miércoles, 10 de octubre de 2012

Un nuevo curso nos encontramos en esta capilla con la intención de dedicar nuestro primer cuarto de hora de la jornada al encuentro con Dios.  Al comenzar las clases  de nuevo se nos presenta el valor franciscano de la Fraternidad, un valor humano y cristiano que intentaremos que viva toda la comunidad educativa.

Francisco y sus primeros compañeros supieron vivir este valor al límite, se cuenta de ellos que estaban dispuestos a dar la vida el uno por el otro, evitaban ofenderse de cualquier modo y se perdonaban prontamente. "Nada reclamaban como propio. Los objetos los usaban según la norma de los apóstoles. Reinaba una verdadera pobreza, eran generosos, y por amor daban de buena gana a cuantos les pedían, particularmente a los pobres, las limosnas que ellos habían recibido". Con frecuencia ocurría que eran mal recibidos, acogidos con burlas o rechazados brutalmente; entonces aguantaban todo con paciencia, tal y como había hecho Jesucristo; con amor.

Francisco de Asís consideró a todas las criaturas "hermanas". El Cántico de las criaturas es un cántico de hermandad. Resulta iluminador que escribiera las estrofas más hermosas del cántico en medio de una gran crisis: Cuando sus frailes comienzan a dudar del ideal del evangelio y mientras él sufre una tuberculosis extrema y una ceguera inminente. En medio de esa crisis es capaz de llamar "hermano" al sol, a la luna y a las estrellas -que ya ni ve-, al fuego -con el que le cauterizan los ojos- y a la misma muerte. En esa situación descubre lo que le une al Creador y las Criaturas y se pone a su servicio. Escuchemos pues este cántico:

Omnipotente altísimo, bondadoso Señor,
tuyas son la alabanza, la gloria y el honor;
tan solo tú eres digno de toda bendición,
y nunca es digno el hombre de hacer de ti mención.

Loado seas por toda criatura, mi Señor,
y en especial, loado por el hermano sol,
que alumbra y abre el día, y es bello en su esplendor,
y lleva por los cielos noticia de su autor.

Y por la hermana luna, de blanca luz menor,
y las estrellas claras que tu poder creó,
tan limpias, tan hermosas, tan vivas como son,
y brillan en los cielos: ¡loado, mi Señor!
Alabado seas, mi Señor, por el hermano viento
y por el aire, el nublado y todo tiempo,
por todos ellos a tus criaturas das sustento

Y por la hermana agua, preciosa en su candor,
que es útil, casta, humilde: ¡loado, mi Señor!
por el hermano fuego que alumbra al irse el sol,
y es fuerte, hermoso, alegre: ¡loado, mi Señor!

Y por la hermana tierra, que es toda bendición,
la hermana madre tierra que da en toda ocasión
las hierbas y los frutos, y flores de color,
y nos sustenta y rige : ¡loado, mi Señor!

Y por los que perdonan y aguantan por tu amor
los males corporales y la tribulación:
¡felices los que sufren en paz con el dolor,
porque les llega el tiempo de la consolación!

Y por la hermana muerte: ¡loado, mi Señor!,
ningún viviente escapa de su persecución;
¡ay si en pecado grave sorprende al pecador!
¡Dichosos los que cumplen la voluntad de Dios!
No probarán la muerte de la condenación.

Servidle con ternura y humilde corazón.
Agradeced sus dones, cantad su creación.
¡Las criaturas todas load a mi Señor!

En este año, en el que a todos nos cuesta salir adelante, recordemos quienes son nuestros hermanos que nos ayudan en el camino: Compañeros atentos del claustro, padres y madres generosos, religiosos entregados, chavales solidarios, voluntarios de nuestra prejufra..., hermanos y hermanas que, llevando la misma cruz, no reniegan de ella, sino que la afrontan con realismo e incluso nos toman de la mano para avanzar juntos por el camino.

Te pedimos Señor que nos ayudes a ver a nuestro hermano en todos aquellos que caminan a nuestro lado, y te lo pedimos con la misma oración con la que Francisco oró ante el Cristo de San Damián

"Oh alto y glorioso Dios,
ilumina las tinieblas de mi corazón,
dame fe recta,
esperanza cierta y caridad perfecta,
sentido y conocimiento Señor,
para seguir tu santo y veraz mandamiento"

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