sábado, 24 de diciembre de 2011

Jueves 22 de Diciembre 2011

Bienvenidos a nuestra oración, quedan sólo dos días para Navidad, todos estamos preparándonos para las vacaciones que tanto necesitamos y deseamos, pero también debemos preparar nuestros corazones para recibir al Niño Dios que está a punto de nacer.

Encendemos, Señor, esta cuarta luz,
redoblando nuestro deseo de llegar,
limpios e irreprochables,
a tu gran Día sin ocaso.
Oh Dios, restáuranos;
que brille tu rostro y nos salve.

Te necesitamos, Cristo, a Ti,
Luz Viva y Verdadera,
para aclarar e iluminar los caminos
que nos conducen a Ti,
Camino de los caminos humanos.

Enciéndenos tú, Señor,
nuestras lámparas que te esperan,
cargadas del aceite de nuestras mejores obras.
Que Te alumbremos, como María,
Aurora del Sol naciente,
en nuestras palabras y obras
para luz del mundo y de los hermanos

Para que así sea, Luz de Luz,
Dios verdadero de Dios verdadero,

Ahora nos preparamos para hacer oración...
Buscamos la postura mejor para vivir ese diálogo con Dios... para ponernos a la escucha de la voz del Señor, que una y otra vez sacude y mueve toda nuestra vida...
Imaginamos que en ese silencio de nuestro interior abrimos bien la puerta de todo nuestro ser, para que llegue mejor al último rincón de nuestra vida, la voz del Señor... su mensaje de esperanza. Sólo somos una puerta que se abre y se abre... a esa presencia de Dios, que trae la salvación para todos...
Vivimos desde el silencio, esta actitud de apertura  y escucha total a Dios.

Hablar es cosa fácil, no así el escuchar
Sin duda por eso nos dio el Señor dos orejas pero sólo una lengua.
Oír como quien oye llover. Oír campanas sin saber de dónde, también resulta sencillo. No así lo de escuchar

Ponerse a la escucha de alguien es, en primer lugar, rechazar todo lo que puede distraer nuestros oídos, nuestra mente, nuestro espíritu.
Escuchar es acallar los tumultos interiores, apartar las fascinaciones de exterior, alejar las interferencias que dispersan la atención y distorsionan la palabra que el otro me dirige.

Escuchar  es hacer un silencio lo suficientemente denso como para que yo grite desde él: ¡Ahora tú eres mi centro¡, ¡Mi meta¡, ¡Mi carrera me lleva únicamente a ti!
Ponerse a la escucha de alguien es apartar la mirada de uno mismo y volverse hacia el otro, llegar al cara a cara, como diciendo: ¡Aquí estoy¡ ¡No existe para mí ningún otro interés! ¡Estoy listo para percibir hasta el susurro de tu palabra!

Escuchar  equivale a acoger. A abrir de par en par todas las puertas tras de las que uno se guarda. A derribar tanta alambrada y frontera tras de las que nos parapetamos.

Escuchar a alguien es descuidarme a mí y preferir al otro. Es preferir al que está ahí, ante mí; y acogerlo con su saco atestado de ropa más o menos limpia, pero que es la suya. Es aceptar que entre mí, es recibir al otro, son sus sueños y sus deseos; con sus gustos y disgustos; con sus filias y sus fobias.

Escuchar es prever que va a desordenar los estantes tan cuidadosamente ordenados de mi existencia; es cederle el sitio; es ofrecerle las llaves de la casa, como diciéndole: “Tu presencia me lo va a poner todo patas arriba; pero corro el riesgo: ¡te escucho! ¡Las palabras que me digas serán para mí espíritu y vida”.

Adviento es el tiempo de la escucha porque es el tiempo en el que, lentamente, asimilamos esa Palabra que ha venido a habitar entre nosotros. Adviento es el tiempo en el que todos los que escuchan  la Palabra aprenden a cambiar sus tinieblas en claridad. El tiempo en el que, poniéndose a su escucha, se arriesgan a hacer un camino hacia la luz.

Adviento es el tiempo en que los hombres escuchan al Señor por el altavoz de cada prójimo. Es cuando todo lo que endurece los corazones se derrite ante el calor del Evangelio. Es cuando saltan a la boca de uno palabras nuevas y al corazón de uno sentimientos nuevos y a la conducta de uno actitudes nuevas... Así nace el Otro en uno. Por eso, porque...
¡Adviento es tiempo de nacer!

A continuación vamos a escuchar un diálogo, que bien se podría dar entre el hombre y Dios

HOMBRE: ¿Cuánto me quieres Dios?
DIOS: Mucho más que la vela quiere al viento
más el mar quiere al agua y la sal
mucho más que el cristal quiere a la lluvia
te quiero mucho más
Mucho más que el espacio quiere al tiempo
que el calor necesita del sol
mucho más que la huella quiere al suelo
te quiero mucho más.

