miércoles, 3 de febrero de 2016



Cansancios
Hay momentos en que no puedes más. En que cuesta encontrar los motivos, en que la misión es solo trabajo y tienes ganas de hacer una huelga de ti mismo. Quizás esos días eres más susceptible, estás más irritado, o acaso la fatiga se convierte en tristeza. Y añades al cansancio la sensación de disgusto. Entonces te cuesta más hablar de amor (o amar). Y le ves las aristas a todo. Por eso es necesario, en ocasiones, reconocerse más débil, más frágil, y darse una pausa y dejarse cuidar.
Cada quién tiene su carisma, su capacidad, sus talentos. Y es una propuesta y una llamada evangélica ponerlos a rendir. No deberíamos enterrarlos… pero es muy importante saber que parte de la vida, de nuestro carácter y de nuestro ser humanos pasa por hacer, de vez en cuando, una pausa. Dejarse acunar por otras voces, dejar que otras manos acaricien las propias heridas y fatigas. Darse permiso para estar en baja forma. Aceptar que a veces uno no puede, o no sabe, o no llega hasta donde querría. Aceptarse incapaz…
¿Qué haces cuando te sientes cansado? ¿Sabes frenar, descansar?

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Marcos (6,1-6):

En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: «¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?»
Y esto les resultaba escandaloso. Jesús les decía: «No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa.»
No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.

COMENTARIO
Hoy el escenario es otro, y bien relevante: Jesús retorna a su pueblo, al encuentro con los suyos. Mirando lo que pasa en nuestros pueblos y ciudades cabe imaginarse qué habría sido de Nazaret si Jesús hubiera sido un Mesías de otro tipo: placas, estatuas, museos, fundaciones, premios… Todo el mundo se habría apuntado a reivindicar su legado, a hacerlo suyo, a presumir de su relación con él. Pero la reacción de sus vecinos fue otra.
Se trata de algo que puede interpretarse de muchos modos. Uno de ellos parece bien razonable: la autoridad de Jesús y su capacidad de ‘hacer milagros’ no encajan en los esquemas, en las pre-comprensiones de los habitantes de Nazaret: ¿Cómo va a ser el Mesías el hijo de María, el carpintero, el pariente de Santiago, José, Judas y Simón?
Casi todos tendemos a ello. Definimos con rapidez y facilidad cómo pueden ser las cosas, hasta dónde pueden llegar las personas, a qué podemos aspirar. ¿Y si Dios quiere plantearnos  algo distinto (como hace tantas veces)? La Historia de la Salvación abunda en esos gestos inesperados del Padre: ¿quién habría esperado de Moisés, de David, de María, de Pablo, de Pedro, lo que el Espíritu hizo en y con ellos?        
La paja en el ojo ajeno
Anda lleno el mundo de dobles raseros, de palabras sin respaldo en las obras, o de gente que dice una cosa y hace la contraria. Ocurre mucho. Vemos a un político que proclama con grandilocuencia una conducta, y luego se le descubre otra. Vemos, en lo cotidiano, que hay gente que canta el amor y vive desde un egoísmo radical. Hay quien habla de justicia, de compromiso o de sensibilidad con el medio ambiente, y sin embargo a base de viajes deja una huella ecológica que es visible desde el espacio, sin siquiera pensar en ello o buscar alternativas.
¿A quién no le ocurre alguna vez que se descubre criticando en otros cosas que, si se piensa con sinceridad, también hace uno mismo?
«Fíjate cómo es tal o cual…» decimos, sin darnos cuenta quizás de que también nosotros somos así. Pero la crítica es fácil. Al menos es más fácil que la autocrítica. Criticamos la corrupción en otros, pero buscamos un enchufe. Nos quejamos del despilfarro público, pero nosotros mismos desaprovechamos las oportunidades que nos brinda la educación, o abusamos de lo que es «gratuito». Acusamos de insensible a alguien, y sin darnos cuenta, somos nosotros los que no estamos siendo sensibles con su propia situación…

LA SEMANA DE LA PAZ Y LA NO VIOLENCIA
El lunes 25 de enero comenzamos  la Semana de la Paz y la No Violencia.
Son días para recordar lo importante que es construir entre todos la PAZ, buscar más lo que nos une que lo que nos separa. La paz es muy contagiosa, capaz de unir los corazones separados y enfrentados EN UN SOLO CORAZÓN, para transformar nuestro mundo dividido EN UNA SOLA FAMILIA donde todos seamos hermanos.

