jueves, 22 de marzo de 2012

Hace pocos días hemos celebrado la festividad de San José, por eso la oración de hoy, trata de este hombre santo y justo agraciado de Dios y bendecido, escogido entre todos los hombres, para ser padre de Jesús.

En José figura entrañable, admirable y querida, valoramos la grandeza de su misión, responsable de Dios, y admiramos la grandeza de su humildad ofreciendo su trabajo silencioso, y rehuyendo toda clase de protagonismos.

La personalidad de José, se labra en la relación con María y con Jesús, por eso, casi nunca lo pintamos sólo, ni siquiera en la carpintería, siempre con el niño, o con la esposa, o con los dos, o con algún símbolo que habla de estas referencias como la vara florecida.

Primero fue el anuncio del ángel, tres meses después de la Anunciación de María. Ante la angustia de José por el embarazo no explicado de su novia. El ángel le aclara el origen divino del mismo. Y se acabaron las angustias y sospechas, se acabaron los miedos y reparos, José creyó. Ni siquiera pidió explicaciones. El creyó y acogió como esposa a María embarazada de Jesús.

Su respuesta cayada fue un sí, no con palabras, sino con hechos, tomó como esposa a María y la llevó a su casa.

Esta decisión era gozosa sin duda, por la misión que se la encomendaba y por el amor que tenía a su novia, pero resulta a también muy sacrificada.

Suponía la renuncia a la sexualidad y la propia paternidad. Pero ahora José no piensa en esas cosas. Todo esto es muy relativo, en comparación con lo que gana. Lo que hará en adelante es dejarse llevar de Dios.

En la práctica veremos a José entregado enteramente al servicio de María y de Jesús entregado enteramente al servicio de María y de Jesús, para defenderlos, para conducirlos, para alimentarlos y para enseñarlos.

La voluntad de Dios se le irá manifestando a través de los acontecimientos y en esa comunicación íntima y diaria con el espíritu de Dios.

En ocasiones especiales, se le comunicaba a través de los sueños y de los ángeles. La respuesta es siempre la misma "José levántate... el se levantó... toma al niño y a su madre... el tomó al niño y a su madre... Marcha a la tierra de... El entró en la tierra de...

Obediencia y responsabilidad. José tiene que dar respuesta de los dos tesoros más grandes del mundo. Y lo hará con mimo y con fuerza, con cariño y entrega. A veces se pinta a José que dormía, pero no, aunque durmiera, su corazón velaba, en el mismo sueño estaba siempre a la escucha.

El primer aterrizaje de Dios fue en el vientre de María. Ella ofreció la primera acogida, la primera casa, la segunda casa fue la casa de José. Nada más grande ni más gratificante le podía suceder. Aquella casa sencilla de Nazaret se convertiría en el primer templo del mundo.

El hijo de Dios vivió en la casa de José la mayor parte de su vida entre nosotros. A la sombra y con ayuda de sus padres. El niño crecía maravillosamente, pero dentro de la naturalidad y la normalidad. Tenemos que todo lo que significa de gracia y de encanto, de esfuerzo de trabajo, en aquella casa, en aquella carpintería se fabricaban los mejores modelos de muebles familiares. Allí aprendió mucho también el hijo de Dios, aprendió mucho de María y mucho de José, aprendió de la vida de familia, la vida de trabajo, la vida de oración. Seguro que muchas de las cosas que hacía y que decía las había aprendido en casa de José.

Un buen día, siendo Jesús aún muy joven, casi un niño. José le contó una historia que quiero repetiros en este momento de oración, por su sencillez y su enseñanza.

Cuentan que en la carpintería hubo una vez una extraña asamblea. Fue una revisión de herramientas para arreglar sus diferencias.
El martillo ejerció la presidencia, pero la asamblea le notificó que tenía que renunciar ¿la causa? ¡Hacía demasiado ruido! Y además, se pasaba el tiempo golpeando.
El martillo aceptó su culpa, pero pidió que también fuera expulsado el tornillo; dijo que había que darle muchas vueltas para que sirviera de algo y que incluso en ocasiones se pasaba de rosca.
Ante el ataque el tornillo, aceptó también, pero a su vez pidió la expulsión de la lija. Hizo ver a la asamblea de herramientas, que era muy áspera en su trato y siempre tenía fricciones con las demás.
Y la lija, estuvo de acuerdo, a condición de que fuera expulsado el metro, que siempre andaba midiendo a los demás según su medida, como si fuera el único perfecto.
En eso entró el carpintero a realizar su trabajo, se puso el delantal e inició el mismo. Utilizó el  martillo, la lija, el metro y el tornillo y finalmente la tosca madera inicial se convirtió en un lindo mueble.
El carpintero, terminó su jornada y abandonó la carpintería. Cuando esta, quedó nuevamente sola, la asamblea reanudó la deliberación. Fue entonces cuando tomó la palabra el serrucho y dijo:
Señores, ha quedado demostrado que todos tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con vuestras cualidades, que también todos tenemos. Esto es lo que nos hace valiosos. Así que no pensemos ya en nuestros puntos malos y concentrémonos en la utilidad de nuestros puntos buenos.
La asamblea se dio cuenta entonces, que el martillo era fuerte, el tornillo unía y daba fuerza y consistencia a las uniones de la madera, la lija era especial para refinar y limar asperezas y observaron que el metro, era preciso y exacto. Se sintieron entonces un equipo capaz de producir muebles de calidad y se sintieron orgullosos de sus fortalezas y de trabajar juntos.

Si de algo nos sirve esta historia que José le contó a Jesús, es que todos somos herramientas, validas para realizar los "muebles" que nos depara la vida, que la unión, y el esfuerzo compartido, logran todos los objetivos que nos propongamos, olvidémonos  todos de nuestros defectos y pensemos sólo en las muchas cosas buenas que todos poseemos, y sólo así unidos venceremos las adversidades, las crisis, las desdichas, las envidias, los desencuentros, las malas caras, la desunión, los piques, y nuestro centro de trabajo será cada día una buena carpintería. ¡Que San José nos ayude y lo quiera!

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