jueves, 23 de febrero de 2012

Jueves 16 de Febrero

Buenos días, Señor, a ti el primero
Encuentra la mirada
Del corazón, apenas nace el día:
Tú eres la luz y el sol de mi jornada.
Buenos días, Señor, contigo quiero
Andar por la vereda:
Tú, mi camino, mi verdad, mi vida;
Tú, la esperanza firme que me queda.
Buenos días, Señor, a ti te busco,
Levanto a ti las manos
Y el corazón, al despertar la aurora:
Quiero encontrarte siempre en mis hermanos.
Buenos días, Señor resucitado,
Que traes la alegría
Al corazón que va por tus caminos,
¡vencedor de tu muerte y de la mía.
Comienzan los relojes a maquinar sus prisas;
Y miramos el mundo. Comienza un nuevo día.
Comienzan las preguntas, la intensidad, la vida;
Se cruzan los horarios. Qué red, qué algarabía.
Mas tú, Señor, ahora eres calma infinita.
Todo el tiempo está en ti Como en una gavilla.
Rezamos, te alabamos, porque existes, avisas;
Porque anoche en el aire tus astros se movían.
Y ahora toda la luz se posó en nuestra orilla.
Padre nuestro, padre de todos,
Líbrame del orgullo de estar solo.
No vengo a la soledad cuando vengo a la oración,
Pues sé, que estando contigo,  con mis hermanos estoy;
Y sé que estando con ellos, tú estás en medio, Señor.
No he venido a refugiarme dentro de tu torreón,
Como quien huye a un exilio  de aristocracia interior.
Pues vine huyendo del ruido, pero de los hombres no.
Allí donde va un cristiano no hay soledad, sino amor,
Pues lleva toda la iglesia dentro de su corazón,
Y dice siempre "nosotros", incluso si dice "yo".
Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén

Señor, tú me llamaste
para ser instrumento de tu gracia,
para anunciar la buena nueva,
para sanar las almas.

Instrumento de paz y de justicia,
pregonero de todas tus palabras,
agua para calmar la sed hiriente,
mano que bendice y que ama.

Señor, tú me llamaste
para curar los corazones heridos,
para gritar, en medio de las plazas,
que el Amor está vivo,
para sacar del sueño a los que duermen
y liberar al cautivo.
Soy cera blanda entre tus dedos,
haz lo que quieras conmigo.

Señor, tú me llamaste
para salvar al mundo ya cansado,
para amar a los hombres
que tú, Padre, me diste como hermanos.
Señor, me quieres para abolir las guerras,
y aliviar la miseria y el pecado;
hacer temblar las piedras
y ahuyentar a los lobos del rebaño.
Bendigamos a Dios, nuestro Padre, que mira siempre con amor a sus hijos y nunca desatiende sus súplicas, y digámosle con humildad:

Ilumínanos, Señor.
Te damos gracias, Señor, porque nos has iluminado con la luz de Jesucristo;que esta claridad ilumine hoy todos nuestros actos.

Ilumínanos, Señor.

Que tu sabiduría nos dirija en nuestra jornada;
así andaremos por sendas de vida nueva.
Ilumínanos, Señor.

Ayúdanos a superar con fortaleza las adversidades
y haz que te sirvamos con generosidad de espíritu.
Ilumínanos, Señor.

Dirige y santifica los pensamientos, palabras y obras de nuestro día
y danos un espíritu dócil a tus inspiraciones.
Ilumínanos, Señor.

A ti, Señor, que eres la luz verdadera y la fuente misma de toda luz, te pedimos humildemente que meditando fielmente tu palabra vivamos siempre en la claridad de tu luz. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

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