lunes, 19 de mayo de 2014

ORACIÓN DE LA MAÑANA MIÉRCOLES 23 DE ABRIL  

¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!
Mientras hemos estado de vacaciones hemos celebrado el mayor acontecimiento universal: “Jesús ha Resucitado”.
En estas fechas nos solemos felicitar diciendo: ¡Feliz Pascua!, lo mismo que en Navidad, pues para nosotros es una gran noticia que el Padre haya hecho el gran milagro de resucitar a su Hijo. Fue un hecho extraordinario que ni los mismos apóstoles esperaban. Así nos lo recuerda San Juan:
“El primer día de la semana María Magdalena fue al sepulcro muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, y vio quitada la piedra que tapaba la entrada. Corrió entonces a donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, aquel a quien Jesús quería mucho, y les dijo: “¡Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto!”
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro corrió más que Pedro y llegó primero al sepulcro. Se agachó a mirar y vio allí las vendas, pero no entró. Detrás de él llegó Simón Pedro, que entró en el sepulcro. Él también vio allí las vendas, y vio además que la tela que había servido para envolver la cabeza de Jesús no estaba junto a las vendas, sino enrollada y puesta aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio lo que había pasado y creyó. Y es que todavía no habían entendido lo que dice la Escritura, que él tenía que resucitar”.

REFLEXIÓN
 A nosotros en un principio, como le ocurrió a María, a Pedro o a Juan, nos cuesta comprender… hasta que somos conscientes de que vivimos un tiempo especial.
La PASCUA es un tiempo de alegría, de novedad porque Cristo ha resucitado. Y no lo decimos por decir. Por increíble que parezca vemos y descubrimos a nuestro alrededor montones de motivos para soñar con un mundo mejor. ¡Feliz comienzo de clases y Feliz Pascua de Resurrección!    
¿UNA VIDA NUEVA?
Continuamos en tiempo de Pascua; son los cincuenta días de celebración del gran acontecimiento de la Resurrección… Ese acontecimiento que se “sale” de la historia, pero que fundamenta toda nuestra fe cristiana. 
Quienes hemos reflexionado, y sobre todo vivido y celebrado esto, hemos comprobado que la Resurrección no es algo solamente del pasado, sino que está muy presente en la vida de la persona.  Así pues, expongamos algunos de los frutos de la Resurrección:
- Alegría. Nadie nos la podrá quitar. Disipa todas las penas y nos hace testigos de alegría.
- Paz, que llena todo nuestro interior y se manifiesta en la manera de actuar.
-Fuerza, que nos hace ver la vida con optimismo, supera todas las dificultades y quita todos los miedos.
- Presencia amorosa. Ya nadie debe sentirse solo. Jesús Resucitado está con nosotros.
- Vida abundante y para siempre. Estamos llamados a la resurrección, a la vida definitiva con Jesús.
Si vivimos cada día estos cinco frutos,  estaremos  celebrando una Pascua viva. porque no basta creer que Cristo resucitó, sino que nos hace participar de la fuerza de su resurrección, es decir , que resucita en nosotros.
Mejor: “Está resucitado”, si somos testigos de estos frutos de la Resurrección.
 

