miércoles, 18 de mayo de 2016


El domingo pasado celebramos el día de Pentecostés  y recordamos una de las experiencias más importante que ha vivido laIglesia: el Espíritu desciende sobre los apóstoles, los llena de coraje y los envía a evangelizar, dando testimonio de Cristo resucitado.

La imagen mejor del día de Pentecostés es la imagen de la “nueva creación”. Es posible una nueva creación, es posible la novedad, es posible el hombre nuevo, es posible la aspiración secreta que el hombre lleva dentro, es posible una raza nueva de profetas que anuncien la obra de Dios en el mundo, es posible la renovación interior del hombre, es posible un NUEVA HUMANIDAD que nace llena del Espíritu Santo.
Nuestras actitudes principales deben ser de pobreza, acogida y súplica intensa.
·       Pobreza, porque sin el reconocimiento de nuestro vacío no viene el Espíritu. Es el Padre de los pobres, no de los ricos.
·       Acogida, porque el Espíritu viene con huésped, como amigo, y hay que abrirle la casa con toda la disponibilidad.
·       Súplica, que es hija de la necesidad y del deseo, pidiendo con fuerza y con fe la venida del Espíritu a nosotros, a la comunidad, a la Iglesia.
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“Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido, semejante a un viento impetuoso, y llenó toda la casa donde se encontraban. Entonces aparecieron lenguas como de fuego, que se repartían y se posaban sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo”.

Reflexionemos ahora sobre todas las frases que integran este texto:

 “Estaban todos en un mismo lugar…”: ¿Dónde estoy yo…? ¿Me encuentro cerca o lejos de la comunidad de Jesús…? ¿Me siento perteneciente a su familia?... Oremos con mucha atención pidiendo, por medio de María Corazón Inmaculado el Espíritu que nos una y nos mantenga firmes en la fe y perseverantes en la comunidad cristiana.
 “De repente vino del cielo un ruido…”: ¿Qué ruidos son los que llenan nuestro corazón? ¿Qué voces llenan nuestro interior…? ¿Qué deseos nos atrapan y arrastran…? ¿Busco el silencio como experiencia que me plenifica y humaniza…? Oremos con insistencia pidiendo, por medio de María Corazón Inmaculado, el Espíritu que nos sobresalte con su voz, que nos despierte de nuestros sueños…
“Semejante a un viento impetuoso…”: El viento, al soplar mueve los árboles, empuja las velas de los barcos, hace rodar las aspas de los molinos… ¡es movimiento! ¿Hay en mi vida movimiento…? ¿Hacia dónde…? ¿Crezco… o estoy paralizado…? ¿Avanzo… o retrocedo…? Oremos en esta noche pidiendo, por medio de María Corazón Inmaculado el Espíritu que nos mueve hacia Dios y hacia los hermanos y nos hace crecer en fe y en caridad…
“Llenó toda la casa donde estaban…”: ¿De qué está llena nuestra casa, nuestro domicilio particular…? ¿Abunda la comprensión…, el diálogo…, el servicio…, el perdón…, la paz…, el respeto…, el amor…? ¿O está lleno de tensión…, incomunicación…, egoísmo…, desconfianza…, envidias…, críticas…, injusticias? Oremos en este momento por nuestra familia pidiendo, por medio de María Corazón Inmaculado al Espíritu que llene nuestro domicilio de los dones
del amor.
“Entonces aparecieron lenguas como de fuego…”: El Espíritu del Señor se presenta unas veces como paloma, otras como viento,… ahora como fuego. Es un fuego que ilumina, que calienta, que purifica, que se expande… Oremos pidiendo, por medio de María Corazón Inmaculado el fuego de amor del Espíritu que nos ilumine porque estamos a oscuras…, que nos caliente porque estamos fríos…, que nos purifique porque estamos sucios…., que nos vivifique porque estamos como muertos…
“Esas lenguas de fuego se repartían y se posaban sobre cada uno…”: Todos recibieron el Espíritu Santo. No quedó nadie sin el don del Espíritu. Miremos ahora a nuestro alrededor… fijémonos en silencio en los rostros que nos rodean… pidamos el don del Espíritu para cada una de las personas a las  que estamos viendo en este lugar… (se deja un tiempo)… pidamos el don del Espíritu para aquel de entre nosotros que más lo necesite…
“Todos quedaron llenos del Espíritu Santo…”: Oremos pidiendo, por medio de María Corazón Inmaculado el Espíritu que nos llene de la vida de Dios, que nos transforme porque no somos capaces de cambiar por nosotros mismos, que nos convierta en los cristianos que hoy el mundo necesita, que nos convierta en hombres y mujeres nuevos…
El Espíritu de Dios sopla donde quiere e impulsa lo que encuentra a su paso. A Dios se lo experimenta en la vida. El Espíritu, es como un viento, como una fuerza interior que nos mueve. Es sentir que el Espíritu de Dios entra por la ventana de nuestro corazón con un viento de vida q renueva todo lo q toca.
 Pentecostés es la fiesta de los tiempos nuevos que nos lleva a experimentar q la renovación y el cambio son posibles. El Espíritu nos conduce con una fuerza nueva e irresistible y nos fortifica.
 Es el gran regalo de Dios a los jóvenes y a cada uno de ustedes. Alienta sus vidas, fortalece sus trabajos, quita sus temores, los impulsa a ser activos y dinámicos en la tarea de transformar la realidad.
"Limpia los pecados, riega las arideces y cura las heridas; suaviza la dureza, elimina con su calor la frialdad y endereza los caminos"
Les concede la multiplicidad de sus dones para que puedan vivir en plenitud el seguimiento de Jesús y ser protagonistas y testigos de la Civilización del Amor:
* La Audacia, que los hace capaces de asumir tareas sin temor a las dificultades, superar la tentación de caer en la apatía y el desánimo frente a lo que aparece como imposible de cambiar y los lleva a poner su confianza en Dios y a dejarse guiar por él;
* El Dinamismo, que los mantiene inquietos y los llena de energía para participar en la vida de la comunidad, aportar sus iniciativas y sus capacidades de realización y celebrar activamente la presencia de Dios en sus vidas;
* La Espontaneidad, que les permite expresarse libremente como son y cómo se sienten, superar las visiones estructuradas y formalistas del mundo que los rodea, responder con gestos oportunos a los desafíos y acontecimientos de la vida diaria y celebrar su fe con sencillez y entusiasmo;
* La Amistad, que los hace querer y dejarse querer por las personas, gustar de las acciones grupales y de la vida en comunidad, disfrutar la gratuidad de los momentos para encontrarse y compartir y ser así manifestación del amor de Dios;
* El Espíritu de Lucha, que los ayuda a hacer suyas las aspiraciones del pueblo, a comprometerse en la defensa de la vida y de los derechos humanos, a no desanimarse o cruzarse de brazos frente a las situaciones de pobreza e injusticia y a jugarse siempre por la causa del Reino;
* La Solidaridad, que los impulsa a hacer suyo el espíritu del Buen Samaritano (Lc 10,25-37), a ser sensibles para compartir las miserias de la condición humana y la pasión de los hombres y mujeres de su pueblo y a no cansarse de levantar a los caídos del camino y ofrecer esperanza a los que viven en la marginalidad;
* La Alegría, que los motiva a seguir celebrando la fiesta de la vida aún en medio de las dificultades y obstáculos de cada día, porque en ella Dios se hace presente para renovar el triunfo de la vida sobre la muerte y reafirmar el compromiso de todos;
* la Creatividad, que despierta los intereses y articula los sentimientos más hondos del corazón de los jóvenes, les permite expresar a través del arte, la poesía, la música y el baile, la presencia de Dios Creador en medio de su pueblo y les ayuda a comprender mejor y profundizar el misterio mismo de la vida.
El Espíritu es una fuente inagotable de imaginación, de creatividad y de vida. El mismo empuja a los jóvenes a "vivir según el Espíritu" (Gal 5,16), los invita a formar comunidades (Hch 2,42-47), los envía como misioneros (Mt 28,18-20) especialmente a los no evangelizados (Hch 13,46-48) y los invita a estar atentos para discernir a la luz de la palabra, los signos de los tiempos a través de los cuales se sigue manifestando en la historia.
En medio de las cambiantes realidades culturales del mundo actual, el Espíritu llama a los jóvenes a revivir la experiencia de Pentecostés. "El Espíritu Santo está suscitando generaciones nuevas de jóvenes alegres, profundos, comprometidos" Les ofrece su fuerza y su aliento de vida para dejar de lado los sueños de construir babeles individualistas y colaborar en la construcción de ámbitos vitales de comunión y participación que hagan realidad el proyecto de Jesús.
Se responde: “Ven Espíritu Santo y transfórmanos”.
Sabiduría: Roguemos para que seamos sabiduría y sal de la tierra. Que nuestra sal de cristianos no se vuelve sosa, porque entonces no sirve para nada Danos, Señor, el don de la sabiduría.
Entendimiento: Ilumina, Señor, nuestro corazón, para que sepamos descubrir tu voluntad y el camino de nuestra vocación. Queremos ser luz para los demás y llevar la luz del Evangelio a todo el mundo.
Consejo: Te pedimos por los sacerdotes, los religiosos, las religiosas, todos los consagrados y los que se preparan para ordenarse o hacer los votos. Que vivan con fidelidad su vocación siguiendo los consejos evangélicos y siendo ejemplo tuyo en la sociedad de hoy
Fortaleza: Señor, tú dijiste: “El que quiera seguirme, que cargue con su cruz y me siga”. Aquí estamos, dispuestos a hacer tu voluntad. Pero que tu Espíritu nos ayude en nuestras debilidades.
Ciencia: Que todos los que se dedican a la investigación y a la enseñanza lo hagan para el verdadero progreso de la humanidad. Que también haya jóvenes dispuestos a dar a conocer lo que supera toda ciencia: el amor de Dios revelado en Jesucristo.
Piedad: Espíritu Santo, Maestro interior enséñanos a orar. Te pedimos por las vocaciones contemplativas, que son como el corazón de la Iglesia, oculto y en el interior, pero necesario para su vitalidad.
Santo temor de Dios: Señor, ayúdanos a vivir una vida entregada al servicio de los demás, limpia en nuestras costumbres y fiel a tu voluntad, según los Mandamientos y el espíritu de las Bienaventuranzas.

