Una de las palabras que nombramos el Miércoles de Ceniza era
“El AYUNO”. Tal vez te suene solo a privarte de cosas de comer. Es cierto pero
no consiste solo en eso. Mira las cosas
en las que se puede hacer ayuno.
El ayuno que Dios quiere es:
Que no hagas gastos superfluos ni seas esclavo del consumo
Que prefieras pasar tú necesidad antes que la padezcan otros.
Que ofrezcas tu tiempo al que lo pida y necesite.
Que prefieras servir a ser servido.
Que te comprometas en la lucha contra toda marginación.
Que veas en el pobre y en el que sufre, como creyente que
eres, un signo de Jesucristo.
Que esperes cada día una nueva humanidad.
Que te alimentes de la palabra de Dios.
Que respetes todo ser vivo.
Que te abstengas de toda violencia
Y así podríamos seguir nombrando tantas y tantas cosas de
los que podemos hacer ayuno.
EVANGELIO SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA
Seis días después, toma Jesús consigo a Pedro, a Santiago y
a su hermano Juan, y los lleva aparte, a un monte alto. Y se transfiguró
delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se
volvieron blancos como la luz.
En esto, se les aparecieron Moisés y Elías que conversaban
con él.
Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: «Señor, bueno es
estarnos aquí. Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, otra para
Moisés y otra para Elías.».
Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió
con su sombra y de la nube salía una voz que decía: «Este es mi Hijo amado, en
quien me complazco; escuchadle.»
Al oír esto los discípulos cayeron rostro en tierra llenos
de miedo. Mas Jesús, acercándose a ellos, los tocó y dijo: «Levantaos, no
tengáis miedo.» Ellos alzaron sus ojos y ya no vieron a nadie más que a Jesús
solo.
Y cuando bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No contéis a
nadie la visión hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los
muertos.»
REFLEXIÓN
EL CAMINO DE LA GLORIA
Jesús acababa de anunciar a sus discípulos que el Mesías
tenía que «ir a Jerusalén, padecer mucho a manos de los senadores, sumos
sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar al tercer día»; y se había
visto obligado a enfrentarse con dureza a la actitud de Pedro, que quiso
torcer su camino (16, 21-22). Igualmente había anunciado que quienes quisieran
seguirlo deberían estar dispuestos a correr una suerte similar: «El que quiera
venirse conmigo, que reniegue de sí mismo, cargue con su cruz y me siga»
(16,25). Este doble anuncio suponía para los discípulos de Jesús una gran
desilusión. Ellos, apoyados en su ley y en sus profecías, esperaban que el
día del Mesías sería glorioso para él y sus seguidores, a la vez que terrible
para sus adversarios. Y Jesús les hablaba de padecer, de ser ejecutado, de
perder la vida...
Jesús, para mostrarles adónde conducía su camino, escoge a
los tres discípulos más recalcitrantes y los hace participes de una experiencia
que demuestra que la entrega por amor hasta la muerte es el sendero que lleva
hasta la gloria del Hombre: .... se llevó Jesús a Pedro, a Santiago y a su
hermano Juan y subió con ellos a un monte alto y apartado. Allí se transfiguró
delante de ellos: su rostro brillaba como el sol y sus vestidos se volvieron
esplendentes como la luz.
EN LA CIMA DE UN MONTE ALTO
Jesús los conduce a la cima de un monte alto, el lugar de la
presencia y de la manifestación de Dios; y allí les muestra anticipadamente su
meta: la entrega hasta la muerte no es el camino del fracaso, sino el del
verdadero triunfo. La vida de Jesús y la de sus seguidores se desarrollará en
medio de conflictos y persecuciones; aparentemente, según se entiende en este
mundo el éxito y el fracaso, el fruto de sus esfuerzos será la frustración;
pero al final «los justos brillarán como el sol en el Reino del Padre», como
había dicho Jesús anteriormente (13,43).
LA LEY Y LOS PROFETAS
Mientras están participando de esta experiencia, aparecen en
escena dos nuevos personajes: Moisés y Elías. Ellos representan la antigua
religión judía: la ley (Moisés) y los profetas (Elías). Y hablan con Jesús, que
va a dar cumplimiento definitivo a las antiguas promesas. El momento parece
inmejorable a Pedro -otra vez Pedro- para detener la historia y olvidarse de
los problemas y sufrimientos del género humano: «... Si quieres, hago aquí tres
chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Todo lo que él quería
se encontraba en aquel momento allí presente: Moisés y Elías, su pasado, sus
tradiciones, sus esperanzas, y Jesús, a quien había dado su adhesión, la realización
de sus esperanzas. Juntos su pasado, su presente y su futuro. Y todo sin tener
que romper con nada. Y todo sin tener que arriesgar nada.
