
Encendemos, Señor, esta tercera luz
más cercanos ya a la noche buena de
la Luz Mayor
Queremos dar testimonio de tu Luz,
Señor,
como hizo Juan el Bautista,
No somos nosotros la Luz, pero sí los
testigos
de la Luz verdadera venida a este
mundo
Deseamos, Señor,
con esta tercera luz que encendemos,
que el fuego de tu Espíritu encienda
nuestros corazones
y los convierta en luminarias para
los demás.
Danos un corazón que vea
las necesidades de nuestro prójimo
para compartir con él lo mejor que
somos y tenemos.
Quema en tu hoguera, Señor,
toda la paja de nuestras vidas
y reúne nuestros granos en pan
comunitario
para renacer en Belén, la Casa del
Pan.
Para que Te revelemos
como buena y gozosa Noticia para los
hombres,
tan necesitados de reconocerse como
hijos de Dios en la Cuna comunitaria de Belén.
Sin llamarle,
sin haber pensado siquiera en él,
sin saber muy bien quién es,
sin tener oídos para escucharle,
sin comprender su palabra,
Alguien viene
a sentarse a nuestro lado
para estar con nosotros, los hombres.
Alguien viene
¡y tiene tantas cosas
que cambiar dentro de nosotros!...
No viene para que todo siga igual
ni para hacer silencio a nuestro lado.
Viene
porque es posible ser de otra manera
y compartir el pan a manos llenas.
Alguien viene a nuestro lado
desde la orilla

Viene desde la cercanía de Dios
a encontrarse con el hombre
para que el hombre conozca a Dios.
Alguien viene desde Dios
y trae presencia de Dios a la tierra.
¿Sabremos aceptar la presencia de Dios
en éste que viene de parte de Dios?.
Nos hemos reunido para orar en este tercer miércoles
de Adviento, en la espera de Jesús. Él vino hace 2000 años a nuestro mundo,
pero sigue viniendo cada día en cada rostro que nos necesita, en cada
acontecimiento, en cada situación del camino de nuestra vida. Es el momento de
tener los ojos abiertos y el corazón vigilante. Dispongámonos a abrir nuestro
interior a su llegada, con la humildad,
sencillez y la devoción de Francisco al acoger al Niño en la noche de la
Navidad en Greccio.
Y en este año dedicado a la Misericordia, sepamos
poner nuestro corazón en la miseria del otro, como Jesús, como Francisco.
Recordemos ahora
cómo vivió la Navidad Francisco para poner toda nuestra ternura en el misterio
del Hijo de Dios hecho hombre
Relato de San
Buenaventura (LM 10,7)
Tres años antes de su
muerte se dispuso Francisco a celebrar en el castro de Greccio, con la mayor
solemnidad posible, la memoria del nacimiento del niño Jesús, a fin de excitar
la devoción de los fieles.
Mas para que dicha
celebración no pudiera ser tachada de extraña novedad, pidió antes licencia al
sumo pontífice; y, habiéndola obtenido, hizo preparar un pesebre con el heno
correspondiente y mandó traer al lugar un buey y un asno.
Son convocados los
hermanos, llega la gente, el bosque resuena de voces, y aquella noche bendita,
esmaltada profusamente de claras luces y con sonoros conciertos de voces de
alabanza, se convierte en esplendorosa y solemne.
El varón de Dios estaba
lleno de piedad ante el pesebre, con los ojos arrasados en lágrimas y el
corazón inundado de gozo. Se celebra sobre el mismo pesebre la misa solemne, en
la que Francisco, levita de Cristo, canta el santo evangelio. Predica después
al pueblo allí presente sobre el nacimiento del Rey pobre, y cuando quiere
nombrarlo -transido de ternura y amor-, lo llama «Niño de Bethlehem».
Todo esto lo presenció un
caballero virtuoso y amante de la verdad: el señor Juan de Greccio, quien por
su amor a Cristo había abandonado la milicia terrena y profesaba al varón de
Dios una entrañable amistad. Aseguró este caballero haber visto dormido en el
pesebre a un niño extraordinariamente hermoso, al que, estrechando entre sus
brazos el bienaventurado padre Francisco, parecía querer despertarlo del sueño.
Dicha visión del devoto
caballero es digna de crédito no sólo por la santidad del testigo, sino también
porque ha sido comprobada y confirmada su veracidad por los milagros que
siguieron. Porque el ejemplo de Francisco, contemplado por las gentes del
mundo, es como un despertador de los corazones dormidos en la fe de Cristo, y
el heno del pesebre, guardado por el pueblo, se convirtió en milagrosa medicina
para los animales enfermos y en revulsivo eficaz para alejar otras clases de
pestes. Así, el Señor glorificaba en todo a su siervo y con evidentes y
admirables prodigios demostraba la eficacia de su santa oración.
Nosotros
al igual que Francisco nos estamos preparando para vivir la Navidad, estamos
decorando nuestras casas y nuestras clases, pensemos pues, tal y como nos
indica el papa Francisco como todos estos símbolos nos ayudan a encontrar el
verdadero significado de la Navidad
Navidad eres tú,
cuando
decides nacer de nuevo cada día y dejar entrar a Dios en tu alma.
El pino de Navidad eres tú,
cuando
resistes vigoroso a los vientos y dificultades de la vida.
Los adornos de Navidad eres tú,
cuando
tus virtudes son colores que adornan tu vida.
La campana de Navidad eres tú,
cuando
llamas, congregas y buscas unir.
Eres también luz de Navidad,
cuando
iluminas con tu vida el camino de los demás con la bondad,
la
paciencia, alegría y la generosidad.
Los ángeles de Navidad eres tú,
cuando
cantas al mundo un mensaje de paz, de justicia y de amor.
La estrella de Navidad eres tú,
cuando
conduces a alguien al encuentro con el Señor.
Eres también los reyes Magos,
cuando
das lo mejor que tienes sin importar a quien.
La música de Navidad eres tú
cuando
conquistas la armonía dentro de ti.
El regalo de Navidad eres tú,
cuando
eres de verdad amigo y hermano de todo ser humano.
La tarjeta de Navidad eres tú,
cuando
la bondad está escrita en tus manos.
La felicitación de Navidad eres tú,
cuando
perdonas y reestableces la paz, aun cuando sufras.
La cena de Navidad eres tú,
cuando
sacias de pan y de esperanza al pobre que está a tu lado.
Tú eres, sí, la noche de Navidad,
cuando
humilde y consciente, recibes en el silencio de la noche
al
Salvador del mundo sin ruidos ni grandes celebraciones.
Tú eres sonrisa de confianza y de
ternura,
en
la paz interior de una Navidad perenne que establece el Reino dentro de ti.
Una muy Feliz Navidad para todos los
que se parecen a la Navidad.