"El
logo y el lema del Año Jubilar son una buena síntesis de lo que será este año
de la Misericordia. Con el lema ‘Misericordiosos como el Padre’ se propone
vivir la misericordia siguiendo el ejemplo del Padre, que pide no juzgar
y no condenar, sino perdonar y amar sin medida. El logo –obra
del jesuita Marko I. Rupnik– se presenta como
un pequeño compendio teológico de la misericordia. Muestra, en efecto, al
Hijo que carga sobre sus hombros al hombre extraviado,
recuperando así una imagen muy apreciada en la
Iglesia antigua, porque indicaba el amor de Cristo que lleva
a término el misterio de su encarnación con la redención.
El dibujo se destaca el Buen Pastor que toca en profundidad
la carne del hombre, y lo hace con un amor capaz de cambiarle la vida. El Buen
Pastor con extrema misericordia carga sobre sí la humanidad, pero sus
ojos se confunden con los del hombre. La escena se coloca dentro de una
mandorla que es también una figura importante en la iconografía antigua y
medieval por cuanto evoca la presencia de las dos naturalezas, divina y humana,
en Cristo. Los tres óvalos concéntricos, de color progresivamente más
claro hacia el externo, sugieren el movimiento de Cristo que saca al
hombre fuera de la noche del pecado y de la muerte. Por otra parte, la
profundidad del color más oscuro sugiere también el carácter inescrutable del amor
del Padre que todo lo perdona."
Lectura del santo evangelio según san Marcos (1,29-39):
En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar. Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar.
Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: «Todo el mundo te busca.»
Él les respondió: «Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido.»
Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios.
En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar. Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar.
Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: «Todo el mundo te busca.»
Él les respondió: «Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido.»
Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios.
REFLEXIÓN
“Predicando en las sinagogas y expulsando los demonios”. Así
de conciso se muestra Marcos para resumir la actividad evangelizadora de Jesús.
El texto del Evangelio de hoy podría ser, en efecto, un resumen del quehacer
diario de Jesús: después de predicar en la Sinagoga cura enfermos, se retira a
un lugar apartado para orar y se traslada a otra población, “para predicar
también allí”. Jesús, consciente de su misión, se dedica por completo a
anunciar la Buena Nueva, a invitar a la conversión y a hacer signos creíbles
que avalen la anunciada cercanía del Reino; pero sabe reservarse sus tiempos.
Sobre todo para orar, para ponerse en relación con su Padre, el que le había
enviado. Pero también para estar con sus discípulos y amigos.
Y es que la misión de Jesús, igual que la nuestra que no es
sino continuación de la suya, tal y como lo encomendó a su Iglesia, sólo tiene
sentido en el marco de las relaciones personales. La relación personal con el
Padre Dios, por supuesto, pero también las relaciones personales con sus amigos
y sus hermanos en la misión, y con la gente misma a la que se dirigía. De
hecho, Jesús despliega toda su acción misionera y salvadora en relaciones
personales, en el tú a tú. No podría ser de otra manera: es el Amor que nace de
Dios y que se transmite de tú a tú a cada persona en una relación también de
amor.
A veces entendemos mal nuestra acción misionera. Como si
fuera cosa de “hacer” muchas tareas, o de emprender grandes “proyectos”, o cosa
de ideas a transmitir, o… No. La misión de Jesús, como la nuestra, sólo tiene
sentido en el ámbito de las relaciones personales, en el tú a tú, en el terreno
del amor real y concreto. Por eso sólo puede desplegarse desde una comunidad de
hermanos de los que se pueda decir “mirad cómo se aman”. Por eso sólo nace de
una relación profunda y constante con Dios mismo. Por eso sólo se puede
realizar desde el encuentro y la cercanía del tú a tú, especialmente con los
más pobres, sufrientes y excluidos.
