencia a constituirla en tiempo de penitencia y de renovación para toda la Iglesia, con la práctica del ayuno y de la abstinencia. Conservada con bastante vigor, al menos en un principio, en las iglesias de oriente, la práctica penitencial de la Cuaresma ha sido cada vez más aligerada en occidente, pero debe observarse un espíritu penitencial y de conversión.
¿Cómo he de vivir la Cuaresma?

1. Arrepintiéndome de mis pecados y confesándome.
Pensar en qué he ofendido a Dios, Nuestro Señor, si me duele haberlo ofendido, si realmente estoy arrepentido. Éste es un muy buen momento del año para llevar a cabo una confesión preparada y de corazón. Revisa los mandamientos de Dios y de la Iglesia para poder hacer una buena confesión. Ayúdate de un libro para estructurar tu confesión. Busca el tiempo para llevarla a cabo.
2. Luchando por cambiar.
Analiza tu conducta para conocer en qué estás fallando. Hazte propósitos para cumplir día con día y revisa en la noche si lo lograste. Recuerda no ponerte demasiados porque te va a ser muy difícil cumplirlos todos. Hay que subir las escaleras de un escalón en un escalón, no se puede subir toda de un brinco. Conoce cuál es tu defecto dominante y haz un plan para luchar contra éste. Tu plan debe ser realista, práctico y concreto para poderlo cumplir.
3. Haciendo sacrificios.
La palabra sacrificio viene del latín sacrum-facere, que significa "hacer sagrado". Entonces, hacer un sacrificio es hacer una cosa sagrada, es decir, ofrecerla a Dios por amor. Hacer sacrificio es ofrecer a Dios, porque lo amas, cosas que te cuestan trabajo. Por ejemplo, ser amable con el vecino que no te simpatiza o ayudar a otro en su trabajo. A cada uno de nosotros hay algo que nos cuesta trabajo hacer en la vida de todos los días. Si esto se lo ofrecemos a Dios por amor, estamos haciendo sacrificio.
  
4. Haciendo oración.
Aprovecha estos días para orar, para hablar con Dios, para decirle que lo quieres y que quieres estar con Él. Te puedes ayudar de un buen libro de meditación para Cuaresma. Puedes leer en la Biblia pasajes relacionados con la Cuaresma. Ven y sígueme

REFEXIÓN DE LA MAÑANA: “LA ÚNICA PREOCUPACIÓN”
Evangelio según San Mateo (Mt. 19, 16-22)
Se le acercó un hombre a Jesús y le dijo: “Maestro, ¿qué tengo que hacer de bueno para alcanzar la vida eterna? Él le dijo: “¿Qué me preguntas acerca de lo que es bueno? El único bueno es Dios. Pero, si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos”. Replicó “¿Cuáles?”. Jesús dijo: “No matarás, no comentarás adulterio, no robarás, no levantarás falsos testimonios, honra a tu padre y a tu madre, ama a tu prójimo como a ti mismo”. El joven le dijo: “Todo eso lo he guardado desde mi juventud, ¿Qué más hace falta?”. Jesús le dijo: “Si quieres ser perfecto, anda, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cie­lo; después, ven y sígueme”. Al oír esto, el joven se fue muy triste, porque tenía muchas riquezas... 
REFLEXIÓN
Hay una cosa importante en la vida: buscar. El hombre busca sin cesar el sentido de su existencia. Todo cuanto nos ofrece el mundo es perecedero y pasajero, todo nos contenta durante un tiempo o nos distrae durante unos segundos…  sólo Dios nos colma eternamente. Por eso, aunque sea inconscientemente, le buscamos. El texto evangélico que leemos hoy nos habla de un joven que bus­caba. Se sentía a sí mismo “bueno” pero notaba que le faltaba algo para ser feliz en plenitud. Tenía casi todo para ser feliz, pero le faltaba dar un paso más dejar todo y seguir a Jesús ¿Seríamos capaces de hacerlo?