HOMBRE: Y yo sin saberlo casi

DIOS: y tu casi sin saber

HOMBRE: los dos somos más que todo, los dos, mucho más

DIOS: Mucho más, que te amas a ti mismo

HOMBRE: mucho más que me quiero yo a mí

DIOS: más que el fin puede amar a su principio
  te quiero mucho más,

HOMBRE: Tienes el cielo como casa, y te atreves a dejarlo para caminar junto a nosotros  ¿No ves, Señor, cómo estamos? El hombre, mata al hombre. Tu mundo, ya          no es aquel que Tú creaste. La vida, ya no es vida ¿POR QUÉ BAJAS TANTO, SEÑOR?
Una corte de ángeles te rodea y prefieres nacer en medio de la indiferencia de los hombres. Posees el calor celestial y te aventuras al frío de la tierra. Destellas la grandeza de tu ser Dios y te revistes de nuestra pobreza.
¿POR QUÉ BAJAS TANTO, SEÑOR?
Eres Dios y, quieres ser hombre. Vives en la Ciudad Eterna y deseas caminar a pie de tierra. Hablaste durante siglos sin dejarte ver y, ahora, te descubrimos en un Niño.
¿ES NECESARIO TANTO, SEÑOR?
Eras intocable, y te dejas acariciar. Eras invisible, y te podemos adorar. Estabas más allá de las nubes y, te contemplamos en un pobre pesebre
¿ES NECESARIO TANTO, SEÑOR?
Déjanos por lo menos, Señor, conquistarte con la fuerza de nuestro amor, calentarte con la hondura de nuestra fe. Abrigarte, con la esperanza que nos traes. Responderte, con la humildad de nuestros corazones.
No sé si es necesario tanto, Señor, sólo sé que, el mundo, hoy más que nunca te necesita como salvación. Sólo sé, Señor, que tu llegada es motivo para la alegría en medio de la tormenta de tristeza que sacude a nuestro mundo.
¡Gracias por hacer tanto, Señor! ¡Gracias por venir a nuestro encuentro!
Te quiero mucho más Señor

Esperando que después de oír este diálogo hayamos aprendido a escuchar a Dios nos disponemos a prepararnos para su venida esta Navidad, respondemos diciendo
TE ESPERAMOS VEN SEÑOR.

Por los que esperan,
por los que desesperan.
Por los que buscan,
por los que no buscan.
Por los que caminan,
por los que se cansaron de caminar.
TE ESPERAMOS VEN SEÑOR.

Por los que aman,
por los que estropean el amor.
Por los que confían,
por los que desconfían.
Por los buenos,
por los que aún no lo son.
TE ESPERAMOSVEN SEÑOR.

Por los que creen en Ti,
por los que no creen en nada.
Por los que callan y hacen el mal
con su silencio.
Por los que hablan y no hacen bien
con su palabra.
Por los que siembran cizaña,
por los que confían en que crecerá también el trigo y un día se agostará la cizaña.
TE ESPERAMOSVEN SEÑOR.


Terminamos nuestra oración de hoy con el siguiente Decálogo que nos ayudará a vivir de forma más intensa este tiempo de Navidad
  1. Vive con ENTUSIASMO estos días de Navidad: ¡Dios ha bajado a la tierra! Envía un SMS y pon: “Dios ha nacido: feliz Navidad"
  2. Exterioriza PUBLICAMENTE lo que crees y sientes: ¡Cristo ha nacido! Cuelga en el exterior de tu casa un símbolo cristiano
  3. Tú, como Jesús, también te puedes hacer pequeño en estos días y ser la alegría de alguien: visita algún enfermo, ejerce la caridad, ayuda en alguna residencia de ancianos
  4.  Demuestra la ALEGRIA cristiana de estos días. No olvides cantar villancicos en la sobremesa de la nochebuena o siempre que tu familia esté reunida.
  5. Ilumina, además de tu interior, el exterior de tu domicilio. Dios, que está en ti, también habla a través de lo que tú haces.
  6. Que no falte el belén, o por lo menos la figura del Niño Jesús, en tu hogar. La imagen del Niño, en Navidad, es tan imprescindible como un balón en un partido de futbol. ¡Cuántos hay que juegan a la Navidad “sin el esférico de Jesús de Nazaret”
  7. Participa en las celebraciones de tu parroquia. Ófrecete para los distintos ministerios. Tú, como los pastores, también puedes ofrecer algo de tu pan, leche o miel
  8. ADORA al Señor. Visita diferentes belenes instalados en parroquias, plazas o lugares públicos. Explica a tus pequeños, si los tienes, el sentido de la Navidad
  9. REZA con emoción contenida, ante la llegada de un Dios tan divino y humano. ¿Sirve algo una mesa en la que no se coma? ¿Sirven de algo unas navidades en las que no se rece?
  10. FELICITA, con lenguaje y símbolos cristianos, el acontecimiento que es la razón y el ser de estos    días: ¡DIOS HA NACIDO! ¡ALELUYA!

