miércoles, 29 de abril de 2015


Lectura del santo evangelio según san Juan (12,44-50):

En aquel tiempo, Jesús dijo, gritando: «El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado. Y el que me ve a mí ve al que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz, y así el que cree en mí no quedará en tinieblas. Al que oiga mis palabras y no las cumpla yo no lo juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he pronunciado, ésa lo juzgará en el último día. Porque yo no he hablado por cuenta mía; el Padre que me envió es quien me ha ordenado lo que he de decir y cómo he de hablar. Y sé que su mandato es vida eterna. Por tanto, lo que yo hablo lo hablo como me ha encargado el Padre.»
Vine no a juzgar al mundo, sino a salvarlo”, nos dice Jesús hoy. Él vino para traernos vida, vida sin límite, vida eterna. Él viene como luz para nuestro mundo. Si creemos en él,  iluminados con su luz lograremos percibir dónde nos falta amor que mueva el mundo, dónde nuestro sentido de justicia es sólo pálido y sin ilusión. A su luz aprenderemos a ver cómo podemos servirnos unos a otros y llegar a ser ricos y maduros como seres humanos. Entonces, nosotros también nos convertiremos al menos en diminutas luces que lleven un poco de claridad y calor a nuestro mundo frío y oscuro. Cuando intentamos ser portadores de esa luz, es cuando tiene lugar la Resurrección en medio de tu vida; 

Reflexionemos sobre los siguientes consejos para vivir la Pascua y ser luz en tu entorno.

1. Agárrate fuertemente a la vida. No dejes que nada ni nadie te diga que no merece la pena hacer algo por la dignidad de los demás. Jesucristo nos precedió en ese afán: “lo que hagáis a cada uno de estos mis humildes servidores a mí me lo hacéis”

2. Sal al encuentro de aquellos que más te puedan necesitar. Si Dios se rebajó en la noche de Navidad y, nuevamente, se humilló en una cruz alzada en Viernes Santo ¿no vamos hacer nosotros algo en su nombre?

3. Cuida la gran obra maestra de Dios: la resurrección. Que se note que eres hijo de la Iglesia. Que estás impregnado por la fuerza del Espíritu. San Pablo nos lo recordó sencillamente “Estad alegres en el Señor”.

4. No te quedes de brazos cruzados. Haz algo por promover, en el sendero de la vida, el camino de las bienaventuranzas. Con la sencillez, la verdad, la justicia, la paz o la fortaleza, irás trazando tu propio camino de salvación.

5. En medio de las dificultades sé fuerte, sé valiente. No tengas miedo en manifestar públicamente tus convicciones. La luz, para los que están acostumbrados a vivir en una caverna, siempre hiere y molesta.

6. Procura ir al encuentro del Señor. No lo busques en sepulcros cerrados. En la vida de las personas, en los pobres, en los tristes, en los que necesitan una palabra de aliento….puedes toparte con Jesús.

7. No pierdas la esperanza. Aunque te aturdan ciertos acontecimientos. Aunque creas que “no está de moda el creer”. Permanece fiel en aquello en lo que fuiste bautizado: Jesús Hijo de Dios, muerto y resucitado.

8. La fe no es fácil. Nunca lo ha sido. La Pascua te puede ayudar, con el testimonio de los Apóstoles, a recuperar el brillo de tu esperanza, la alegría de tu fe. Contrasta tu fe con alguien.

9. Mira al mundo y mira a Dios. Mira al cielo y no olvides la tierra. La resurrección de Cristo pone delante de nuestros ojos las lentes del optimismo y del futuro: otra ciudad nos espera. Merece la pena creer, vivir y seguir a Cristo.

10. Contagia tu fe. ¿Cuánto hace que no hablas de tu ser cristiano con los demás? Proclama lo que tienes dentro. No te avergüences de modelar tus criterios, tu familia o tu trabajo desde y con el Evangelio.

11.  Vive con alegría tu existencia. Si Jesús resucitó es porque, precisamente,
quiere traernos una transfusión de vida. Secretos para ser felices.

12. No dejes que los acontecimientos ni las dificultades puedan contigo.
Si Jesús pudo con su cruz; ¿por qué no vas a tener tú voluntad para hacerles frente?

13. Bríndate allá donde te encuentres. No vale quien tiene, sino aquel que sirve. Jesús se vació para que aprendiésemos una lección: la grandeza está en ser solidario.

14. Si tienes rencor por algo y con alguien ¡olvídalo! La Pascua, el paso del Señor, nos ha dejado un camino limpio y despejado. Limpiemos también el nuestro.

15. No seas incrédulo. Asómate en este tiempo pascual a la belleza de la fe.
Si la tienes, no la pierdas. Si, por lo que sea, la tienes débil, busca motivos y razones para recuperarla.

16. Escucha con atención la Palabra de Dios. Su lectura te hará vibrar con el mismo ímpetu con el que se estremecieron los Apóstoles o María.

17. Reza y da gracias a Dios por el fruto de la Pascua: la Resurrección. Teniendo tantos resortes para la alegría y el optimismo, no tenemos derecho al desaliento: ¡Jesús nos acompaña!

18. Busca el lado positivo de tu vida. No te castigues demasiado. ¡El Señor pagó ya un alto precio por nosotros! Acéptate como eres y….aceptarás también a los demás.

19. Mira con ilusión al futuro. No hay camino que no merezca la pena ser recorrido, ni montaña que no pueda ser escalada. Con la fe, y la mirada puesta en Dios, podrás conquistar aquello que sea bueno para ti y para los demás.

20. Y por último da gracias a Dios por lo que tienes e, incluso, por aquello que – precisamente porque no te conviene– no alcanzas. No siempre, lo que el paladar apetece, es saludable para el cuerpo.

Oración
Que no se cierren mis “puertas” por el miedo,
Que me aferre al Espíritu que me regalas,
Para vivir intensamente el compromiso de sentirme enviado…
Señor mío y Dios mío, perdona mis debilidades, mis dudas, mis temores…
Porque aun siendo a veces como Tomás, deseo buscarte, estar contigo…
Porque aunque me encierre en mis silencios o en mis ruidos, en mis comodidades o en mis ocupaciones…
Tú sabes cómo entrar en mi vida, como hacerla distinta, como insuflar aire en mis vacíos y oxigenar mi alma endurecida.
Que el Espíritu renovado de la resurrección,
Nacido de la victoria sobre la muerte y alimentado por el Amor más generoso…
Impulse mi fe, mi permanencia en Ti, y aliente el ánimo modesto de quien quiere quererte, seguirte y responderte, Padre…
Tu Amor es mi paz, mi paz es tu perdón, y tu perdón es mi camino de testimonio al amparo de tu Fuerza.
AMEN

 

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