ESPÍRITU SANTO,
sé voz profética en nuestros grupos y comunidades,
háblanos de lo concreto y dinos que hacer,
haz que nuestras acciones vuelen con nuestros sueños,
no dejes que reinen en nuestros corazones los esquemas del mundo,
denuncia nuestros conformismos e instalaciones,
hincha las velas de nuestros anhelos más evangélicos,
destruye nuestros miedos y temores al riesgo,
libera nuestros cuerpos para lo nuevo,
da luz a nuestras miradas para ver
lo más urgente, oportuno y eficaz,
ábrenos a tu llamada a lo diferente,
disponnos al discernimiento comunitario de tus signos.
ESPÍRITU SANTO,
exígenos, denúncianos, ilumínanos, consuélanos,
sé voz profética en nuestra conciencia,
háblanos en lo concreto a nosotros,
pobres y desorientados,
que nos ponemos en tu presencia.
Arde entre nosotros con tus dones
para que seamos luz y sal,
signo y símbolo de lo nuevo, del Reino de Dios
que ya está entre nosotros. Amén.
Locutor: - Un hombre de Dios bajó al pueblo para anunciar a sus habitantes un mensaje divino.
Hombre de Dios: Alégrense porque el Espíritu Santo de Dios será derramado sobre todos ustedes.
Locutor: Aquella noticia les llenó de entusiasmo e hicieron todos los preparativos para recibirlo.
Pero al llegar el momento indicado, solo unos pocos lo recibieron y pudieron beneficiarse de todos sus dones; a los demás, les pasó desapercibido aquél Espíritu.
(Del pueblo solo unos pocos habitantes se muestran alegres, sonriendo, trabajando y ayudando, los otros se muestran enojados por no haberlo recibido).
Éstos, viendo lo alegres que estaban, se marcharon indignados, en busca del hombre de Dios para protestar por lo ocurrido.
(Quienes no recibieron el Espíritu se reúnen en frente del hombre de Dios y se genera una discusión, hablan varios a la vez):
Pueblo: - A nosotros no nos paso nada! Porque? Queremos saberlo? ¿No era q el Espíritu Santo iba a ser derramado sobre todos nosotros?.
Hombre de Dios:
-De nada vale que venga la fuerza del viento, si las velas de vuestros barcos no están desplegadas para dejarse llevarse por él.
Pueblo: (demuestran enojo)
-Pero si nosotros no vimos venir ningún viento! ¿Qué queres decir con eso de abrir las velas de nuestros barcos? No entendemos nada. Nosotros Sólo vimos salir el sol como todos los días, y nada más.

Y el hombre de Dios les respondió:
-El Amor gratuito, al igual que el viento, no pueden verse con los ojos, solo puede percibirse desde el corazón. Y por lo que parece, vuestros corazones están cegados, porque no se dejan arrastrar por la fuerza del Amor que continuamente Dios está derramando sobre vosotros.
Al escuchar estas palabras, le preguntaron:
-¿y que tenemos q hacer para dejar de estar ciegos? Eh! (q hablen dos o tres)
Y aquél hombre les respondió:

-Cuando dejéis de ver salir el sol con la rutina de todos los días; cuando dejéis de dar por supuestas tantas cosas que los rodean, y que son un regalo gratuito del que solo podréis disponer ese día. Entonces, y solo entonces, estaréis preparados para ver y percibir al Espíritu que los sostiene y los envuelve cada día."

miércoles, 11 de mayo de 2016

ORAR CON MARÍA
Estamos en uno de los meses del año más boni­tos: es el mes de las flores, el mes de María. Nos fijamos en los ingredientes con que María aderezaba su oración:
Contemplación
Que equivale a estar siempre a la escucha de Dios, ser testigo de cada acontecimiento, llevarlo al fondo del alma y descifrar allí lo que Dios nos quiere decir.
Disponibilidad 
Porque quien ora no necesita agenda para sus días ni ma­pas para sus caminos.  Orar es dejar que Dios haga cosas grandes dentro de nues­tra pequeñez.
Alabanza
Rezar con María es repetir a cada paso su “Magníficat”. Aprender el oficio de cantor de las maravillas de Dios.
Servicio
Apenas el ángel de la Anunciación deja a María, corre ésta a la montaña en ayuda de su prima. Por eso, orar con Ma­ría, es convertir la oración en servicio eficaz.
Fidelidad
María es Maestra de un estilo de orar centrado en la fideli­dad de Dios. Y nosotros qué cerca estamos siempre del desaliento. 
Palabra de Dios
“Todos ellos hacían constantemente oración en común con las mujeres, con María, la madre de Jesús, y con sus her­manos.
Hermanos, procurad que nadie devuelva a otro mal por mal; tened siempre por meta el bien, tanto entre vosotros como para los demás. Estad siempre alegres. Orad sin cesar. Dad gracias a Dios en todo porque esto es lo que Dios quiere de todos vosotros".
LA ALEGRÍA COMO UN TORRENTE
Imagina un desfiladero profundo. Un camino más bien agreste. Mucho verde, rocas, árboles. Al fondo se oye el agua de un río que corre. Y a medida que avanzas kilómetros por ese sendero, que a veces baja y luego vuelve a subir, en algún momento el agua está cerca, a la vista, casi puedes tocarla. Otras veces desaparece y sólo se oye como un rumor o un murmullo. Pero está ahí. Y tú en el camino a veces te sientes cansado, y otras lleno de energía. Tal vez has parado a recuperar fuerzas. Ahora vas hablando con tus gentes, o cantando, y luego hay silencio. Hoy hay sol, y tal vez mañana habrá tormenta. Pero el murmullo del torrente, el agua que corre está ahí.
          La alegría profunda del Evangelio es algo así. Es encontrar, en el fondo, un manantial fresco, una fuerza vital que, por más piedras y barreras que encuentre, siempre encontrará un espacio para ser parte de tu vida cotidiana, de los momentos fáciles y los problemas, del canto y del silencio.

