miércoles, 13 de enero de 2016


                "El logo y el lema del Año Jubilar son una buena síntesis de lo que será este año de la Misericordia. Con el lema ‘Misericordiosos como el Padre’ se propone vivir la misericordia siguiendo  el ejemplo del Padre, que pide no juzgar y no condenar, sino perdonar y amar sin medida.  El  logo  –obra  del  jesuita  Marko I. Rupnik–  se  presenta como  un pequeño compendio teológico de la misericordia. Muestra, en efecto, al Hijo que carga sobre sus hombros  al  hombre  extraviado,  recuperando así una  imagen  muy apreciada  en  la Iglesia  antigua,  porque  indicaba el amor de Cristo que lleva a término el misterio de su encarnación con la redención.

El dibujo se destaca el Buen Pastor que toca en profundidad la carne del hombre, y lo hace con un amor capaz de cambiarle la vida. El Buen Pastor con extrema misericordia carga sobre sí la humanidad, pero sus  ojos se confunden con los del hombre. La escena se coloca dentro de una mandorla que es también una figura importante en la iconografía antigua y medieval por cuanto evoca la presencia de las dos naturalezas, divina y humana, en  Cristo. Los tres óvalos concéntricos, de color progresivamente más claro hacia el externo, sugieren  el movimiento de Cristo que saca al hombre fuera de la noche del pecado y de la muerte. Por otra  parte, la profundidad del color más oscuro sugiere también el carácter inescrutable del amor del Padre que todo lo perdona."
Lectura del santo evangelio según san Marcos (1,29-39):
En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar. Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar.
Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: «Todo el mundo te busca.»
Él les respondió: «Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido.»
Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios.
REFLEXIÓN
“Predicando en las sinagogas y expulsando los demonios”. Así de conciso se muestra Marcos para resumir la actividad evangelizadora de Jesús. El texto del Evangelio de hoy podría ser, en efecto, un resumen del quehacer diario de Jesús: después de predicar en la Sinagoga cura enfermos, se retira a un lugar apartado para orar y se traslada a otra población, “para predicar también allí”. Jesús, consciente de su misión, se dedica por completo a anunciar la Buena Nueva, a invitar a la conversión y a hacer signos creíbles que avalen la anunciada cercanía del Reino; pero sabe reservarse sus tiempos. Sobre todo para orar, para ponerse en relación con su Padre, el que le había enviado. Pero también para estar con sus discípulos y amigos.
Y es que la misión de Jesús, igual que la nuestra que no es sino continuación de la suya, tal y como lo encomendó a su Iglesia, sólo tiene sentido en el marco de las relaciones personales. La relación personal con el Padre Dios, por supuesto, pero también las relaciones personales con sus amigos y sus hermanos en la misión, y con la gente misma a la que se dirigía. De hecho, Jesús despliega toda su acción misionera y salvadora en relaciones personales, en el tú a tú. No podría ser de otra manera: es el Amor que nace de Dios y que se transmite de tú a tú a cada persona en una relación también de amor.
A veces entendemos mal nuestra acción misionera. Como si fuera cosa de “hacer” muchas tareas, o de emprender grandes “proyectos”, o cosa de ideas a transmitir, o… No. La misión de Jesús, como la nuestra, sólo tiene sentido en el ámbito de las relaciones personales, en el tú a tú, en el terreno del amor real y concreto. Por eso sólo puede desplegarse desde una comunidad de hermanos de los que se pueda decir “mirad cómo se aman”. Por eso sólo nace de una relación profunda y constante con Dios mismo. Por eso sólo se puede realizar desde el encuentro y la cercanía del tú a tú, especialmente con los más pobres, sufrientes y excluidos.
Comienzos
Mucho en la vida pasa por los comienzos. Comenzamos etapas, años, cursos, relaciones… Cada comienzo debería ser percibido como una oportunidad, como un momento de tomar decisiones, de fijarse metas y horizontes. Por ejemplo, empezamos un nuevo año (ojalá que nunca nos instalemos en una rutina tan definitiva que nunca haya nada nuevo).
Al comenzar este año pregúntate ¿dónde estoy? Pregúntate por tus fortalezas y debilidades. Por tus vínculos. Por tu corazón. Por tus manías. Por todo lo que es significativo. Trazar un mapa lo más auténtico posible. Porque la capacidad de poner nombre a las cosas es camino hacia la verdad que buscamos. La lucidez para saber dónde estás. La honestidad sobre las relaciones que te importan. La sinceridad sobre los objetivos que de verdad movilizan tu corazón, más allá de las palabras y de las palabras bien dichas.
¿Dónde estoy?
¿OJO POR OJO O PERDONAR?
Jesús nos trae hoy una Buena Noticia. Quizá creamos que sabemos mucho sobre él, que hemos oído muchas veces hechos de su vida, pero su palabra puede sonar de forma distinta cada día y nos puede dar luz en nuestros problemas.

En ocasiones, nos enfadamos con los demás o incluso podemos llegar a insultar a aquél que no nos cae bien. Ante esto Jesús nos dice unas palabras:
“Habéis oído que se dijo a los antiguos: ‘Ojo por ojo y diente por diente.’ Pero yo os digo: No resistáis a quien os haga algún daño. Al contrario, si alguien te pega en la mejilla derecha, ofrécele también la otra.  Al que te pida algo, dáselo; y no le vuelvas la espalda a quien te pida prestado.
También habéis oído que antes se dijo: ‘Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo.’ Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, pues él hace que su sol salga sobre malos y buenos, y envía la lluvia sobre justos e injustos. Porque si amáis solamente a quienes os aman, ¿qué recompensa tendréis? Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario?”

Jesús nos ha dejado este mensaje, para que lo tengamos en cuenta en nuestra relación con los demás. Su consejo para que seamos felices es que no peguemos, que la violencia no lleva a ningún sitio. Dar y ayudar a todo el que nos pide algo, aunque no nos caiga bien o no le conozcamos. En definitiva, saludar, querer, compartir con todos, pero empezando con los que tenemos al lado: con nuestros compañeros de clase. Que Dios nos ayude a decir sí siempre que alguien nos necesite.
ORACIÓN POR EL AÑO NUEVO
Señor, Dios, dueño del tiempo y de la eternidad, tuyo es el hoy y el mañana, el pasado y el futuro. Al terminar un año quiero darte gracias por todo aquello que recibí de TI.
Te ofrezco cuanto hice el año pasado, el trabajo que pude realizar y las cosas que pasaron por mis manos y lo que con ellas pude construir.
Te presento a las personas que a lo largo de estos meses amé, las amistades nuevas, los más cercanos a mí y los que estén más lejos, los que me dieron su mano y aquellos a los que pude ayudar, con los que compartí la vida, el trabajo, el dolor y la alegría.
Pero también, Señor hoy quiero pedirte perdón, perdón por el tiempo perdido, por el dinero mal gastado, por la palabra inútil y el amor desperdiciado. Perdón por las obras vacías y por el trabajo mal hecho, y perdón por vivir sin entusiasmo. También por la oración que poco a poco fui aplazando y que hasta ahora vengo a presentarte. Por todos mis olvidos, descuidos y silencios nuevamente te pido perdón.
Al iniciar un nuevo año detengo mi vida ante el nuevo calendario aún sin estrenar y te presento estos días: te pido para mí y los míos la paz, la salud y el cariño. Dame alegría para que, cuantos convivan conmigo o se acerquen a mí encuentren en mi vida un poco de TI.

Danos un año feliz.



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