miércoles, 10 de febrero de 2016



INTRODUCCIÓN Y ACCESO A LA PRESENCIA
Comenzamos hoy la cuaresma vocacional y lo hacemos con el miércoles de ceniza. Durante la cuaresma se nos invita a ejercitarnos en quitar apegos, en superar egoísmos, en curar resentimientos; y debemos estimularnos en aumentar la comprensión, la compasión, la generosidad, la amistad, la cercanía, la entrega; en definitiva, el seguimiento de Cristo para poder llegar a la Pascua viviendo la misma vida que El. Pero para vivir esto necesitamos hacernos pequeños, por eso se nos impone la ceniza –si lo deseamos, no es necesaria-, para que caigamos en la cuenta de lo pequeños que somos y que Dios siempre está dispuesto a levantarnos del polvo y de la miseria para reiniciar un camino de seguimiento a Él, que siempre está inclinado para escuchar o atender a sus hijos pequeños. Que esta oración nos ponga en marcha con una verdadera actitud de salir de nosotros mismos, y recorrer con Cristo el camino hacia la Resurrección y alegría Pascual.
Accede a la presencia del Trascendente. Colócate en posición orante, o rodéate de un medio propicio. La cruz, el sagrario, la palabra, una vela encendida, una comunidad, la Naturaleza. Él estará allí para abrazarte. Para abrazarnos. Para seguir nuestro camino. El camino de la cuaresma, y el camino que sea.
No desperdiciemos demasiados esfuerzos en reconocernos pecadores, pues no es esa la actitud. La actitud debe ser de conversión, hacia la humanidad en la que vivimos y coparticipamos.
Que la Palabra, abra nuestros oídos al susurro de Cristo que desde los hermanos y hermanas, nos llama al seguimiento de su autentica huella
Me decía la serpiente del paraíso:
«Se te abrirán los ojos,
conocerás el bien y el mal, serás como un dios».
Me decía también: «Ocúpate de ti mismo,
cierra los ojos al sufrimiento de los hombres,
olvídate que son tus hermanos
y prescinde de ellos, querido Caín.
Constrúyete la torre de tu orgullo,
siéntete superior a todos, no escuches el llanto del hambre
ni levantes los ojos de tus libros
y así no verás las manos impertinentes de quienes te necesitan.
Con tu Babel, ya no necesitas para nada a Dios. Tú eres un dios».

Y yo me lo he ido creyendo todo.
Me doy cuenta de que tengo ganas de decidir yo lo que está bien,
incluso a costa de olvidar la palabra dada.
¡Cuántas ocasiones perdidas para haber sido testigo de lo que creo,
para haber dicho, con palabras y obras, que me tomo en serio el Evangelio!
Me ha podido la comodidad, la cobardía, el no complicarme la vida...

Una sed inmensa se apodera de mí y me devora.
He querido llenar mi vacío interior,
pero no he acertado a escoger el Agua Viva y fresca
y he acabado enturbiando y secando
lo más vivo de mí mismo, lo mejor de mi pozo interior.
Ya casi ni escucho esa voz que me acompaña,
esa presencia divina que me habita.
¡Cuánto ruido ensordecedor busqué para no oírme,
para no oírte, y qué sordo me volví!

Hay algo que me llama y tira de mí muchas veces
para que huya de mi casa -la tuya-,
hacia tierras lejanas.
Y ahora me encuentro bien lejos,
he malgastado mi tiempo y tus dones,
me he rebajado y me he metido en el fango
y me avergüenza ver lo bajo que he caído.

Me gusta, Padre, hacer mi santa voluntad
hasta que descubro, con tristeza,
que mis manos se han ido vaciando poco a poco
y ahora no tengo en ellas nada que merezca la pena,
nada que dar y ofrecer porque todo lo derroché.
Incluso a mis amigos los siento lejos
porque he confundido la entrega con las discusiones vacías y las excusas.

No soy infinito,
aunque tengo sed de infinito.
La tierra y el polvo me  recuerdan lo que soy y lo que seré.
La tierra y el polvo me recuerdan que Tú eres mi Alfarero,
pero yo no me he dejado moldear, arcilla rebelde,
ni cocer al fuego de tu Espíritu.

Miércoles de ceniza:
    Es hora de volver a casa,
    desde este país donde ya no hay alimento
    que pueda saciar mi hambre.

Miércoles de ceniza:
    Hora de hacer una hoguera
    con todo mi egoísmo y mi estupidez.
    Hora de reducir a cenizas mi absurda torre de Babel
    y bajarme a la tierra y comenzar a dar manos.
    Hora de quitar estorbos de mis oídos,
    y hacer silencio para volver a escucharte y a escucharme.

Miércoles de ceniza:
    Como ella, debo entrar en el horno de tu Espíritu
    y dejarme transformar en el cántaro que tú quieras.
    Aunque mi sí quedó hecho cenizas,
    sé que puedo renovarlo. Y quiero hacerlo, con tu ayuda.

Miércoles de ceniza:
    Cuarenta días para dejarme encontrar por Ti,
    para darme cuenta de que me esperas a la puerta de casa.
    Cuarenta días para pedirte perdón
    y ayunar de tantas cosas que me sobran y otros necesitan.
    Cuarenta días para escuchar más atento tu Palabra,
    y dejar que sea tu Pan quien me sacie
    y tu perdón quien me restaure.

Un poco de ceniza en el rostro
me puede poner en camino de verdad:
NO HAY CAMINO FUERA DE DIOS.
Y hoy mismo comienzo el camino de retorno a Tu casa.


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