Después de este puente nos encontramos de nuevo aquí. Una semana y un mes de
estreno para seguir formándonos como personas.
porque sé
que es una nueva tarea,
un nuevo
compromiso, un nuevo esfuerzo.
Ayúdame a
comenzarlo con entusiasmo,
con alegría,
con ilusión nueva.
Sé que estás
a mi lado:
en mi
familia
en mis
amigos,
en las
cosas, en mi propia persona.
Gracias por
sembrar paz, solidaridad,
amor, entre
mis hermanos.
Y sé, Señor,
que esta tarea
la comienzan
cada mañana
muchos
hermanos míos
de cualquier
punto de la tierra;
y eso me
alienta y empuja.
También te
pido por ellos,
y con ellos
te digo: ¡Buenos días, Señor!
Comenzamos
pues nuestros minutos de oración ¿Para qué sirve un minuto?
Un minuto
sirve para sonreír, sonreír para el otro, para ti y para la vida.
Un minuto
sirve para ver el camino, admirar una flor, sentir el perfume de la flor,
sentir el césped mojado, percibir la transparencia del agua.
Un minuto
sirve para escuchar el silencio.
Es en un
minuto en que uno dice el sí, o el no que cambiará toda su vida.
Un minuto
para un apretón de mano y conquistar un nuevo amigo.
Un minuto
para sentir la responsabilidad, pesar en los hombros, la tristeza de la
derrota, la amargura de la incertidumbre, el hielo de la soledad, la ansiedad
de la espera, la marca de la decepción, la alegría de la victoria.
En un minuto
se puede amar, buscar, compartir, perdonar , esperar, creer, vencer y ser.
En un minuto
se puede salvar una vida.
Tan sólo un minuto
para incentivar a alguien o desanimarlo.
Un minuto
para comenzar la reconstrucción de un hogar, de una vida.
Minutos……..
cuantas veces los dejamos pasar sin
darnos cuenta, pero también cuantas veces traemos a nuestra vida los recuerdos
de los minutos vividos llenos de felicidad, de alegría y tristezas.
Con
frecuencia decimos ”es un minuto” que nos parece nada, pero cómo se aprecia ese
minuto al levantar la mano y saludar a un amigo que se va para siempre, como se
valora ese minuto que hace que lleguemos tarde a nuestro trabajo, como se
espera ese minuto que nos lleva a reunirnos con los que amamos, cómo nos llena
de emoción ese minuto al que se entrega al hilo al nacer y como también que la
vida otorgue más minutos a que la muerte separará físicamente y no veremos más.
Un minuto
parece increíble, parece tan poquito, y sin embargo, puede dejar una huella tan
profunda en nuestra vida.
Lo
importante no es vivir la vida por qué sí, dejando pasar el tiempo.
Aprendamos a
vivir la vida intensamente.
Aprendamos a
no posponer las emociones más lindas de la vida pensando que ” sí no es hoy , será mañana “.
Recuerda que
tu tiempo es hoy.
La vida es
hoy.
Que el reloj
de tu vida marque cada minuto al compás de los latidos de tu corazón para ello
sigue fielmente los siguientes consejos:
1.
Sonreír ¡Un cristiano siempre es alegre!. No nos
damos cuenta pero cuando sonreímos aligeramos la carga a quienes nos rodean.
Cuando vamos por la calle, en el trabajo, en la casa, en la universidad. La
felicidad del cristiano es una bendición para los demás y para uno mismo.
¡Quién tiene a Cristo en su vida no puede estar triste!
2.
Dar las gracias siempre (aunque no
"debas" hacerlo).Nunca te acostumbres a recibir porque lo necesitas o
porque tienes "derecho a". Todo lo recibes como un regalo, nada te
"lo deben" aunque hayas pagado por ello. Da siempre las gracias. Es
más feliz quien es agradecido.
3.
Recordarle a los demás cuánto los amas. Tú sabes
que los amas ... ¿y ellos? Las caricias, los abrazos y las palabras nunca
sobran. Si Jesús no se hubiera hecho carne, nosotros jamás habríamos entendido
que Dios es Amor.
4.