Oración del 26 de febrero

Tener la vida por delante. Vivir con ilusión, alegría, no tener miedo, estar lleno de fuerza y energía. Buscar, crecer, querer aprender. Estas pueden ser algunas características que definen a los jóvenes. La juventud, ese divino tesoro que desde otras edades se anhela, quizás porque evoca diversión, aventura, no tener límites, no tener grandes preocupaciones. Pero también es tiempo de ir construyendo un futuro, querer cambiar el mundo, caminar paso a paso, crecer en todos los aspectos, ser responsables del futuro que construye, tomar decisiones que determinarán lo que será su vida adulta…
En esta oración queremos traer ante ti a los jóvenes de hoy en día
Señor te pedimos por los jóvenes, que en su búsqueda y alegría se refleje tu Reino
Los jóvenes buscan un futuro estudiando, unos lazos fuertes de amistad y procuran pasar tiempo con sus amigos. Buscan divertirse practicando algún deporte, viajando. Siendo joven también se busca el sentido de la vida y Tú, Dios, ¿dónde estás en todo esto?
El papa francisco se dirigió así a los jóvenes en Rio de Janeiro
“Mirándolos a ustedes en este momento, me hace recordar a la historia de San Francisco de Asís, que mirando al crucifijo escucha la voz que le dice: “Francisco, repara mi casa”. Y el joven Francisco responde con prontitud y generosidad a esta llamada del Señor: “repara mi casa”. Pero, ¿qué casa? Poco a poco se da cuenta de que no se trataba de hacer de albañil y reparar un edificio de piedra, sino de dar su contribución a la vida de la Iglesia; se trataba de ponerse al servicio de la Iglesia, amándola y trabajando para que en ella se reflejara cada vez más el rostro de Cristo. También hoy el Señor sigue necesitando a los jóvenes para su Iglesia. Queridos jóvenes, el Señor los necesita.”
Todos conocemos la siguiente parábola de Jesús
“Ese día Jesús salió de casa y fue a sentarse a orillas del lago. Pero la gente vino a él en tal cantidad, que subió a una barca y se sentó en ella, mientras toda la gente se quedó en la orilla. Jesús les habló de muchas cosas, usando comparaciones o parábolas. Les decía: «El sembrador salió a sembrar. Y mientras sembraba, unos granos cayeron a lo largo del camino: vinieron las aves y se los comieron. Otros cayeron en terreno pedregoso, con muy poca tierra, y brotaron en seguida, pues no había profundidad. Pero apenas salió el sol, los quemó y, por falta de raíces, se secaron. Otros cayeron en medio de cardos: éstos crecieron y los ahogaron. Otros granos, finalmente, cayeron en buena tierra y produjeron cosecha, unos el ciento, otros el sesenta y otros el treinta por uno. El que tenga oídos, que escuche.»
Cuando uno oye la palabra del Reino y no la interioriza, viene el Maligno y le arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Ahí tienen lo que cayó a lo largo del camino. La semilla que cayó en terreno pedregoso, es aquel que oye la Palabra y en seguida la recibe con alegría. En él, sin embargo, no hay raíces, y no dura más que una temporada. Apenas sobreviene alguna contrariedad o persecución por causa de la Palabra, inmediatamente se viene abajo. La semilla que cayó entre cardos, es aquel que oye la Palabra, pero luego las preocupaciones de esta vida y los encantos de las riquezas ahogan esta palabra, y al final no produce fruto. La semilla que cayó en tierra buena, es aquel que oye la Palabra y la comprende. Este ciertamente dará fruto y producirá cien, sesenta o treinta veces más.»
Continúa diciendo el papa Francisco:
“Jesús mismo explicó el significado de la parábola: La simiente es la Palabra de Dios sembrada en nuestro corazón (cf. Mt 13,18-23). Hoy, todos los días, pero hoy de manera especial, Jesús siembra. Cuando aceptamos la Palabra de Dios, entonces somos el Campo de la Fe. Por favor, dejen que Dios y su Palabra, entren en su vida. Dejen entrar la simiente de la Palabra de Dios. Dejen que germine, dejen que crezca. ¡Dios hace todo, pero ustedes déjenlo hacer! Dejen que Él trabaje en ese crecimiento.

… hagamos una cosa, todos en silencio, mirémonos al corazón y cada uno dígale a Jesús  que quiere recibir la semilla, dígale a Jesús ‘mirá Jesús  las piedras que hay, mirá las espinas,  pero mirá este cachito de tierra que te ofrezco para que entre la semilla. En silencio dejamos entrar la semilla de Jesús. Acuérdense de este momento. Cada uno sabe el nombre de la semilla que entró. Déjenla crecer y Dios la va a cuidar.”

