jueves, 10 de noviembre de 2011

10 de Noviembre de 2011

Hemos dicho que necesitamos la fuerza de Dios, que nos derribe del caballo, nos rompa y nos rehaga. Y tendremos que aceptar las consecuencias.

Es dificil aprender a ser humilde sin humillaciones. Si has pedido a Dios un corazón de niño, no te quejes cuando te consideren menos y no cuenten contigo, si te olvidan, si te han criticado y se han reído de tí, o si has cosechado un fracaso, o si el otro tiene más acierto que tú.

Si Dios te concede un corazón de niño, estas cosas no te entristezcan, porque el niño se sabe pequeño. Pero sabe asimismo que Dios se vale de sus habilidades, y que conseguirá resultados no esperados aunque estos frutos exitosos suelen llegar a largo plazo.

Buen ejercicio el de rebajar un poquito tu ego, que ha crecido y ha engordado mucho. A ver si encuentras un régimen de adelgazamiento; no será caro, pero sí costoso.

Apuntamos algunos posibles compromisos:
  • No presumas del bien que haces, ni lo publiques en los medios de comunicación.
  • No te complazcas en el bien que haces, no le des tanta importancia, que ni tu mano izquierda sepa lo que hace tu mano derecha
  • No trates de ocultar tus fallos y fracasos
  • No te excuses ni te disculpes tanto
  • Aprende a callar y a no defenderte cuando alguien te acusa, como lo hizo Jesús
  • Aprende a pedir perdón
  • Participa, da tu opinión, sin temor al ridículo, pero no pongas al otro en ridículo
  • Habla más de los valores y éxitos del otro que de sus defectos
  • Ejercítate en servir a los demás, siempre de abajo arriba
  • Renuncia definitivamente al comparativo
A los ricos se les nota enseguida por su aire y su estilo. Pisan seguro, utilizan poco el "por favor", están acostumbrados a mandar y exigir; quieren llamar la atención, exhiben sus tesoros son como los pavos reales.

A los pobres de espíritu también se les nota enseguida. Son respetuosos no quieren molestar, piden escusas y perdón, se esfuerzan por pasar desapercibidos, su presencia es aradable, no molestan.

Los orgullosos se creen más que nadie, el número uno, el que lo sabe todo y habla con desparpajo, se presenta como modelo, altanero y prepotente, se enfada enseguida, riñe y da voces, amenza, sus gestos son autoritarios. Es un grajo.

Sufrido, es el Humilde, sabe comprender y excusar, se domina y tiene paciencia, es delicado y alaba a los demás, no tiene prisa y es simpático como un ruiseñor, pero hay muy pocos...

Hay también personas duras de corazón. De niños fueron caprichosos, la vida les va bien, parece que todo les sonríe. No han tenido la experiencia del sufrimiento, pero están vacíos, sus palabras suenan a hueco, son incapaces de empatizar y compadecer. Ni lloran ni están cerca de los que lloran. Viven en la superficialidad, como las mariposas.

Los que lloran, son sensibles, conocen los registros del dolor, han sufrido pero, sobre todo, saben estar cerca de los que sufren en comunión espiritual. No quiere decir que sean tristes y aguafiestas sino que son humanos, ríen con los que ríen y lloran con los que lloran. Lo que está reñido con la alegría no son las lágrimas sino la tristeza, son como un perrito, amigos del hombre.

El problema de nuestro mundo consumista es que ya no tiene hambre, ni sed ni de pan ni de agua, ni de justicia ni de salvación. Su hambre esta satisfecha, su sed está saciada, sus esperanzas están de vuelta. Importan sólo la diversión aunque sea a costa de la alienación.

Hay que ser pobre para tener hambre y sed, hay que ser niño para tener ilusión. Son muchos los que no se resignan, los que sienten la insatisfacción. Los que creen que otro mundo es posible. Los que se compromenten en favor de un mundo más justo y solidario. Y son muchos los que tienen hambre de Dios y de justicia, de su gracia y de su santidad, y sobre todo de su amor.

Pidamos a Dios, rico en misericordia, que salve al mundo de sus males...
  • Padre, salva al mundo de sus violencias y haznos constructores de paz.
  • Salva al mundo de sus errores, y haznos profetas de tu verdad
  • Salva al mundo de sus miserias, y haznos fermentos de renovación y de vida
  • Salva a los que dudan y no creen en Jesucristo, y haznos testigos de su Evangelio
  • Salva a cuantos son torturados y crucificados, y haznos cercanos y liberadores de sus sufrimientos
  • Salva a la Iglesia de su mediocridad y su vejez y haznos miembros llenos del Espíritu Santo
  • Salva a cuantos hoy participamos de la oración y haznos misioneros de Fraternidad
  • Sálvanos, Padre, que llegue a todos la inmensa riqueza de tu gracia.
Amén.

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