lunes, 19 de mayo de 2014

ORACIÓN DEL 14 de MAYO

Un nuevo día se presenta hoy ante nosotros. Un día igual a todos los demás días desde hace… no sé, muchos años hace que seguimos lo que puede parecer la misma rutina. Pero que bonita oportunidad recibimos al poder educar curso tras curso a nuevas generaciones.

’No hay peor cosa que la instalación -pensaba Francisco de Asís-. En el campo abierto, en la arena del combate es donde el hombre se fortalece’. Por eso Francisco no retenía por mucho tiempo a sus hermanos. Muy pronto los soltaba a los caminos abiertos del mundo porque sabía que sin batalla no hay fortaleza y que la madurez es fruto de muchas heridas. Y dijo a sus hermanos: ‘¿Qué quiere el Señor de todo esto? Sin duda quiere librarnos de la tentación de la instalación. ¿No decimos todos los días que somos peregrinos y extranjeros en este mundo? Recordad, pues: donde hay instalación hay seguridad y donde hay seguridad, no hay pobreza. No busquéis otra seguridad que el saberos amados del Altísimo’.

En una ocasión, ante la insistencia de fray Rufino, uno de sus hermanos más cercano, por querer saber dónde, como y cuándo encontrar a Dios, Francisco le responde:

«Dios es, eso nos basta. Y eso nos hace libres. ¿Comprendes?, Si supiéramos adorar nada podría verdaderamente turbarnos: atravesaríamos el mundo con la tranquilidad de los grandes ríos».

Siguiendo ese consejo, nos ponemos ante Dios nuestro Padre, con la intención de aprender a adorar, y lo hacemos adaptando la gran oración del padrenuestro a nuestra realidad como educadores:

Padre nuestro que estás en el colegio
en los niños, en los padres, en los profes,
en cuantos cargan diariamente a la espalda su mochila
de inquietudes, de proyectos, de expectativas.

Santificado sea tu nombre
que todos tengan la gracia
de conocer que Tú eres Padre;
Danos el don de vivir y transmitir
la necesidad de encontrarse contigo
porque Tú nos llenarás de Vida.

Venga a nosotros tú Reino,
la sabiduría de conocer tus caminos,
la certeza de sabernos tus hijos,
la alegría de vernos mejores día a día,
la dicha de ser más hermanos que ayer.

Hágase tu voluntad,
así en el colegio como en la vida.
Que cada hora, cada tarea, cada jornada escolar
sean un paso adelante
en nuestro encuentro contigo,
en nuestro crecer como personas,
en nuestro ser y vivir
como cristianos y como franciscanos,
y seamos cada día más tuyos,
más nosotros mismos.

Danos, Señor, la entrega necesaria
para mantenernos ‘en camino’,
para vivir y proponer tu evangelio,
para trabajar según tu voluntad,
para ser felices en tu nombre.

Si algún día olvidamos lo aprendido
si buscamos seguridades lejos de Ti,
si otros dioses nos llevan por otros caminos
o si un día dejamos de buscarte…
perdónanos, Señor,
y déjanos caer, parar, recordar,
volver al camino que nos devuelva a Ti.

No nos dejes caer en nosotros mismos,
no permitas que se apague la inquietud
que nos tiene hoy en tu búsqueda.

Líbranos del cansancio o de la monotonía
Líbranos, por siempre, de perder la alegría. Amén

Pronto sonará el timbre, y los pasillos se llenarán de alumnos que se dirigen a sus aulas, y allí estaremos nosotros con una tarea muy especial como educadores cristianos, no sólo la de llenar sus duras cabezas de cantidad de conocimientos, sino la de ayudarles a conseguir que cada uno de ellos descubran el proyecto personal que Dios, como padre de todos, le tiene preparado.

Por este motivo, antes de ponernos delante de la pizarra, escuchemos como Dios nuestro padre se dirige a cada uno de nosotros, y al oído nos dice:

Tú no tienes que forzar a una flor a que abra, la flor la abre Dios,
tú la plantas, la riegas, la resguardas, lo demás lo hace Dios.
Tú no obligas a un amigo a que te ame, el amor lo da Dios,
tú le sirves, le ayudas, en ti la amistad arde, lo demás lo hace Dios.
Tú no obligas a un alma a que crea, la fe la da Dios,
tú obras, trabajas, confías y esperas, lo demás lo hace Dios.
Tú no transformas a un alumno, según tu parecer; la madurez la da Dios
Tú dedicas tu tiempo, entregas tu saber, transmites tu vivir, lo demás lo hace Dios.

Y, al sentir como sus palabras hacen eco en nuestro corazón, dirigimos a El nuestra plegaria:

“Daños, Señor, el amor necesario para cuidar, sin condiciones, cada semilla que Tú pones en nuestras manos, y danos también la sabiduría y paciencia suficientes para saber esperar tu momento, como esperan el sol y la lluvia a que toda semilla dé su propio fruto”.


Salgamos ahí, como cada mañana, a ser instrumentos en manos de Dios.

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