Saludar con alegría a esas personas que ves a
diario. Seguro es quien abre la puerta, quien limpia, quien contesta las
llamadas. Lo ves a diario y al saludarlo le recuerdas que es importantísimo lo
que hace. Tanto tu trabajo como el de él/ella se hace más a gusto si le haces
ver que es valioso para otros, que su presencia cambia las cosas.
5.
Escuchar la historia del otro, sin prejuicios,
con amor. ¿Qué puede hacernos más humanos que saber escuchar? Cada historia que
te cuentan te une más con el otro: sus hijos, su pareja, la jefa, el profesor,
sus preocupaciones y alegrías ... tú sabes que no sólo son palabras, son partes
de su vida que necesitan ser compartidas.
6.
Detenerte para ayudar. Estar atento a quien te
necesita. ¿Qué más podemos decir? No importa si es un problema de matemáticas,
una simple pregunta o alguien que tiene hambre ¡jamás sobra la ayuda! Todos
necesitamos de los demás. Aunque suelas ayudar, recuerda que tu también eres
necesitado.
7.
Levantarle los ánimos a alguien. Sabes que no
anda bien o nada bien y no sabes qué hacer. Decides sacarle una sonrisa para
hacerle saber que no todo es malo. Siempre es bueno saber que hay alguien que
te ama y que estará siempre a pesar de las dificultades.
8.
Celebrar las cualidades o éxitos de otro. Solemos
callarnos lo que nos gusta y nos alegra de los demás: sus éxitos, sus
cualidades, sus buenas actitudes. Simples frases como
"¡Felicidades!", "Me alegro mucho por ti" o "Ese color
te queda muy bien" le han hecho el día a tu compañero y nos ayudan a
vernos entre nosotros como Dios nos ve.
9.
Ayudar cuando se necesite para que otro
descanse. Esto se vive en las familias: cuando uno descansa otro trabaja. Nada
más hermoso que saber que alguien más ya comenzó a hacer algo que necesitabas
por ti o que siempre puedes pedir ayuda. Cuando nos ayudamos mutuamente a
llevar las responsabilidades diarias la vida es más llevadera.
10.
Corregir con amor, no callar por miedo. Corregir
es un arte. Muchas veces nos encontramos en situaciones que no sabemos manejar.
El mejor método es el amor. El amor no sólo sabe corregir, sino que sabe
perdonar, aceptar y seguir adelante. No tengas miedo de corregir y ser
corregido, eso es una muestra que los demás apuestan por ti y quieren que seas
mejor.
11.
Seleccionar lo que no usas y regalarlo a quien
lo necesita. ¿Te has imaginado alguna vez que tu playera favorita de cuando
tenías 17 años, ahora es la playera favorita de una adolescente que no tiene
mucho que ponerse? Si eres hermano mayor, lo sabes. Por eso es bueno
acostumbrarnos a valorar lo que tenemos y si tenemos más de lo que necesitamos,
regalarlo nos ensancha el corazón y protege del frío a otro.
12.
Tener buenos detalles con los que están cerca de
ti. Sabes lo que le gusta mejor que nadie, ¿por qué no aprovechar eso? Nada se
disfruta más que aquello que es dado con amor, él se gana unos minutos de
descanso y tú una sonrisa auténtica. Salir de uno mismo y pensar en los demás
siempre es mejor y alegra el corazón.
13.
Limpiar lo que uso en casa. Si vives con tu
familia o ya vives fuera de casa, sabes lo importante que es recoger y limpiar
lo que usas. Hay una voz dentro de ti que te dice que deberías ayudar un poco
más de lo que quisieras... Y sorprendentemente te sientes muy bien de hacerlo.
14.
Ayudar a los demás a superar obstáculos. De
chiquitos lo hacíamos, ¿por qué no hacerlo ahora? Ayudarle a alcanzar el
transporte, a cargar sus maletas, a cruzar la calle o regalarle unas monedas
para que pueda pagar. Esos detalles nunca se olvidan. Eres el extraño que aún
cree en la humanidad.
15.