Vamos a fijarnos en un breve pasaje del Evangelio donde Jesús tiene que hacer frente a la violencia. Lo leemos en el evangelio de Mateo
"Pedro se acercó entonces y le dijo:
-Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?
Le responde Jesús:
-No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”.
En la época de Jesús, como en la nuestra, había frases hechas que todos entendían. Cuando alguien hablaba de perdonar siete veces era como decir perdonar muchísimo; así que perdonar setenta veces siete era lo mismo que decir que había que perdonar siempre.
A todos nos cuesta mucho perdonar, pero es casi imposible renunciar a la violencia sin empezar por perdonar.
¿A quién tengo que pedir perdón? ¿A quién tengo que perdonar? ¿Qué debería hacer yo para trabajar por la paz en mi clase? ¿En mi familia? ¿En el mundo?
Pidamos a Jesús que nos ayude en esta tarea de construir entre todos la paz.

¿QUÉ ES EL AMOR?
Si necesitas  a una persona para ser feliz, eso no es amor... Es carencia.
Si tienes celos, inseguridades y haces cualquier cosa para mantener a esa persona a tu lado, aún sabiendo que no eres correspondido, eso no es amor...  Es falta de amor propio.
Si crees que tu vida queda vacía sin esa persona; y no consigues imaginarte solo, manteniendo una relación que se acabó, eso no es amor... Es dependencia.
Si piensas que ese ser amado te pertenece; te sientes dueño y señor de su vida y no le das la oportunidad de expresarse, de decidirse, eso no es amor... Es posesión y egoísmo.
Si no lo deseas; y sin embargo quieres estar a su lado, eso no es amor... Es amistad.
Si tu corazón late más fuerte; y tu temperatura sube y baja vertiginosamente, sólo en pensar en la otra persona, eso no es amor... Es pasión.
El amor es:
Paciente y servicial,
no tiene envidia y no actúa con bajeza
ni busca su propio interés;
olvida las ofensas y perdona,
no se alegra de algo injusto,
siempre le agrada la verdad.
El amor lo disculpa todo,
todo lo cree y todo lo espera,
todo lo soporta, pues el amor nunca pasará.

“PÁZ SALO”
Hemos reflexionado durante toda las semana sobre la Paz y no violencia, y por fin, todo el centro, hoy lo celebra a lo grande. Por esto es de obligado cumplimiento tener en cuenta los siguientes principios:
1- Creo que el amor es mejor que el odio y la paz mejor que la guerra.
2- Me comprometo a ser amigo de todos. A no pensar mal de las personas y a fijarme en todo lo bueno que nos une antes que en lo que nos separa.
3- Me comprometo a ayudar a todos los que me necesiten, a perdonar a los que me ofendan, y a pedir perdón cuando yo ofenda a alguien.
4- Haré todo lo posible para que todos vivamos como UNA GRAN FAMILIA, CON UN SOLO CORAZÓN, para que se termine la violencia, la guerra, y consigamos la paz.
Nuestro centro educativo manifiesta su apuesta incondicional por la paz y en contra de cualquier acción que implique violencia entre los seres humanos.
Los valores que promovemos son los que anuncia el Evangelio, plenamente humanos: la vida, el amor, la libertad, la justicia y la paz.
Por principio rechazamos cualquier actitud o conducta que implique la pérdida de esos valores fundamentales que nos hacen humanos. Las guerras entre hermanos nunca pueden estar justificadas; pero tampoco los insultos entre nosotros, las amenazas, los enfrentamientos entre grupos, las venganzas, la discriminación…

ORACIÓN
Haznos, Señor, instrumentos de tu Paz.
Que donde haya odio, llevemos amor.
Donde haya agravio, llevemos perdón.
Donde haya duda, pongamos fe.
Donde haya desesperación, pongamos esperanza.
Donde haya tinieblas, llevemos la luz.
Y donde haya tristeza, llevemos la alegría.

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