sábado, 8 de marzo de 2014

Oración del 26 de febrero

Tener la vida por delante. Vivir con ilusión, alegría, no tener miedo, estar lleno de fuerza y energía. Buscar, crecer, querer aprender. Estas pueden ser algunas características que definen a los jóvenes. La juventud, ese divino tesoro que desde otras edades se anhela, quizás porque evoca diversión, aventura, no tener límites, no tener grandes preocupaciones. Pero también es tiempo de ir construyendo un futuro, querer cambiar el mundo, caminar paso a paso, crecer en todos los aspectos, ser responsables del futuro que construye, tomar decisiones que determinarán lo que será su vida adulta…
En esta oración queremos traer ante ti a los jóvenes de hoy en día
Señor te pedimos por los jóvenes, que en su búsqueda y alegría se refleje tu Reino
Los jóvenes buscan un futuro estudiando, unos lazos fuertes de amistad y procuran pasar tiempo con sus amigos. Buscan divertirse practicando algún deporte, viajando. Siendo joven también se busca el sentido de la vida y Tú, Dios, ¿dónde estás en todo esto?
El papa francisco se dirigió así a los jóvenes en Rio de Janeiro
“Mirándolos a ustedes en este momento, me hace recordar a la historia de San Francisco de Asís, que mirando al crucifijo escucha la voz que le dice: “Francisco, repara mi casa”. Y el joven Francisco responde con prontitud y generosidad a esta llamada del Señor: “repara mi casa”. Pero, ¿qué casa? Poco a poco se da cuenta de que no se trataba de hacer de albañil y reparar un edificio de piedra, sino de dar su contribución a la vida de la Iglesia; se trataba de ponerse al servicio de la Iglesia, amándola y trabajando para que en ella se reflejara cada vez más el rostro de Cristo. También hoy el Señor sigue necesitando a los jóvenes para su Iglesia. Queridos jóvenes, el Señor los necesita.”
Todos conocemos la siguiente parábola de Jesús
“Ese día Jesús salió de casa y fue a sentarse a orillas del lago. Pero la gente vino a él en tal cantidad, que subió a una barca y se sentó en ella, mientras toda la gente se quedó en la orilla. Jesús les habló de muchas cosas, usando comparaciones o parábolas. Les decía: «El sembrador salió a sembrar. Y mientras sembraba, unos granos cayeron a lo largo del camino: vinieron las aves y se los comieron. Otros cayeron en terreno pedregoso, con muy poca tierra, y brotaron en seguida, pues no había profundidad. Pero apenas salió el sol, los quemó y, por falta de raíces, se secaron. Otros cayeron en medio de cardos: éstos crecieron y los ahogaron. Otros granos, finalmente, cayeron en buena tierra y produjeron cosecha, unos el ciento, otros el sesenta y otros el treinta por uno. El que tenga oídos, que escuche.»
Cuando uno oye la palabra del Reino y no la interioriza, viene el Maligno y le arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Ahí tienen lo que cayó a lo largo del camino. La semilla que cayó en terreno pedregoso, es aquel que oye la Palabra y en seguida la recibe con alegría. En él, sin embargo, no hay raíces, y no dura más que una temporada. Apenas sobreviene alguna contrariedad o persecución por causa de la Palabra, inmediatamente se viene abajo. La semilla que cayó entre cardos, es aquel que oye la Palabra, pero luego las preocupaciones de esta vida y los encantos de las riquezas ahogan esta palabra, y al final no produce fruto. La semilla que cayó en tierra buena, es aquel que oye la Palabra y la comprende. Este ciertamente dará fruto y producirá cien, sesenta o treinta veces más.»
Continúa diciendo el papa Francisco:
“Jesús mismo explicó el significado de la parábola: La simiente es la Palabra de Dios sembrada en nuestro corazón (cf. Mt 13,18-23). Hoy, todos los días, pero hoy de manera especial, Jesús siembra. Cuando aceptamos la Palabra de Dios, entonces somos el Campo de la Fe. Por favor, dejen que Dios y su Palabra, entren en su vida. Dejen entrar la simiente de la Palabra de Dios. Dejen que germine, dejen que crezca. ¡Dios hace todo, pero ustedes déjenlo hacer! Dejen que Él trabaje en ese crecimiento.

… hagamos una cosa, todos en silencio, mirémonos al corazón y cada uno dígale a Jesús  que quiere recibir la semilla, dígale a Jesús ‘mirá Jesús  las piedras que hay, mirá las espinas,  pero mirá este cachito de tierra que te ofrezco para que entre la semilla. En silencio dejamos entrar la semilla de Jesús. Acuérdense de este momento. Cada uno sabe el nombre de la semilla que entró. Déjenla crecer y Dios la va a cuidar.”