¿Podrías decir que el evangelio es para ti fuente de alegría?
En concreto ¿qué tiene de buena noticia, de esas que te alegran el día?
MARÍA, BIENAVENTURADA
Los hombres vamos haciendo realidad la “profecía” de María: “Me llamarán dichosa todas las gentes”. María es la mujer a la que cantan todos los pueblos, celebrando su fidelidad a Dios. María es grande porque se reconoce humilde ante Dios, por la madurez y naturalidad con que María asume el misterio en medio de la soledad.
Feliz tú, María.
1. Feliz tú, María, que has creído. A pesar de las oscuridades y dudas, a pesar de lo difícil del camino has creído en el plan de Dios. 
2. Feliz tú, María, que, después de aceptar el plan de Dios sobre ti, acogiste con paz todas las sorpresas que Dios te iba preparando.
3. Feliz tú, María, por reconocerte pequeña ante Dios; por reconocer que las maravillas que había en ti eran obra de su amor.
4. Feliz tú, María, que te entregaste en manos de Dios y desde entonces viviste llena de su Espíritu. Feliz tú, María, que te conviertes en Madre de todos los hombres y nos haces hermanos.
Palabra de Dios (Lc 1, 46-49)
María dijo:
“Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se alegra en Dios, mi salvador, porque se ha fijado en la humildad de su esclava.
Desde ahora me felicitarán las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí”.
MARÍA MUJER DE ESPERANZA
¿Qué es la esperanza?
Es esa disposición para seguir luchando cuando todo parece cuesta abajo. Cuando nubarrones amenazan tormenta.
Cuando uno no entiende, o no cree, o no sabe por dónde seguir.
María, Tú esperaste, en ese adviento primero inesperado, al niño cargado de promesas.
Y esperaste, viéndole crecer, a ver qué sería de su vida.
Le esperaste cuando se echó a los caminos.
A veces ibas detrás, y te fuiste haciendo discípula, también tú.
Esperaste, atravesada por el dolor, al pie de la cruz.
Y luego, con los que se encerraban, temerosos, también allí estuviste, siendo para ellos madre y amiga.
Y con ellos confiaste. Hasta que se hizo la Luz.
Y por eso me invitas, también a mí, a fiarme, y a esperar, activamente.
Esperar en Dios, en este mundo, y su reino, que juntos habremos de ir construyendo, entre muchos.
¿Qué espero hoy de Dios?
¿Y de la vida?
¿Y de mí mismo?
EVANGELIO DEL DÍA
Lectura del santo evangelio según san Juan (17,11b-19):

En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo: «Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que ellos mismos tengan mi alegría cumplida. Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Conságralos en la verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Y por ellos me consagro yo, para que también se consagren ellos en la verdad.»
REFLEXIÓN
Jesús comienza su oración dirigiéndose al «Padre Santo». Una invocación con la que recuerda y subraya que su origen está en el Dios trascendente, «fuera» o diferente del mundo y de sus criterios. Y también ese Padre Santo es su destino definitivo.  Fue el Padre quien le envió al mundo para salvarlo, y a tal fin, Jesús mismo fue «santificado», es decir, que recibió el Espíritu del Amor (recordemos su Bautismo en el Jordán, y también nuestro propio bautismo), que le hizo sentirse en todo momento como «hijo amado del Padre». Así Jesús queda «santificado» o consagrado a Dios, para poder llevar a cabo la misión encomendada: hacer presente en el mundo el Amor de Dios, y transformarlo todo con los criterios, y los deseos de Dios, ese proyecto que llamamos «Reino». Así también él será «santificador», como su Padre.
             Cuando decimos que algo (o alguien) es «santo», estamos diciendo que pertenece al ámbito de Dios, que Dios se hace allí presente de alguna forma, que a través de ello encontramos a Dios. Jesús es el «Santo» por excelencia, porque él es la presencia y la revelación de Dios en nuestro mundo, que llegará a su punto culminante en la «hora» de la su muerte y resurrección. Entonces se mostrará lo que significa que Dios es Amor, que Dios es Vida, que Dios Salva... y también sabremos cuál es la plenitud y el destino del hombre, al ser totalmente santificado. Es lo que aquí se llama «la Verdad». 
             Por eso, cuando Jesús ora pidiendo al Padre Santo que los suyos sean consagrados en la verdad, está pidiendo por una parte que entren en nosotros, hasta el fondo, transformándonos, los valores y criterios del  Evangelio y haciéndonos evangelizadores... Pero también está rogando que haya una profunda intimidad personal, una comunión plena con el propio Jesús, que es la Verdad.  A eso se refiere la plegaria de Jesús: «guárdalos del mal»
Dicho con otras palabras: perteneceremos a Dios, seremos santos y santificadores, mantendremos en nosotros los criterios y valores de Dios... en la medida en que mantengamos la comunión, el amor de Dios en nosotros (precisamente ese amor es el Espíritu). Como dice el propio Jesús: Tu «palabra» es verdad (el Evangelio), pero también tu «Palabra» (Jesucristo) es verdad.
              Así entendemos ese deseo de Jesús: «Que sean uno». La intimidad-unidad de Jesús con el Padre Santo le ha resguardado, apoyado y guiado en su tarea en el mundo. Y los que somos enviados por Jesús y en su nombre, sólo saldremos adelante en nuestra misión si mantenemos la unidad con el Padre y el Hijo en el Espíritu... y ¡también la unidad entre nosotros! Porque nuestra comunión-unidad «revela», testimonia  y ofrece la comunión con el Dios Salvador, con el Dios Amor.
              Palabras densas, profundas, gozosas... que más que pensar mucho... son una llamada a contemplarlas, a orarlas, saborearlas despacio,  y descubrirlas como claves de nuestro caminar cristiano. Para que ninguno de nosotros «se pierda».



miércoles, 4 de mayo de 2016

Después de este puente nos encontramos de nuevo aquí. Una semana y un mes de estreno para seguir formándonos como personas.
Señor: Me cuesta comenzar el día,
porque sé que es una nueva tarea,
un nuevo compromiso, un nuevo esfuerzo.
Ayúdame a comenzarlo con entusiasmo,   
con alegría, con ilusión nueva.
Sé que estás a mi lado:  
en mi familia  
en mis amigos,  
en las cosas, en mi propia persona.
Gracias por sembrar paz, solidaridad,
amor, entre mis hermanos.
Y sé, Señor, que esta tarea  
la comienzan cada mañana
muchos hermanos míos  
de cualquier punto de la tierra;
y eso me alienta y empuja.
También te pido por ellos,
y con ellos te digo: ¡Buenos días, Señor!  

