miércoles, 17 de febrero de 2016


Entrar en Cuaresma es inaugurar
un tiempo fuerte de penitencia y conversión...
aprovecha la oportunidad.
Entrar en Cuaresma es una llamada a salir de nosotros,
de nuestras casas, de nuestros prejuicios,
de nuestros intereses, gustos y comodidades...
sal de ti y ves hacia el otro.
Entrar en Cuaresma es afrontar la realidad personal
y dejarse juzgar por la Palabra de Dios...
descúbrete, acéptate, conviértete.
Entrar en Cuaresma es dejar poner nuestro corazón
en la sintonía del corazón de Dios...
practica la compasión que hace hermanos.
Entrar en Cuaresma es vaciar nuestras manos,
saber renunciar a nuestras seguridades,
a aquello que nos esclaviza...
libérate para poder abrazar.
Entrar en Cuaresma
es saber caminar con otros creyentes
que buscan a Dios
siguiendo a Jesús en Espíritu y en Verdad...

PADRE BUENO,
nos ponemos en tus manos al inicio de esta Cuaresma,
para que hagas de nosotros lo que tú quieras
porque tú sabes lo que más nos conviene y necesitamos;
sea lo que sea, te damos las gracias
por este tiempo cargado de oportunidades,
de posibilidades de liberación, de misericordia y de perdón,
por este tiempo de llamadas de atención y de proyectos.
Queremos aceptar todo lo que venga de ti
con tal de que se cumpla en cada uno de nosotros,
en nuestras comunidades cristianas y en todas tus criaturas, tu voluntad.
No deseamos nada más, Padre.
Te confiamos nuestro corazón y nuestras manos
y nos comprometemos a ayunar de nuestros excesos
que nos hacen tan insolidarios;
a orar para poder mirar la vida y las cosas más allá de nosotros mismos;
a hacer limosna, es decir, a gritar que nada es “mío”
porque lo nuestro es la fraternidad.
Padre, nos ponemos en tus manos sin medida,
con infinita confianza:
llévanos al desierto, acompaña nuestro discernimiento,
cólmanos de esperanza, muéstranos tu misericordia y acógenos sin reservas
porque Tú eres nuestro Padre.

Cuando oímos la palabra “desierto”  seguro que pensamos en el “París-Dakar” o nos imaginamos un lugar con mucha arena, camellos, o con imágenes que hemos visto en alguna película.
Pero también sabemos que la palabra “desierto” aparece muchas veces en la Biblia;
el pueblo de Israel caminó antes de llegar a la Tierra Prometida,
en el desierto estuvo Juan el Bautista y otros profetas.
Hoy vamos a pedirle a Jesús que nos lleve al desierto de nuestro corazón para que podamos encontrarnos  con nosotras mismas y con Él.

Aquí estoy contigo y quiero ser yo misma de verdad.
Quiero entrar dentro de mi
Quiero hacer camino hasta el desierto de mi corazón.
Quiero  tocar mi hondura y dejar de vivir desde la superficialidad.
Quiero, Jesús, descubrirme por dentro y vivir desde dentro

Quiero tomar conciencia de lo que no soy, y de lo que soy,
Quiero poner en mi vida razones profundas que me hagan vivir.
Quiero  tener motivaciones sanas que me eleven a la altura,
Quiero tener voluntad propia a la hora de decidir.

Quiero, Jesús, dejar la arena y apoyarme en roca firme.
Quiero ser original y no copiar modas,
Quiero ser auténtica y no perder mi verdad por la imagen barata.
Quiero ser valiente, enérgica, decidida y no andar en duda continua.

Quiero, Jesús, ser yo.
Ábreme el corazón a la escucha desde el silencio.
Ábreme el corazón al contacto de tu Palabra.
Quiero estar contigo a solas, en paz y en silencio porque se que me amas.

ENSÉÑAME A CAMINAR UNIDO A TI.