domingo, 18 de diciembre de 2011

Jueves 15 de Diciembre

En estas fechas tan cercanas a la Navidad debemos liberarnos de muchas cosas para recibir al Niño que ha de llegar.
“No se trata de una liberación de nuestra pobreza y miseria, sino de nuestra riqueza y bienestar sobreabundantes; no se trata de una liberación de nuestras insuficiencias, sino de nuestro consumo.
No se trata de una liberación de nuestra impotencia, sino de nuestra existencia prepotente.
No se trata de una libración de nuestros sufrimientos, sino de nuestra apatía”
(J. B. METZ)
El cambio que se nos pide no es solamente de imagen, algún que otro retoque en nuestra vida, dejar algo que nos sobra, recuperar algo que nos hace falta. No va en la línea de hacer algún que otro sacrificio o añadir alguna práctica devocional. Lo que queremos es cambiar el núcleo íntimo del ser, el corazón.
Nos acogemos a la primera Bienaventuranza. Seguiremos estos caminos que confluyen entre si, y la meta final es Cristo, el gran bienaventurado. Cada una de las Bienaventuranzas es un reflejo del Cristo que queremos imitar.
Queremos ser más pobres, como nuestro Señor Jesucristo. Pero nos resulta muy difícil. Buscamos con afán el dinero, que nos han presentado como la llave de la felicidad. Somos dueños de tantas cosas, cuya propiedad absoluta nadie discute. Tenemos tantas cosas, las guardamos, las idolatramos, para terminar siendo sus esclavos.
¿De qué cosas nos vamos a liberar esta Navidad para parecernos a nuestro Señor Jesucristo? Conocemos su nacimiento, su vida y trabajo en Nazaret, el mismo decía que no tenía donde reclinar la cabeza (Lc 9, 58). Es verdad, él siendo rico, por nosotros se hizo pobre.
Seguro que hay cosas que nos sobran, y nos pesan y nos atan. Así, con tantas cosas encima andamos agobiados y estresados.
Hablamos mucho de los pobres, pero nos quedan muy lejos. ¿No podríamos en este tiempo acercarnos más a ellos? ¿Y no podríamos parecernos más a ellos? Formamos parte de una Iglesia que lleva por apellido “de los pobres”.
Decíamos que vivimos en una comunidad y una Iglesia que quiere servir a los pobres y quiere ser pobre. Importa mucho que esta Iglesia que nos nutre nos enseñe a ser pobres, que nos haga ver a los pobres en las niñas de nuestros ojos, que seamos casa de cogida para los excluidos, que sepamos multiplicar nuestro servicio a los necesitados, que aprendamos a partir los panes con los hambrientos, para que todo esto nos ayude a ser pobres, como nuestro Señor Jesucristo.
La humildad es nuestra asignatura pendiente. Queremos ser humildes como nuestro Señor Jesucristo –humilde de corazón., pero se nos cuela el orgullo por todos los rincones. La segunda Bienaventuranza nos habla de mansedumbre, que equivale a humildad, a paciencia, a pobreza interior.
Así fue nuestro Señor Jesucristo, el bienaventurado ideal, el que se despojó de su traje de gloria para revestirse de debilidad, el que nació en total marginación, el que vivió como uno de tantos, el que no vino a ser servido, sino a servir, el que no abría la boca cuando lo llevaban al matadero, el que no hizo nada para defenderse, el que asumió el tormento de la cruz…
Nosotros, en cambio, nos parecemos, más que al Maestro, a sus desicípulos, que hasta última hora, y en los momentos más sagrados, como la Última Cena, rivalizaban sobre primacías. No acababan de aprender la lección de hacerse como niños, de optar por el último lugar, de lavar los pies a los demás. Y aquí seguimos rivalizando, buscando ser los primeros, envidiando al que está por encima, mendigando aplausos y estimas.
Es fácil decirse y firmarse “siervo”, pero es muy difícil hacerse esclavo de los demás. Cuesta desprenderse de las cosas, es verdad, pero lo que más cuesta es desprenderse de sí mismo. Nuestro ego está muy fuertemente instalado y muy bien alimentado, tendríamos que caminar hacia el debilitamiento del ego, a darle mala vida; que adelgace un poco y agache la cabeza; que se acostumbre a cambiar de perspectiva, mirando a los demás desde abajo, no desde arriba; que se oculte un poco más, en vez de ser tan protagonista; que aprenda a escuchar en vez de querer llevar siempre la voz cantante; que decida ser más auténtico y vivir en la verdad, en vez de tanta hipocresía y tanto postizo. Que sepa reconocer sus limitaciones y fallos, aceptando la corrección o la crítica, en vez de considerarse inmejorable y querer tener siempre la razón; que reconozca asimismo sus valores, pero como don; que  se acostumbre a dialogar, en vez de tanto imponer; que reconozca la parte de verdad que pueda haber en los demás, en vez de considerarlos como equivocados o medio herejes.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Jueves 1 de Diciembre de 2011

