miércoles, 29 de octubre de 2014

El lunes pasado celebramos que hace veinticinco años, el 27 de octubre de 1986, Juan Pablo II convocó una Jornada mundial de oración por la paz, en Asís, en la que acudieron los representantes de todas las grandes religiones mundiales. Participaron 50 representantes de las Iglesias cristianas (además de los católicos) y 60 representantes de otras religiones mundiales. Por primera vez en la historia se realizaba un encuentro de este tipo. La intuición del Papa fue simple y profunda: reunir a los creyentes de todas las religiones mundiales en la ciudad de San Francisco, acentuando la oración por la paz, uno al lado del otro, ante el horror de la guerra. El Papa dijo en aquel evento: el hecho de que tantos líderes religiosos estén aquí juntos con el fin de orar es ya en sí invitación al mundo para que tome conciencia de que existe otra dimensión de la Paz y otro camino para promoverla, que no es el resultado de negociaciones, compromisos políticos o acuerdos económicos; sino resultado de la Oración que, en la diversidad de religiones, expresa una relación con un poder supremo que está por encima de nuestras posibilidades humanas… Elegí esta ciudad de Asís como lugar para nuestra Jornada de Oración por la Paz, debido a lo que representa el Santo que aquí se venera, San Francisco, conocido y respetado por infinidad de personas en todo el mundo como un símbolo de Paz, de reconciliación y de fraternidad. Inspirados en su ejemplo, en su mansedumbre y humildad, dispongamos nuestros corazones a la oración en recogimiento interior. Hagamos de esta Jornada la prefiguración de un mundo de Paz. ¡Que la Paz descienda sobre nosotros y llene nuestros corazones!”.
"El llamamiento fue escuchado, también desde el "mundo": durante todo el día callaron las armas.
En su discurso conclusivo, Juan Pablo II exhortó: “Sigan viviendo el mensaje de la paz, sigan viviendo el espíritu de Asís!”.
Hoy estamos aquí, unidos en la oración, porque la realidad de nuestro mundo está muy lejos del proyecto de Dios. Las armas de la guerra no se han transformado en herramientas para el bienestar de todos, en el corazón de los dirigentes del mundo no mandan los proyectos de paz, los pobres siguen sin poder levantar la cabeza.
 Y nosotros, ¿qué podemos hacer? ¿Qué podemos hacer si las decisiones que conducen a la guerra, a la pobreza, a la injusticia, se toman en lugares tan alejados de nosotros y en los que no tenemos ninguna influencia? ¿No podemos hacer nada?
Si, podemos. Podemos hacer todo esto:
•   Podemos, en primer lugar, crear un clima de paz, de justicia y de solidaridad en nuestras acciones cotidianas. Intentar resolver los problemas y conflictos a través del entendimiento, no a través de la agresividad, ser capaces de ponernos en la piel del otro y entender sus razones, no pretender tener siempre la razón y ser capaces de ceder, buscar siempre el bien de los más pobres y débiles. 
Todos: si, podemos.

•   Podemos, también, estar atentos a lo que ocurre en nuestro mundo, intentar estar bien informados, crear diálogo, opinión, a nuestro alrededor a favor de la paz y la justicia, y ejercer presión ante nuestros gobernantes colaborando con las organizaciones que lo proyectan.Eso significa que tenemos que hablarlo con los que tenemos cerca, y significa participar en actos públicos que se realicen sobre estos temas.
Todos: si, podemos.
•   Podemos ser austeros y compartir nuestros bienes con los empobrecidos.
Todos: si, podemos.
•   Podemos integrarnos en grupos y asociaciones que luchan por la paz y los derechos humanos.
Todos: si, podemos.
•   Y podemos, finalmente, hacer lo que ahora estamos haciendo. Rezar. Hablar con él. Rezar individualmente, cada uno, cada día. Y rezar aquí, hoy, con toda la fuerza de nuestro corazón y de nuestra alma. Compartir con Dios nuestro Padre ese anhelo que tenemos de trabajar por un mundo solidario y en paz, un mundo justo, un mundo en el que todos podamos sentirnos libres. Rezar hacer de esta oración un clamor para que el proyecto del reino, ese proyecto por el que Jesús murió, se abra paso en nuestra historia humana, a través de nuestras manos.
Todos: si, podemos.
Sólo puede haber verdadera paz si respetamos la dignidad de las personas con las que convivimos, sus derechos y sus deberes, y si cada uno en su puesto colabora para una verdadera distribución de los beneficios.
Si no somos justos, creamos desigualdades y aparecen personas  oprimidas, marginadas, y esto... genera violencia.
Y porque realimento podemos ayudar a cambiar esta situación vamos a reflexionar sobre el siguiente decálogo para la paz
  • Eres alguien muy importante y único. Quiérete.
  • Anima y valora a tus amigos. Comprobarás que les gusta.
  • Descubre que ser todos distintos es muy bonito.
  • Da las gracias y pide las cosas por favor. ¡Es muy fácil!
  •  Aprende a escuchar, así comprenderás mejor a los que te rodean.
  • Haz tus trabajos lo mejor que puedas. Tu esfuerzo vale la pena.
  • Si cumples con tus tareas y encargos, todo funcionará mejor.
  •  Trabajando con otros en grupo, conseguirás más que tú solo.
  • Te sentirás feliz si compartes con los demás.
  • Si pones PAZ dentro de tí, lo que te rodea tendrá PAZ.

Ahora, para terminar rezamos todos juntos la oración de la paz

Señor,
Haz de mi un instrumento de tu paz:
Que allí donde haya odio, ponga yo amor,
donde haya ofensa, ponga perdón,
donde haya discordia, ponga unión,
donde hay error, ponga verdad,
donde haya duda, ponga yo la fe,
donde haya desesperación, ponga esperanza,
donde haya tinieblas, ponga yo tu luz,
donde haya tristeza, ponga yo alegría.
Oh, Maestro, que no me empeñe tanto
en ser consolado como en consolar,
en ser comprendido, como en comprender,
en ser amado, como en amar;
pues dando se recibe,
olvidando se encuentra,
perdonando se es perdonado y


muriendo se resucita a la vida eterna.

No hay comentarios: