miércoles, 25 de marzo de 2015


Lectura del santo evangelio según san Lucas (1,26-38)

A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél.
El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»
Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?»
El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.»
María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.»
Y la dejó el ángel.

COMENTARIO
     Cuando María dijo o pensó o sintió aquello de “Hágase en mí según tu palabra”, fue consciente de que ante ella no se abría exactamente un lecho de rosas. Más bien se abría un futuro incierto, nuevo y desconcertante. Si a todos nos gusta la seguridad, la vida tranquila y ordenada, para María la presencia de Dios en su vida convirtió la suya en una aventura apasionante. Posiblemente nada fue como lo pudo haber imaginado. Nada que ver con la vida de una campesina galilea. Sus perspectivas no serían más que las de vivir en su aldea, casar y tener hijos, mientras que luchaba por sobrevivir en medio de unas condiciones materiales muy duras. 
      Pero, de improviso, sin avisar, Dios se metió en su vida. Y la cambió de arriba abajo. Nada fue como ella esperaba. Imagina a María, reunida con los apóstoles en oración, unos días después de la pascua de Jesús. En el silencio echaría la mirada atrás, a su propia vida, y se maravillaría. Su hijo, Jesús, había salido de los cauces habituales de lo que podía ser la vida de un campesino o un artesano de Galilea. Y le había arrastrado a ella por sus mismas sendas. El camino no había sido fácil pero había merecido la pena. Había conocido la misericordia y el amor de Dios manifestado precisamente en su hijo, en Jesús. Había conocido también el dolor de la incomprensión, de la injusticia. Pero sabía que el amor del Padre había triunfado sobre la muerte. Ahora entendía realmente lo que había dicho con aquel “Hágase”. Había pasado por muchos sinsabores pero conocía al fin la alegría de haber abierto un hueco en el mundo a la presencia del amor de Dios para todos, especialmente para los más pobres, los marginados, los que no contaban para nadie. 
      Hoy es nuestra oportunidad para imitar a María y abrir también nosotros un hueco a la presencia del amor de Dios en nuestra vida. Para ser testigos de ese amor para los que viven con nosotros. No es un camino fácil. No basta con decir “Hágase”. Luego hay que hacerlo real en cada minuto de nuestra vida. Y veremos como Dios mismo nos transforma y nos lleva por caminos nuevos. Como a María. ¿Por qué no probamos? Seguro que vale la pena.

LA CAPILLA UNIVERSAL DE LA ONU
En la sede de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) en New York existe una capilla especial. Construida en los años cincuenta del siglo XX a un lado del edificio central, estaba destinada a todos los creyentes de todas las religiones del mundo.
No tiene cruz, ni imágenes, ni nombres...
No tiene altar, ni estatuas, ni cuadros, ni plantas... ni sonrisa.
Un pequeño rayo de luz ilumina una enorme piedra vertical: un bloque negro de hematíes extraído de unas minas de Suecia. Unas filas de bancos permiten ir a rezar o a meditar. Eso es todo.
Para algunos seguramente sea un espacio vacío. Para otros un espacio todoterreno para todo tipo de religión. Algunos pensarán que es un espacio sin vida y que la religión es algo vivo que tiene que invitar a la alegría y dar sentido y esperanza a la vida.
¿Y tú... te has parado a pensar que hay sitios especialmente dedicados para el silencio interior y la oración -las capillas, iglesias-, los utilizas alguna vez por iniciativa personal, sin que te lleven otros?
¿Te has parado a pensar si alguna vez dedicas algo de tu tiempo personal para estar en "silencio interior", para hacer una oración a Dios?
En el templo de Delfos, en Grecia, se pueden leer estas palabras que hoy nos pueden servir:
"Quedad en paz con Dios, cualquiera que sea el concepto que tengáis de él; y, sean cuales sean vuestros trabajos y sueños.
Conservad en el ruidoso desconcierto de la vida la paz en vuestra alma. ¡Pese a todos sus penosos afanes y sus sueños rotos, el mundo es bello! Tratad de ser felices".