Jueves 1 de Diciembre

Hemos comenzado el Adviento.
Tiempo de espera…
Tiempo de mirar al otro como a ti mismo.
Tiempo de mirar al otro con esperanza.

Para el Señor siempre estamos a tiempo de comenzar de nuevo.
Otro Adviento es otra oportunidad, para dejarnos modelar por Él,
para rehacer aquello que no es pleno en nuestra existencia.
Dios viene a liberarnos de la mediocridad, de la rutina repetitiva, y de la vida gris. Él llena de color nuestra existencia.

Encendemos,  Señor, esta luz,
como aquél que enciende su lámpara
para salir, en la noche,
al encuentro del amigo que viene.
En esta primera semana de Adviento
queremos levantarnos para esperarte preparados,
para recibirte con alegría.
Muchas sombras nos envuelven.
Muchos halagos nos adormecen.
Queremos estar despiertos y vigilantes,
porque tú nos traes la luz más clara,
la paz más profunda y la alegría más verdadera.
¡Ven, Señor Jesús. Ven, Señor Jesús!

A través de la puerta que se abre
entra la luz de la ilusión por un tiempo mejor
que vendrá con la llegada del Mesías.
Una luz, que como nuestra comunidad educativa
se nutre de la diversidad de los siete colores que la componen.


De estos colores destacamos dos:
El verde, el color que nos conecta con la vida…, con la naturaleza,
color de la esperanza en un tiempo mejor.
El color morado, el color del equilibro…, de la paz interior,
de la transformación para ser mejores personas…

«Estad atentos y vigilad, porque ignoráis cuándo será el momento.
Al igual que un hombre que se ausenta: deja su casa,
da atribuciones a sus siervos, a cada uno su trabajo,
y ordena al portero que vele;
velad, por tanto, ya que no sabéis cuándo viene el dueño de la casa, si al atardecer, o a media noche, o al cantar del gallo, o de madrugada.
No sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos.
Lo que a vosotros digo, a todos lo digo: ¡Velad!»                                           (Mc. 13,33-37)

Velar es estar despiertos y vigilantes
como un centinela
para impedir que Dios pase por nuestras vidas sin que nos demos cuenta.
Tenemos que estar atentos también al paso de Dios por los demás
y por el mundo que nos rodea.

¿Dónde está tu Luz, Señor?:
Cuando abro los ojos por la mañana, mis ojos se llenan de luz.
En Adviento puede pasar tu luz inadvertida si no estoy vigilante y despierto:
Hoy puedo ver tu luz en mi corazón cuando amo y estoy lleno de esperanza.
Hoy puedo percibir tu paso por mi vida si estoy vigilante.
Hoy te puedo ver si miro en el corazón de los demás:
El desvelo de mis padres, la amistad de mis amigos,
la entrega de mis profesores.
Hoy puedo verte en los acontecimientos del mundo:
Los pobres de la tierra, los huérfanos de la guerra, los emigrantes.
Hoy puedo ver tu luz en el Evangelio
y por eso te pido que esté atento a tu Palabra.
Te pido, Señor que brille tu luz sobre mi rostro
y que los demás puedan percibirte a través de mi vida y mis acciones.

Tú, Señor, nos animas a vivir atentos, a velar para no malgastar la vida, a poner atención en cada cosa, a volcarnos en el presente.

Tú, Señor, nos invitas a la vida auténtica, nos sacas de la apatía, nos entusiasmas con el presente y nos llevas hacia la plenitud.

Tú, Señor, nos despiertas, nos impides sestear la vida, acomodarnos y vivir tranquilos sin construir un mundo mejor.

Tú, Señor nos animas a crear vida, a inventarla constantemente, sin dejarnos arrastrar por los otros, y a optar por tu modo y manera  de estar en este mundo.
El Señor tiene un sueño especial para cada uno, y a todos nos impulsa a la plenitud. Por eso, un año más insiste en entrar en nosotros y acompañarnos para que lleguemos a ser lo que Él tiene planeado para nosotros.

Dios nunca se conforma con la mediocridad, sino que nos saca de ella y nos impulsa a la autenticidad, al mayor desarrollo de nuestro potencial interior y a la felicidad completa.
Hay parcelas de nuestra personalidad que están aún sin despertar, “sin desempaquetar” y Dios quiere que vivamos la vida con todo lo que somos y podemos.