Llamar por teléfono a tus abuelos. Ahora tú te
mueves solo, pero tus abuelos han cuidado de ti durante tu infancia, han sido
tu apoyo y el de tus padres, pero ellos se conmueven cuando les haces saber qué
piensas en ellos. Estar atentos a lo que necesitan o simplemente saber cómo
están es algo que no te cuesta mucho y es un gesto enorme de gratitud.
Enséñanos, Señor,
el valor de lo sencillo,
el valor de los pequeños detalles.
Que no pensemos hacer grandes
cosas el día de mañana,
descuidando las pequeñas cosas
que podemos hacer hoy.
Queremos prestar atención
a los que nos rodean,
sobre todo a los que pasan
alguna necesidad.
Ayúdanos a comprometernos
con los que están más cerca:
la familia, los amigos,
los compañeros de clase,… .AMÉN
Los animales
del bosque se dieron cuenta un día de que ninguno de ellos era el animal
perfecto: los pájaros volaban muy bien, pero no nadaban ni escarbaban; la
liebre era una estupenda corredora, pero no podía volar ni sabía nadar... Y así
todos los demás. ¿No habría una manera de establecer una academia para mejorar
la raza animal? Dicho y hecho. En la primera clase de carrera, el conejo fue
una maravilla, y todos le dieron sobresaliente; pero en la clase de vuelo
subieron al conejo a la rama de un árbol y le dijeron: “¡Vuela, conejo!”. El
animal saltó y se estrelló contra el suelo, con tan mala suerte que se rompió
dos patas y fracasó también en el examen final de carrera. El pájaro fue
fantástico volando, pero le pidieron que excavara como el topo. Al hacerlo se
lastimó las alas y el pico y, en adelante, tampoco pudo volar; con lo que ni
aprobó la prueba de excavación ni llegó al aprobadillo en la de vuelo.
Convenzámonos:
un pez debe ser pez, un estupendo pez, un magnífico pez, pero no tiene por qué
ser pájaro. Un hombre inteligente debe sacarle punta a su inteligencia y no
empeñarse en triunfar en deportes, en mecánica y en arte a la vez. Una muchacha
fea difícilmente llegará a ser bonita, pero puede ser simpática, buena y una mujer
maravillosa... porque sólo cuando aprendamos a amar en serio lo que somos,
seremos capaces de convertir lo que somos en una maravilla.
Anthony de
Mello
Amen.
Las
siguientes palabras fueron escritas en la tumba de un obispo anglicano (1100)
en las criptas de la abadía de Westminster:
Cuando era
joven y libre, y mi imaginación no tenía límites, soñaba con cambiar el mundo.
Al volverme
más viejo y más sabio, descubrí que el mundo no cambiaría. Entonces acorté un
poco mis objetivos y decidí cambiar sólo mi país. Pero también él parecía
inamovible.
Al ingresar
a mis años de ocaso, en un último intento desesperado, me propuse cambiar sólo
a mi familia, a mis allegados; pero, por desgracia, no me quedaba ninguno.
Y ahora que
estoy en mi lecho de muerte, de pronto me doy cuenta: Si me hubiera cambiado
primero a mí mismo, con el ejemplo habría cambiado mi familia; a partir de su
inspiración y estímulo, podría haber hecho un bien a mi país y quién sabe, tal
vez incluso habría cambiado al mundo.
Gracias,
Señor…
Gracias,
Señor, por tu amistad,
Gracias,
Señor, por el amor de amigo que nos ofreces.
Gracias,
Señor, porque eres siempre fiel.
Quiero ser
capaz de entender tu amistad;
quiero
entender por qué fuiste capaz de hacerte hombre
para ser
amigo del hombre;
quiero
entender tu paciencia en esperar
un nuevo sí
de cada hombre.
Quiero vivir
las exigencias de la amistad:
comprender...
antes que ser comprendido;
deseo de
ayudar... antes que ser ayudado;
deseo de
servir... antes que ser servido;
deseo de
dar... antes que recibir.
En el
momento de la dificultad,
no permitas
que me aleje de ti.
En mis horas
de debilidad, sé tú más amigo.
En los
momentos de desaliento, llámame.
Cuenta,
Señor, con mis brazos
dispuestos
para construir una ciudad eterna.
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