martes, 14 de febrero de 2012

Jueves 9 de febrero

Todos hemos escuchado la resurrección de Lázaro. Toda historia tiene un valor de signo. Lázaro significa, debilidad humana. Pero Jesús lo quería. Lázaro significa, herida de muerte. Pero Jesús la asumía. Lázaro significa hombre mortal, y Jesús viene en su auxilio. Que suerte tiene el hombre de tener a Dios por amigo y salvador.

Jesús resucitará a Lázaro. Significa que tiene poder de resucitar a todos los amigos que mueren. Primero lloró su muerte, porque le duelen los sufrimientos y penas del hombre. Después lo sacó de la tumba, para dar a entender que a todos puede sacar de sus sepulcros. Lo dijo maravillosamente: "Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá".

Sólo pide una cosa, Fé, Jesús es un médico que no sana si no se confía en él. Creer, es confiar, abrirse a él, acercarse a la fuente, dejarse llevar a la piscina, dejarse amar. Lázaro se dejó amar. Los hermanos confiaron en Jesús; Yo creo que tu eres el Mesías, el hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo. Como creyó la Samaritana y creyó, el ciego da nacimiento. Creer es escuchar su palabra, alimentarse y llenarse de Jesús. Su pan es medicina de inmortalidad. Creer, es confesarle como Salvador.

La resurrección de Lázaro, anuncia también la propia resurrección de Jesús. Pero ¿Cómo pudo morir si era la vida? ¿Qué necesidad tenía de morir, si iba a resucitar?

Jesús aceptó la condición humana, con todas sus consecuencias y quiso salvar al hombre, pero desde dentro; quiso curar las heridas, pero padeciendo él primero. Tolo lo que él asume y sólo lo que él asume queda redimido.

Le dolía a Jesús la muerte de Lázaro, que era su amigo, por eso lloró a Jesús y llora por todas las muertes, porque todos somos sus amigos. No importa que se espere la resurrección. La muerte, es verdad en algunos casos es piadosa. Pero casi siempre la muerte es cruel. No sólo destruye la vida del difunto, sino que rompe cantidad de lazos dulces, amistosos y la vida humana está hecha de esos lazos, que originan profundos y enriquecedoras relaciones. Cuando, por ejemplo, un terrorista mata a una persona -cada persona es sagrada, y cada persona inocente, lo más sagrado del mundo-, no sólo muere la víctima, mueren también la esposa, los hijos, los amigos, mueren ellos mismos, todos morimos, un poco ¡Que brutalidad! ¡Qué ceguera, que sinrazón!

Dios llora todas las muertes. No podemos hecharle la culpa de ningún tipo de muerte. A veces se dice en casos de muertes trahumáticos, por enfermedad, o accidente ¡Con la intención de aliviar la pena, que Dios lo ha querido. Eso, bien mirado, suena a blasfemia ¿Cómo va a querer Dios la muerte de nadie, con todo lo que supone de sufrimiento y frustración? Tendría que ser un Dios muy cruel, para querer tantas víctimas, tantos holocaustos... si no quiere el sacrificio de animales ¿Cómo va a querer el sacrificio de hijos?

Tampoco tiene Dios prisa en llevarse a sus mejores hijos porque ya están maduros. Si la otra vida es eterna ¿qué prisas puede tener Dios? Estará con nosotros y estaremos con´Él toda la eternidad. No hay prisas. Nosotros podemos tener deseos de estar con Dios, pero no hay prisas. Dios ya está con nosotros. La vida eterna ya empieza aquí, donde hay todavía mucho que hacer.

Llorar por la muerte de un amigo es humano, es natural. La fe y la esperanza, pueden relativizar y mitigar el dolor, pero no quitarlo. El que no llora, por la muerte de un amigo, un familiar, un ser querido, está desnaturalizado, la fe mal entendida podría desnaturalizar.

Por desgracia, vivimos en un amibiente cultural muy duro, muy desnaturalizado. Se provoca la muerte de muchas maneras o se deja morir de muchas maneras. Y por ser hechos tan repetidos, ya no nos impresionan tanto.

Además de las guerras, y el terrorismo de mayor o menor intensidad, ahí están los fabricantes y traficantes de armas, la delincuencia, los secuestros, los abortos, las penas de muerte, los traficantes de droga, de niños, de esclavos; ahí están el racismo, la xenofobia, la intolerancia y sobre todo esto, la injusticia y la insolidaridad, son estructuras asesinas que provocan el mayor número de muertes inocentes. También hay que denunciar nuestra falta de denuncia, nuestro silencio, nuestro conformismo. No matarse pero de algún modo dejamos que las cosas sigan así, es decir, dejamos morir.

Debemos amar la vida, valorarla, cultivarla, defenderla. La vida en todos los sentidos, empezando por el natural. Debemos colaborar y unirnos a los movimientos y organizaciones a favor de la vida. Y debemos combatir lo que va en contra de la vida y origina la muerte.

Por eso cuando se produce una muerte, sobre todo si es violenta e injusta, debemos empezar por llorarla, por lo que supone la pérdida y sufrimiento. Saber que a nuestras lágrimas se unen las lágrimas de Dios, eso ya es un consuelo. Si Dios y los hombres lloran juntos, renace la esperanza.

Hay muchas clases de muertes, como la del miedo, la tristeza, la desesperanza, el cansancio, la duda, el conformismo, y sobre todo, el desamor. El que no ama está muerto. Son muertes psicológicas y espirituales, pero verdaderas. Cristo puede librarnos de todas las muertes porque Él es la vida. No sólo resucitó sino que es la Resurrección. Quien se acerca a Cristo se contagia de vida. Quien recibe a Cristo resucita.

A Dios Padre, y amigo de la vida, pedimos con fe:
  • Recordando a los que mueren de manera violenta e injustificada, a las víctimas del hombre, la injusticia, el terror, pedimos fuerzas para combatir las causas de tanta muerte.
  • Recordando a los que dejamos por nuestra insolidaridad y egoismo, pedimos para que nos sintamos responsables de estos pecados de omisión.
  • Por los que viven en los sepulcros de la pobreza, la desesperación, de la falta de fe, para que encuentren la ayuda liberadora que necesitan.
  • Por todos los que luchan contra la cultura de la muerte y favorecen la vida, para que tengan confianza en su victoria con la ayuda de Cristo.
  • Por todos nosotros, para que superemos nuestras debilidades y nos llenemos de la vida de Cristo.

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