“QUE TU LUZ BRILLE”
Hoy os propongo que escuchéis con atención un breve texto del evangelio.
Jesús les decía a sus discípulos:
“¿Acaso se trae una lámpara para taparla  con una vasija de barro o ponerla debajo de la cama? ¿No es para ponerla encima de una mesa o de un candelero y alumbre a toda la casa”.
Como dice Jesús…nadie enciende una vela para esconderla, sino para que dé luz. Ciertamente que parece evidente esto que hemos escuchado. Pues mirad.
Creo que en muchas ocasiones, todos nosotros podemos ser luz para todos los que nos rodean, pero en lugar de “ABRIRNOS” y dar nuestra luz, nos escondemos y no dejamos que la luz que llevamos dentro salga para alumbrar a los demás.
Quizá por miedo a SER AUTÉNTICOS, a ser gente que se preocupa por los demás, por ser compañeros atentos, cercanos a todos, y por miedo a “ser diferente”, escondemos esa luz que todos llevamos dentro, y que puede hacer tanto bien a los demás.
Es decir; nadie se compra un móvil para no usarlo; nadie compra una lavadora para luego lavar a mano, nadie compra un coche para dejarlo en el garaje… Por eso ábrete a los demás, comparte tus cualidades con los que te rodean, sonríe, bromea, haz que la gente sea más feliz y consigue así que tu vida sea luz para los que te conocen, y no oscuridad.

LA SEMANA SANTA
Estamos a punto de comenzar las vacaciones; y las comenzamos celebrando la semana grande de los cristianos: LA SEMANA SANTA. Las vacaciones nos tendrían que facilitar vivir con más tranquilidad y dedicación estos acontecimientos de nuestra fe. Hay que encontrar la forma de compaginar el descanso y la vivencia de estos grandes acontecimientos de la vida de Jesús.
El día más importante de esta Semana es el Domingo de Pascua, porque celebramos La Resurrección de Cristo. La Resurrección es el fundamento de nuestra esperanza: "Si Cristo resucitó, también resucitaremos nosotros". Pero nos hemos de preguntar también que repercusión tiene la Pascua en nuestra vida. Porque la Resurrección es un hecho que hemos de vivir ahora nosotros a través de la enseñanza de Jesús.
Pero antes de llegar a la Resurrección, Jesús realizó unos hechos tan importantes que por esto los recordamos con gran atención en la llamada Semana Santa.
El JUEVES SANTO, recordamos que Dios es amor y este amor de Dios se transforma en un servicio al hombre y a su mundo, como un compromiso de Dios para ayudar al ser humano a llegar a vivir dignamente en el mundo. Por eso en ese día se celebra el AMOR FRATERNO. El amor es el principio transformador de todo. La fraternidad comporta: comprensión, ayuda, confianza, servicio... La Eucaristía que celebramos tan frecuentemente, nos ha de hacer vivir todo esto.
El VIERNES SANTO, leemos solemnemente el relato de la Pasión de Jesús. Todos los cristianos sabemos que hemos sido salvados por la muerte y resurrección de Jesús. Esto es un consuelo para los que vivimos en el sufrimiento y en la angustia de la muerte. Ahora sabemos que estos hechos no son la "última palabra". Dios nos hace ver que del sufrimiento podemos sacar vida y felicidad. El cristiano tiene el deber de trabajar para suprimir el dolor, pero cuando esto no es posible, sabemos que el dolor tiene sentido redentor.


miércoles, 18 de marzo de 2015

Estamos en la cuarta semana de cuaresma
¡Danos, Señor, otra oportunidad!,
otra posibilidad de convertirnos,
otra ocasión de empezar de nuevo.
Ya sé que hay días en que tienes motivos
para desesperar de nuestra tierra.
Hace ya veinte siglos que tu Palabra se hizo carne:
¡veinte siglos en los que no has dejado de gritamos:
«Convertíos y creed la Buena Noticia»!
Y nosotros seguimos agrediéndonos y haciéndonos sufrir mutuamente,
inventando armas cada vez más perfectas para matarnos unos a otros,
explotando las riquezas de la tierra sin ser capaces de compartirlas,
dejando que millones de seres humanos mueran de hambre,
ignorando la soledad de nuestro vecino...
Más de veinte siglos llevas tú enviando a cada generación
profetas que griten en nuestro desierto:
«¡Dad frutos que den fe de vuestra conversión!».
Y nada parece cambiar bajo el sol...
Sé muy bien, Señor, que tendrías razones de sobra
para impacientarte y montar en cólera...
Pero escucha el clamor de tu Hijo Jesús,
la oración de todos los santos, los de ayer y los de hoy,
que te piden una nueva oportunidad para salvar a nuestra pobre tierra:
¡Padre, tú que eres lento a la cólera y rico en amor,
ten piedad de tu pueblo; sé paciente un año más!

El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas. R/.

El Señor es fiel a sus palabras,
bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan. R/.

El Señor es justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones;
cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente. R/.

17.-HAY CRUCES COMO «DE TEMPORADA»...

cruces de Adviento,
cruces de Cuaresma,
cruces de Semana Santa,
cruces de entierro y funeral,
cruces de ayuno y abstinencia,
cruces de ante-examen,
cruces de Casa de Ejercicios,
cruces de «Campaña en favor de...»,
cruces de...
No me fío mucho de esas cruces.
Señor, si hay algo que tengo claro en mi vida,
es que quiero seguirte.
Pero he de reconocer
que muchas veces el camino no es fácil:
Necesito que me recuerden varias veces
durante las cuatro semanas de Adviento que estás por llegar...
Necesito que me ayuden a ser consciente
de que seguirte implica pasar cuarenta días de desierto como tú hiciste...
Necesito que me laven los pies, que me preparen un trozo de madera
con el que parezca que estoy abrazando tu cruz,
necesito música y fiesta para sentir la verdadera alegría de tu Resurrección...
Necesito que me inviten “a no cenar” una noche
para concienciarme de que muchos de tus hijos
siguen muriendo de hambre...
Necesito vivir un gran problema
para darme cuenta de que un examen no es el fin del mundo...
Necesito que hagan unas convivencias
para poder hacer un hueco y encontrarme contigo...
Haz, Señor, que todo esto
no se convierta en cruces de desconfianza.
Que sea capaz de esperarte
con mi corazón y mis manos rebosantes de ESPERANZA,
que sea capaz de salir a tu encuentro por mi mismo,
sin que sea necesario que los demás me empujen a ello. Amén

18.- EN LA ESPERA, SEÑOR

Tantas veces, Señor, te hablo y te digo: “Aquí estoy”.
Tantas veces, Señor, soy el primero en salir al paso
cuando hablan de nosotros, los cristianos;
tantas veces, Señor, intento seguirte desde mis circunstancias…

Pero miro a mi alrededor y veo que algo falla
y pronto me desanimo; tardo poco en vencerme y en cubrir mi rostro;
tardo poco en pensar que no soy capaz de cambiar nada,
y que mi trabajo, mi esfuerzo por mostrarte a los otros, es escaso.

Quiero ser, Señor, como un niño, que mira con ilusión todo lo que le rodea,
que arriesga por aquello en lo que cree,
que camina con confianza si alguien le tiende la mano
y que siempre, siempre, más o menos tiempo, sabe esperar.
Por eso, Señor:
en la espera, conviérteme a la vida;
en la espera, acaba con los límites que me desesperan;
en la espera, ayúdame a desbordar esperanza;
en la espera, Señor, quiero abrazar tu Cruz, esperanza de todos.