Comenzamos pues nuestros minutos de oración ¿Para qué sirve un minuto?
 Un minuto sirve para sonreír, sonreír para el otro, para ti y para la vida.
Un minuto sirve para ver el camino, admirar una flor, sentir el perfume de la flor, sentir el césped mojado, percibir la transparencia del agua.
Un minuto sirve para escuchar el silencio.
Es en un minuto en que uno dice el sí, o el no que cambiará toda su vida.
Un minuto para un apretón de mano y conquistar un nuevo amigo.
Un minuto para sentir la responsabilidad, pesar en los hombros, la tristeza de la derrota, la amargura de la incertidumbre, el hielo de la soledad, la ansiedad de la espera, la marca de la decepción, la alegría de la victoria.
En un minuto se puede amar, buscar, compartir, perdonar , esperar, creer, vencer y ser.
En un minuto se puede salvar una vida.
Tan sólo un minuto para incentivar a alguien o desanimarlo.
Un minuto para comenzar la reconstrucción de un hogar, de una vida.
Minutos…….. cuantas  veces los dejamos pasar sin darnos cuenta, pero también cuantas veces traemos a nuestra vida los recuerdos de los minutos vividos llenos de felicidad, de alegría y tristezas.
Con frecuencia decimos ”es un minuto” que nos parece nada, pero cómo se aprecia ese minuto al levantar la mano y saludar a un amigo que se va para siempre, como se valora ese minuto que hace que lleguemos tarde a nuestro trabajo, como se espera ese minuto que nos lleva a reunirnos con los que amamos, cómo nos llena de emoción ese minuto al que se entrega al hilo al nacer y como también que la vida otorgue más minutos a que la muerte separará físicamente y no veremos más.
Un minuto parece increíble, parece tan poquito, y sin embargo, puede dejar una huella tan profunda en nuestra vida.
Lo importante no es vivir la vida por qué sí, dejando pasar el tiempo.
Aprendamos a vivir la vida intensamente.
Aprendamos a no posponer las emociones más lindas de la vida pensando que  ” sí no es hoy , será mañana “.
Recuerda que tu tiempo es hoy.
La vida es hoy.
Que el reloj de tu vida marque cada minuto al compás de los latidos de tu corazón para ello sigue fielmente los siguientes consejos:

1.      Sonreír ¡Un cristiano siempre es alegre!. No nos damos cuenta pero cuando sonreímos aligeramos la carga a quienes nos rodean. Cuando vamos por la calle, en el trabajo, en la casa, en la universidad. La felicidad del cristiano es una bendición para los demás y para uno mismo. ¡Quién tiene a Cristo en su vida no puede estar triste!
2.      Dar las gracias siempre (aunque no "debas" hacerlo).Nunca te acostumbres a recibir porque lo necesitas o porque tienes "derecho a". Todo lo recibes como un regalo, nada te "lo deben" aunque hayas pagado por ello. Da siempre las gracias. Es más feliz quien es agradecido.
3.      Recordarle a los demás cuánto los amas. Tú sabes que los amas ... ¿y ellos? Las caricias, los abrazos y las palabras nunca sobran. Si Jesús no se hubiera hecho carne, nosotros jamás habríamos entendido que Dios es Amor.
4.      Saludar con alegría a esas personas que ves a diario. Seguro es quien abre la puerta, quien limpia, quien contesta las llamadas. Lo ves a diario y al saludarlo le recuerdas que es importantísimo lo que hace. Tanto tu trabajo como el de él/ella se hace más a gusto si le haces ver que es valioso para otros, que su presencia cambia las cosas.
5.      Escuchar la historia del otro, sin prejuicios, con amor. ¿Qué puede hacernos más humanos que saber escuchar? Cada historia que te cuentan te une más con el otro: sus hijos, su pareja, la jefa, el profesor, sus preocupaciones y alegrías ... tú sabes que no sólo son palabras, son partes de su vida que necesitan ser compartidas.
6.      Detenerte para ayudar. Estar atento a quien te necesita. ¿Qué más podemos decir? No importa si es un problema de matemáticas, una simple pregunta o alguien que tiene hambre ¡jamás sobra la ayuda! Todos necesitamos de los demás. Aunque suelas ayudar, recuerda que tu también eres necesitado.
7.        Levantarle los ánimos a alguien. Sabes que no anda bien o nada bien y no sabes qué hacer. Decides sacarle una sonrisa para hacerle saber que no todo es malo. Siempre es bueno saber que hay alguien que te ama y que estará siempre a pesar de las dificultades.
8.      Celebrar las cualidades o éxitos de otro. Solemos callarnos lo que nos gusta y nos alegra de los demás: sus éxitos, sus cualidades, sus buenas actitudes. Simples frases como "¡Felicidades!", "Me alegro mucho por ti" o "Ese color te queda muy bien" le han hecho el día a tu compañero y nos ayudan a vernos entre nosotros como Dios nos ve.
9.      Ayudar cuando se necesite para que otro descanse. Esto se vive en las familias: cuando uno descansa otro trabaja. Nada más hermoso que saber que alguien más ya comenzó a hacer algo que necesitabas por ti o que siempre puedes pedir ayuda. Cuando nos ayudamos mutuamente a llevar las responsabilidades diarias la vida es más llevadera.
10.   Corregir con amor, no callar por miedo. Corregir es un arte. Muchas veces nos encontramos en situaciones que no sabemos manejar. El mejor método es el amor. El amor no sólo sabe corregir, sino que sabe perdonar, aceptar y seguir adelante. No tengas miedo de corregir y ser corregido, eso es una muestra que los demás apuestan por ti y quieren que seas mejor.
11.   Seleccionar lo que no usas y regalarlo a quien lo necesita. ¿Te has imaginado alguna vez que tu playera favorita de cuando tenías 17 años, ahora es la playera favorita de una adolescente que no tiene mucho que ponerse? Si eres hermano mayor, lo sabes. Por eso es bueno acostumbrarnos a valorar lo que tenemos y si tenemos más de lo que necesitamos, regalarlo nos ensancha el corazón y protege del frío a otro.
12.   Tener buenos detalles con los que están cerca de ti. Sabes lo que le gusta mejor que nadie, ¿por qué no aprovechar eso? Nada se disfruta más que aquello que es dado con amor, él se gana unos minutos de descanso y tú una sonrisa auténtica. Salir de uno mismo y pensar en los demás siempre es mejor y alegra el corazón.
13.   Limpiar lo que uso en casa. Si vives con tu familia o ya vives fuera de casa, sabes lo importante que es recoger y limpiar lo que usas. Hay una voz dentro de ti que te dice que deberías ayudar un poco más de lo que quisieras... Y sorprendentemente te sientes muy bien de hacerlo.
14.   Ayudar a los demás a superar obstáculos. De chiquitos lo hacíamos, ¿por qué no hacerlo ahora? Ayudarle a alcanzar el transporte, a cargar sus maletas, a cruzar la calle o regalarle unas monedas para que pueda pagar. Esos detalles nunca se olvidan. Eres el extraño que aún cree en la humanidad.
15.   Llamar por teléfono a tus abuelos. Ahora tú te mueves solo, pero tus abuelos han cuidado de ti durante tu infancia, han sido tu apoyo y el de tus padres, pero ellos se conmueven cuando les haces saber qué piensas en ellos. Estar atentos a lo que necesitan o simplemente saber cómo están es algo que no te cuesta mucho y es un gesto enorme de gratitud.

