miércoles, 12 de noviembre de 2014

El pasado Sábado muchos de nosotros estuvimos participando un año más en la Vigilia de la Almudena, bajo el lema “Enséñanos a querer a tu hijo”, en esta ocasión un joven empezaba con las siguientes palabras del Papa Francisco:

“Queridos jóvenes, en este tiempo el Señor cuenta con vosotros. Si, cuenta con vosotros. El entró en vuestro corazón el día de vuestro bautismo; os dio su Espíritu el día de vuestra confirmación; y os fortalece constantemente mediante su presencia en la Eucaristía, de modo que podáis ser sus testigos en el mundo ¿Estáis dispuestos a decir sí? ¿Estáis listos?
Sabemos que el Señor nos llama a ser evangelizadores, a llevar la Buena Noticia a los lugares donde nos movemos, pero también somos conscientes de nuestra debilidad, de nuestros miedos, del camino que nos queda por recorrer, de las preguntas que nos quedan por responder.
¿Qué hacer?- decía también el Papa- Si ir por el camino de la vida consagrada, la vida religiosa o estudiar para estar mejor preparados para ayudar a los otros.
Esta es la oración que un joven debería hacer: Señor ¿Qué quieres de mi?
Se trata de un conflicto aparente porque, cuando el Señor llama, llama siempre a hacer el bien a los demás, ya sea en la vida religiosa, en la vida consagrada, o sea en la vida laical, como padre y madre de familia. La finalidad es la misma: adorar a Dios y hacer el bien a los otros. ¿Cuántos de vosotros os hacéis esta misma pregunta? También yo me la hice en su momento ¿Qué camino he de elegir? ¡Tú no tienes que elegir ningún camino! Lo tiene que elegir el Señor, Jesús lo ha elegido. Tú tienes que escucharle a Él y preguntarle: Señor, ¿qué tengo que hacer?”

Posiblemente el Señor nos podría responder algo parecido a esto:
Hijo mío
que estás en la Tierra,
preocupado, solitario, desorientado.
Yo conozco perfectamente tu nombre, y lo
pronuncio santificándolo porque te amo.
No. No estás solo, sino habitado por mí,
y juntos construiremos este Reino,
del que tu vas a ser heredero.
Me gusta que hagas mi voluntad, porque
mi voluntad es que tú seas feliz.

Cuenta siempre conmigo y tendrás el pan
para hoy. No te preocupes.
Sólo te pido que sepas compartirlo con
tus hermanos.
Sabes que te perdono de todas tus
ofensas, antes incluso que las cometas,
porque te pido que hagas
lo mismo con los que a ti te ofenden.
Para que nunca caigas en la tentación
tómate fuerte de mi mano
y yo te libraré del mal.

Te quiere desde siempre
Tu Padre

El Señor ha puesto su mirada sobre nosotros;
ha puesto su confianza y su esperanza.
El Señor Dios ha hablado y cuenta con nosotros.

Jesús,
cuenta con nosotros
para devolver la luz donde hay oscuridad.
Cuenta con nosotros
para construir entre todos
la civilización del amor
allí donde hay egoísmo, tristeza y angustia.

Cuenta con nosotros
para luchar por la paz en medio de un mundo
donde muchas veces la solución
se encuentra recurriendo al uso de la fuerza.

Jesús, cuenta con nosotros.
Cuenta con nosotros
 para que su Palabra llegue al último rincón de la tierra.
Cuenta con nosotros
para sembrar la semilla de su evangelio;
semilla que produce frutos de fraternidad y amor.

Jesús ha puesto su mirada en nosotros
y nos dice que seamos sal de la tierra.
Sal para dar sentido a la vida;
para hacer ver que merece la pena
ser vivida desde el proyecto de Jesús.

Sal, porque al igual que sin ella
la comida no es agradable, sin Jesús,
sin su presencia viva entre nosotros,
nuestra vida se vuelve insípida.

Nosotros queremos ser sal de la tierra y luz del mundo,
porque el cristiano no ha perdido su vigencia;
porque nunca como hoy su papel es tan importante;
porque siempre tendrá algo que decir.
Nosotros queremos ser sal que dé sentido y felicidad al mundo.

Cuenta con nosotros, Señor.
Queremos ser luz que ilumine
y muestre el verdadero rostro de Dios, el Dios Amor.
Cuenta con nosotros, Señor. Amén.




Señor:
Tú llegas a nuestro mundo
y nos invitas a abrir la puerta
de nuestro corazón
a todos los hombres.

Tú ya nos dijiste
que eres Tú quien viene
cuando alguien llama
a nuestra puerta.

Tu palabra es ésta:
“He aquí que estoy a la puerta y llamo.
Si alguno oye mi voz
y abre la puerta,
Yo entrará y cenaré con él
y él conmigo”.

Señor:
que sepamos escuchar tu voz,
esa voz que nos llega
por nuestros hermanos.
Que abramos la puerta
para acogerte a Ti,
y en Ti a todos los hombres.





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