MISERICORDIA

La cuaresma nos invita a reflexionar sobre el bien que a todos nos hace en la vida un gesto de misericordia, misericordia como actores o misericordia contemplada como espectadores, pero sólo con el tiempo te das cuenta de que son así las cosas… sostener una mano, escuchar a un amigo o a un enemigo, querer y dejarse querer... En el entierro de un sacerdote diocesano de Zamora escuché decir a una de sus catequistas: “gracias, Félix, siempre amigo de tus amigos y de tus enemigos”. Cuánta misericordia contenida en tan pocas palabras. Pero sólo con el tiempo te das cuenta de que las cosas son así.
La cuaresma nos invita a reflexionar sobre nuestros sentimientos de misericordia tantas veces ocultada en nombre de la justicia, como si no tuviéramos derecho a sentir. La cuaresma nos invita a no apresurarla o forzarla, porque no podemos dar nada que no tengamos primero. Pero sólo con el tiempo te das cuenta de que así son las cosas.

ORACIÓN

Hoy, a la puerta del colegio que hay al lado de casa he presenciado un encuentro. He visto a un niño que se reencontraba con sus padres. Venían de un largo viaje, venían de adoptar a un hermano para su hijo y al verlos soltó su cartera y se lanzó a su encuentro sin fijarse en las escaleras, sus padres soltaron sus abrigos e hicieron lo mismo sin importarles nada… Así de libre quiero ir yo a tu encuentro, Dios mío, en esta cuaresma, libre y dispuesto para el abrazo de la más grande experiencia de la vida, para el abrazo de tu misericordia. Se me encoge el corazón sólo de pensarlo y, sencillamente, sólo puedo decir que eres lo más importante que me ha pasado en la vida. Amén

20.- UN SÍ COMO EL DE MARÍA

El sí de María es:
UN SÍ PERMANENTE: pues dijo sí
y nunca se volvió a atrás.
UN SÍ GOZOSO, dicho en positivo,
no contrariado, ni angustiado.
UN SÍ GRATUITO, pues nada pide a cambio.
UN SÍ HUMILDE, no desde la autosuficiencia,
sino desde la pequeñez y la pobreza.
UN SÍ LIBRE, dicho desde la lucidez y el amor,
y no desde el miedo o la imposición.
UN SÍ RESPONSABLE, bien consciente,
bien pensado y decidido,
aceptando las consecuencias.
UN SÍ CONFIADO, porque pone su fuerza en Dios.
UN SÍ CREYENTE, fruto de la fe; un sí al misterio.
UN SÍ ENAMORADO, como el de una novia,
porque Dios es todo su amor.
UN SÍ MATERNAL, con entrañas y anhelo de madre,
abierto a la ternura y la misericordia.
UN SÍ DE PLENITUD, porque no es el sí de una persona
sino el sí de todas las personas:
el sí de todos los pobres de Dios,
los que sólo confían en Él,
los que todo lo esperan de Él;
el sí de todos los creyentes,
el sí de todos los profetas que obedecen
y se entregan y cantan al mundo nuevo,
el sí de todos los mártires
que ponen su vida en Dios hasta el fin.
UN SÍ ENTREGADO, pues pone toda su vida en manos del Padre.
UN SÍ REPARADOR, por todos los “noes” pronunciados,
por todas las rupturas con Dios.
María, ayúdanos a decir sí.



miércoles, 11 de marzo de 2015



Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Con estos sabios consejos contenidos en el Salmo 94 que hoy nos propone la Liturgia de la Horas para comenzar la mañana de este miércoles y, sin apenas darnos cuenta, nos hemos plantado en el meridiano de la Cuaresma, de este tiempo en el que se nos invita a cargar las tintas en la penitencia, la oración y la misericordia. Tiempo de silencio, Palabra (con mayúscula), súplica, conversión. Tiempo también de lucha contra tantos apegos de la mente y del corazón en sus múltiples formas: codicia, envidia, rencor, egoísmo, ingratitud, lujuria, mentira, frivolidad, endurecimiento… Pero, esta lucha no consiste sólo en dominar simplemente nuestros malos deseos o nuestra tendencia a ser “felices” a cualquier precio. Sería cruel y muy frustrante un camino así, porque en el fondo antes o después caeríamos en la cuenta que nuestro mal no tiene cura, no tiene solución, experimentando una y otra vez con desesperanza que “hacemos el mal que no queremos”. Sin embargo, no es así: la Pascua, núcleo de nuestra fe, nos da la certeza que la salvación, la felicidad, la superación de todo vicio y pecado, de todo fracaso y de toda muerte es posible y tiene un nombre: Jesucristo. 