Oye, Señor…
Tú sabes bien que te necesito,
aunque no te invite a entrar en mi casa,
aunque te olvide y te traspapele,
aunque me distraiga de ti y de tus cosas.
Señor, pasa hasta el fondo, sabes que te quiero,
que mi amor es olvidadizo y despistado,
pero que eres el timón de mi vida,
la salud, la ilusión y el descanso.

Como el criado del centurión estoy enfermo de tantas cosas que Tú sabes bien, Señor, y por más que yo propongo enmendarlas,
sólo Tú podrás poner mi vida en armonía.
No te quedes en la puerta, pasa hasta el fondo,
siéntete en tu casa, hazte el Señor de mis días,
invade mi cuerpo, mi mente, mi agenda,
condúceme a lo que Tú tienes solado para mí.

Como el criado del centurión, nosotros también estamos enfermos de muchas cosas, como la rutina, el desencanto, el cansancio o el estrés.
Dios se empeña, una vez más, en entrar en nuestra casa porque viene a curarnos.
Él nos propone una forma de vivir más descansada, menos tensa, más despreocupados, más ilusionados y felices.

Este es el tiempo en que llegas,
Esposo, tan de repente,
que invitas a los que velan
y olvidas a los que duermen.
Salen cantando a tu encuentro
doncellas con ramos verdes
y lámparas que guardaron
copioso y claro el aceite.
¡Cómo golpean las necias
las puertas de tu banquete! 
Y cómo lloran a oscuras
los ojos que no han de verte!
Mira que estamos alerta,
Esposo, por si vinieres,
y está el corazón velando,
mientras los ojos se duermen.
Danos un puesto a tu mesa,
Amor que a la noche vienes,
antes que la noche acabe
y que la puerta se cierre.  Amén.

Ahora, salgamos a nuestro quehacer diario y ayudemos a los demás a entender el verdadero sentido de la Navidad que se aproxima.

sábado, 26 de noviembre de 2011

24 de Noviembre de 2011

La tentación nos acecha constantemente "A la puerta está el pecado acechando como fiera que te codicia, y a quién tienes que dominar".(Génesis. 4,7). Lo dice Dios a Caín momentos antes de cometer su crimen.

Está a la puerta, a veces está dentro de casa. La sentimos, nos acompaña y nos persigue, nos envuelve, siempre vigilante, insidiosa; si te descuidas o de duermes, te dará un zarpazo, te puede hacer mucho daño. Es pesada hasta el agotamiento. Si te pones nervioso, peor. Pero hoy la tentación no tiene aspecto de fiera, sino de ángel atractivo, de flor preciosa, de tesoro escondido, de llave misteriosa.

Te codicia, no se contenta con hacerte daño, te quiere absorber, te quiere destruir, y es paciente, espera, días, años,... Pero no te fíes, porque la carne es débil, el hombre es débil, y la tentación nunca se da por vencida.

No debes vivir obsesionado con la tentación y el pecado. Desde que Cristo venció en el desierto, en su vida, en la cruz, toda tentación está vencida, y tú puedes dominarla. Pero contanto con la gracia de Cristo, tú sólo no puedes. Por eso has de orar. Jesús incluyó esta petición en el Padre nuestro.

Para vencer no duermas como Pedro en Getsemaní, sino reza como Jesús, y escucha la palabra: lo que está escrito y lo que el Espíritu vaya escribiendo en tú corazón.

La tentación en si no es mala, puesto que la sintió y la sufrió Jesús. De la tentación puedes sacar mucho provecho. Aprender a conocerte mejor, a ser más humilde y más realista, a tener más prudencia y más paciencia, a purificarte y a crecer, a ser más comprensivo y más compasivo, a confiar menos en tí y más en Dios, a hacer más oración.

Decía Jesús: No os pido que hagáis más penitencia, más ayunos y rezos, no que vengáis al templo con vuestras ofrendas, no que os lavéis más veces o descanséis mejor en sábado. Yo os pido un corazón nuevo, porque os traigo un vino nuevo, que es alegría y gracia.

Os pido:
  • Que oréis, que tengáis la fe de Abraham. Creed que Dios viene, que ya está aquí. Confiad en él. Es padre, no juez. El os protege, os regala, os quiere, os salva. No tengáis miedo. Confiad, sois niños de Dios, confiad como los niños. Escuchad y guardad su palabra.
  • Que esperéis, porque el Reino de Dios llega, parece pequeño, pero tiene la fuerza de la semilla. Desead y pedid: Venga tú reino; que venga también su Mesías y el Mesías llega. Será vuestro Salvador, será el que ponga los cimientos del Reino de Dios.
  • Que améis; si estáis abiertos al amor de Dios. El os enseñará a amar. No seáis egoistas y violentos. Sed compasivos y misericordiosos, como lo es Dios. No seáis codiciosos y usureros, sabed compartir, abed ayudar. No seáis orgullosos y dominadores, aprended a respetar y servir. No seáis soberbios, haceos como los niños.
Los que oían a Jesús quedaban admirados, porque les pareció una ensañanza liberadora, enteramente nueva.

