A pesar de las muchas malas noticias que últimamente
oímos por la televisión, por la radio o que leemos en los periódicos, para los
cristianos y, en realidad, para todo el mundo existe una Buena
Noticia: ¡¡¡JESÚS HA RESUCITADO Y VIVE ENTRE
NOSOTROS!!!
Evangelio:
Jn 20,11-18
Estaba María junto al sepulcro
fuera llorando. Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y vio dos
ángeles vestidos de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno
a la cabecera y otro a los pies.
Le dijeron: «Mujer, ¿por qué
lloras?» Ella les respondió: «Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde
le han puesto.»
Silencio
Jesús siempre es testigo de nuestras lágrimas, está ahí aunque
no lo advirtamos como le pasó a María Magdalena; está ahí sosteniéndonos,
consolándonos, acompañándonos Como
María, ¿buscamos a Jesús o nos desanimamos porque muchas veces no sabemos dónde
encontrarle?
Silencio
Dicho esto, se volvió y vio a
Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dijo Jesús: «Mujer, ¿por qué
lloras? ¿A quién buscas?» Ella, pensando que era el encargado del huerto, le
dijo: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo
llevaré.»
Silencio
Cuando Dios parece estar ausente ¿buscamos
respuestas fáciles y rápidas?
Silencio
Jesús le dijo: «María.» Ella se
volvió y le dijo en hebreo: «Rabboni» —que quiere decir: «Maestro»— Jesús le dijo:
«No me toques, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos
y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios.»
Silencio
María no le reconoce en un primer momento porque Ël
aún no l a ha llamado por su nombre. El nombre encierra nuestra identidad, nos
distingue, por eso cuando Jesús le dice “María” ella le reconoce. Así es Dios,
no nos llama en montón, nos llama por nuestra individualidad, quiere construir
una historia de amor personal, con cada uno, quiere ser Señor de cada corazón y
establecer allí su morada. Encontrar a Jesús no quiere decir apropiarnos de él,
sino convertirle en nuestro maestro. Hoy en la oración ponte delante de aquel
sepulcro vacío y escucha como el Señor Resucitado, te llama por tu nombre y te
pregunta ¿por qué lloras?... Cuéntale tus cosas, experimenta su fuerza y su
consuelo, descubre que no te quiere triste ni angustiado, te quiere resucitado.
Míralo, El está vivo para ti ¡No hay nada que temer!
Silencio
Fue María Magdalena y dijo a los
discípulos que había visto al Señor y que había dicho estas palabras.
Silencio
¿Soy testigo de Jesús Resucitado?
Venimos ante ti, Señor,
desde nuestra búsqueda,
desde nuestra ignorancia,
desde nuestras dudas.
Acéptalas, Señor,
como nuestra ofrenda de hoy,
la única que podemos hacerte,
la única que sabemos.
Te manifestamos nuestro deseo de encontrarte,
nuestra voluntad de buscarte.
Ayúdanos.
Ven en socorro de nuestra debilidad,
de nuestra ignorancia.
Danos, Señor, el don de intuirte
a través de la vida que Tú nos regalas.
Sabemos, Señor,
que estás empeñado en encontrarnos,
en que te encontremos.
Condúcenos Tú hasta que seas
la experiencia más viva de nuestro corazón.
Entonces, Tú seguirás conduciéndonos.
Para terminar esta oración pedimos por los que
todavía no han tenido el encuentro con El y nos comprometemos a llevar, como
María el mensaje de la salvación a nuestros hermanos.
Silencio
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