¡Tú eres mi Señor!
Si nadie me ama, tu alegría es amarme.
Si lloro, tu deseo es consolarme.
Si soy débil, Tú eres mi fuerza y mi energía.
Si nadie me necesita, Tú me buscas.
Si estoy vacío, tu plenitud me colmará.
Si quiero caminar, Tú vienes conmigo.
Si te llamo, Tú siempre vienes.
Si me pierdo, Tú me buscas sin cesar.
Si estoy cansado, tú eres mi descanso.
Si peco, tú eres mi perdón.
Si te pido, Tú eres don para mí.
Si te necesito, me dices: Aquí estoy dentro de ti.
Si estoy a oscuras, Tú eres luz para mis pasos.
Si tengo hambre, Tú eres pan de vida para mí.
Si soy infiel, Tú eres fiel.
Si quiero conversar, Tú me escuchas siempre.
Si te miro, veo la verdad de mi corazón.
Si todos me olvidan, tus entrañas se estremecen recordándome.
Si no tengo a nadie, te tengo a Ti.
Si soy silencio, Tu palabra habitará en mi corazón.

“UN CORAZÓN NUEVO” (Salmo 50)

Me presento ante ti, Señor,
con un corazón extremadamente enfermo,
un corazón manchado, endurecido, esclerótico:
necesito que tú lo laves y lo cures,
una operación quirúrgica-creativa,
un corazón nuevo transplantado.

Crea en mí, Señor, un corazón nuevo,
quebranta mi corazón de piedra
con el martillo de tu palabra,
y moldea un corazón bello, como el tuyo,
con el agua, el fuego y el aliento de tu Espíritu.

No apartes ya de mí tu santo Espíritu.
seré de verdad el hombre nuevo, todo un ejemplo;
me vestiré de fiesta, perfumado
con el óleo de alegría del Espíritu;
y te ofreceré mis lágrimas agradecidas
como un canto a tu gran misericordia

 PERFÚMATE

Señor, qué extraño mensaje el tuyo:
”Cuando ayunes, perfúmate, para que nadie lo note;
y el Padre, que todo lo ve,
te recompensará”.
No es la tristeza,
ni las largas caras lo que a Ti te gusta.
Tú eres Dios de corazones.
Tú estás acostumbrado a leer en secreto.
Tú no quieres apariencias,
a Ti te gusta la conversión verdadera.
Mi corazón quiere repetir sin tardar:
”Aquí estoy, Señor,
para hacer tu voluntad.
Aquí estoy, Señor”.
Renuncia y Conversión
Señor, es bastante fácil sentir tu llamada
en los acontecimientos de nuestro tiempo
y de nuestro ambiente.
Y es fácil también contentarse simplemente
con respuestas emotivas,
compasivas y de desagrado.
Lo que nos resulta difícil
es renunciar a nuestras comodidades,
romper nuestras estructuras
dejarnos arrastrar por tu gracia,
cambiar de vida, convertirnos.
¡Conviértenos, Señor!

Somos hombres, Señor, perdónanos:
por no saber decirte nada,
por ser avaros de nuestro tiempo
y no tenerlo para encontrarnos contigo.
Somos hombres, Señor, perdónanos:
por esconder la claridad del Evangelio,
por nuestras cobardías
y nuestros compromisos con el pecado.
Perdónanos, Señor, por nuestras faltas de amor,
nuestros arrebatos, nuestros prejuicios,
nuestra indiferencia, y todo lo que mata el amor.
Perdónanos, Señor,
por no saber perdonar,
por no saber reconciliarnos
con nosotros mismos,
y, menos aún, con los otros.
¿Cuándo será que sabremos amar como Tú amas?
¿Cuándo será que sabremos amar al otro
por él y por Ti?
Perdona la fealdad de nuestra mirada.
Somos hombres, Señor, perdónanos