La gente buena tiene un "corazón leve", ¿Qué es tener un corazón leve?. Tal vez a través de su contrario, el "corazón pesado", podamos explicarlo mejor.

Tener el "corazón pesado" es vivir preocupado y hasta neurótico por el empleo, el salario, las cuentas que hay que pagar, la escuela de los niños, la droga, la violencia en la calle, el terrorismo,... El "corazón pesado" no nos deja dormir tranquilos.

¿Cómo conseguir una "corazón leve"? Empezando a vivir ya desde ahora dos valores que fundan otro principio civilizaotrio: la sencillez y la humildad.

La sencillez no es la espontaneidad natural del inocente. Es fruto de la madurez humana. Surge cuando alejamos lo que separa el yo respecto del otro y de la naturaleza, o sea, la voluntad de poseer y dominar.
Eliminando este obstáculo, descubrimos que todos somos hermanos y hermanos de las estrellas y de cada ser vivo. San Francisco de Asís, es el Arquetipo de este modo de ser.

Humildad es colocarse en el mismo suelo donde están todos los seres y percibir el mismo humus del que todos vivimos Chuang-Tzu es el arquetipo de este valor. El conseguir ver el Tao tanto en el estiercol como en el príncipe. El efecto de esta visión, para estos maestros de Occidente y de Oriente, da la conquista de un corazón leve.

Tendrás un "corazón leve"
  • Si descubres el verde en los jardines de las calles y en la flore que allí sonríe.
  • Si al mirar hacia arriba ves, más allá de los edificios la nube que pasa.
  • Si al encontrar al pobre consigues llenar tus ojos con su presencia y verlo como un hermano.
  • Si ves sonreir a un niño, y lo miras a los ojos sonriéndolo a tu vez.
Si haces todo esto, sabrás lo que es vivir con un "corazón leve". No serás amargo ni interesado. Contigo comienza otro tipo de civilización y podrás dormir sin el peso de una piedra en el pecho por tener un "corazón leve".

Terminamos dirigiendo nuestras peticiones al Padre pidiendo la gracia de la conversión y respondiendo "Conviértenos  Padre a tu amor"
  • Para que movidos por el Espíritu, los responsables de las naciones sepan interpretar los signos de los tiempos.
  • Para que la iglesia, alentada por el Espíritu, sea luz y signo de amor para todos los pueblos.
  • Para que iluminados por el Espíritu, los no creyentes no se escandalicen de los pecados de la Iglesia y reconozcan a Jesucristo como el enviado de Dios.
  • Para que todos los creyentes, abiertos al Espíritu, sean capaces de superar las tentaciones consumistas y alimentarse de la Palabra de Dios.
  • Para que animados por el Espíritu, crezca el número de misioneros y voluntarios que lleven a los pobres y a los que sufren la buena noticia del Reino de Dios.
  • Para que todos nosotros, fortalicidos por el Espíritu, seamos capaces de vencer las tentaciones de cada día.

jueves, 17 de noviembre de 2011

17 de noviembre de 2011

Hoy celebramos la fiesta de Santa Isabel de Hungría, patrona de la Tercera Orden Regular de San Francisco, una mujer que decidió seguir el ideal del Pobrecillo de Asís y, sin dejar de ser esposa y madre, dedicar su vida a los más necesitados.
Ella supo, a pesar de las dificultades, encontrar el apoyo que necesitaba en la oración. Por eso hoy, un jueves más, nos detenemos a orar siguiendo su ejemplo.
¡Qué bueno es detenerse...! 
Señor, me gustaría detenerme 
en este mismo instante. 
¿Por qué tanta agitación? 
¿Para qué tanto frenesí? 
Ya no sé detenerme. 
Me he olvidado de rezar. 
Cierro ahora mis ojos. 
Quiero hablar contigo, Señor. 
Quiero abrirme a tu universo, 
pero mis ojos se resisten 
a permanecer cerrados. 
Siento que una agitación frenética 
invade todo mi cuerpo, 
que va y viene, se agita,
esclavo de la prisa. 
Señor, me gustaría detenerme ahora mismo. 
¿Por qué tanta prisa? 
¿Por qué tanta agitación?
Yo no puedo salvar al mundo.
Yo soy apenas
una gota de agua  en el océano inmenso 
de tu maravillosa creación. 

