martes, 25 de marzo de 2014

19 de Marzo de 2014

EL AYUNO QUE DIOS QUIERE

Una de las palabras que nombramos el Miércoles de Ceniza era “El AYUNO”. Tal vez te suene solo a privarte de cosas de comer. Es cierto pero no consiste solo en eso.  Mira las cosas en las que se puede hacer ayuno.
El ayuno que Dios quiere es:

Que no hagas gastos superfluos ni seas esclavo del consumo

Que prefieras pasar tú necesidad  antes que la padezcan otros.

Que ofrezcas tu tiempo al que lo pida y necesite.

Que prefieras servir a ser servido.

Que te comprometas en la lucha contra toda marginación.

Que veas en el pobre y en el que sufre, como creyente que eres, un signo de Jesucristo.

Que esperes cada día una nueva humanidad.

Que te alimentes de la palabra de Dios.

Que respetes todo ser vivo.

Que te abstengas de toda violencia

Y así podríamos seguir nombrando tantas y tantas cosas de los que podemos hacer ayuno.


EVANGELIO SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA

Seis días después, toma Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los lleva aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.
En esto, se les aparecieron Moisés y Elías que conversaban con él.
Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: «Señor, bueno es estarnos aquí. Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.».
Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y de la nube salía una voz que decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle.»
Al oír esto los discípulos cayeron rostro en tierra llenos de miedo. Mas Jesús, acercándose a ellos, los tocó y dijo: «Levantaos, no tengáis miedo.» Ellos alzaron sus ojos y ya no vieron a nadie más que a Jesús solo.
Y cuando bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos.»

REFLEXIÓN
EL CAMINO DE LA GLORIA
Jesús acababa de anunciar a sus discípulos que el Mesías tenía que «ir a Jerusalén, padecer mucho a manos de los senadores, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar al tercer día»; y se había visto obligado a enfrentarse con dureza a la actitud de Pedro, que quiso torcer su camino (16, 21-22). Igualmente había anunciado que quienes quisieran seguirlo deberían estar dispuestos a correr una suerte similar: «El que quiera venirse conmigo, que reniegue de sí mismo, cargue con su cruz y me siga» (16,25). Este doble anuncio suponía para los discípulos de Jesús una gran desilusión. Ellos, apoyados en su ley y en sus profecías, esperaban que el día del Mesías sería glorioso para él y sus seguidores, a la vez que terrible para sus adversarios. Y Jesús les hablaba de padecer, de ser ejecutado, de perder la vida...
Jesús, para mostrarles adónde conducía su camino, escoge a los tres discípulos más recalcitrantes y los hace participes de una experiencia que demuestra que la entrega por amor hasta la muerte es el sendero que lleva hasta la gloria del Hombre: .... se llevó Jesús a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y subió con ellos a un monte alto y apartado. Allí se transfiguró delante de ellos: su rostro brillaba como el sol y sus vestidos se volvieron esplendentes como la luz.

EN LA CIMA DE UN MONTE ALTO
Jesús los conduce a la cima de un monte alto, el lugar de la presencia y de la manifestación de Dios; y allí les muestra anticipadamente su meta: la entrega hasta la muerte no es el camino del fracaso, sino el del verdadero triunfo. La vida de Jesús y la de sus seguidores se desarrollará en medio de con­flictos y persecuciones; aparentemente, según se entiende en este mundo el éxito y el fracaso, el fruto de sus esfuerzos será la frustración; pero al final «los justos brillarán como el sol en el Reino del Padre», como había dicho Jesús anteriormente (13,43).

LA LEY Y LOS PROFETAS
Mientras están participando de esta experiencia, aparecen en escena dos nuevos personajes: Moisés y Elías. Ellos representan la antigua religión judía: la ley (Moisés) y los profetas (Elías). Y hablan con Jesús, que va a dar cumplimiento definitivo a las antiguas promesas. El momento parece inmejorable a Pedro -otra vez Pedro- para detener la historia y olvidarse de los problemas y sufrimientos del género humano: «... Si quieres, hago aquí tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Todo lo que él quería se encontraba en aquel momento allí presente: Moisés y Elías, su pasado, sus tradiciones, sus esperanzas, y Jesús, a quien había dado su adhesión, la realización de sus esperanzas. Juntos su pasado, su presente y su futuro. Y todo sin tener que romper con nada. Y todo sin tener que arriesgar nada.