De su cruz, árbol de la vida que nuestra padre San Francisco de Asís agarra siempre con fuerza, brotan los frutos buenos que Cristo mismo pone en nuestras manos para que los acojamos, los hagamos vida y se conviertan en nuestra alternativa, en nuestra propuesta creyente a todo aquello que hace que la vida se estreche, pierda belleza, engendre temor, tristeza, ignorancia, ira, frivolidad, endurecimiento... San Francisco de Asís, buen conocedor del corazón del hombre y de sus entresijos, nos ha dejado un “programa detallado” para esta lucha, que puede servirnos no sólo para la Cuaresma, sino para toda nuestra vida cristiana y que nos dejo escrita en una de sus admoniciones:

Donde hay caridad y sabiduría, allí no hay temor ni ignorancia. Donde hay paciencia y humildad, allí no hay ira ni perturbación. Donde hay pobreza con alegría, allí no hay codicia ni avaricia. Donde hay quietud y meditación, allí no hay preocupación ni vagancia. Donde está el temor de Dios para custodiar su atrio, allí el enemigo no puede tener un lugar para entrar. Donde hay misericordia y discreción, allí no hay superfluidad ni endurecimiento (San Francisco, Admonición 27). 

Efectivamente, en la medida en que nuestro corazón esté ocupado por Dios no entrará el pecado en nosotros. Esto lo resumiría todo. Tan sencillo y tan difícil a la vez. Porque nuestro corazón a duras penas tiene un rinconcito para que entre Dios…

Porque… Me tienta la seguridad, el "saberlas todas",
tenerla "clara", no necesitarte.

Porque... Me tienta el activismo:
Hay que hacer, hacer y hacer.
Y me olvido del silencio y la oración,

Porque… Me tienta la incoherencia.
Hablar mucho y hacer poco.

Porque… Me tienta mostrar fachada de buen cristiano,
pero adentro,
donde Tú y yo conocemos,
hay mucho para cambiar.

Porque… Me tienta ser el centro del mundo.
Que los demás giren a mí alrededor.
Que me sirvan en lugar de servir.

Porque… Me tienta la idolatría. Fabricarme un ídolo
con mis proyectos, mis convicciones,
mis certezas y conveniencias.

Porque… Me tienta la falta de compromiso.
Es más fácil pasar de largo
que bajarse del caballo y
hacer la del samaritano.

Porque… Me tienta la falta de sensibilidad,
no tener compasión,
acostumbrarme a que otros sufren
y tener excusas, razones, explicaciones…
que no tienen nada de Evangelio
pero que me conforman… un rato, Señor,
porque en el fondo no puedo engañarte.

Porque… Me tienta el separar la fe y la vida.
Leer el diario, ver las noticias
sin indignarme evangélicamente
por la ausencia de justicia
y la falta de solidaridad.

Porque… Me tienta el tener tiempo para todo
menos para lo importante.
Y lamentarlo pero no hacer nada para cambiarlo.

Porque… Me tienta, Señor, el desaliento, lo difícil que a veces se presentan las cosas.

Porque… Me tienta la desesperanza, la falta de utopía.

Porque… Me tienta el dejarlo para mañana,
cuando hay que empezar a cambiar hoy.

La Cuaresma, paradójicamente, es camino de alegría, porque exige de nosotros no sólo renuncia, dominio, mortificación... sino, sobre todo, un exceso de caridad, de familiaridad con Dios, de paciencia y humildad, de discreción, de pobreza evangélica, de misericordia... siguiendo las huellas de Cristo. ¡Aquí está el secreto de nuestra lucha cuaresmal y de nuestra victoria pascual! 