Lo verdaderamente importante 
es buscar tu Rostro bendito. 
Lo verdaderamente importante 
es detenerse de vez en cuando, 
y esforzarse en proclamar que 
Tú eres la Grandeza, la Hermosura, 
la Magnificencia, que Tú eres el Amor. 
Lo urgente es hacer y dejar 
que Tú hables dentro de mí.
Vivir en la profundidad de las cosas 
y en el continuo esfuerzo por
buscarte en el silencio de tu misterio.
Mi corazón continúa latiendo, 
pero de una manera diferente. 
No estoy haciendo nada, 
no estoy apurándome. 
Simplemente, estoy ante Tí, Señor. 
Y qué bueno es estar delante de Tí. 


Leemos ahora un extracto de una carta escrita por Conrado de Marburgo, director espiritual de Santa Isabel

Isabel reconoció y amó a Cristo en la persona de los pobres

Pronto Isabel comenzó a destacar por sus virtudes, y, así como durante toda su vida había sido consuelo de los pobres, comenzó luego a ser plenamente remedio de los hambrientos. Mandó construir un hospital cerca de uno de sus castillos y acogió en él gran cantidad de enfermos e inválidos; a todos los que allí acudían en demanda de limosna les otorgaba ampliamente el beneficio de su caridad, y no sólo allí, sino también en todos los lugares sujetos a la jurisdicción de su marido, llegando a agotar de tal modo todas las rentas provenientes de los cuatro principados de éste, que se vio obligada finalmente a vender en favor de los pobres todas las joyas y vestidos lujosos.

Tenía la costumbre de visitar personalmente a todos sus enfermos, dos veces al día, por la mañana y por la tarde, curando también personalmente a los más repugnantes, a los cuales daba de comer, les hacía la cama, los cargaba sobre sí y ejercía con ellos muchos otros deberes de humanidad; y su esposo, de grata memoria, no veía con malos ojos todas estas cosas. Finalmente, al morir su esposo, aspirando a la máxima perfección, me pidió, con lágrimas abundantes que le permitiese ir a mendigar de puerta en puerta.

En el mismo día del Viernes santo, mientras estaban desnudados los altares, puestas las manos sobre el altar de una capilla de su ciudad, en la que había establecido frailes menores, estando presentes algunas personas, renunció a su propia voluntad, a todas las pompas del mundo y a todas las cosas que el Salvador, en el Evangelio, aconsejó abandonar. Después de esto, viendo que podía ser absorbida por la agitación del mundo y por la gloria mundana de aquel territorio en el que, en vida de su marido, había vivido rodeada de boato, me siguió hasta Marburgo, aun en contra de mi voluntad: allí, en la ciudad, hizo edificar un hospital, en el que dio acogida a enfermos e inválidos, sentando a su mesa a los más míseros y despreciados.

Afirmo ante Dios que raramente he visto una mujer que a una actividad tan intensa juntara una vida tan contemplativa, ya que algunos religiosos y religiosas vieron más de una vez cómo, al volver de la intimidad de la oración, su rostro resplandecía de un modo admirable y de sus ojos salían como unos rayos de sol.

Antes de su muerte, la oí en confesión, y, al preguntarle cómo había de disponer de sus bienes y de su ajuar, respondió que hacía ya mucho tiempo que pertenecía a los pobres todo lo que figuraba como suyo, y me pidió que se lo repartiera todo, a excepción de la pobre túnica que vestía y con la que quería ser sepultada. Recibió luego el cuerpo del Señor y después estuvo hablando, hasta la tarde, de las cosas buenas que había oído en la predicación: finalmente, habiendo encomendado a Dios con gran devoción a todos los que la asistían, expiró como quien se duerme plácidamente.

Oh Dios, que concediste a santa Isabel de Hungría la gracia de reconocer y venerar en los pobres a tu Hijo Jesucristo, concédenos, por su intercesión, servir con amor infatigable a los humildes y a los atribulados.

Oh dulce Isabel,
infunde en nosotros tu espíritu de paciencia ante la adversidad.
Concédenos el don de saber perdonar.
Líbranos de las pasiones dañinas,
de manera que podamos seguir sirviendo al Señor
con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas.
tú que superaste el sufrimiento con el gozo de elevar himnos a Dios,
Oh Dios misericordioso, alumbra los corazones de tus fieles;
Y por las súplicas gloriosas de Santa Isabel,
haz que despreciemos las prosperidades mundanales,
y gocemos siempre de la celestial consolación

Ahora, salgamos a nuestra vida cotidiana,  y como Santa Isabel, sepamos mostrar una sonrisa, dar una caricia, tener un gesto amable, compartir aquello que tenemos, con todos los que lo necesitan.

jueves, 10 de noviembre de 2011

10 de Noviembre de 2011

Hemos dicho que necesitamos la fuerza de Dios, que nos derribe del caballo, nos rompa y nos rehaga. Y tendremos que aceptar las consecuencias.