miércoles, 10 de febrero de 2016



INTRODUCCIÓN Y ACCESO A LA PRESENCIA
Comenzamos hoy la cuaresma vocacional y lo hacemos con el miércoles de ceniza. Durante la cuaresma se nos invita a ejercitarnos en quitar apegos, en superar egoísmos, en curar resentimientos; y debemos estimularnos en aumentar la comprensión, la compasión, la generosidad, la amistad, la cercanía, la entrega; en definitiva, el seguimiento de Cristo para poder llegar a la Pascua viviendo la misma vida que El. Pero para vivir esto necesitamos hacernos pequeños, por eso se nos impone la ceniza –si lo deseamos, no es necesaria-, para que caigamos en la cuenta de lo pequeños que somos y que Dios siempre está dispuesto a levantarnos del polvo y de la miseria para reiniciar un camino de seguimiento a Él, que siempre está inclinado para escuchar o atender a sus hijos pequeños. Que esta oración nos ponga en marcha con una verdadera actitud de salir de nosotros mismos, y recorrer con Cristo el camino hacia la Resurrección y alegría Pascual.
Accede a la presencia del Trascendente. Colócate en posición orante, o rodéate de un medio propicio. La cruz, el sagrario, la palabra, una vela encendida, una comunidad, la Naturaleza. Él estará allí para abrazarte. Para abrazarnos. Para seguir nuestro camino. El camino de la cuaresma, y el camino que sea.
No desperdiciemos demasiados esfuerzos en reconocernos pecadores, pues no es esa la actitud. La actitud debe ser de conversión, hacia la humanidad en la que vivimos y coparticipamos.
Que la Palabra, abra nuestros oídos al susurro de Cristo que desde los hermanos y hermanas, nos llama al seguimiento de su autentica huella
Me decía la serpiente del paraíso:
«Se te abrirán los ojos,
conocerás el bien y el mal, serás como un dios».
Me decía también: «Ocúpate de ti mismo,
cierra los ojos al sufrimiento de los hombres,
olvídate que son tus hermanos
y prescinde de ellos, querido Caín.
Constrúyete la torre de tu orgullo,
siéntete superior a todos, no escuches el llanto del hambre
ni levantes los ojos de tus libros
y así no verás las manos impertinentes de quienes te necesitan.
Con tu Babel, ya no necesitas para nada a Dios. Tú eres un dios».

Y yo me lo he ido creyendo todo.
Me doy cuenta de que tengo ganas de decidir yo lo que está bien,
incluso a costa de olvidar la palabra dada.
¡Cuántas ocasiones perdidas para haber sido testigo de lo que creo,
para haber dicho, con palabras y obras, que me tomo en serio el Evangelio!
Me ha podido la comodidad, la cobardía, el no complicarme la vida...

Una sed inmensa se apodera de mí y me devora.
He querido llenar mi vacío interior,
pero no he acertado a escoger el Agua Viva y fresca
y he acabado enturbiando y secando
lo más vivo de mí mismo, lo mejor de mi pozo interior.
Ya casi ni escucho esa voz que me acompaña,
esa presencia divina que me habita.
¡Cuánto ruido ensordecedor busqué para no oírme,
para no oírte, y qué sordo me volví!

Hay algo que me llama y tira de mí muchas veces
para que huya de mi casa -la tuya-,
hacia tierras lejanas.
Y ahora me encuentro bien lejos,
he malgastado mi tiempo y tus dones,
me he rebajado y me he metido en el fango
y me avergüenza ver lo bajo que he caído.

Me gusta, Padre, hacer mi santa voluntad
hasta que descubro, con tristeza,
que mis manos se han ido vaciando poco a poco
y ahora no tengo en ellas nada que merezca la pena,
nada que dar y ofrecer porque todo lo derroché.
Incluso a mis amigos los siento lejos
porque he confundido la entrega con las discusiones vacías y las excusas.

No soy infinito,
aunque tengo sed de infinito.
La tierra y el polvo me  recuerdan lo que soy y lo que seré.
La tierra y el polvo me recuerdan que Tú eres mi Alfarero,
pero yo no me he dejado moldear, arcilla rebelde,
ni cocer al fuego de tu Espíritu.

Miércoles de ceniza:
    Es hora de volver a casa,
    desde este país donde ya no hay alimento
    que pueda saciar mi hambre.

Miércoles de ceniza:
    Hora de hacer una hoguera
    con todo mi egoísmo y mi estupidez.
    Hora de reducir a cenizas mi absurda torre de Babel
    y bajarme a la tierra y comenzar a dar manos.
    Hora de quitar estorbos de mis oídos,
    y hacer silencio para volver a escucharte y a escucharme.

Miércoles de ceniza:
    Como ella, debo entrar en el horno de tu Espíritu
    y dejarme transformar en el cántaro que tú quieras.
    Aunque mi sí quedó hecho cenizas,
    sé que puedo renovarlo. Y quiero hacerlo, con tu ayuda.

Miércoles de ceniza:
    Cuarenta días para dejarme encontrar por Ti,
    para darme cuenta de que me esperas a la puerta de casa.
    Cuarenta días para pedirte perdón
    y ayunar de tantas cosas que me sobran y otros necesitan.
    Cuarenta días para escuchar más atento tu Palabra,
    y dejar que sea tu Pan quien me sacie
    y tu perdón quien me restaure.