Enséñanos, Señor,
el valor de lo sencillo,
el valor de los pequeños detalles.
Que no pensemos hacer grandes
cosas el día de mañana,
descuidando las pequeñas cosas
que podemos hacer hoy.
Queremos prestar atención
a los que nos rodean,
sobre todo a los que pasan
alguna necesidad.
Ayúdanos a comprometernos
con los que están más cerca:
la familia, los amigos,
los compañeros de clase,…  .AMÉN

Los animales del bosque se dieron cuenta un día de que ninguno de ellos era el animal perfecto: los pájaros volaban muy bien, pero no nadaban ni escarbaban; la liebre era una estupenda corredora, pero no podía volar ni sabía nadar... Y así todos los demás. ¿No habría una manera de establecer una academia para mejorar la raza animal? Dicho y hecho. En la primera clase de carrera, el conejo fue una maravilla, y todos le dieron sobresaliente; pero en la clase de vuelo subieron al conejo a la rama de un árbol y le dijeron: “¡Vuela, conejo!”. El animal saltó y se estrelló contra el suelo, con tan mala suerte que se rompió dos patas y fracasó también en el examen final de carrera. El pájaro fue fantástico volando, pero le pidieron que excavara como el topo. Al hacerlo se lastimó las alas y el pico y, en adelante, tampoco pudo volar; con lo que ni aprobó la prueba de excavación ni llegó al aprobadillo en la de vuelo.
Convenzámonos: un pez debe ser pez, un estupendo pez, un magnífico pez, pero no tiene por qué ser pájaro. Un hombre inteligente debe sacarle punta a su inteligencia y no empeñarse en triunfar en deportes, en mecánica y en arte a la vez. Una muchacha fea difícilmente llegará a ser bonita, pero puede ser simpática, buena y una mujer maravillosa... porque sólo cuando aprendamos a amar en serio lo que somos, seremos capaces de convertir lo que somos en una maravilla.
Anthony de Mello


Amen.

Las siguientes palabras fueron escritas en la tumba de un obispo anglicano (1100) en las criptas de la abadía de Westminster:
Cuando era joven y libre, y mi imaginación no tenía límites, soñaba con cambiar el mundo.
Al volverme más viejo y más sabio, descubrí que el mundo no cambiaría. Entonces acorté un poco mis objetivos y decidí cambiar sólo mi país. Pero también él parecía inamovible.
Al ingresar a mis años de ocaso, en un último intento desesperado, me propuse cambiar sólo a mi familia, a mis allegados; pero, por desgracia, no me quedaba ninguno.
Y ahora que estoy en mi lecho de muerte, de pronto me doy cuenta: Si me hubiera cambiado primero a mí mismo, con el ejemplo habría cambiado mi familia; a partir de su inspiración y estímulo, podría haber hecho un bien a mi país y quién sabe, tal vez incluso habría cambiado al mundo.

Gracias, Señor…
Gracias, Señor, por tu amistad,   
Gracias, Señor, por el amor de amigo que nos ofreces.   
Gracias, Señor, porque eres siempre fiel.  
Quiero ser capaz de entender tu amistad;  
quiero entender por qué fuiste capaz de hacerte hombre   
para ser amigo del hombre;   
quiero entender tu paciencia en esperar  
un nuevo sí de cada hombre.
Quiero vivir las exigencias de la amistad:  
comprender... antes que ser comprendido;   
deseo de ayudar...  antes que ser ayudado;
deseo de servir... antes que ser servido;
deseo de dar... antes que recibir.   
En el momento de la dificultad,
no permitas que me aleje de ti.
En mis horas de debilidad, sé tú más amigo.   
En los momentos de desaliento, llámame.  
Cuenta, Señor, con mis brazos   
dispuestos para construir una ciudad eterna.

miércoles, 27 de abril de 2016

 
TOLERANCIA

Enero 1110. Toledo. La ciudad de Toledo da un ejemplo de tolerancia y respeto cultural al mundo entero con la creación y mantenimiento de su Escuela de Traductores. Este ejemplo perdurará para siempre.

En la ciudad de Toledo se produce un hecho nuevo en la historia de la humanidad. Consiste en la unión de tres razas y culturas, con frecuencia adversarias y en guerra entre ellas, para defender y difundir el patrimonio cultural de la humanidad.

Sabios y filósofos judíos, cristianos y árabes comparten desde hace breve tiempo la tarea de conservar y traducir las obras clásicas de la antigüedad. Sus trabajos se centran en divulgar la obra del filósofo Aristóteles, maestro de la filosofía griega del que no se habla desde hace casi seiscientos años.

Gracias a este esfuerzo común de los sabios de la Escuela de Traductores de Toledo, que no reparan en diferencias étnicas ni religiosas, se están salvando multitud de obras clásicas de las que tan sólo se conserva un ejemplar, y que de no ser por ellos se perderían para siempre.

Entre los grandes maestros que allí trabajan hay que citar a: Al-Farabí, Averroes, Avicena, Juan de España, Miguel Scoto... Nombres que la humanidad debe recordar no sólo como modelo de ciencia, sino también como ejemplo de respeto entre razas y culturas.

Nuestra sociedad actual favorece una cultura en la que hay un nuevo intercambio étnico entre pueblos del Norte y Sur. En lugar de desconfiar y desacreditarnos, hay que volver la mirada a ejemplos de respeto como el que nos ofrece la Escuela de Traductores de Toledo.



Vivir a corazón abierto - ¿De quién es partidario mi corazón?

«Donde está tu tesoro allí está tu corazón» (Mt 6, 23)
De vez en cuando conviene volver a hacerse esa pregunta.
¿Dónde pongo las expectativas, los anhelos, las ilusiones? Si es en un espejo o es en el dinero, o en la comodidad o la diversión. O en los aplausos, o el éxito. O en algunos nombres. O en la fe. Y la justicia. Y la gente.
Es importante saber qué es lo que me llena, lo que me inquieta, lo que me ocupa y me preocupa, a lo que le doy la oportunidad de quitarme la tranquilidad. Porque ahí es donde estoy viviendo con más implicación.
¿Dónde está hoy tu corazón?   
El valor de las palabras 
Parece mentira, todo lo que pueden llegar a hacer. Cómo acunan o cómo golpean. Cómo hieren o cómo acarician y sanan. Sinceras o falsas, pensadas o espontáneas… son uno de nuestros mayores tesoros. Las decimos, las escribimos, las leemos y compartimos. Aprendemos con las palabras prestadas de otros, y quizás también nosotros llegamos a decir algo que merezca la pena… para alguien. Hablamos, y en el hablar y en la escucha, a veces, nos encontramos… Jesús es Palabra de Dios. Palabra auténtica, de amor y pasión por nosotros. ¿Y yo? ¿Qué palabra soy?
Mejor callar
Hay palabras que es mejor no decir.
Porque no hacen falta.
Porque juzgan sin intentar comprender.
Porque son falsas.
Palabras de maledicencia o de crítica injusta, de chismorreo y de condena.
Palabras innecesarias, o cháchara para llenar silencios que asustan.
Palabras de burla que ignoran el dolor del débil.
Palabras que apuñalan por la espalda.
Es mejor callar aquello en lo que sabemos que no estamos siendo honestos, o aquello que no diríamos en persona.
Aquello que levanta muros y genera desconfianzas y fracturas.
Es mejor callar lo que envenena los sueños y marchita las vidas. ¿Qué palabras están de más en tu hablar?
¿Qué sería mejor callar?
               El amor verdadero no se pesa
«Dad y os darán: recibiréis una medida generosa, apretada, remecida y rebosante» (Lc 7, 38)

               Decía Calderón de la Barca: «Que cuando amor no es locura no es amor».
               Y es que dar paso a la lógica divina del amor es una locura para cualquiera. Cuando leemos el evangelio con el corazón nos damos cuenta de que el amor de Dios no es cicatero. No se puede calcular. Ni se mide ni se pesa. La medida de la generosidad de Dios es tan desconcertante, abundante y tan difícil de imaginar como las estrellas del universo; tan difícil de medir como los granos de arena de una playa; tan sin fin como las gotas de un inmenso océano.
               Así, en el evangelio, el padre misericordioso no calculó el amor con el hijo pródigo. Lo derrochó. Y el que contrató a los jornaleros de la última hora y les dio el mismo salario que al resto, no reservó su extrema generosidad.

