miércoles, 11 de diciembre de 2013

El Adviento es el período de preparación para celebrar la Navidad y comienza cuatro domingos antes de esta fiesta. Además se encuentra en el comienzo del Año Litúrgico católico. Este año 2013, comenzó el domingo 1 de diciembre y el último domingo de Adviento será el 22 de diciembre.

¡ÁLEGRATE! EL SEÑOR ESTÁ CONTIGO

Hoy vamos a disfrutar de un encuentro precioso y lo vamos a hacer con un fragmento bellísimo y lleno de contenido. Las palabras sobran. Hoy es encuentro, observar, silencio, escuchar...Todo aquí es grande, todo misterio, y la figura principal es María y todo ocurre en un país, una ciudad y en una casa pequeñísima. Dios con su amor queriendo habitar en el hombre, envía a la Tierra un ángel llamado Gabriel, a Nazaret ( Galilea), provincia despreciada por los habitantes de Jerusalem. Todo ocurre en una casa pequeña, sencilla.... Nos adentramos en esa casita y observamos y escuchamos todo  lo que ocurre allí.

Evangelio: Lucas 1,26-38
"Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo"
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo." Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: "No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin." Y María dijo al ángel: "¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?" El ángel le contestó: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible." María contestó: "Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra." Y la dejó el ángel.

REFLEXIÓN SOBRE EL EVANGELIO

María, la Virgen de la esperanza
Adviento, es en el año litúrgico, el tiempo mariano por excelencia. Así lo expresó con toda autoridad Pablo VI en la Marialis Cultus, nn. 3-4.
El Adviento ha recuperado de lleno la figura de la Virgen María con una serie de elementos marianos de la liturgia, que podemos sintetizar de la siguiente manera:
Desde los primeros días del Adviento hay elementos que recuerdan la espera y la acogida del misterio de Cristo por parte de la Virgen de Nazaret.
La solemnidad de la Inmaculada Concepción se celebra como "preparación radical a la venida del Salvador y feliz principio de la Iglesia sin mancha ni arruga ("Marialis Cultus 3).
En las fiestas del 17 al 24 el protagonismo litúrgico de la Virgen es muy característico en las lecturas bíblicas, en el tercer prefacio de Adviento que recuerda la espera de la Madre, en algunas oraciones, todos uniendo el misterio de Navidad en un semejanza entre María y la Iglesia en la obra del Espíritu Santo.
Algunos de los títulos de María en Adviento:
Es la "llena de gracia", la "bendita entre las mujeres", la "Virgen", la     "Esposa de Jesús", la "sierva del Señor".
Es la mujer nueva, la nueva Eva que restablece y recapitula en el designio de Dios por la obediencia de la fe el misterio de la salvación.
Es la Hija de Sion, la que representa el Antiguo y el Nuevo Israel.
Es la Virgen fecunda. Es la Virgen de la escucha y de la acogida.
El Adviento es también  tiempo de la Iglesia misionera y peregrina
La liturgia del adviento sitúa a la Iglesia en un tiempo de espera, de esperanza, de oración por la salvación universal.
El Adviento es un tiempo real para la Iglesia, que se expresa en situaciones concretas, como las siguientes:
La Iglesia ora por una venida de Cristo para todos los pueblos de la tierra que todavía no han conocido al Mesías o no lo reconocen aún como único Salvador y Señor.

La Iglesia recupera en el Adviento su misión de anuncio del Mesías a todas las gentes y la conciencia de ser "reserva de esperanza" para toda la humanidad, con la afirmación de que la salvación definitiva del mundo debe venir de Cristo con su definitiva presencia escatológica.

En un mundo marcado por guerras y contrastes, las experiencias del pueblo de Israel y las esperas mesiánicas, las imágenes utópicas de la paz y de la concordia, se convierten reales en la historia de la Iglesia de hoy que posee la actual "profecía" del Mesías Libertador.

En la renovada conciencia de que Dios no desdice sus promesas -¡lo confirma la Navidad!- la Iglesia a través del Adviento renueva su misión escatológica para el mundo, ejercita su esperanza, proyecta a todos los hombres hacia un futuro mesiánico del cual la Navidad es primicia y confirmación preciosa.

A la luz del misterio de María, la Virgen del Adviento, la Iglesia vive en este tiempo litúrgico la experiencia de ser ahora "como una María histórica" que posee y da a los hombres la presencia y la gracia del Salvador.


La espiritualidad del Adviento resulta así una espiritualidad comprometida, un esfuerzo hecho por la comunidad para recuperar la conciencia de ser Iglesia para el mundo, reserva de esperanza y de gozo. Más aún, de ser Iglesia para Cristo, Esposa vigilante en la oración y exultante en la alabanza del Señor que viene.


ORACIÓN

Adviento, tiempo de esperanza
Adviento,
tiempo de esperanza,
en el seno de María
crece el fermento
de un mundo nuevo,
el hijo del Dios vivo
que llega a compartir
con nosotros.
Nace Emanuel,
Dios-con-nosotros,
hecho niño,
pobre,
pequeño y necesitado.
María nos enseña el camino
para hacer nacer a Jesús
en nuestro tiempo:
confianza,
entrega,
fidelidad,
coraje,
y mucha fe en el Dios de la Vida.
Tiempo de espera,
de atención y cuidados,
de respeto y contemplación. Señor,
hay mucho dolor en nuestro tiempo,
hay sufrimiento e injusticia,
ayúdanos a sembrar
semillas de esperanza.

