miércoles, 13 de mayo de 2015

Hoy, en el mes de mayo, nos reunimos para compartir con los demás el valor de María
María es un valor porque:

* fue oyente, siempre supo escuchar y acoger con fe y con amor la Palabra de Dios y la de los amigos.
* fue orante y supo cantar con Dios la alegría del canto a la vida.
* Supo estar presente en la comunidad de los amigos y orar con ellos.
* fue generosa y supo entregar lo mejor de sí misma: su propio hijo.

Tomando como símbolo una guitarra vamos a ir desgranando que aspectos se asemejan con María.

Guitarra: caja armónica de resonancia. María resonancia de Dios

“Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas y las meditaba en su corazón” (Lc 2, 10, 21)

Una guitarra parece tan sencilla... Unas tablas y poco más. Casi todo es madera, pero una madera que resuena, una buena madera que recoge la melodía, el acorde, lo guarda en su corazón, en su caja de resonancia y luego nos lo transmite: alegre, puro...
María es como la guitarra: sencilla, con un corazón similar al de la caja de resonancia de la guitarra. En él supo acoger cada día la melodía de Dios hecha palabra..
¿Seremos nosotros capaces de conservar cuidadosamente las cosas de Dios es nuestro corazón para hacerlas resonar entre los amigos?

Diapasón. María vibración de amor

“Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi Creador” (Lc 1, 46-47)

Sin la diferencia de tonos de un diapasón todo sonaría igual, seria todo monótono. Todo cambia cuando los dedos del guitarrista recorren en el diapasón los trastes y obligan a las cuerdas a apoyarse en las cejuelas. Entonces brotan esas notas alegres que invitan a cantar, a bailar,...
María es como el diapasón de la guitarra de nuestro mundo. En ella se apoya nuestra vida arrancándola vibraciones de amor. Sin María todo sería monótono, aburrido.

Clavija afinadora. María afinadora de nuestra vida

“El Poderoso ha hecho obras grandes por mí” (Lc 1, 49)

Las cuerdas de la guitarra de vez en cuando se desafinan. A veces suenan mal. El motivo es por no estar bien afinadas, por tener cada una un tono distinto. Cuando giramos las clavijas colocadas al extremo del diapasón las cuerdas se van ajustando y podemos tocar alegremente las canciones.
María es como la clavija. Tiene vocación tensante, vocación de afinamiento, de precisión humana y sobrenatural. Ella ha sabido estar siempre en tensión tensando la vida de los hombres. Si dejamos que María tense y afine nuestras vidas veremos que vibrarán con precisión de Evangelio y siempre las tendrá a punto. Podremos entonces decir: Dios ha hecho en mí obras grandes, por María, mi Madre”.

Cuerda 6º: “MI”..María, mujer profunda... apoyo para todos.

“Dios ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones”. (Lc 1, 48)

La cuerda 6ª es la última cuerda de la guitarra, la cuerda más baja. Sin embargo, ella es la pauta para afinar todas las demás cuerdas. Es la cuerda de la profundidad en la armonía, la que va manteniendo el ritmo. La cuerda 6ª es la cuerda testigo y testimonio.
María es como la cuerda 6ª María es la Misericordia, la mujer profunda. María es fiel testigo de Dios con la que debemos afinarnos, ponernos de acuerdo para templar nuestras ilusiones, nuestra fe, esperanza y nuestro amor.
¿Nos damos cuenta que nosotros también somos llamados a ser apoyo para los demás, a ser testigos ante los demás, a dar sentido a la vida?

Acorde:  María acorde perfecto de Dios.

“Y dijo el ángel: no temas María porque has hallado gracia ante Dios... concebirás y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús” (Lc. 1, 30-35)

Si ahora un compañero o compañera nuestra tocara, suavemente en el silencio, un acorde perfecto en su guitarra llegaría a cautivarnos y tendría eco en nuestro pequeño ser de artistas que todos llevamos dentro... estaríamos serenos, en equilibrio... Y es que el acorde perfecto de guitarra da paz, equilibrio, armonía.
María nació con vocación de acorde perfecto. Ella es el acorde que Dios compuso en la guitarra de su creación. Ahora ese acorde sigue resonando sereno, lleno de paz en el corazón de la juventud generosa y limpia.
Como María nosotros también estamos llamados a hacer sonar en nuestra vida y con nuestra vida ese acorde perfecto. Acaso cada uno en solitario nunca llegue a componerlo pero entre todos es posible.

Peticiones:
María Tú nos enseñas el amor a todos, y nosotros nos empeñamos en hacer barreras y separaciones, sólo aceptamos a los que nos caen bien, por eso te pedimos que cambies nuestras vidas. Te lo pedimos María.

María, en nuestra vida, queremos obtener siempre el mejor puesto, en la clase, con los amigos, en casa... buscamos ser el centro de todo. Te pedimos que nos enseñes a pensar en los demás. Te lo pedimos, María.

María, ayúdanos a ser serviciales como tú. Te lo pedimos, María.

María, que seamos sensibles a los países en guerra y a las personas que sufren. Haznos sembradores de tu paz en nuestros ambientes. Te lo pedimos, María.

miércoles, 6 de mayo de 2015


Lectura del santo evangelio según san Juan (15,1-8):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.»