Y en esta misma línea, de sabernos arropados por nuestro Padre, nos habla en esta bonita mañana de marzo, el libro del Deuteronomio:

“El Señor, tu Dios, te eligió para que fueras, entre todos los pueblos de la tierra, el pueblo de su propiedad. Por el amor que os tiene y por mantener el juramento que había hecho a vuestros padres, os sacó de Egipto con mano fuerte y os rescató de la esclavitud, del dominio del Faraón, rey de Egipto. Así conocerás que el Señor, tu Dios, es el Dios verdadero, el Dios fiel que mantiene su alianza y su favor, por mil generaciones, con los que lo aman y guardan sus preceptos”.

Con este convencimiento es más fácil dirigirnos a Dios:


Padre nuestro, que estás en el Cielo,
durante esta época de arrepentimiento,
ten misericordia de nosotros.
Con nuestra oración, nuestro ayuno y nuestras buenas obras,
transforma nuestro egoísmo en generosidad.
Abre nuestros corazones a tu Palabra,
sana nuestras heridas del pecado,
ayúdanos a hacer el bien en este mundo.
Que transformemos la obscuridad
y el dolor en vida y alegría.
Concédenos estas cosas por Nuestro Señor Jesucristo.
Amén.

miércoles, 4 de marzo de 2015


Lectura del santo evangelio según san Mateo
En aquel tiempo, mientras iba subiendo Jesús a Jerusalén, tomando aparte a los Doce, les dijo por el camino: «Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; y al tercer día resucitará.»
Entonces se le acercó la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición.
Él le preguntó: «¿Qué deseas?»
Ella contestó: «Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.»
Pero Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?»
Contestaron: «Lo somos.»
Él les dijo: «Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre.»
Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús, reuniéndolos, les dijo: «Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos.»
 REFLEXIÓN
      La Cuaresma es el tiempo de preparación para la celebración de la Pascua de Jesús, su muerte y resurrección. El Evangelio de hoy es un importante hito en esa preparación puesto que nos dice el sentido de esa muerte. 
      Los cristianos nos hemos fijado muchas veces en lo material de la muerte de Jesús: fue condenado injustamente, le azotaron, murió clavado en la cruz entre atroces sufrimientos. Todo eso es verdad. Pero también es verdad que lo que nos salva no es la cantidad de sufrimiento padecido por Jesús. A lo largo de la historia ha habido cientos y miles y millones de personas, hombres y mujeres, que han sufrido más que Jesús. Las enfermedades, las torturas, las injusticias padecidas... todo eso ha causado en ellos un nivel de sufrimiento igual o incluso mayor que el sufrido por Jesús. Llegamos a la conclusión de que lo importante no es la cantidad de dolor. 
      Lo importante está en la motivación con la que Jesús afronta su muerte. Y antes, la motivación con la que Jesús afronta su vida. De alguna manera, podríamos decir que la muerte de Jesús es la conclusión natural de su estilo de vida. Podríamos decir que lo buscó, que se trabajó su muerte desde que empezó a salir por los caminos a anunciar el reino de Dios y se comenzó a enfrentar, inevitablemente, con las autoridades religiosas y políticas de su tiempo. Su mensaje de fraternidad era profundamente revolucionario. Por eso, Jesús terminó en la cruz. 
      Lo importante es que todo eso fue fruto del amor. “El hijo del hombre no ha venido para que le sirvan sino para servir y dar su vida en rescate por muchos.” Por amor nuestro, Jesús dio cada uno de los pasos de su vida y por amor nuestro pronunció cada una de las palabras que dijo. Y por amor nuestro, por fidelidad a su misión, entregó su vida por nosotros. 
      No es tiempo para buscar los primeros puestos, como los Zebedeos. No es tiempo para buscar obsesivamente nuestra salvación. Seguir a Jesús es ponerse a servir a nuestros hermanos y hermanas, atenderlos en sus necesidades, anteponer su bien al interés propio. Igual que hizo Jesús.