ESCUCHADLE
Ante la actitud de Pedro -muy valiente de palabra, pero
dispuesto a dormirse en los laureles en cuanto se le presenta la
ocasión-, ni Dios puede permanecer callado. Y hace oír su voz: «Este es mi
Hijo, a quien yo quiero, mi predilecto. Escuchadlo». A él sólo. Si
Dios se había dirigido anteriormente a los hombres por medio de Moisés y Elías,
eso pertenece a una época ya superada de sus relaciones con la
humanidad. Ahora la voz de Dios sólo puede oírse cuando habla Jesús, el Hijo de
Dios, en el que reside y se manifiesta el amor del Padre. Todo lo demás es
relativo. Todo. Todas las palabras y todas las voces.
LEVANTAOS
Nadie puede andar hacia atrás la propia historia. Y tampoco
se puede detener el presente. El presente hay que arriesgarlo y así construir
el futuro. Jesús acabará triunfando, glorioso: pero después de terminar su
camino, después de su muerte. Y, ¡atención!, que no es que Dios exija la
muerte de su Hijo. Como tampoco exige sufrimientos de nadie. Dios no ofrece
vida, su vida, a cambio de dolor. Lo que sucede es que para
participar de la gloria de Dios hay que parecerse a él. Y Dios es amor. Y el
amor es siempre perseguido por quienes son esclavos del egoísmo, del odio, de
la ambición, del deseo de poder. O por quienes en el lugar del corazón tienen
un código de piedra.
Levantaos, les dice Jesús. Hay que seguir caminando.
Hay que dar a conocer al mundo esta clase de amor. Hay que enseñar que el
Padre, al que ya no hay que temer, es el verdadero Dios. Hay que explicar a los
hombres de todas las razas que, por encima de sus leyes y sus profetas particulares,
es posible quererse como hermanos. Y, estando el mundo como está..., no podemos
permitirnos el lujo de quedarnos dormidos en nuestros laureles y
esconder al mundo esta gran noticia. Hay que seguir, aunque nos cueste la vida.
El amor que quede aquí y la vida que conservaremos serán nuestra gloria y nuestro
triunfo: resucitará y renacerá el Hombre. Y así fue. Y así puede ser
todavía.
TENGO ALGO QUE DECIRTE HOY
Piensa ahora mismo en alguien. Alguien a quien llevas tiempo
queriéndole decir algo. Esa persona a quien no se lo has dicho porque te da vergüenza, porque está lejos, porque
tienes miedo, porque no encuentras el momento...
Quizás quieras decirle GRACIAS por tantos favores que te
hace, por tantas veces a tu lado cuando lo necesitas.
Quizás la palabra sea PERDÓN por haberle herido
o haberle fallado.
Puede que quieras que escuche cómo sale de tus labios un TE
QUIERO.
¿No crees que esas palabras poseen tanto valor que sólo por
ellas merece la pena vencer la vergüenza, el miedo y los problemas de agenda?
¿No crees que si has pensado ya en la persona a la que se lo dirías, es porque
es más importante que las excusas?
Hoy plantéatelo. Acércate y dile a esa persona:
HAY ALGO QUE TE TENGO QUE DECIR.
Vengo aquí esta mañana, mi Señor, a olvidar las prisas de mi
vida.
Ahora solo importas Tú, dale tu paz a mi alma.
Vengo aquí esta mañana, mi Señor, a encontrarme con tu paz
que me serena. Ahora solo importas Tú, dale Tú valentía a mi alma.
Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es
llamado Cristo.
Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.
Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo.
Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados".
Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado.
Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.
Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo.
Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados".
Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado.
REFLEXIÓN
¡Oh cuánto este gran
Santo, de quien hablamos, fue en ésto fiel! no hay palabras para explicar su
perfección; porque además de ser ésta tan grande, ¿en qué pobreza, en qué
abatimiento no vivió todos los días de su vida? Pobreza y abatimiento, bajo las
cuales tuvo escondidas y cubiertas sus grandes virtudes y dignidades…
verdaderamente no dudo en que todo el
mundo admire su humildad cuando tenía al divino Niño en su pobre tienda, donde
ejercía su oficio para sustentar al Hijo y a la Madre que le estaban
encomendados.
Oración comunitaria
Oración comunitaria
Dios Padre, Madre, Sabiduría eterna, Visión infinita,
Intuición total: danos profundidad en la mirada, potencia en el corazón, luz en
los ojos del alma, para que seamos capaces de transfigurar la realidad y
contemplar tu gloria ya ahora, en nuestra peregrinación terrestre, por Jesús,
hijo tuyo y hermano nuestro. Amén.
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