               Cuando somos capaces de liberarnos de las cadenas de una deuda y abandonamos nuestros precisos cálculos, permitimos que en nuestra vida entre un Amor que solo puede crecer. Siempre es más y no sabe de números. Tiende a infinito y brota a borbotones. 

miércoles, 20 de abril de 2016

Un nuevo miércoles, pero en este caso no es un miércoles cualquiera, es el anterior a la confirmación de nuestros chicos, y aquí de nuevo reunidos para orar, y para pedirte Señor que les acompañes en este camino que han decidido tomar.
Buen momento para reflexionar sobre lo que significa la oración, para pensar que entendamos que es el mejor camino para mantener viva la llama del Espíritu que desciende sobre nosotros el día de nuestra confirmación
 Palabra de Dios (Lc 6,12; Lc 5,15)  
“Por aquellos días fue Jesús a la montaña a orar, y pasó la noche orando a Dios.  Su fama se extendió mucho, y mucha gente acudía para oírlo y para que les curase las enfermedades. Pero él se retiraba a los lugares solitarios para orar”.   
Reflexión. Oración de un joven de 18 años
¿Mi oración? Es algo muy simple y al mismo tiempo muy complejo. Es hablar con Dios, darle gracias, pedirle, estar con Él, alabarle, recordarle durante todo el día. En la oración, como en la vida, se pasan temporadas de todo: gustos sensibles, sequedad, cansancio, alegría, esperanza...
La oración es una vivencia del Espíritu y, como todo lo que es del Espíritu, resulta difícil concretar y a veces también de experimentar. La oración para mí es cavar en un terreno seco en el que, de vez en cuando, encuentras un manantial de agua fresca. Ese encuentro te alegra tanto, te dan tanta fuerza, que sigues de nuevo cavando y cavando aunque tardes en volver a encontrar agua.   
¿Dificultades? ¡Muchas: cansancio, desánimo, falta de ganas de quedarte en soledad con Dios. Cuando las cosas van bien, es más fácil. Te siente “recompensado” por Dios. Pero cuando no obtienes lo que pides... ¡qué difícil es aceptar que ése es el plan de Dios para ti! ¿Gozos? ¡También muchos! Dios se te hace presente y un solo instante de su compañía hace que te sientas tan feliz como el que más.  
Oración:
Despierta, Señor, nuestros corazones, que se han dormido en las cosas y ya no tienen fuerza para amar.  
Despierta, Señor, nuestra ilusión que se ha apagado en ilusiones pobres.   
Despierta, Señor, nuestras ganas de felicidad, porque nos perdemos en diversiones caducas.   
Despierta, Señor, nuestro corazón que se ha interesado y no sabe del amor que se entrega gratuitamente al pobre.  
Despierta, Señor, todo nuestro ser, porque hay camino que sólo se hacen con los ojos abiertos para reconocerte. 

Al tocar la luz del día mis ojos, Señor,
mi corazón se levanta hacia tí en busca de tu mirada.
Escucha las palabras de quien siente la vida de nuevo,
y estate atento, Señor; cercano a mi mano abierta,
Dá respuesta a mi pregunta; ayúdame en mi inquietud,
tú que eres mi Señor, en quién yo confío.

A tí abro mi ser, mis ganas de vivir, mi despertar;
de mañana en tus manos pongo mis miedos, mis ilusiones;
de mañana, en tus ojos pongo la pureza u sinceridad
de mi búsqueda.
de mañana en tu camino, quiero dirigir mis pasos.
Oye mi voz, Señor, tu que eres bueno y compasivo
y alienta mi vida que busca en tí luz y calor.

Mira, Señor, mi corazón pobre, que como un gorrioncillo
busca abrigo en tus manos, toma mi arcilla
y moldéala según los proyectos que tienes para mí este día
Quiero estar ante tus ojos y dejarme penetrar por tu mirada;
delante de tus ojos, Señor, me siento pequeño y frágil.
Derrama al comenzar la mañana tu ternura y tu bondad
para que mi corazón se sienta fuerte y animoso.

Señor, aparta de mi camino el mal que me rodea,
y no dejes que este día la mentira se adueñe de mí.
dame mansedumbre y humildad para que mi corazón, Señor,
no sea hoy violento ni haga juego sucio a nadie.
Confío en la abundancia de tu amor y camino hacia tí
firme de que me acoges en tu casa. Haz. Señor,
que camine hoy en tu presencia y que tema apartarme de tí.

Guíame, Señor, tu que eres bueno y santo;
guíame hacia la luz y que camine como hijo de la luz;
guíame y allana mi camino para que sea fiel a tu ley.
y tu camino, Señor, Sea hoy la pasión de mi corazón joven,
y que tu Espíritu Santo me ayude en cada paso.

Que mi boca, Señor, sea hoy la expresión de mi interior;
que mis palabras arranquen de lo profundo y sean verdaderas.

Señor, dame un corazón limpio para que te pueda ver,
Señor, dame un corazón de pobre para que viva hoy tu reino,
Señor, dame un corazón misericordioso, para que derrame misericordia,
Señor, dame un corazón lleno de paz, para que sea hijo tuyo,
Señor, dame un corazón que tenga hambre y sed de justicia
para que sea saciado y haga tu voluntad;
Señor, dame un corazón manso para que posea la tierra,
Que mi corazón se alegre y se regocije hoy,
porque todo lo espero de Tí Dios mío.

A tí me acojo, Señor, al comenzar el día, protégeme.
En tí pongo mi confianza como un niño en su madre, ayúdame.
A tí abro mis proyectos y los planes de este día, acompáñame
A tí ofrezco lo que soy y lo que tengo, acógelo.
A tí que eres Dios de la vida, te pido fuerza, anímame.
Mi corazón te ama y, lleno de gozo exulta en tí.

Bendíceme, Señor, guíame por el camino justo;
como un gran escudo defiéndeme, sé mi fortaleza.
Que tus alas, Señor, me cobijen y guarden
mientras yo voy viviendo el día de hoy.

Ayúdame Señor a amar lo que soy y como soy
Señor te doy gracias por lo que soy, por lo que tengo.
Aunque no me suela dar cuenta de tantas y tantas cosas.
Hoy señor te ofrezco mi trabajo y mi esfuerzo.
Porque hoy si sé lo que soy y lo que tengo.
Gracias, Señor


miércoles, 13 de abril de 2016

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (8,1-8):