Como nos dice el Papa Francisco, Jesús utilizó frecuentemente las parábolas, estas narraciones o relatos simbólicos le dieron mucho juego para poner a sus oyentes y seguidores en contacto con Dios, son un recurso válido para “desentrañar” cómo es y qué quiere el Dios en el que creemos… así básicamente las utilizó Jesús y así podemos usarlas nosotros.
SEÑOR, HAZ DE MÍ UNA PARÁBOLA

Señor, haz de mí...
Sal del mundo: que me convierta en gourmet del reino,
añadiendo a la vida de cada día el único ingrediente
que conserva en su totalidad
todas sus propiedades: Dios. (Mt 5, 13)

Señor, haz de mí...
Luz de las gentes: que nadie pase por mi vida
sin contemplar el enorme voltaje de paz,
amistad y amor que Tú has encendido en mí. (Mt 5, 14-16)

Señor, haz de mí...
Cimiento sólido: que las inclemencias y las adversidades de cada día
no permitan echar abajo la gran obra
que Tú estás construyendo en mi vida. (Mt 7, 24-27)

Señor, haz de mí...
Semilla que cae en tierra buena: que tu palabra cale profundamente en mi corazón
y pueda dar fruto y fruto abundante. (Mt 13, 3-8. 18-23)

Señor, haz de mí...
Trigo en medio de la cizaña: que combata el mal a base de bien,
sin violencia, sin críticas destructivas,
sin puñetazos encima de la mesa...,
dejando que el Sembrador
se encargue de la cosecha. (Mt 13, 24-30. 36-43)

Señor, haz de mí...
Grano de mostaza: que, desde el anonimato y los últimos puestos,
pueda contribuir a acercar tu reino entre mi gente
creciendo en sabiduría, prudencia y amor de Dios. (Mt 13, 31-32)

Señor, haz de mí...
Levadura en medio de la masa: que mi vida sea un fermento de buenas obras en medio de mis hermanos. (Mt 13, 33)

Señor, haz de mí...
Tesoro a la vista de todos: que sean muchos los que me encuentren y puedan adquirir,
a precio de hermano agradecido,
las maravillas que Tú depositas en mí. (Mt 13, 44)

Señor, haz de mí...
Talento productivo: que jamás entierre los dones
que Tú me entregas cada día,
y tenga la valentía y la generosidad suficientes
para compartirlos con mis hermanos (Mt 25, 14-30)

Señor, Maestro bueno y generoso,
haz de mi vida una parábola de carne y hueso,
capaz de transmitir, a través de las acciones y de los acontecimientos de cada día,
tus enseñanzas a mis hermanos, haciendo de mi corazón, escuela del Reino,
abierto las 24 horas del día, los 365 días del año.


Dios, dame el día de hoy fe para seguir adelante;
Dame grandeza de espíritu para perdonar;
Dame paciencia para comprender y esperar;

Dame voluntad para no caer;
Dame fuerza para levantarme si caído estoy;
Dame amor para dar;

Dame lo que necesito y no lo que quiero;
Dame elocuencia para decir lo que debo decir;
Haz que yo sea el mejor ejemplo para mis hijos;
Haz que yo sea el mejor amigo de mis amigos;

Hazme fuerte para recibir los golpes de la vida;
Déjame saber qué es lo que tú quieres de mi;
Déjame tu paz para que la comparta con quien no la tenga;

Por último, anda conmigo y déjame saber que es así.

 Señor Jesús, échanos un cable a los que queremos distribuir tu nombre por el mundo unido a la palabra amor. Cuán complicada es la lucha si no te sentimos cerca, si no peleamos contigo entre los brazos.
Danos pies de plomo y manos ágiles para abrazar a tiempo, consolar al momento, ayudar donde se nos necesite. Y déjanos ser lo suficientemente exigentes como para poder dormir más a gusto que un arbusto por las noches.

Señor, que nuestras ganas no tengan más límites que el orden para hacer las cosas y la claridad de las prioridades. Que la esperanza no se nos pierda por el camino, que la agarremos fuerte y la metamos en cada bolsillo.
Que hablemos de ti sin palabras y con la profundidad de nuestra mirada; que renazcamos cada día de tu agua, de tu Espíritu, de las pruebas a las que nos vamos sometiendo.
Como el viento, que está. Para poder llegar pronto a los sitios donde se cuecen las cosas. Y poner, paz, alegría y resurrección.

Yo te quiero pedir hoy, Padre, porque me des fe, porque me concedas las ganas de tener esperanza, de estar cerca de ti, de luchar menos contra mí misma a la hora de dilucidar lo que tengo que proponer o no a los chavales…
No quiero aspirar a superheroína, pero asumo la vida del amor de cada día como la forma que tengo de entregarme aquí. 

Me gusta pensar que te tengo cerca. Estamos matando a Dios todos los días y tenemos que ser fuertes para vivir desde la alegría de habernos encontrado contigo. Y hacer partícipes a los demás de esta suerte intentando que ellos también se encuentren algún día y te tomen como un estilo para amar.
Seguimos en la brecha. Gracias por el amor que me profesas. Me siento muy querida por ti y eso es precioso: no tiene precio.