miércoles, 19 de octubre de 2011

Jueves 6 de Octubre de 2011


"Junto a la iglesia de la Porciúncula había un huertecillo con muchos árboles y arbustos. San Francisco disfrutaba de estar en la naturaleza y descubrir cómo todos los seres, a su manera, alababan al Dios que los creó. Solía recomendar al hermano hortelano no cortar las ramas verdes, sino solamente las secas para no dañar al hermano árbol. Le pedía dejar sin plantar un trozo de tierra para que nacieran las hierbas y flores silvestres que con su olor alaban a Dios. Tenía cuidado de todos los seres, incluso de los pequeños gusanos que retiraba del camino para que no fueran pisados. Pedía a los frailes que dejaran un poco de miel y vino, en el invierno para alimentar a las abejas y no murieran de frío. En los momentos de descanso, contemplaba maravillado las idas y venidas de las hormigas transportando granitos y migajas. Todo eso le servía para orientar la vida de sus frailes y alabar al Dios Creador".
Con esta historia llena de sensibilidad y agradecimiento por el mundo que nos rodea, entramos en el valor de la ecología de mano de nuestro padre San Francisco y comenzamos un años más nuestro momento semanal de oración. Hoy queremos, al igual que Francisco, entonar una oración de alabanza.
La alabanza es un tipo de oración que no es muy frecuente entre nosotros. Sabemos pedir por necesidades, incluso dar gracias, o pedir perdón, pero en todas estos tipos de oración nuestro "yo" ocupa el primer plano. A través de la oración de alabanza, quitamos la vista de nosotros mismos, de lo que nos falta, de lo que nos han dado, de lo que hemos hecho, y los ponemos en la grandeza de Dios. Y esto es muy liberador, ya que si constantemente nos miramos a nosotros mismos, lo único que conseguiremos será deprimirnos.  Son tantas las cosas que nos faltan, tantos los sueños fallidos y las esperanzas que no se cumplen, son tantos los errores que cometemos, y tanto el desamor que nos rodea...
Pero cuando alabamos, levantamos la mirada y contemplamos la belleza, sabiduría, gloria y majestad de nuestro Dios, y al sabernos en sus manos, podemos experimentar una sensación de seguridad, de paz, de plenitud. Crecemos en la oración cuando en lugar de decir "yo" aprendemos a decir "Tú".
San Francisco supo caminar en su vida de fe, y llegar a una altura impresionante, porque descubrió el secreto de alabar, de abandonarse en la contemplación del amor infinito que Dios nos ofrece.  El cántico de las criaturas es el canto de madurez que Francisco de Asís compone para la gente sencilla del pueblo. No pensemos que en un momento fácil, sino desde la enfermedad y la ceguera, que vivió con paz y lleno de admiración ante todo lo creado... será los últimos días de su vida.
El objetivo del cántico no es cantar a la naturaleza., sí al Creador, y no alaba sólo sino con todas las criaturas. Todo nos habla de vida, de Dios, incluso la cruz, ya que solo quien acoge la muerte como hermana ha comprendido el misterio de la vida. Francisco descubre la cercanía y trascendencia de Dios y con ellas mira amorosamente la fraternidad universal que nos llama a compartir.
Omnipotente altísimo, bondadoso Señor,
tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor;
tan solo tú eres digno de toda bendición,
y nunca es digno el hombre de hacer de ti mención.

Loado seas por toda criatura, mi Señor,
y en especial, loado por el hermano sol,
que alumbra y abre el día, y es bello en su esplendor,
y lleva por los cielos noticia de su autor.

Y por la hermana luna, de blanca luz menor,
y las estrellas claras que tu poder creó,
tan limpias, tan hermosas, tan vivas como son,
y brillan en los cielos: ¡loado, mi Señor!

Y por la hermana agua, preciosa en su candor,
que es útil, casta, humilde: ¡loado, mi Señor!
por el hermano fuego que alumbra al irse el sol,
y es fuerte, hermoso, alegre: ¡loado, mi Señor!

Y por la hermana tierra, que es toda bendición,
la hermana madre tierra que da en toda ocasión
las hierbas y los frutos, y flores de color,
y nos sustenta y rige : ¡loado, mi Señor!

Y por los que perdonan y aguantan por tu amor
los males corporales y la tribulación:
¡felices los que sufren en paz con el dolor,
porque les llega el tiempo de la consolación!

Y por la hermana muerte: ¡loado, mi Señor!,
ningún viviente escapa de su persecución;
¡ay si en pecado grave sorprende al pecador!
¡Dichosos los que cumplen la voluntad de Dios!
No probarán la muerte de la condenación.
Servidle con ternura y humilde corazón.
Agradeced sus dones, cantad su creación.
¡Las criaturas todas load a mi Señor!

Terminamos nuestra oración pidiendo al Señor que nos ayude a ver como Francisco el rostro de Dios a través de la Creación
Que cuando contemple un cielo sin nubes aprenda a ver en él la bondad de Dios.
Que cuando contemple la quietud de una montaña, aprenda a ver allí el lugar ideal para la oración.
Que cuando contemple los campos llenos de trigo, aprende ver allí la inmensa turba que te espera.
Que cuando contemple a los pescadores en la orilla del mar, aprende a contemplar el trabajo de los Apóstoles.
Que cuando admire las viñas en las laderas, aprenda a ver el trabajo de Dios en los corazones.
Que si un día contemplo los campos llenos de flores o los pájaros del cielo, aprenda a descubrir el amor inagotable de Dios y su divina providencia.
Que al contemplar las rocas batidas por las olas, aprenda a descubrir la solidez de las obras de Dios.
Que al contemplar la salida del sol, aprenda a ver en ella el mensaje iluminado de Cristo.
Que al descubrir una fuente en pleno bosque, aprenda a ver en ella la vida misericordiosa que Dios reparte abundantemente a los hombres.
Y por último damos gracias
Gracias Señor por mis ojos,
que me permiten contemplarte
en tu magnífica obra, la Naturaleza.

Te pido que sepan admirar,
extasiarse, contemplar.

Que sepan verte en todo,
desde el insecto insignificante
al grandioso mar;
desde la humilde violeta
hasta el mas fastuoso monumento;

Que mi mirada sea siempre limpia,
transmisora siempre de su Señor,
de Cristo, tu Hijo amado y hermano nuestro