Confiar… y después, confiar
Por las circunstancias que te ha tocado vivir, es posible que confíes en pocas personas, e incluso que pocas personas confíen en ti. Pero ¿Qué es  confiar?
La confianza es tener fe. Es contar con los demás y creer en alguien o algo. Es tener seguridad de que el bien sucederá sin que yo tenga que controlarlo. Igual que uno confía que el sol saldrá por la mañana sin que haya que mover un solo dedo. Confiar en los demás es creer que las personas van a cumplir su palabra sin tener que obligarles.
Confiar en uno mismo es tener fe en tu propia capacidad de aprender, cambiar y crecer. Cuando decimos que la vida no se ha portado bien con nosotros, nos resulta muy difícil confiar. Tener confianza no significa esperar que la vida nos resulte sencilla en todo momento. Confiar es estar seguro de que en todo lo que nos trae la vida siempre hay algo que aprender y que el amor de Dios siempre nos acompaña. Cuando tienes confianza sabes que nunca estás solo.
Necesitas confiar en las personas, en los amigos y en ti mismo. Ten en cuenta que la confianza tarda mucho en construirse y muy poco en venirse abajo. Cuando prometes algo a alguien, cuando te comprometes o cuando alguien confía en ti, no debes traicionar esa confianza porque di fallas, te costará volver a recuperarla. Confiar en todos es una insensatez pero no confiar en nadie es una neurótica
LAS BIENAVENTURANZAS DE LA TOLERANCIA
DICHOSO quien sabe mirar a los otros con los ojos de un amigo, y acoge a cada persona sin prejuicios de cultura, religión o raza.
DICHOSO quien se empeñan en vivir en armonía con sus familiares, vecinos, compañeros, extranjeros, superando las inevitables dificultades propias de las relaciones humanas.
DICHOSO quien no guarda rencor, no da importancia a palabras y gestos desagradables, y no obliga a otros a vivir según sus criterios.
DICHOSO quien comunica con dulzura y escucha las razones de los demás, sobre todo las de los más débiles.
DICHOSO quien es tolerante consigo mismo y convive serenamente con sus propias limitaciones y con las de los demás.
DICHOSO quien estimula al bien, para construir un mundo en el que todos puedan sentirse a gusto.
DICHOSO quien acoge el valor de las diferencias que caracterizan a cada hombre y cada mujer de nuestro planeta, porque esas diferencias muestran el "Nombre" con el que Dios llama a cada uno de nosotros.
DICHOSOS quienes cultivan en su corazón un sueño: que, dejando salir los colores de nuestra diversidad, veremos aparecer en el cielo un gran arcoíris, en señal de fraternidad y de paz, que vestirá de luz y de fiesta al mundo.
Oración en el tiempo de Cuaresma
Gracias, Padre, porque la Cuaresma llama a nuestra puerta,
y nos ofrece una nueva oportunidad:
un tiempo para ir acogiendo el misterio de la Pascua,
la explosión de tu amor en nuestro mundo.
Nos ponemos en tus manos porque queremos revisar nuestra vida, descubrir lo que tenemos que cambiar,
afianzar lo que anda bien,
y sorprendernos con tu novedad.
Nos tienta la seguridad y el saberlo todo.
Nos tienta el activismo y el hacer sin sentido.
Nos tienta la incoherencia de dar buena imagen,
nada más.
Nos tienta la falta de sensibilidad
ante el que lo pasa mal.
Que ayunemos de la falta de compromiso.
¡Hay tantos que lo pasan mal, Padre!
Que ayunemos de separar fe y vida.
Que aprendamos a mirar la realidad como tú.
Que ayunemos del desaliento y la falta de utopía,
cuando a veces se pone tan difícil la vida.
Nos tienta abandonar y estar más tranquilos,
cuando hay que empezar a cambiar hoy mismo.
Padre, ayúdanos a hacer silencio
y a escuchar tu voz.
Danos luz para reconocer tu presencia en la realidad.
Despójanos de lo que nos ata
y sacude nuestras certezas,
para empezar de nuevo, más humildes, desde tu verdad-