Un poco de ceniza en el rostro
me puede poner en camino de verdad:
NO HAY CAMINO FUERA DE DIOS.
Y hoy mismo comienzo el camino de retorno a Tu casa.


miércoles, 3 de febrero de 2016



Cansancios
Hay momentos en que no puedes más. En que cuesta encontrar los motivos, en que la misión es solo trabajo y tienes ganas de hacer una huelga de ti mismo. Quizás esos días eres más susceptible, estás más irritado, o acaso la fatiga se convierte en tristeza. Y añades al cansancio la sensación de disgusto. Entonces te cuesta más hablar de amor (o amar). Y le ves las aristas a todo. Por eso es necesario, en ocasiones, reconocerse más débil, más frágil, y darse una pausa y dejarse cuidar.
Cada quién tiene su carisma, su capacidad, sus talentos. Y es una propuesta y una llamada evangélica ponerlos a rendir. No deberíamos enterrarlos… pero es muy importante saber que parte de la vida, de nuestro carácter y de nuestro ser humanos pasa por hacer, de vez en cuando, una pausa. Dejarse acunar por otras voces, dejar que otras manos acaricien las propias heridas y fatigas. Darse permiso para estar en baja forma. Aceptar que a veces uno no puede, o no sabe, o no llega hasta donde querría. Aceptarse incapaz…
¿Qué haces cuando te sientes cansado? ¿Sabes frenar, descansar?

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Marcos (6,1-6):

En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: «¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?»
Y esto les resultaba escandaloso. Jesús les decía: «No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa.»
No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.

COMENTARIO
Hoy el escenario es otro, y bien relevante: Jesús retorna a su pueblo, al encuentro con los suyos. Mirando lo que pasa en nuestros pueblos y ciudades cabe imaginarse qué habría sido de Nazaret si Jesús hubiera sido un Mesías de otro tipo: placas, estatuas, museos, fundaciones, premios… Todo el mundo se habría apuntado a reivindicar su legado, a hacerlo suyo, a presumir de su relación con él. Pero la reacción de sus vecinos fue otra.
Se trata de algo que puede interpretarse de muchos modos. Uno de ellos parece bien razonable: la autoridad de Jesús y su capacidad de ‘hacer milagros’ no encajan en los esquemas, en las pre-comprensiones de los habitantes de Nazaret: ¿Cómo va a ser el Mesías el hijo de María, el carpintero, el pariente de Santiago, José, Judas y Simón?
Casi todos tendemos a ello. Definimos con rapidez y facilidad cómo pueden ser las cosas, hasta dónde pueden llegar las personas, a qué podemos aspirar. ¿Y si Dios quiere plantearnos  algo distinto (como hace tantas veces)? La Historia de la Salvación abunda en esos gestos inesperados del Padre: ¿quién habría esperado de Moisés, de David, de María, de Pablo, de Pedro, lo que el Espíritu hizo en y con ellos?        
La paja en el ojo ajeno
Anda lleno el mundo de dobles raseros, de palabras sin respaldo en las obras, o de gente que dice una cosa y hace la contraria. Ocurre mucho. Vemos a un político que proclama con grandilocuencia una conducta, y luego se le descubre otra. Vemos, en lo cotidiano, que hay gente que canta el amor y vive desde un egoísmo radical. Hay quien habla de justicia, de compromiso o de sensibilidad con el medio ambiente, y sin embargo a base de viajes deja una huella ecológica que es visible desde el espacio, sin siquiera pensar en ello o buscar alternativas.
¿A quién no le ocurre alguna vez que se descubre criticando en otros cosas que, si se piensa con sinceridad, también hace uno mismo?
«Fíjate cómo es tal o cual…» decimos, sin darnos cuenta quizás de que también nosotros somos así. Pero la crítica es fácil. Al menos es más fácil que la autocrítica. Criticamos la corrupción en otros, pero buscamos un enchufe. Nos quejamos del despilfarro público, pero nosotros mismos desaprovechamos las oportunidades que nos brinda la educación, o abusamos de lo que es «gratuito». Acusamos de insensible a alguien, y sin darnos cuenta, somos nosotros los que no estamos siendo sensibles con su propia situación…

LA SEMANA DE LA PAZ Y LA NO VIOLENCIA
El lunes 25 de enero comenzamos  la Semana de la Paz y la No Violencia.
Son días para recordar lo importante que es construir entre todos la PAZ, buscar más lo que nos une que lo que nos separa. La paz es muy contagiosa, capaz de unir los corazones separados y enfrentados EN UN SOLO CORAZÓN, para transformar nuestro mundo dividido EN UNA SOLA FAMILIA donde todos seamos hermanos.