Aquel día, se desató una violenta persecución contra la Iglesia de Jerusalén; todos, menos los apóstoles, se dispersaron por Judea y Samaria. Unos hombres piadosos enterraron a Esteban e hicieron gran duelo por él. Saulo se ensañaba con la Iglesia; penetraba en las casas y arrastraba a la cárcel a hombres y mujeres. Al ir de un lugar para otro, los prófugos iban difundiendo el Evangelio. Felipe bajó a la ciudad de Samaria y predicaba allí a Cristo. El gentío escuchaba con aprobación lo que decía Felipe, porque habían oído hablar de los signos que hacía, y los estaban viendo: de muchos poseídos salían los espíritus inmundos lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados se curaban. La ciudad se llenó de alegría.
REFLEXIÓN
Acabamos de escuchar que “aquel día, se desató una violenta persecución contra la Iglesia de Jerusalén; todos, menos los apóstoles, se dispersaron por Judea y Samaria”. Y es precisamente esta persecución la que hace posible la difusión del evangelio por las regiones vecinas. Así comienza la segunda etapa del programa misionero propuesto por Jesús “Seréis mis testigos en Jerusalén, en Judea, en Samaría y hasta los confines de la tierra”. Lo que a los ojos humanos era huida y dispersión, un auténtico castigo, en los misteriosos designios divinos se convierte en una nueva oportunidad para que la Palabra de Dios se difunda en otros corazones.
En esta campaña misionera el diácono Felipe es el nuevo protagonista. De hecho, su misión en Samaría  fue todo un éxito: al anuncio de la Buena Noticia del evangelio sigue la liberación y transformación de aquellas gentes que ven cómo su ciudad se llena de alegría. Donde había oscuridad, ahora hay luz.
En mucha ocasiones sucede que los fracasos y momentos difíciles de la vida, si se viven con fe y esperanza en Dios, dan paso a grandes bendiciones que nos ayudan a madurar  y a crecer como personas y como cristianos. Por algo se dice que el momento más oscuro de la noche es el que precede al amanecer: pero hay que saber esperar la luz...Dios está siempre en el horizonte.
Cumplir la voluntad de Dios en nuestra vida esa es la fuerza y seguridad de todo cristiano. Esa fue la actitud de la Santísima Virgen: “Hágase en mi según tu palabra”. No hay mayor tranquilidad en la vida que saber que estoy haciendo lo que Dios mi Padre espera de mí, que soy su hijo.
  
Jesús es un aventurero.

El responsable de publicidad de una compañía o el que se presenta como candidato a las elecciones prepara un programa detallado, con muchas promesas.
Nada semejante en Jesús. Su propaganda, si se juzga con ojos humanos, está destinada al fracaso.
Jesús promete a quien lo sigue procesos y persecuciones. A sus discípulos, que lo han dejado todo por él, no les asegura ni la comida ni el alojamiento, sino sólo compartir su mismo modo de vida.

El pasaje evangélico de las bienaventuranzas, verdadero “autorretrato” de Jesús, aventurero del amor del Padre y de los hermanos, es de principio a fin una paradoja, aunque estemos acostumbrados a escucharlo:
- “Bienaventurados los pobres de espíritu..., bienaventurados los que lloran..., bienaventurados los perseguidos por... la justicia..., bienaventurados seréis cuando os injurien y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos” (Evangelio de Mateo 5, 312).

Pero los discípulos confiaban en aquel aventurero. Desde hace dos mil años y hasta el fin del mundo no se agota el grupo de los que han seguido a Jesús. Basta mirar a los santos de todos los tiempos. Muchos de ellos forman parte de aquella bendita asociación de aventureros. ¡Sin dirección, sin teléfono, sin fax...!

¿Valoras tú como importante el pertenecer al grupo de los seguidores de Jesús?
El Sacramento de la Misericordia
En el año de la misericordia, el papa Francisco quiere que todos podamos experimentar la misericordia en primera persona. Quiere que todos podamos sentir y «palpar», de forma concreta, que Dios no está nunca lejos, y que si volvemos a El, siempre está preparado para abrazarnos, como el Padre de la parábola. De ahí que en el horizonte del jubileo no pueda faltar una clara y explícita referencia al sacramento del perdón, de la reconciliación o de la Misericordia, que nos ayuda a vivir y a experimentar en nuestra propia carne la cercanía del amor de Dios y su misericordia.
Durante el año Jubilar, Francisco enviará Misioneros de la Misericordia, como un signo de la solicitud materna de la Iglesia por el pueblo de Dios. Los obispos podrán disponer de sacerdotes que durante este tiempo estarán más disponibles para la predicación al pueblo y para facilitar que nadie se quede sin ser atendido en sus deseos de acercarse al sacramento, de forma que permita también a muchos hijos alejados encontrar el camino de regreso hacia la casa Paterna.
Nos ha recordado Francisco numerosas veces cómo a la edad de diecisiete años, un día que tenía que salir con sus amigos, decidió pasar primero por una Iglesia. Allí se encontró con un sacerdote que le inspiró una confianza especial, de modo que sintió el deseo de abrir su corazón en la Confesión. Aquel encuentro, dice Francisco «¡me cambió la vida! Descubrí que cuando abrimos el corazón con humildad y transparencia, podemos contemplar de modo muy concreto la misericordia de Dios. Tuve la certeza que en la persona de aquel sacerdote Dios me estaba esperando, antes de que yo diera el primer paso para ir a la iglesia. Nosotros le buscamos, pero es Él quien siempre se nos adelanta, desde siempre nos busca y es el primero que nos encuentra».
Dios es paciente con nosotros porque nos ama. Y quien ama, dice Francisco, «comprende, espera, da confianza, no abandona, no corta los puentes y sabe perdonar». Recordémoslo: Dios no se cansa de perdonar. Dios nos espera siempre, aunque nos hayamos alejado. Es hermoso «descubrir el confesionario como lugar de la Misericordia y dejarse tocar por ese amor misericordioso del Señor que siempre nos perdona».
«Cada uno de nosotros es esa oveja perdida, esa moneda perdida, ese hijo que derrochó su libertad... Pero Dios no nos olvida, el Padre no nos abandona nunca. Es paciente y espera siempre. Respeta nuestra libertad, pero permanece siempre fiel [...] y su corazón está en fiesta por cada hijo que regresa».
La experiencia del perdón de los pecados es que es algo que no podemos dárnoslo a nosotros mismos. El perdón se pide y es un regalo de Dios, un don del Espíritu Santo. Recordemos que es un sacramento que se celebra en el contexto eclesial. El sacerdote no solo representa a Dios, sino también a la comunidad, que se reconoce frágil en sus miembros y por eso alienta y acompaña. En esa solidaridad y «comunión de los santos», tomamos conciencia de que los pecados no se cometen solo contra Dios, sino también contra los hermanos.
El Catecismo de la Iglesia nos habla de los «efectos» del sacramento del perdón: la reconciliación con Dios, con la Iglesia, la recuperación del estado de gracia y amistad con Dios, paz, serenidad, consuelo del Espíritu y aumento de la fuerza espiritual para el combate cristiano.
No te preocupes -recuerda Francisco- de la vergüenza que quizá sientas al acercarte. «Incluso esta es saludable, pues nos hace humildes». Te sentirás liberado y en paz, al sentir que, aún en tu vergüenza, el sacerdote te escucha, te acoge y en nombre de Dios te perdona. Celebrar el sacramento será para ti un momento de gracia en el que te puedes ver envuelto en el abrazo caluroso de la infinita misericordia del Padre.
El sacerdote sabe lo que es el pecado, pues también es un penitente en busca de perdón. Sabe, igualmente, que no es dueño del sacramento, sino un fiel servidor del perdón de Dios; por eso no hará preguntas impertinentes, sino que escuchará con el cariño de un Padre, deseoso de hacer sentir a su hijo la misericordia. Sí, realmente, los sacerdotes han de ser siempre misioneros de la misericordia. No sólo durante la Cuaresma del Año Santo, sino siempre.



miércoles, 6 de abril de 2016

Jesús es el Amigo cercano que se sitúa en nuestro camino y en nuestra realidad concreta, para acompañarnos e iluminarnos como hizo con los discípulos de Emaús cuando iban desanimados  con sus esperanzas frustradas. Todos recorremos con frecuencia el camino de Emaús, desanimados y sin esperanzas. Es fácil soñar despiertos y esperar realidades ajenas a la vida concreta y real. Es fácil soñar conquistas y éxitos; pero no nos resulta fácil reconocer a Jesús cuando estamos encerrados en nuestro pequeño mundo, en sus esquemas y sueños. Pero Él, Jesús de Nazaret, sigue caminando con nosotros como con los discípulos de Emaús y nos devuelve la esperanza si nos abrimos a su persona.