Reflexión del evangelio
No hace falta ser un experto en botánica para comprender las palabras que hoy nos dirige Jesús en su Evangelio. Sus palabras son claras: así como el sarmiento ha de estar unido a la vid para dar fruto, el cristiano no puede dejar de estar unido y vinculado permanentemente a Cristo. Cristo es la savia que nos alimenta y sin la cual no hay vida, no hay fuerza, no hay frutos… “Sin mí –dice Jesús– no podéis hacer nada”. Si miramos con hondura nuestra vida, en seguida caemos en la cuenta de que realmente es así. Es nuestra experiencia personal y también la experiencia de nuestras comunidades cristianas. Cuando falta la savia y nos alejamos de Jesús, todo se seca.
El evangelio de Juan nos lleva a plantearnos la vida con profundidad y nos invita a cuidarnos de no alejarnos de Él. Cuando Jesús nos dice que sin Él nada podemos, en el fondo, lo que nos está diciendo es lo contrario: que con Él lo podemos todo.
Esta experiencia, atestiguada por tantos hombres y mujeres que pusieron y ponen en él su confianza, es tan real como su contraria. Quien vive unido a Él –como el sarmiento a la vid– experimenta que la vida es “otra cosa”. Con Él, todo es “mucho mejor”.
Podemos preguntarnos hoy con honestidad si estamos suficientemente unidos a Él, si su savia es la que circula por nuestra vida, si es la que nos alimenta y nos hace fuertes, la que hace producir en nosotros buenos frutos… Siempre tenemos tiempo de volver a Él. Aunque nos alejemos, Él no se cansa nunca de esperar.
Por otro lado, el labrador cuida la tierra y poda pertinentemente las ramas desvitalizadas y secas para que, a su tiempo, la milagrosa fuerza de la primavera vuelva a estallar con sus flores y frutos. Es la confianza del labrador y su paciencia. Él confía en nosotros, cuenta con nosotros y no nos quiere dejar de su mano. Permanezcamos siempre unidos a Él. Le necesitamos.

María, mujer de esperanza. - Con un «Hágase»
                 Estamos comenzando uno de los meses del año más boni­tos: es el mes de las flores, el mes de María.
             En estos tiempos que para muchos son difíciles, se hace más necesario que nunca volver los ojos a quien puede ser para nosotros referencia, ejemplo y estímulo. Hay muchos hombres y mujeres que, con sus vidas, demuestran que es posible plantar cara a la tormenta y luchar por lo que creen justo. Pero quizás, entre todos, una mujer, María, es para cada uno de nosotros refugio, maestra y guía en el camino. Ella es la mujer del adviento, la señora de la espera, la que fue capaz de afrontar lo incierto desde la fe y la confianza profunda.
«Respondió María: He aquí la esclava del Señor. Que se cumpla en mí según tu palabra» (Lc 1,38)
Te fiaste. Sin sucumbir al temor, a las prevenciones, a lo sorprendente.
Te fiaste de Dios, aunque hacerlo te pusiera en situaciones complicadas. Dijiste «sí», poniendo tu vida en sus manos, sin hacer caso a las habladurías, a las posibles incomprensiones.
Y esa palabra valiente se convierte, también hoy, para mí, en llamada.
Llamada a tener valentía a la hora de vivir la fe;
a tener coraje para tomar en serio el evangelio.
a tener audacia para buscar formas de hacerlo real en este mundo, hoy, aquí y ahora.
¿Qué «Hágase» es necesario hoy en mi vida?

UN SABIHONDO EN EL TREN
Un joven universitario se sentó en el tren frente a un señor de edad, que estaba rezando el rosario. El muchacho, con la arrogancia de los pocos años y la pedante­ría de la ignorancia, le dice:
- "Parece mentira que todavía crea usted en esas antiguallas...".
- "Así es. ¿Tú no?", le respondió el anciano.
- "iYo! - dice el estudiante lanzando una estrepitosa carcajada-.
Créame: tire ese rosario por la ventanilla y aprenda lo que dice la ciencia".
- "¿La ciencia? -pregunta el anciano con sorpresa-. Yo no lo entiendo así. ¿Tal vez tú podrías explicármelo?".
- "Deme su dirección - replica el muchacho, haciéndose el importante y en tono protector-, que le puedo mandar algunos libros que le podrán ilustrar".
El anciano saca de su cartera una tarjeta de visita y se la alarga al estudiante, que lee asombrado:
"Louis Pasteur. Instituto de Investiga­ciones Científicas de París".
El pobre estudiante se sonrojó y no sabía dónde meterse. Se había ofrecido a instruir en la ciencia al que, descubriendo la vacuna antirrábica, había prestado, precisamente con su ciencia, uno de los mayores servicios a la humanidad.
Pasteur, el gran sabio que tanto bien hizo a los hombres, no ocul­tó nunca su fe ni su devoción a la Virgen.
Y es que tenía, como sabio, una gran personalidad y se conside­raba consciente y responsable de sus convicciones religiosas.
¿Te parece que la fe es una antigualla? ¿Qué te parece que aporta la fe a las personas?
Compañeros de Camino
¿Con quienes compartes los días? ¿Con quién te ríes? ¿Y lloras? ¿A quién echas de menos cuando no está? ¿En quién piensas a menudo? ¿A quién reconoces por el sonido de sus pasos, o por el tono de su voz? ¿Por quién atravesarías montañas?
Tiene que haber alguien en nuestras vidas. Alguien con quien sentirte en casa. A quien puedas llamar de vez en cuando, para reconocer la voz familiar que te despierta memorias de hogar y te hace sentir seguro.
Y si no lo hay, parte de la vida es buscar. Para encontrar esos otros nombres que le dan sentido a nuestros esfuerzos.
Piensa un momento en silencio en las personas que comparten tu vida, ponles nombre y cara; y pide por ellos.