ESCUCHADLE
Ante la actitud de Pedro -muy valiente de palabra, pero dispuesto a dormirse en los laureles en cuanto se le presenta la ocasión-, ni Dios puede permanecer callado. Y hace oír su voz: «Este es mi Hijo, a quien yo quiero, mi predilecto. Escu­chadlo». A él sólo. Si Dios se había dirigido anteriormente a los hombres por medio de Moisés y Elías, eso pertenece a una época ya superada de sus relaciones con la humanidad. Ahora la voz de Dios sólo puede oírse cuando habla Jesús, el Hijo de Dios, en el que reside y se manifiesta el amor del Padre. Todo lo demás es relativo. Todo. Todas las palabras y todas las voces.

LEVANTAOS
Nadie puede andar hacia atrás la propia historia. Y tampoco se puede detener el presente. El presente hay que arriesgarlo y así construir el futuro. Jesús acabará triunfando, glorioso: pero después de terminar su camino, después de su muerte. Y, ¡atención!, que no es que Dios exija la muerte de su Hijo. Como tampoco exige sufrimientos de nadie. Dios no ofrece vida, su vida, a cambio de dolor. Lo que sucede es que para participar de la gloria de Dios hay que parecerse a él. Y Dios es amor. Y el amor es siempre perseguido por quienes son esclavos del egoísmo, del odio, de la ambición, del deseo de poder. O por quienes en el lugar del corazón tienen un código de piedra.
Levantaos, les dice Jesús. Hay que seguir caminando. Hay que dar a conocer al mundo esta clase de amor. Hay que enseñar que el Padre, al que ya no hay que temer, es el verdadero Dios. Hay que explicar a los hombres de todas las razas que, por encima de sus leyes y sus profetas particulares, es posible quererse como hermanos. Y, estando el mundo como está..., no podemos permitirnos el lujo de quedarnos dormidos en nuestros laureles y esconder al mundo esta gran noticia. Hay que seguir, aunque nos cueste la vida. El amor que quede aquí y la vida que conservaremos serán nuestra gloria y nues­tro triunfo: resucitará y renacerá el Hombre. Y así fue. Y así puede ser todavía. 

TENGO ALGO QUE DECIRTE HOY
Piensa ahora mismo en alguien. Alguien a quien llevas tiempo queriéndole decir algo. Esa persona a quien no se lo has dicho porque  te da vergüenza, porque está lejos, porque tienes miedo, porque no encuentras el momento...
Quizás quieras decirle GRACIAS por tantos favores que te hace, por tantas veces a tu lado cuando lo necesitas.
Quizás la palabra sea PERDÓN por haberle herido
o haberle fallado.
Puede que quieras que escuche cómo sale de tus labios un TE QUIERO.
¿No crees que esas palabras poseen tanto valor que sólo por ellas merece la pena vencer la vergüenza, el miedo y los problemas de agenda? ¿No crees que si has pensado ya en la persona a la que se lo dirías, es porque es más importante que las excusas?
Hoy plantéatelo. Acércate y dile a esa persona:

HAY ALGO QUE TE TENGO QUE DECIR.
Vengo aquí esta mañana, mi Señor, a olvidar las prisas de mi vida.
Ahora solo importas Tú, dale tu paz a mi alma.
Vengo aquí esta mañana, mi Señor, a encontrarme con tu paz que me serena. Ahora solo importas Tú, dale Tú valentía a mi alma.

 Evangelio según San Mateo 1,16.18-21.24a. 
Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo.
Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto.
Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo.
Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados".
Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado. 

REFLEXIÓN
 “Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor
¡Oh cuánto  este gran Santo, de quien hablamos, fue en ésto fiel! no hay palabras para explicar su perfección; porque además de ser ésta tan grande, ¿en qué pobreza, en qué abatimiento no vivió todos los días de su vida? Pobreza y abatimiento, bajo las cuales tuvo escondidas y cubiertas sus grandes virtudes y dignidades… verdaderamente  no dudo en que todo el mundo admire su humildad cuando tenía al divino Niño en su pobre tienda, donde ejercía su oficio para sustentar al Hijo y a la Madre que le estaban encomendados.
Oración comunitaria

 Dios Padre, Madre, Sabiduría eterna, Visión infinita, Intuición total: danos profundidad en la mirada, potencia en el corazón, luz en los ojos del alma, para que seamos capaces de transfigurar la realidad y contemplar tu gloria ya ahora, en nuestra peregrinación terrestre, por Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro. Amén. 

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