Descúbrenos la alegría
de la paciente espera,
activa y fecunda,
comprometida por la vida
de los que nos rodean.
Enséñanos a hacer crecer
la esperanza de algo nuevo,
anímanos a entregar nuestras vidas
para la construcción del Reino. Es tiempo de espera, Señor,
pero también es tiempo de donación
y compromiso efectivo.
Contágianos la fe sencilla de María,
que dio su vida
para alumbrar el Reino
y hacer nacer la esperanza
en medio de su pueblo. Salmo de San Francisco de Asís para el tiempo
del Adviento del Señor ¿Hasta cuándo, Señor,
me olvidarás por siempre?
¿Hasta cuándo apartarás tu rostro de mí?
¿Hasta cuándo tendré congojas en mi alma,
dolor en mi corazón cada día?
¿Hasta cuándo triunfará mi enemigo sobre mí?
Mira y escúchame, Señor, Dios mío.
Ilumina mis ojos para que nunca
me duerma en la muerte,
para que nunca diga mi enemigo:
He prevalecido contra él.
Los que me atribulan se alegrarían si yo cayera;
pero yo he esperado en tu misericordia.
Mi corazón exultará en tu salvación;
cantaré al Señor que me colmó de bienes,
y salmodiaré al nombre del Señor altísimo.

                        ¿Por qué no tener estas actitudes?

 Actitud de espera con esperanza.
 El mundo necesita de Dios. La humanidad se siente  desencantada y desamparada.  En nuestros corazones aguardan deseo y necesidad de bienestar, unidad, paz, desarrollo, tolerancia, respeto, libertad, que no encuentran toda su realización en la realidad. Vivimos atareados, desconfiados, temerosos, oprimidos, decepcionados, tristes, permitiendo que la desesperanza llegue a nuestros corazones y nuestras conciencias. Jesús quiere llenar ese vacío con su cercanía, con su Señorío (Filp 2,11) en nuestras vidas, “El Señor está cerca, para salvar a los que tienen el corazón hecho pedazos y han perdido la esperanza” (Sal 34,18) cuando él viene hace nuevas todas las cosas (Ap 21,5). Debemos aferrarnos a nuestros sueños, nuestra esperanza es abono para la Buena Nueva. Adviento nos enseña a estar vigilantes, despiertos, atentos, a tener el corazón preparado, acercándonos al corazón del otro porque vive nuestra misma realidad. En este tiempo, comprendamos a los demás, seamos tolerantes y fraternos, ¡viene el Señor! 
 El retorno a Dios.
 La experiencia de frustración, de contingencia, de ambigüedad, de cautividad, de pérdida de la libertad exterior e interior de los hombres y mujeres de hoy, suscita consciente o inconscientemente la sed de Dios  (Sal 42, 2), y la necesidad de «subir a Jerusalén» como lugar de la morada de Dios, según los salmos de este tiempo. La infidelidad a Dios destruye a la persona, su dignidad y su valor, destruye al pueblo, su fraternidad y su historia. Cuando somos fieles a Dios recuperamos nuestra verdadera identidad e historia. El adviento nos ayuda en este camino que comienza por conocer mejor a Dios y su amor a la humanidad. Nos da conocimiento personal de Cristo, que se encarnó abandonando su propia naturaleza (Filp 2,7) para acercarse a nuestra historia.
La conversión.
Es transformación, dejar de ser de una manera para ser de otra, significa dejar nuestra antigua manera de vivir llena de pecado personal y social y entregar todas las áreas de nuestra vida a Cristo para que él las gobierne y nos perdone “que el malvado deje su camino, que el perverso deje sus ideas; vuélvanse al Señor, y el tendrá compasión de ustedes; vuélvanse a nuestro Dios, que es generoso para perdonar” (Is 55,7). Es darle la espalda a la oscuridad para quedar de frente a la luz  que es Cristo. En Adviento nos encontramos con el reino de Dios que está cerca, dentro de nosotros (Lc 17,21).
La voz del Bautista es el clamor del adviento: «Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios ... » (Is 40,3-5; Lc 3, 4b)). El adviento nos enseña a hacernos presentes en la historia de la salvación de los ambientes, a entender el amor como salida de nosotros mismos y la solidaridad plena con los que sufren.

Gozo y alegría.
Nuestro gozo viene del Señor. La venida del Mesías es el anuncio del gran gozo para el pueblo, de una alegría que conmueve hasta los mismos cielos cuando el pecador se arrepiente (Lc 15,7). El adviento nos enseña a conocer que Cristo, y su pascua, es la fiesta segura y definitiva de la nueva humanidad. Hay gozo en nosotros cuando estamos reconciliados, Jesús cambia nuestro lamento en danza y nos viste de alegría (Sal 30,11). Dejémoslo entrar en nuestros corazones, en nuestros espacios familiares, en las relaciones con los amigos, en el trabajo, los estudios, llevémoslo a todas partes, la persona y las estructuras sociales necesitan ser tocadas por el gozo que viene del amor de Dios. El quiere que vivamos así, confiados, seguros, alegres en él “¿Por qué voy a desanimarme, por qué voy a estar preocupado mi esperanza he puesto en Dios, a quien todavía seguiré alabando. Él es mi Dios y Salvador! (Sal 42,5)








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