martes, 15 de enero de 2013

Un nuevo año comienza, pero por eso el camino no termina, ni tampoco comienza, digamos que el camino sigue, continua y una nueva etapa marca el recorrido con este año nuevo que estrenamos hace unos días. Sin embargo, los días pasan y avanzan sin tregua. Se suceden unos tras otros, y se hace necesario avanzar, no quedarse parado ni estancado. Eso significaría la muerte.
También ocurre lo mismo en mi componente espiritual. Necesito seguir caminando y avanzando en el Espíritu. Avanzar con fe y con confianza. El panorama no promete un camino plácido y suave. Todo lo contrario, un camino lleno de espinas, de luchas que complican cada paso y cada avance, pero se hace necesario crecer y avanzar.
Necesito creer, Señor. Sólo Tú tienes Palabra de Vida Eterna. Los años pasan, pero tu Palabra permanece firme, fiel, gozosa y llena de vida. Déjame agarrarme a ella porque sin Ella nada puedo. Se acabó un año, y llega otro, y sin darnos cuenta también se irá, pero tu Palabra quedará, y yo quiero permanecer y vivir en Ella. Porque Ella, la Palabra, es el Camino, la Verdad y la Vida.
Este pasado fin de semana hemos celebrado la fiesta de Reyes ¿Por qué yo no tengo una estrella como los Magos que me alumbre y me facilite el camino? Supongo que de esa manera me sería más fácil encontrarme con el Niño Dios. Aprovecho este día para pedírsela y así tener el camino bien señalado.
No es mala idea aprovechar estas fechas para pedirle al Señor que nos alumbre el camino con una estrella que nos conduzca al encuentro con Jesús, y creo que debemos pedírsela. Yo me sumo a esa petición. Pero conviene también recordar que los Reyes Magos no lo tuvieron fácil como puede parecernos a nosotros. Ellos tuvieron que dejar muchas cosas y aventurarse sin ninguna certeza. 
Podía ser un engaño, una intuición falsa, una aventura sin fundamento seguro. Nada garantizaba nada, y todo fue un camino inseguro, arriesgado y sin garantías de ninguna clase. Incluso, nadie buscaba ni nadie sabía nada a ese respecto. Sí, había una profecía, pero que nadie daba crédito, o en el mejor de los casos permanecían inmóviles y sin reaccionar.
Sin lugar a dudas, los Magos tuvieron su mérito, salir confiados a la indicación de esa estrella y dejarse guiar por ella. Y es eso, en mi humilde parecer, lo que creo que debemos hacer nosotros también. Hoy que, en el camino que emprendemos juntos, se habla de estrellas y de orientación, pidamos al Espíritu Santo, nuestra mejor estrella, que nos guíe y nos alumbre nuestra vivencia diaria por los caminos que la vida nos va presentando. Es la luz que el Niño Dios nos ha dejado para que no perdamos su estela y su nacimiento.
Es tiempo de pedir. En esta época del año los niños piden, y piden convencidos que sus regalos les van a venir. Al menos esperan con esperanza de que así sea. Sería bonito y esperanzador dejar que nuestro corazón se convierta por estos días en un corazón de niño, y que continúe así por mucho tiempo.
Necesito, Dios mío, un corazón voluntarioso y fuerte. Voluntad para no desfallecer y vencer la pereza y las comodidades que este mundo me ofrece como tentación de rendirme a sus encantos y  dejarme mecer por el encanto del ritmo que la buena vida marca. Sin preocupaciones ni molestias por lo que pase a mi alrededor.
Necesito fortaleza para enfrentarme con decisión a las tempestades y embestidas de todos aquellos obstáculos que la vida, por si sola, se encarga de ponerme ante mi camino. Tempestades de envidias, de soberbias, de egoísmos, de vanidades, de placeres y todo lo que me aleja del amor por construir un mundo mejor, más solidario y más justo apoyado en el amor.
Y una tercera petición: Necesito algo de sabiduría y paciencia para saber caminar y evadirme de muchas tempestades imposible de vencer y superar. La luz que me ilumine para ver en la oscuridad de la noche y pacientemente dirigir mis pasos hacia la verdad y libertad.
No quiero nada más, Señor. No quiero riquezas, poder, halagos, privilegios. ¡Ah!, eso sí, un poquito de salud para poder servirte en los hermanos. Espero que no sea mucho, pero si así fuera y me haya excedido, aceptaré lo que Tú a bien decidas concederme. Eso, venido de Ti, será lo mejor y lo más conveniente.
Hoy, Señor, te pedimos luz, atrevimiento, impulso irrefrenable para buscarte, para ir a tu encuentro, para experimentar tu Palabra, tu acogida, tu invitación, tu llamada, tu búsqueda y tu alimento. Como Andrés y el otro discípulo atráenos hacia Ti, respóndenos como a Juan el Bautista, y enséñanos a ver claro que Tú eres el Camino, la Verdad y la Vida, y toda esperanza que vive dentro de nosotros. Amén.

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