El Adviento es el período de preparación para celebrar la
Navidad y comienza cuatro domingos antes de esta fiesta. Además se encuentra en
el comienzo del Año Litúrgico católico. Este año 2013, comenzó el domingo 1 de
diciembre y el último domingo de Adviento será el 22 de diciembre.
¡ÁLEGRATE! EL SEÑOR ESTÁ CONTIGO
Hoy vamos a disfrutar de un encuentro precioso y lo vamos a
hacer con un fragmento bellísimo y lleno de contenido. Las palabras sobran. Hoy
es encuentro, observar, silencio, escuchar...Todo aquí es grande, todo
misterio, y la figura principal es María y todo ocurre en un país, una ciudad y
en una casa pequeñísima. Dios con su amor queriendo habitar en el hombre, envía
a la Tierra un ángel llamado Gabriel, a Nazaret ( Galilea), provincia
despreciada por los habitantes de Jerusalem. Todo ocurre en una casa pequeña, sencilla....
Nos adentramos en esa casita y observamos y escuchamos todo lo que ocurre allí.
Evangelio: Lucas 1,26-38
"Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo"
"Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo"
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una
ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado
José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en
su presencia, dijo: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está
contigo." Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era
aquél. El ángel le dijo: "No temas, María, porque has encontrado gracia
ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por
nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará
el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su
reino no tendrá fin." Y María dijo al ángel: "¿Cómo será eso, pues no
conozco a varón?" El ángel le contestó: "El Espíritu Santo vendrá
sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo
que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a
pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que
llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible." María contestó:
"Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra." Y la
dejó el ángel.
REFLEXIÓN SOBRE EL EVANGELIO
María, la Virgen de la esperanza
Adviento, es en el año litúrgico, el tiempo mariano por
excelencia. Así lo expresó con toda autoridad Pablo VI en la Marialis Cultus,
nn. 3-4.
El Adviento ha recuperado de lleno la figura de la Virgen
María con una serie de elementos marianos de la liturgia, que podemos sintetizar
de la siguiente manera:
Desde los primeros días del Adviento hay elementos que
recuerdan la espera y la acogida del misterio de Cristo por parte de la Virgen
de Nazaret.
La solemnidad de la Inmaculada Concepción se celebra como
"preparación radical a la venida del Salvador y feliz principio de la
Iglesia sin mancha ni arruga ("Marialis Cultus 3).
En las fiestas del 17 al 24 el protagonismo litúrgico de la
Virgen es muy característico en las lecturas bíblicas, en el tercer prefacio de
Adviento que recuerda la espera de la Madre, en algunas oraciones, todos
uniendo el misterio de Navidad en un semejanza entre María y la Iglesia en la
obra del Espíritu Santo.
Algunos de los títulos de María en Adviento:
Es la "llena de gracia", la "bendita entre
las mujeres", la "Virgen", la
"Esposa de Jesús", la "sierva del Señor".
Es la mujer nueva, la nueva Eva que restablece y recapitula
en el designio de Dios por la obediencia de la fe el misterio de la salvación.
Es la Hija de Sion, la que representa el Antiguo y el Nuevo
Israel.
Es la Virgen fecunda. Es la Virgen de la escucha y de la
acogida.
El Adviento es también
tiempo de la Iglesia misionera y peregrina
La liturgia del adviento sitúa a la Iglesia en un tiempo de
espera, de esperanza, de oración por la salvación universal.
El Adviento es un tiempo real para la Iglesia, que se
expresa en situaciones concretas, como las siguientes:
La Iglesia ora por una venida de Cristo para todos los
pueblos de la tierra que todavía no han conocido al Mesías o no lo reconocen
aún como único Salvador y Señor.
La Iglesia recupera en el Adviento su misión de anuncio del
Mesías a todas las gentes y la conciencia de ser "reserva de
esperanza" para toda la humanidad, con la afirmación de que la salvación
definitiva del mundo debe venir de Cristo con su definitiva presencia
escatológica.
En un mundo marcado por guerras y contrastes, las
experiencias del pueblo de Israel y las esperas mesiánicas, las imágenes
utópicas de la paz y de la concordia, se convierten reales en la historia de la
Iglesia de hoy que posee la actual "profecía" del Mesías Libertador.
En la renovada conciencia de que Dios no desdice sus
promesas -¡lo confirma la Navidad!- la Iglesia a través del Adviento renueva su
misión escatológica para el mundo, ejercita su esperanza, proyecta a todos los
hombres hacia un futuro mesiánico del cual la Navidad es primicia y
confirmación preciosa.
A la luz del misterio de María, la Virgen del Adviento, la
Iglesia vive en este tiempo litúrgico la experiencia de ser ahora "como
una María histórica" que posee y da a los hombres la presencia y la gracia
del Salvador.
La espiritualidad del Adviento resulta así una
espiritualidad comprometida, un esfuerzo hecho por la comunidad para recuperar
la conciencia de ser Iglesia para el mundo, reserva de esperanza y de gozo. Más
aún, de ser Iglesia para Cristo, Esposa vigilante en la oración y exultante en
la alabanza del Señor que viene.
ORACIÓN
Adviento, tiempo de esperanza
Adviento,
tiempo de esperanza,
en el seno de María
crece el fermento
de un mundo nuevo,
el hijo del Dios vivo
que llega a compartir
con nosotros.
Nace Emanuel,
Dios-con-nosotros,
hecho niño,
pobre,
pequeño y necesitado.
María nos enseña el camino
para hacer nacer a Jesús
en nuestro tiempo:
confianza,
entrega,
fidelidad,
coraje,
y mucha fe en el Dios de la Vida.