REFLEXIÓN.
- De los frutos de la resurrección que hemos presentado, ¿Cuál es más importante para ti?
- Para ser testigo de Cristo resucitado no basta decir: “Creo que Cristo ha resucitado”, sino “yo vivo la experiencia de Cristo resucitado”, experimentar su vida nueva, llegar a ser hombres nuevos.
TESTIGOS DE CRISTO RESUCITADO
Cuentan que, en cierta ocasión, llegó un misionero a un pueblo indígena. Los habitantes del pueblo recibieron al misionero con grandes atenciones y se dispusieron a escucharlo.
-Vengo a traerles una Buena Nueva, la noticia de un Dios Padre, que nos quiere a todos y desea que vivamos como auténticos hermanos, sirviéndonos y ayudándonos unos a otros. ¿Van a aceptar la noticia que les traigo y a recibir en sus corazones a ese Dios Padre que nos ama a todos como verdaderos hijos?
Calló el misionero y los indígenas permanecían en silencio.
-¿Lo aceptan o no lo aceptan?- insistió desconcertado el misionero.
Al rato, se alzó serena la voz del cacique diciendo:
-Quédate a vivir con nosotros unos días y si en verdad vives lo que quieres enseñarnos, entonces volveremos a escucharte.
Estas semanas de Pascua estamos intentando vivir  la Resurrección de Jesús. Es una realidad que nos  puede llevar a coger con ganas tu vida, a valorarnos tal como somos, a vivir con mucha esperanza… porque Dios está con nosotros. Esto se tiene que notar. Debemos cambiar el derrotismo, la cara de vinagre, la mala baba que muchas veces tenemos, por la alegría, la amistad sincera y el compromiso con los demás.
Todos los días de la semana, son ocasión para vivir en clave de Resurrección: no te hagas daño a ti mismo, no se lo hagas a los demás.

Evangelio San Lucas 24,13-35.
“QUÉDATE CON NOSOTROS, PORQUE YA ES TARDE”.
Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.

Él les dijo: «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?»
Ellos se detuvieron preocupados. 
Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: «¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?»
Él les preguntó: «¿Qué?»
Ellos le contestaron: «Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; como lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace ya dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.»
Entonces Jesús les dijo: «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?»
Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. 
Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída.»
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció.
Ellos comentaron: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?»
Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.»
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.Ç



REFLEXIÓN
Hoy la Palabra nos cuenta la historia de dos personas que se encontraron con Jesús. Se podría resumir con tres frases: estar de vuelta, darse cuenta y dar la vuelta.
Los de Emaús estaban de vuelta. Son una pareja. De uno se nos dice el nombre: Cleofás. De la otra persona no sabemos. Podría ser su mujer, o un amigo, o un compañero. El caso es que habían tirado la toalla. Habían matado a Jesús y todo se había terminado. ¿Cómo seguir creyendo en Él, si le habían aplicado la pena de muerte, y la muerte más cruel de aquel momento? ¿Cómo seguir creyendo ni siquiera en su mensaje? Descalificado el mensajero quedaba desprestigiado el mensaje. Estaban de vuelta. Huían de Jerusalén: el lugar donde habían puesto su ilusión se había vuelto el lugar de la decepción.
Pero llega un momento que los de Emaús se dan cuenta. Jesús se les acerca suavemente, como solía hacer con la gente. Se hace el encontradizo, les pregunta de qué hablan, entabla conversación. Y tras escucharles, habla. Y sus palabras dan luz a la oscuridad que estaban viviendo los dos caminantes. Y entienden que la cruz forma parte de la vida y de la misión, como preámbulo de la gloria. Y que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, no puede dar fruto… Tan adentro les llegó esta palabra que no le querían dejar marchar. Y cuando llegaron cerca de la aldea le invitaron a quedarse. Y allí, al partir el pan, se dieron cuenta del todo…
Entonces los de Emaús dan la vuelta. Porque quien se ha encontrado con el Señor no puede seguir igual. La vida queda trastocada, transfigurada, transformada. Y ellos sienten que tienen que volver… a lo principal. A decirles a los que aún no lo saben que la vida triunfó, que el Padre lo puede todo con su amor, que la entrega tiene su fruto, que Jesucristo nos acompaña y se nos hace presente en la Palabra y en la Eucaristía… que somos herederos de algo grande y que esto hay que contarlo… y vivirlo. Que no decaiga.

Señor Jesús,
que te haces el encontradizo
con los que vamos caminando.
Ayúdanos a darnos cuenta
de tu presencia resucitada junto a nosotros.
Para que podamos comunicar a otros
tu Esperanza.







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