El lunes pasado celebramos que hace veinticinco años, el 27
de octubre de 1986, Juan Pablo II convocó una Jornada mundial de oración por la
paz, en Asís, en la que acudieron los representantes de todas las grandes
religiones mundiales. Participaron 50 representantes de las Iglesias cristianas
(además de los católicos) y 60 representantes de otras religiones mundiales.
Por primera vez en la historia se realizaba un encuentro de este tipo. La
intuición del Papa fue simple y profunda: reunir a los creyentes de todas las
religiones mundiales en la ciudad de San Francisco, acentuando la oración por
la paz, uno al lado del otro, ante el horror de la guerra. El Papa dijo en
aquel evento: el hecho de que tantos líderes religiosos estén aquí juntos con
el fin de orar es ya en sí invitación al mundo para que tome conciencia de que
existe otra dimensión de la Paz y otro camino para promoverla, que no es el
resultado de negociaciones, compromisos políticos o acuerdos económicos; sino
resultado de la Oración que, en la diversidad de religiones, expresa una
relación con un poder supremo que está por encima de nuestras posibilidades
humanas… Elegí esta ciudad de Asís como lugar para nuestra Jornada de Oración
por la Paz, debido a lo que representa el Santo que aquí se venera, San
Francisco, conocido y respetado por infinidad de personas en todo el mundo como
un símbolo de Paz, de reconciliación y de fraternidad. Inspirados en su
ejemplo, en su mansedumbre y humildad, dispongamos nuestros corazones a la
oración en recogimiento interior. Hagamos de esta Jornada la prefiguración de
un mundo de Paz. ¡Que la Paz descienda sobre nosotros y llene nuestros
corazones!”.
"El llamamiento fue escuchado, también desde el
"mundo": durante todo el día callaron las armas.
En su discurso conclusivo, Juan Pablo II exhortó: “Sigan
viviendo el mensaje de la paz, sigan viviendo el espíritu de Asís!”.
Hoy estamos aquí, unidos en la oración, porque la realidad
de nuestro mundo está muy lejos del proyecto de Dios. Las armas de la guerra no
se han transformado en herramientas para el bienestar de todos, en el corazón
de los dirigentes del mundo no mandan los proyectos de paz, los pobres siguen
sin poder levantar la cabeza.
Y nosotros, ¿qué
podemos hacer? ¿Qué podemos hacer si las decisiones que conducen a la guerra, a
la pobreza, a la injusticia, se toman en lugares tan alejados de nosotros y en
los que no tenemos ninguna influencia? ¿No podemos hacer nada?
Si, podemos. Podemos hacer todo esto:
• Podemos,
en primer lugar, crear un clima de paz, de justicia y de solidaridad en
nuestras acciones cotidianas. Intentar resolver los problemas y conflictos a
través del entendimiento, no a través de la agresividad, ser capaces de
ponernos en la piel del otro y entender sus razones, no pretender tener siempre
la razón y ser capaces de ceder, buscar siempre el bien de los más pobres y
débiles.
Todos: si, podemos.
• Podemos,
también, estar atentos a lo que ocurre en nuestro mundo, intentar estar bien
informados, crear diálogo, opinión, a nuestro alrededor a favor de la paz y la
justicia, y ejercer presión ante nuestros gobernantes colaborando con las
organizaciones que lo proyectan.Eso significa que tenemos que hablarlo con los
que tenemos cerca, y significa participar en actos públicos que se realicen sobre
estos temas.
Todos: si, podemos.
• Podemos
ser austeros y compartir nuestros bienes con los empobrecidos.
Todos: si, podemos.
• Podemos
integrarnos en grupos y asociaciones que luchan por la paz y los derechos
humanos.
Todos: si, podemos.
• Y
podemos, finalmente, hacer lo que ahora estamos haciendo. Rezar. Hablar con él.
Rezar individualmente, cada uno, cada día. Y rezar aquí, hoy, con toda la
fuerza de nuestro corazón y de nuestra alma. Compartir con Dios nuestro Padre
ese anhelo que tenemos de trabajar por un mundo solidario y en paz, un mundo
justo, un mundo en el que todos podamos sentirnos libres. Rezar hacer de esta
oración un clamor para que el proyecto del reino, ese proyecto por el que Jesús
murió, se abra paso en nuestra historia humana, a través de nuestras manos.
Todos: si, podemos.
Sólo puede haber verdadera paz si respetamos la dignidad de
las personas con las que convivimos, sus derechos y sus deberes, y si cada uno
en su puesto colabora para una verdadera distribución de los beneficios.
Si no somos justos, creamos desigualdades y aparecen
personas oprimidas, marginadas, y
esto... genera violencia.
Y porque realimento podemos ayudar a cambiar esta situación vamos
a reflexionar sobre el siguiente decálogo para la paz
- Eres alguien muy importante y único. Quiérete.
- Anima y valora a tus amigos. Comprobarás que les gusta.
- Descubre que ser todos distintos es muy bonito.
- Da las gracias y pide las cosas por favor. ¡Es muy fácil!
- Aprende a escuchar, así comprenderás mejor a los que te rodean.
- Haz tus trabajos lo mejor que puedas. Tu esfuerzo vale la pena.
- Si cumples con tus tareas y encargos, todo funcionará mejor.
- Trabajando con otros en grupo, conseguirás más que tú solo.
- Te sentirás feliz si compartes con los demás.
- Si pones PAZ dentro de tí, lo que te rodea tendrá PAZ.
Ahora, para terminar rezamos todos juntos la oración de la
paz
Señor,
Haz de mi un instrumento de tu paz:
Que allí donde haya odio, ponga yo amor,
donde haya ofensa, ponga perdón,
donde haya discordia, ponga unión,
donde hay error, ponga verdad,
donde haya duda, ponga yo la fe,
donde haya desesperación, ponga esperanza,
donde haya tinieblas, ponga yo tu luz,
donde haya tristeza, ponga yo alegría.
Oh, Maestro, que no me empeñe tanto
en ser consolado como en consolar,
en ser comprendido, como en comprender,
en ser amado, como en amar;
pues dando se recibe,
olvidando se encuentra,
perdonando se es perdonado y
muriendo se resucita a la vida eterna.