La Pascua es la fiesta central de la vida cristiana, es
la celebración de la alegría. Durante cincuenta jornadas, el día a día de los
hombres se vuelve claro y alegre. Pero, ¿cómo podemos celebrar
adecuadamente la fiesta de la Pascua y la dicha de la Resurrección?
JESÚS HA RESUCITADO: y tiene que hacer de ti UNA PERSONA NUEVA, VIVA.
Esta nueva
persona…tiene que dar muerte a cosas que nos impedían hacer cosas mejores.
Tiene que morir parte del tiempo que dedicamos a
Internet, para comunicarnos de verdad frente a frente.
Tienen que morir los tiempos muertos con aparatos en las
manos en el ámbito familiar, para recuperar el diálogo.
Tenemos que morir a las propias comodidades para no
olvidar ser solidarios en las tareas diarias, sean en el trabajo o sean en el
hogar.
Tenemos que morir a los tiempos muertes adorando al
televisor y dedicar más tiempo a orar al Dios de la vida, mediante los
sacramentos, la oración, la lectura espiritual.
Tenemos que matar los dichosos móviles y dejarlos
inertes durante ratos largos para dedicar más tiempo a cosas que nos gustan o
gustaban, como leer, dibujar, pintar, tocar un instrumento, dar un paseo, hacer
algo de ejercicio...
Tenemos que matar la desidia y comenzar a poner interés
en las pequeñas cosas, los detalles de cada día que hacen la vida más feliz a
los demás.
Tenemos que matar las malas palabras y los malos gestos
que agrían nuestro semblante y apostar por una sonrisa de vez en cuando.
Tenemos que matar los miedos que los cristianos
acumulamos en la vida laica que nos envuelve y felicitar por la Pascua, porque
la Vida con mayúsculas es posible.
En definitiva: TIENE QUE MORIR EL HOMBRE VIEJO, que en
estos tiempos se disfraza de facebook, whatsapp, móvil último modelo con
cubierta de no sé cuántos, muchas ocupaciones que no tienen sentido... y DAR
VIDA AL HOMBRE NUEVO que resucita a una vida más sencilla, más humana, llena de
besos, abrazos, apretones de mano, buenos deseos, solicitud para ayudar,
solidaridad con los que no tienen nada, oración por los más necesitados...
Creo que todos hemos entendido y que cada cual puede y
debe intentar RESUCITAR EN LA VIDA DIARIA, apuntar en la agenda cuáles son los
demonios que lo están manteniendo en la tumba fría de los muertos, zombies
modernos, que caminan con la cerviz inclinada ante el dios móvil que todo lo
tiene, todo lo sabe, todo lo controla. MÍRATE, PALPA TUS HERIDAS y descubre a
qué cosas DEBES MORIR si quieres ser un HOMBRE VIVO, lleno de una VIDA que no
da la vida moderna, con sus engaños.
Lee, piensa, descansa, sueña, ríe, tómate algo con
alguien, da cosas que no usas a gente que la quiera, camina por lugares nuevos,
saluda a la gente al pasar, sonríe a los niños y mayores, párate a oler la
primavera, escucha los truenos de la tormenta, huele la tierra mojada, planta
algo en tu balcón y cuídalo cada día, no des de lado a los que están cerca,
dedícales más tiempo y atención, pasea y contempla, deja olvidada la música y
escucha los trinos...
No se trata de escuchar en primer lugar, sino de ver. Se
necesitan nuevos ojos para poder reconocer al Resucitado en medio de nuestra
vida.
Veremos al Resucitado cuando contemplemos el rostro de
una persona en la que el dolor recule ante la felicidad, iluminado por la
esperanza y la confianza. Veremos al Resucitado cuando observemos que se soluciona
un conflicto, que el ambiente se relaja gracias a un discurso, que los hombres
se reconcilian unos con otros. La Resurrección también tendrá lugar, aunque los
evangelistas la describan como algo invisible, algo que no se puede observar.
Podemos ver la Resurrección cuando observamos
atentamente la naturaleza florecida en primavera. No en vano, muchas canciones
de Pascua representan tras la Resurrección el florecimiento de la
creación. Friedrich Spee canta: «Ahora se vuelve verde lo que
puede verdear. Aleluya, Aleluya, los árboles comienzan a florecer. Aleluya,
Aleluya, los rayos de sol ya vienen. Aleluya, Aleluya, y da un nuevo resplandor
al mundo. Aleluya, Aleluya». En las flores que se abren, en el verde césped, en
la policromía de los prados en primavera es donde vemos al Resucitado, donde
nos queda claro que la vida es más fuerte que la muerte. No en vano se
relaciona también a la primavera con el amor. Mayo es el mes del amor. Cuando
la naturaleza florece, cuando los pájaros se aparean y mientras cantan durante
la época de apareamiento sus bellas melodías, aparece también en el hombre el
deseo de un amor que lo hechice todo".
Contempla hoy detenidamente la primavera que surge a tu
alrededor y reconoce en ella la fuerza de la Resurrección. Mira el amor que
también florece en tu vida. El Resucitado también va delante de ti. Ya está en
tu vida, en tu Galilea. Sólo necesitas mantener los ojos atentos para descubrir
al Resucitado en medio de la mezcla de tu vida.
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