Vamos a fijarnos en un breve pasaje del Evangelio donde Jesús tiene que hacer frente a la violencia. Lo leemos en el evangelio de Mateo
"Pedro se acercó entonces y le dijo:
-Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?
Le responde Jesús:
-No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”.
En la época de Jesús, como en la nuestra, había frases hechas que todos entendían. Cuando alguien hablaba de perdonar siete veces era como decir perdonar muchísimo; así que perdonar setenta veces siete era lo mismo que decir que había que perdonar siempre.
A todos nos cuesta mucho perdonar, pero es casi imposible renunciar a la violencia sin empezar por perdonar.
¿A quién tengo que pedir perdón? ¿A quién tengo que perdonar? ¿Qué debería hacer yo para trabajar por la paz en mi clase? ¿En mi familia? ¿En el mundo?
Pidamos a Jesús que nos ayude en esta tarea de construir entre todos la paz.

¿QUÉ ES EL AMOR?
Si necesitas  a una persona para ser feliz, eso no es amor... Es carencia.
Si tienes celos, inseguridades y haces cualquier cosa para mantener a esa persona a tu lado, aún sabiendo que no eres correspondido, eso no es amor...  Es falta de amor propio.
Si crees que tu vida queda vacía sin esa persona; y no consigues imaginarte solo, manteniendo una relación que se acabó, eso no es amor... Es dependencia.
Si piensas que ese ser amado te pertenece; te sientes dueño y señor de su vida y no le das la oportunidad de expresarse, de decidirse, eso no es amor... Es posesión y egoísmo.
Si no lo deseas; y sin embargo quieres estar a su lado, eso no es amor... Es amistad.
Si tu corazón late más fuerte; y tu temperatura sube y baja vertiginosamente, sólo en pensar en la otra persona, eso no es amor... Es pasión.
El amor es:
Paciente y servicial,
no tiene envidia y no actúa con bajeza
ni busca su propio interés;
olvida las ofensas y perdona,
no se alegra de algo injusto,
siempre le agrada la verdad.
El amor lo disculpa todo,
todo lo cree y todo lo espera,
todo lo soporta, pues el amor nunca pasará.

“PÁZ SALO”
Hemos reflexionado durante toda las semana sobre la Paz y no violencia, y por fin, todo el centro, hoy lo celebra a lo grande. Por esto es de obligado cumplimiento tener en cuenta los siguientes principios:
1- Creo que el amor es mejor que el odio y la paz mejor que la guerra.
2- Me comprometo a ser amigo de todos. A no pensar mal de las personas y a fijarme en todo lo bueno que nos une antes que en lo que nos separa.
3- Me comprometo a ayudar a todos los que me necesiten, a perdonar a los que me ofendan, y a pedir perdón cuando yo ofenda a alguien.
4- Haré todo lo posible para que todos vivamos como UNA GRAN FAMILIA, CON UN SOLO CORAZÓN, para que se termine la violencia, la guerra, y consigamos la paz.
Nuestro centro educativo manifiesta su apuesta incondicional por la paz y en contra de cualquier acción que implique violencia entre los seres humanos.
Los valores que promovemos son los que anuncia el Evangelio, plenamente humanos: la vida, el amor, la libertad, la justicia y la paz.
Por principio rechazamos cualquier actitud o conducta que implique la pérdida de esos valores fundamentales que nos hacen humanos. Las guerras entre hermanos nunca pueden estar justificadas; pero tampoco los insultos entre nosotros, las amenazas, los enfrentamientos entre grupos, las venganzas, la discriminación…

ORACIÓN
Haznos, Señor, instrumentos de tu Paz.
Que donde haya odio, llevemos amor.
Donde haya agravio, llevemos perdón.
Donde haya duda, pongamos fe.
Donde haya desesperación, pongamos esperanza.
Donde haya tinieblas, llevemos la luz.
Y donde haya tristeza, llevemos la alegría.