Es dificil aprender a ser humilde sin humillaciones. Si has pedido a Dios un corazón de niño, no te quejes cuando te consideren menos y no cuenten contigo, si te olvidan, si te han criticado y se han reído de tí, o si has cosechado un fracaso, o si el otro tiene más acierto que tú.

Si Dios te concede un corazón de niño, estas cosas no te entristezcan, porque el niño se sabe pequeño. Pero sabe asimismo que Dios se vale de sus habilidades, y que conseguirá resultados no esperados aunque estos frutos exitosos suelen llegar a largo plazo.

Buen ejercicio el de rebajar un poquito tu ego, que ha crecido y ha engordado mucho. A ver si encuentras un régimen de adelgazamiento; no será caro, pero sí costoso.

Apuntamos algunos posibles compromisos:
  • No presumas del bien que haces, ni lo publiques en los medios de comunicación.
  • No te complazcas en el bien que haces, no le des tanta importancia, que ni tu mano izquierda sepa lo que hace tu mano derecha
  • No trates de ocultar tus fallos y fracasos
  • No te excuses ni te disculpes tanto
  • Aprende a callar y a no defenderte cuando alguien te acusa, como lo hizo Jesús
  • Aprende a pedir perdón
  • Participa, da tu opinión, sin temor al ridículo, pero no pongas al otro en ridículo
  • Habla más de los valores y éxitos del otro que de sus defectos
  • Ejercítate en servir a los demás, siempre de abajo arriba
  • Renuncia definitivamente al comparativo
A los ricos se les nota enseguida por su aire y su estilo. Pisan seguro, utilizan poco el "por favor", están acostumbrados a mandar y exigir; quieren llamar la atención, exhiben sus tesoros son como los pavos reales.

A los pobres de espíritu también se les nota enseguida. Son respetuosos no quieren molestar, piden escusas y perdón, se esfuerzan por pasar desapercibidos, su presencia es aradable, no molestan.

Los orgullosos se creen más que nadie, el número uno, el que lo sabe todo y habla con desparpajo, se presenta como modelo, altanero y prepotente, se enfada enseguida, riñe y da voces, amenza, sus gestos son autoritarios. Es un grajo.

Sufrido, es el Humilde, sabe comprender y excusar, se domina y tiene paciencia, es delicado y alaba a los demás, no tiene prisa y es simpático como un ruiseñor, pero hay muy pocos...

Hay también personas duras de corazón. De niños fueron caprichosos, la vida les va bien, parece que todo les sonríe. No han tenido la experiencia del sufrimiento, pero están vacíos, sus palabras suenan a hueco, son incapaces de empatizar y compadecer. Ni lloran ni están cerca de los que lloran. Viven en la superficialidad, como las mariposas.

Los que lloran, son sensibles, conocen los registros del dolor, han sufrido pero, sobre todo, saben estar cerca de los que sufren en comunión espiritual. No quiere decir que sean tristes y aguafiestas sino que son humanos, ríen con los que ríen y lloran con los que lloran. Lo que está reñido con la alegría no son las lágrimas sino la tristeza, son como un perrito, amigos del hombre.

El problema de nuestro mundo consumista es que ya no tiene hambre, ni sed ni de pan ni de agua, ni de justicia ni de salvación. Su hambre esta satisfecha, su sed está saciada, sus esperanzas están de vuelta. Importan sólo la diversión aunque sea a costa de la alienación.

Hay que ser pobre para tener hambre y sed, hay que ser niño para tener ilusión. Son muchos los que no se resignan, los que sienten la insatisfacción. Los que creen que otro mundo es posible. Los que se compromenten en favor de un mundo más justo y solidario. Y son muchos los que tienen hambre de Dios y de justicia, de su gracia y de su santidad, y sobre todo de su amor.

Pidamos a Dios, rico en misericordia, que salve al mundo de sus males...
  • Padre, salva al mundo de sus violencias y haznos constructores de paz.
  • Salva al mundo de sus errores, y haznos profetas de tu verdad
  • Salva al mundo de sus miserias, y haznos fermentos de renovación y de vida
  • Salva a los que dudan y no creen en Jesucristo, y haznos testigos de su Evangelio
  • Salva a cuantos son torturados y crucificados, y haznos cercanos y liberadores de sus sufrimientos
  • Salva a la Iglesia de su mediocridad y su vejez y haznos miembros llenos del Espíritu Santo
  • Salva a cuantos hoy participamos de la oración y haznos misioneros de Fraternidad
  • Sálvanos, Padre, que llegue a todos la inmensa riqueza de tu gracia.
Amén.