Comienzos
Mucho en la vida pasa por los comienzos. Comenzamos etapas,
años, cursos, relaciones… Cada comienzo debería ser percibido como una
oportunidad, como un momento de tomar decisiones, de fijarse metas y
horizontes. Por ejemplo, empezamos un nuevo año (ojalá que nunca nos instalemos
en una rutina tan definitiva que nunca haya nada nuevo).
Al comenzar este año pregúntate ¿dónde estoy? Pregúntate por
tus fortalezas y debilidades. Por tus vínculos. Por tu corazón. Por tus manías.
Por todo lo que es significativo. Trazar un mapa lo más auténtico posible.
Porque la capacidad de poner nombre a las cosas es camino hacia la verdad que
buscamos. La lucidez para saber dónde estás. La honestidad sobre las relaciones
que te importan. La sinceridad sobre los objetivos que de verdad movilizan tu
corazón, más allá de las palabras y de las palabras bien dichas.
¿Dónde estoy?
¿OJO POR OJO O
PERDONAR?
Jesús nos trae hoy una Buena Noticia. Quizá creamos que
sabemos mucho sobre él, que hemos oído muchas veces hechos de su vida, pero su
palabra puede sonar de forma distinta cada día y nos puede dar luz en nuestros
problemas.
En ocasiones, nos enfadamos con los demás o incluso podemos
llegar a insultar a aquél que no nos cae bien. Ante esto Jesús nos dice unas
palabras:
“Habéis oído que se dijo a los antiguos: ‘Ojo por ojo y
diente por diente.’ Pero yo os digo: No resistáis a quien os haga algún
daño. Al contrario, si alguien te pega en la mejilla derecha, ofrécele también
la otra. Al que te pida algo, dáselo; y no le vuelvas la espalda a quien
te pida prestado.
También habéis oído que antes se dijo: ‘Ama a tu prójimo y
odia a tu enemigo.’ Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por
los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el
cielo, pues él hace que su sol salga sobre malos y buenos, y envía la lluvia
sobre justos e injustos. Porque si amáis solamente a quienes os aman, ¿qué
recompensa tendréis? Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis
de extraordinario?”
Jesús nos ha dejado este mensaje, para que lo tengamos en
cuenta en nuestra relación con los demás. Su consejo para que seamos felices es
que no peguemos, que la violencia no lleva a ningún sitio. Dar y ayudar a todo
el que nos pide algo, aunque no nos caiga bien o no le conozcamos. En
definitiva, saludar, querer, compartir con todos, pero empezando con los que
tenemos al lado: con nuestros compañeros de clase. Que Dios nos ayude a decir
sí siempre que alguien nos necesite.
ORACIÓN POR EL AÑO
NUEVO
Señor, Dios, dueño del tiempo y de la eternidad, tuyo es el
hoy y el mañana, el pasado y el futuro. Al terminar un año quiero darte gracias
por todo aquello que recibí de TI.
Te ofrezco cuanto hice el año pasado, el trabajo que pude
realizar y las cosas que pasaron por mis manos y lo que con ellas pude
construir.
Te presento a las personas que a lo largo de estos meses
amé, las amistades nuevas, los más cercanos a mí y los que estén más lejos, los
que me dieron su mano y aquellos a los que pude ayudar, con los que compartí la
vida, el trabajo, el dolor y la alegría.
Pero también, Señor hoy quiero pedirte perdón, perdón por el
tiempo perdido, por el dinero mal gastado, por la palabra inútil y el amor
desperdiciado. Perdón por las obras vacías y por el trabajo mal hecho, y perdón
por vivir sin entusiasmo. También por la oración que poco a poco fui aplazando
y que hasta ahora vengo a presentarte. Por todos mis olvidos, descuidos y
silencios nuevamente te pido perdón.
Al iniciar un nuevo año detengo mi vida ante el nuevo
calendario aún sin estrenar y te presento estos días: te pido para mí y los
míos la paz, la salud y el cariño. Dame alegría para que, cuantos convivan
conmigo o se acerquen a mí encuentren en mi vida un poco de TI.
Danos un año feliz.
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