martes, 7 de mayo de 2013


Cuando entramos en una casa nos invitan a sentarnos. Es el primer gesto de cortesía. Sólo se recibe de pie a un cobrador, a un vendedor o cuando se trata de asuntos de trámite. En muchos lugares del mundo la mayor descortesía es entrar en una casa y no aceptar el asiento que te ofrecen: "Pase a descansar o descanse". Para ellos descansar significa, en ese caso, sentarse y no hacerlo es la mayor grosería que se puede cometer con ellos.

El Señor también nos invita a descansar en su presencia. A sentarnos sin prisa en actitud de discípulos. Adoptamos así la postura de María de Betania, que eligió la mejor parte, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra, mientras Marta estaba de pie, atareada con muchos quehaceres (Lc 10,39).

Por eso buscamos un momento para sentarnos a los pies del Señor, para descansar, para meditar, para encontrar el reposo necesario del espíritu. Será una cortesía con Dios y contigo.

Deja que me siente por un momento a tu lado;
más tarde terminaré el trabajo que me espera.

Lejos de tu mirada, me canso enseguida;
mi trabajo es pena y me siento perdido.

Contigo encuentro la vida, los susurros y suspiros,
tengo mil trovadores en la corte de tu amor.

Deja que me siente cara a cara;
quiero cantar la alegría de pertenecerte.
  
Querido Señor,  en medio de mucha confusión e inquietudes internas
existe en mí un pensamiento consolador:
...quizás estás trabajando en mí de una forma
que no puedo sentir, experimentar o comprender.

Mi mente no es capaz de concentrarse en Ti,
mi corazón no puede mantenerse centrado,
parece como si estuvieras ausente o me hubieses dejado solo.
Pero me aferro a Ti en la fe.

Creo que tu Espíritu alcanza algo más profundo y más lejano
que lo que alcanza mi mente o mi corazón,
y que los movimientos profundos no son los primeros en ser notados.

Por lo tanto, prometo que no escaparé, no abandonaré,
no dejaré de rezar, aún cuando todo parezca inútil
y una pérdida de tiempo y esfuerzo.

Quiero que sepas que te amo,
a pesar de que a veces no me sienta amado por Ti.
Y que tengo esperanza en Ti,
aunque muchas veces experimento desesperación.

Permite que esto sea una pequeña muerte
que pueda hacer contigo y para Ti
como una forma de experimentar algo de solidaridad
con los millones de personas que sufren mucho más que yo en este mundo.

Gracias, Señor, porque llamas a mi puerta y me ofreces una nueva oportunidad
para abrazar el misterio de tu muerte y resurrección.
Ayúdame a hacer silencio, quiero escuchar tu voz.

Toma mi mano, guíame al desierto, donde nos encontraremos solos Tú y yo.
Necesito contemplar tu rostro; me hace falta la calidez de tu voz.
Caminar juntos… callar para que hables Tú.  
Me pongo en tus manos, quiero revisar mi vida,
descubrir en qué tengo que cambiar, afianzar lo que anda bien,
 sorprenderme con lo nuevo que me pedís.

Ayúdame a dejar a un lado las prisas, las preocupaciones que llenan mi cabeza;
barré mis dudas e inseguridades; ayúdame a archivar mis respuestas hechas.

Quiero compartir mi vida y revisarla a tu lado.
Me tienta la seguridad, el “sabérmelas todas”, tener las cosas demasiado “claras”, no necesitarte.

Me tienta el activismo: hacer, hacer, hacer. Y me olvido del silencio y la oración.
Me tienta la incoherencia, hablar mucho y hacer poco, mostrar apariencia de buen cristiano,
pero adentro, donde Vos y yo sabemos, hay mucho que cambiar.
Me tienta ser el centro del mundo; que los demás giren a mi alrededor,
que me sirvan en lugar de servir.
Me tienta la idolatría, fabricarme un ídolo con mis proyectos,
mis certezas y conveniencias, y ponerle tu nombre de Dios.
Me tienta la falta de compromiso.
Es más fácil pasar de largo ante las necesidades de los demás, que bajarme del caballo
y hacer lo del samaritano de la parábola.
¡Hay tantos caídos a mi lado, Señor… y yo me hago el distraído!
Me tienta la falta de sensibilidad, el no tener compasión y acostumbrarme a ver que otros sufren.

Pero, Señor, en el fondo no puedo engañarte. Me tienta separar la fe de la vida.
Me tienta no indignarme evangélicamente,
por la ausencia de justicia y solidaridad.
Me tienta tener tiempo para todo,
menos para lo más importante; y lamentarlo, pero no hacer nada para cambiarlo.
Me tienta, Señor, el desaliento, lo difícil que se presentan las cosas.
Me tienta la falta de esperanza y confianza.
 Me tienta el dejarlo para mañana,cuando debería empezar a cambiar hoy mismo.
Me tienta creer que te escucho, cuando en realidad me escucho a mí mismo.
Dame luz, Señor, para distinguir tu rostro; despójame de lo que me ata,
y pon a prueba mi fe y mi amor, para vivir fiel a Ti.
     
Dios mío! Te ofrezco todas
mis acciones de hoy,
Quiero santificar los latidos de mi corazón,
mis pensamientos y mis obras,
por más insignificantes que sean,
uniéndolas a tus méritos
infinitos, y para reparar mis faltas,
arrojándolas en la inmensa
hoguera de tu Amor Misericordioso.

¡Dios mío! te pido para mí y para
mis seres queridos, la gracia
de cumplir, con toda perfección,
tu santa voluntad y aceptar,
por tu amor, las alegrías
y las penas de esta vida pasajera,
para que un día estemos reunidos
en el Cielo por toda la eternidad.

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