domingo, 15 de enero de 2012

12 de Enero de 2012

Juan Pablo II, nos decía "Ahora tenemos que mirar hacia delante, debemos remar mar adentro, confiando en la palabra de Cristo. En la causa del Reino ho hay tiempo para mirar atrás, y menos para dejarse llevar por la pereza.

Hacia delante, pero ¿hacia dónde? ¿Cuál es la meta? pues vuestra meta, no puede ser otra que Cristo, para conocerle a El, el poder de su resurrección y la comunión en su padecimiento.

Lo primero que tenemos que hacer, si caminamos hacia Cristo, es no perderlo de vista, tener siempre los ojos fijos en Jesús. Tenemos que ser como nos dice el Papa, "contempladores de su rostro... la mirada se queda más que nunca fija en el rostro del Señor.

Ver a Cristo es una dicha, es nuestra esperanza. El anciano Simeón, cuando al fin vio a Jesús, cantó aquello de: Ya me puedo morir porque mis ojos han visto tu salvación. Es lo que repetía Santa Teresa: "Véante mis ojos, dulece Jesús bueno, veánte mis ojos, muérma yo luego"

Ver a Jesús te tiene que cambiar, no se puede vera a Jesús y seguir igual, o quedarte en una emoción pasajera. "El que ha conocido a Jesús ha contraido una enfermedad que no se puede curar.

Preguntamos ¿Estás enfermo de Jesús? ¿Te ha herido? ¿Te ha apasionado? ¿Te ha roto algo? ¿Ha producido en ti alguna dependencia? ¿O no te afecta gran cosa? Pues si no estás enfermo de Jesús, tendrás que ir urgentemente al médico, el que hiriendo da salud, el que matando da vida. Ve a Jesús y déjate atraer y déjate iluminar, ver a Jesús y enfermar. Pero no te muevas luego, que todavá hay mucho que hacer y mucho camino que recorrer.

No vale quedarse en el Tabor contemplativo. Si tu rostro se ha iluminado en la contemplación de Cristo. ¿qué otra cosa puedes hacer sino llevar esa luz a los demás?  hacer resplandecer también su rostro ante las generaciones del nuevo milenio.

¿Qué hay que hacer para caminar hasta Cristo? ¿Cómo se consigue ver a Cristo? ¿Cómo podemos configurarnos en Él? ¿Cómo llegar a tener una experiencia de Cristo, una vivencia del misterio pascual?. Los grandes testigos nos lo enseñan:
  • Primero: déjarse atraer por Cristo.
    • Pablo andaba por malos caminos, hasta que salió Cristo a su encuentro y se dejó iluminar por Él.
    • Agustín tenía fuerzas para dejar sus andanzas, hasta que escuchó lo de Toma y lee, y encontró el camio acertado y no dejó la luz.
    • Como Ignacio, leyendo la vida de los santos.
    • Como Camilo, leyendo el rostro de los enfermos.
    • Como Teresa, leyendo la imagen dolorosa de Cristo.
    • Como Edit Stein, leyendo la vida de Teresa.
    • Como Teresa de Calcuta, leyendo y oyendo a los más pobres de la ciudad.
    • Como Mounier, leyendo el rostro de su hija deficiente..
 Hay que saber escuchar, hay que saber leer los signos, hay que saber distinguir las emociones del Espíritu.
  • Segundo: Orar.
          Los discípulos se dajaron llevar por Jesús a la montaña, para orar. Y estando en la oración, vieron, fueron iluminados y envueltos en la nube.
          Orar es entrar en ti, en silencio, encontrarte contigo mismo. Orar, es entrar en la presencia de Dios. Es permanecer en Dios, es respirar a Dios, es amar y dejarse amar por Dios. Orar es dialogo, y súplica y alabanza y silencio.
          Orar es palabra y amor, luz y fuego, medicina y alimento. Orar es fundirse con Dios, como los trozos de cera, fundirse en uno sólo, que ya no se pueden separar. Orar es dejarse encender por la llama del Espíritu. Orar en definitiva es abrirse a la presencia y el viento del Espíritu.

  • Tercero: Amar.
          Amar es lo esencial de la vida cristiana. Amar es hacer presente a los demás el amor que recibes de Dios. Es acercarse a los demás con entrañas de misericordia. Es ver a lotro como hermano, como algo tuyo y dejarte interpretar por él. Es hacer tuyos sus problemas y sus esperanzas. Es servirlo y cargar con él. Es no vivir para ti. Es compartir tu tiempo, tus talentos y tus bienes. ¡Ah! también la limosna y estar cerca del enfermo, del anciano, del encarcelado, del que está sólo. Es dar vida, es ir dando vida.

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