Alguien dijo encontrar a Dios en la naturaleza,
y yo corrí hacia el mar, crucé campos y senderos,
miré en espigas y en flores. Todo hablaba de Dios,
de su poder, de su cuidado y esmero.
Pero no vi a Dios, no estaba allí.
Sólo sabía de Él, rumores y recuerdos.

“Pregunta a los sabios de Dios”, otros dijeron.
Busqué al místico, al teólogo y al alma;
acudí a templos y monasterios.
Escuché santas ideas, comentarios, oraciones, sentimientos...
Ellos vivían con Dios, pero yo no logré verlo.

“Dios bajó hace ya tiempo; busca en los barrios,
en la lucha del hombre por el hombre”, sugirieron.
Busca en la selva, en la cárcel, en las chabolas...”
Y sólo hallé recuerdos, recuerdos de algo que Él dijo,
de interpretaciones, de ideas y de sueños.
Pero Dios no estaba allí; se fue hace tiempo.

Entonces, desencantado, creí que no estaba en ningún sitio,
o que estaba demasiado lejos.
Y busqué en mi corazón otros asuntos.
Al mirar allí, en mi corazón, sentado entre injusticias
y entre miedos, entre dudas, rencores y esperanzas,
entre buenos y malos sentimientos,
estaba Dios sentado y esperando.

Me fui a contárselo a la gente, mi gran descubrimiento.
Y, entonces, encontré que Dios estaba en las montañas,
en las flores, en los monasterios, en los barrios,
en la cárcel, en la Iglesia, en la Biblia...
Resulta que Dios estaba en todos sitios
cuando lo había encontrado dentro.


Cuentan que un día, hace miles de años, una bellota lloró durante semanas bajo un roble anciano. Éste compadeciéndose al fin de ella, le preguntó:
 
—¿Qué te atormenta hermosa bellota? ¿Cuál es el motivo de tu aflicción?

Durante un corto espacio de tiempo contuvo su llanto, sorprendida porque aquel enorme árbol le hubiese llamado hermosa a ella, minúscula y ridícula... No, ni aunque un bosque entero la hubiera llamado hermosa, hubiera creído serlo.

—¿Cómo puedes llamarme hermosa, a mí, que soy tan pequeña que apenas alcanzo a percibir la luz del sol que tapan tus ramas?

—Creo que eres hermosa. Y me entristece que pienses que la belleza sólo se encuentra en el tamaño. ¿Tendría que llorar yo entonces contemplando la montaña? Y ya que has contestado a mi pregunta con otra, permíteme interrogarte de nuevo: ¿Acaso el lirio es menos bello que el río? ¿Crees que el estruendo de la tormenta es más hermoso que el canto del ruiseñor? La belleza se encuentra en el corazón que aprecia aquello que le rodea, indistintamente de su tamaño. Tú serás tan hermosa a mis ojos como yo quiera verte.

—Pero aun así, aunque de verdad fuera bella... ¿De qué me sirve? No valgo para nada. Dime tú, sabio roble, ¿Para qué disfrutar del viento y la luz cuando vivía en tus ramas, si ahora estoy en el suelo cubierta de un polvo que apenas me permite ver? Cuando caí con mis hermanas al menos disfrutaba de su compañía, pero vinieron los cerdos y se las comieron, esparciendo sus cáscaras alrededor de mí.

—Hija mía ¿Ni siquiera te sientes privilegiada por ello? ¿No te acuerdas cuando te acunaba en las noches serenas y te protegía con mis hojas de la lluvia... ? Yo sabía que tú eras especial, única. Te he cuidado y te he mimado porque dentro de ti se encuentra la luz fecunda que ahora desconoces. Eres mi predilecta desde que te vi nacer.

—No lo entiendo. No sé de qué me hablas. ¿Por qué he de ser especial? Mírame bien, soy una bellota menuda, rota, amarga... ¿aun así dices que soy bella y especial? La tierra intenta tirar de mí, y no sé por qué aún me resisto. ¿Cuál es la razón de mi existencia? Soy muy joven pero ya me siento morir. Todo lo que me rodea son motivos de desánimo, no encuentro razones para ser feliz. No puedo ser feliz.

—Querida bellota, te resistes inútilmente a tu destino. Te esfuerzas en vano. Cuantas más energías destines a permanecer fuera de la tierra, antes morirás.

—¿Y así intentas consolarme? Desde siempre te he admirado, tú que eres grande y robusto... incluso te he envidiado. Pero con el tiempo me he conformado con ser lo que soy. Un apéndice de ti, un trocito de madera que arrojaste al suelo para ser devorado por los animales. No he pretendido ser más que eso. Ahora veo que mi vida carece de sentido. Para morir así, hubiese preferido no vivir. Esa es la causa de mi llanto sabio roble.

—Ha llegado la hora de contarte tu gran secreto. En realidad no eres un apéndice de mí, un estorbo inútil en mis ramas, ni tampoco comida para los animales. Eres un roble, disfrazado con la pequeñez que hace humilde al bueno y soberbio al que se deja llevar por el mal. Pero para convertirte en un roble como yo, debes morir primero. En tu alma llevas la impronta de mi ser, la potencialidad que te convertirá en árbol. Te pudrirás y el roble que llevas en tu interior te desgarrará la piel, dividirá tu corazón de semilla. La transformación es dolorosa. Pero te aseguro que es la única puerta a la felicidad. No creas que ese dolor es gratuito.

En ese momento la semilla se inundó de una paz y una alegría intensa. Su lamento se trocó en canto de esperanza, y dejó que la madre tierra, poco a poco, la acogiera en su seno, soñando con convertirse en un hermoso roble.

Pasaron los años, y el roble joven disfrutaba de la incipiente primavera. Una pequeña oruga trepó trabajosamente por su tronco y se detuvo en una rama. Comenzó a expulsar seda por su boca y a encerrarse en una crisálida. Con voz triste y cortés dijo:

—Permíteme que me aloje aquí, será sólo por unos días. Creo que se acerca el fin del mundo. Me parece que voy a morir pronto. No te preocupes por la seda, el viento la arrancará cuando yo sólo sea polvo.

Apenas transcurrida una hora, la oruga rompió a llorar.

—Hermosa oruga –dijo el joven árbol- ¿Por qué lloras?

—¿Hermosa dices? Déjame en paz; ¿Y no te he dicho que voy a morir? ¿No te basta así que además tienes que atormentarme con tu ironía? Ya llega el fin del mundo...

El velo de la noche lo cubrió todo. La oruga, cansada de llorar se durmió. El árbol inclinó su rama, protegiéndola del viento, y susurrando murmuró:

—Querida oruga, aquello que tú llamas el fin del mundo, el resto del mundo lo llamará... MARIPOSA.

Señor, desde nuestra búsqueda, desde nuestra ignorancia,
desde nuestras dudas, venimos ante ti.
Acéptalas como nuestra ofrenda de hoy, la única que podemos hacerte,
la única que sabemos.
Te manifestamos nuestro deseo de encontrarte,
nuestra voluntad de buscarte. Ayúdanos,
ven en socorro de nuestra debilidad y de nuestra ignorancia.
sabemos, Señor, que estás empeñado en encontrarnos,
en que te encontremos. Condúcenos Tú hasta que seas la experiencia
más viva de nuestro corazón.


Enséñanos Señor a Vivir como semilla