miércoles, 4 de marzo de 2015


Lectura del santo evangelio según san Mateo
En aquel tiempo, mientras iba subiendo Jesús a Jerusalén, tomando aparte a los Doce, les dijo por el camino: «Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; y al tercer día resucitará.»
Entonces se le acercó la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición.
Él le preguntó: «¿Qué deseas?»
Ella contestó: «Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.»
Pero Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?»
Contestaron: «Lo somos.»
Él les dijo: «Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre.»
Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús, reuniéndolos, les dijo: «Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos.»
 REFLEXIÓN
      La Cuaresma es el tiempo de preparación para la celebración de la Pascua de Jesús, su muerte y resurrección. El Evangelio de hoy es un importante hito en esa preparación puesto que nos dice el sentido de esa muerte. 
      Los cristianos nos hemos fijado muchas veces en lo material de la muerte de Jesús: fue condenado injustamente, le azotaron, murió clavado en la cruz entre atroces sufrimientos. Todo eso es verdad. Pero también es verdad que lo que nos salva no es la cantidad de sufrimiento padecido por Jesús. A lo largo de la historia ha habido cientos y miles y millones de personas, hombres y mujeres, que han sufrido más que Jesús. Las enfermedades, las torturas, las injusticias padecidas... todo eso ha causado en ellos un nivel de sufrimiento igual o incluso mayor que el sufrido por Jesús. Llegamos a la conclusión de que lo importante no es la cantidad de dolor. 
      Lo importante está en la motivación con la que Jesús afronta su muerte. Y antes, la motivación con la que Jesús afronta su vida. De alguna manera, podríamos decir que la muerte de Jesús es la conclusión natural de su estilo de vida. Podríamos decir que lo buscó, que se trabajó su muerte desde que empezó a salir por los caminos a anunciar el reino de Dios y se comenzó a enfrentar, inevitablemente, con las autoridades religiosas y políticas de su tiempo. Su mensaje de fraternidad era profundamente revolucionario. Por eso, Jesús terminó en la cruz. 
      Lo importante es que todo eso fue fruto del amor. “El hijo del hombre no ha venido para que le sirvan sino para servir y dar su vida en rescate por muchos.” Por amor nuestro, Jesús dio cada uno de los pasos de su vida y por amor nuestro pronunció cada una de las palabras que dijo. Y por amor nuestro, por fidelidad a su misión, entregó su vida por nosotros. 
      No es tiempo para buscar los primeros puestos, como los Zebedeos. No es tiempo para buscar obsesivamente nuestra salvación. Seguir a Jesús es ponerse a servir a nuestros hermanos y hermanas, atenderlos en sus necesidades, anteponer su bien al interés propio. Igual que hizo Jesús.
Confiar… y después, confiar
Por las circunstancias que te ha tocado vivir, es posible que confíes en pocas personas, e incluso que pocas personas confíen en ti. Pero ¿Qué es  confiar?
La confianza es tener fe. Es contar con los demás y creer en alguien o algo. Es tener seguridad de que el bien sucederá sin que yo tenga que controlarlo. Igual que uno confía que el sol saldrá por la mañana sin que haya que mover un solo dedo. Confiar en los demás es creer que las personas van a cumplir su palabra sin tener que obligarles.
Confiar en uno mismo es tener fe en tu propia capacidad de aprender, cambiar y crecer. Cuando decimos que la vida no se ha portado bien con nosotros, nos resulta muy difícil confiar. Tener confianza no significa esperar que la vida nos resulte sencilla en todo momento. Confiar es estar seguro de que en todo lo que nos trae la vida siempre hay algo que aprender y que el amor de Dios siempre nos acompaña. Cuando tienes confianza sabes que nunca estás solo.
Necesitas confiar en las personas, en los amigos y en ti mismo. Ten en cuenta que la confianza tarda mucho en construirse y muy poco en venirse abajo. Cuando prometes algo a alguien, cuando te comprometes o cuando alguien confía en ti, no debes traicionar esa confianza porque di fallas, te costará volver a recuperarla. Confiar en todos es una insensatez pero no confiar en nadie es una neurótica
LAS BIENAVENTURANZAS DE LA TOLERANCIA
DICHOSO quien sabe mirar a los otros con los ojos de un amigo, y acoge a cada persona sin prejuicios de cultura, religión o raza.
DICHOSO quien se empeñan en vivir en armonía con sus familiares, vecinos, compañeros, extranjeros, superando las inevitables dificultades propias de las relaciones humanas.
DICHOSO quien no guarda rencor, no da importancia a palabras y gestos desagradables, y no obliga a otros a vivir según sus criterios.
DICHOSO quien comunica con dulzura y escucha las razones de los demás, sobre todo las de los más débiles.
DICHOSO quien es tolerante consigo mismo y convive serenamente con sus propias limitaciones y con las de los demás.
DICHOSO quien estimula al bien, para construir un mundo en el que todos puedan sentirse a gusto.
DICHOSO quien acoge el valor de las diferencias que caracterizan a cada hombre y cada mujer de nuestro planeta, porque esas diferencias muestran el "Nombre" con el que Dios llama a cada uno de nosotros.
DICHOSOS quienes cultivan en su corazón un sueño: que, dejando salir los colores de nuestra diversidad, veremos aparecer en el cielo un gran arcoíris, en señal de fraternidad y de paz, que vestirá de luz y de fiesta al mundo.
Oración en el tiempo de Cuaresma
Gracias, Padre, porque la Cuaresma llama a nuestra puerta,
y nos ofrece una nueva oportunidad:
un tiempo para ir acogiendo el misterio de la Pascua,
la explosión de tu amor en nuestro mundo.
Nos ponemos en tus manos porque queremos revisar nuestra vida, descubrir lo que tenemos que cambiar,
afianzar lo que anda bien,
y sorprendernos con tu novedad.
Nos tienta la seguridad y el saberlo todo.
Nos tienta el activismo y el hacer sin sentido.
Nos tienta la incoherencia de dar buena imagen,
nada más.
Nos tienta la falta de sensibilidad
ante el que lo pasa mal.
Que ayunemos de la falta de compromiso.
¡Hay tantos que lo pasan mal, Padre!
Que ayunemos de separar fe y vida.
Que aprendamos a mirar la realidad como tú.
Que ayunemos del desaliento y la falta de utopía,
cuando a veces se pone tan difícil la vida.
Nos tienta abandonar y estar más tranquilos,
cuando hay que empezar a cambiar hoy mismo.
Padre, ayúdanos a hacer silencio
y a escuchar tu voz.
Danos luz para reconocer tu presencia en la realidad.
Despójanos de lo que nos ata
y sacude nuestras certezas,
para empezar de nuevo, más humildes, desde tu verdad-

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