Tiempo de espera,
de atención y cuidados,
de respeto y contemplación. Señor,
hay mucho dolor en nuestro tiempo,
hay sufrimiento e injusticia,
ayúdanos a sembrar
semillas de esperanza.
Descúbrenos la alegría
de la paciente espera,
activa y fecunda,
comprometida por la vida
de los que nos rodean.
Enséñanos a hacer crecer
la esperanza de algo nuevo,
anímanos a entregar nuestras vidas
para la construcción del Reino. Es tiempo de espera, Señor,
pero también es tiempo de donación
y compromiso efectivo.
Contágianos la fe sencilla de María,
que dio su vida
para alumbrar el Reino
y hacer nacer la esperanza
en medio de su pueblo. Salmo de San Francisco de Asís para el tiempo
del Adviento del Señor ¿Hasta cuándo, Señor,
me olvidarás por siempre?
¿Hasta cuándo apartarás tu rostro de mí?
¿Hasta cuándo tendré congojas en mi alma,
dolor en mi corazón cada día?
¿Hasta cuándo triunfará mi enemigo sobre mí?
Mira y escúchame, Señor, Dios mío.
Ilumina mis ojos para que nunca
me duerma en la muerte,
para que nunca diga mi enemigo:
He prevalecido contra él.
Los que me atribulan se alegrarían si yo cayera;
pero yo he esperado en tu misericordia.
Mi corazón exultará en tu salvación;
cantaré al Señor que me colmó de bienes,
y salmodiaré al nombre del Señor altísimo.
¿Por
qué no tener estas actitudes?
Actitud de espera con esperanza.
El mundo necesita de
Dios. La humanidad se siente
desencantada y desamparada. En
nuestros corazones aguardan deseo y necesidad de bienestar, unidad, paz,
desarrollo, tolerancia, respeto, libertad, que no encuentran toda su
realización en la realidad. Vivimos atareados, desconfiados, temerosos,
oprimidos, decepcionados, tristes, permitiendo que la desesperanza llegue a
nuestros corazones y nuestras conciencias. Jesús quiere llenar ese vacío con su
cercanía, con su Señorío (Filp 2,11) en nuestras vidas, “El Señor está cerca,
para salvar a los que tienen el corazón hecho pedazos y han perdido la
esperanza” (Sal 34,18) cuando él viene hace nuevas todas las cosas (Ap 21,5).
Debemos aferrarnos a nuestros sueños, nuestra esperanza es abono para la Buena
Nueva. Adviento nos enseña a estar vigilantes, despiertos, atentos, a tener el
corazón preparado, acercándonos al corazón del otro porque vive nuestra misma
realidad. En este tiempo, comprendamos a los demás, seamos tolerantes y
fraternos, ¡viene el Señor!
El retorno a Dios.
La experiencia de
frustración, de contingencia, de ambigüedad, de cautividad, de pérdida de la
libertad exterior e interior de los hombres y mujeres de hoy, suscita
consciente o inconscientemente la sed de Dios
(Sal 42, 2), y la necesidad de «subir a Jerusalén» como lugar de la
morada de Dios, según los salmos de este tiempo. La infidelidad a Dios destruye
a la persona, su dignidad y su valor, destruye al pueblo, su fraternidad y su
historia. Cuando somos fieles a Dios recuperamos nuestra verdadera identidad e
historia. El adviento nos ayuda en este camino que comienza por conocer mejor a
Dios y su amor a la humanidad. Nos da conocimiento personal de Cristo, que se
encarnó abandonando su propia naturaleza (Filp 2,7) para acercarse a nuestra
historia.
La conversión.
Es transformación, dejar de ser de una manera para ser de
otra, significa dejar nuestra antigua manera de vivir llena de pecado personal
y social y entregar todas las áreas de nuestra vida a Cristo para que él las
gobierne y nos perdone “que el malvado deje su camino, que el perverso deje sus
ideas; vuélvanse al Señor, y el tendrá compasión de ustedes; vuélvanse a
nuestro Dios, que es generoso para perdonar” (Is 55,7). Es darle la espalda a
la oscuridad para quedar de frente a la luz
que es Cristo. En Adviento nos encontramos con el reino de Dios que está
cerca, dentro de nosotros (Lc 17,21).
La voz del Bautista es el clamor del adviento: «Preparen el
camino del Señor, allanen sus senderos; elévense los valles, desciendan los
montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos
verán la salvación de Dios ... » (Is 40,3-5; Lc 3, 4b)). El adviento nos enseña
a hacernos presentes en la historia de la salvación de los ambientes, a
entender el amor como salida de nosotros mismos y la solidaridad plena con los
que sufren.
Gozo y alegría.
Nuestro gozo viene del Señor. La venida del Mesías es el
anuncio del gran gozo para el pueblo, de una alegría que conmueve hasta los
mismos cielos cuando el pecador se arrepiente (Lc 15,7). El adviento nos enseña
a conocer que Cristo, y su pascua, es la fiesta segura y definitiva de la nueva
humanidad. Hay gozo en nosotros cuando estamos reconciliados, Jesús cambia
nuestro lamento en danza y nos viste de alegría (Sal 30,11). Dejémoslo entrar
en nuestros corazones, en nuestros espacios familiares, en las relaciones con
los amigos, en el trabajo, los estudios, llevémoslo a todas partes, la persona
y las estructuras sociales necesitan ser tocadas por el gozo que viene del amor
de Dios. El quiere que vivamos así, confiados, seguros, alegres en él “¿Por qué
voy a desanimarme, por qué voy a estar preocupado mi esperanza he puesto en
Dios, a quien todavía seguiré alabando. Él es mi Dios y Salvador! (Sal 42,5)
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