Como nos dice el Papa Francisco, Jesús utilizó frecuentemente las parábolas, estas narraciones o relatos simbólicos le dieron mucho juego para poner a sus oyentes y seguidores en contacto con Dios, son un recurso válido para “desentrañar” cómo es y qué quiere el Dios en el que creemos… así básicamente las utilizó Jesús y así podemos usarlas nosotros.
SEÑOR, HAZ DE MÍ UNA PARÁBOLA

Señor, haz de mí...
Sal del mundo: que me convierta en gourmet del reino,
añadiendo a la vida de cada día el único ingrediente
que conserva en su totalidad
todas sus propiedades: Dios. (Mt 5, 13)

Señor, haz de mí...
Luz de las gentes: que nadie pase por mi vida
sin contemplar el enorme voltaje de paz,
amistad y amor que Tú has encendido en mí. (Mt 5, 14-16)

Señor, haz de mí...
Cimiento sólido: que las inclemencias y las adversidades de cada día
no permitan echar abajo la gran obra
que Tú estás construyendo en mi vida. (Mt 7, 24-27)

Señor, haz de mí...
Semilla que cae en tierra buena: que tu palabra cale profundamente en mi corazón
y pueda dar fruto y fruto abundante. (Mt 13, 3-8. 18-23)

Señor, haz de mí...
Trigo en medio de la cizaña: que combata el mal a base de bien,
sin violencia, sin críticas destructivas,
sin puñetazos encima de la mesa...,
dejando que el Sembrador
se encargue de la cosecha. (Mt 13, 24-30. 36-43)

Señor, haz de mí...
Grano de mostaza: que, desde el anonimato y los últimos puestos,
pueda contribuir a acercar tu reino entre mi gente
creciendo en sabiduría, prudencia y amor de Dios. (Mt 13, 31-32)

Señor, haz de mí...
Levadura en medio de la masa: que mi vida sea un fermento de buenas obras en medio de mis hermanos. (Mt 13, 33)

Señor, haz de mí...
Tesoro a la vista de todos: que sean muchos los que me encuentren y puedan adquirir,
a precio de hermano agradecido,
las maravillas que Tú depositas en mí. (Mt 13, 44)

Señor, haz de mí...
Talento productivo: que jamás entierre los dones
que Tú me entregas cada día,
y tenga la valentía y la generosidad suficientes
para compartirlos con mis hermanos (Mt 25, 14-30)

Señor, Maestro bueno y generoso,
haz de mi vida una parábola de carne y hueso,
capaz de transmitir, a través de las acciones y de los acontecimientos de cada día,
tus enseñanzas a mis hermanos, haciendo de mi corazón, escuela del Reino,
abierto las 24 horas del día, los 365 días del año.


Dios, dame el día de hoy fe para seguir adelante;
Dame grandeza de espíritu para perdonar;
Dame paciencia para comprender y esperar;

Dame voluntad para no caer;
Dame fuerza para levantarme si caído estoy;
Dame amor para dar;

Dame lo que necesito y no lo que quiero;
Dame elocuencia para decir lo que debo decir;
Haz que yo sea el mejor ejemplo para mis hijos;
Haz que yo sea el mejor amigo de mis amigos;

Hazme fuerte para recibir los golpes de la vida;
Déjame saber qué es lo que tú quieres de mi;
Déjame tu paz para que la comparta con quien no la tenga;

Por último, anda conmigo y déjame saber que es así.

 Señor Jesús, échanos un cable a los que queremos distribuir tu nombre por el mundo unido a la palabra amor. Cuán complicada es la lucha si no te sentimos cerca, si no peleamos contigo entre los brazos.
Danos pies de plomo y manos ágiles para abrazar a tiempo, consolar al momento, ayudar donde se nos necesite. Y déjanos ser lo suficientemente exigentes como para poder dormir más a gusto que un arbusto por las noches.

Señor, que nuestras ganas no tengan más límites que el orden para hacer las cosas y la claridad de las prioridades. Que la esperanza no se nos pierda por el camino, que la agarremos fuerte y la metamos en cada bolsillo.
Que hablemos de ti sin palabras y con la profundidad de nuestra mirada; que renazcamos cada día de tu agua, de tu Espíritu, de las pruebas a las que nos vamos sometiendo.
Como el viento, que está. Para poder llegar pronto a los sitios donde se cuecen las cosas. Y poner, paz, alegría y resurrección.

Yo te quiero pedir hoy, Padre, porque me des fe, porque me concedas las ganas de tener esperanza, de estar cerca de ti, de luchar menos contra mí misma a la hora de dilucidar lo que tengo que proponer o no a los chavales…
No quiero aspirar a superheroína, pero asumo la vida del amor de cada día como la forma que tengo de entregarme aquí. 

Me gusta pensar que te tengo cerca. Estamos matando a Dios todos los días y tenemos que ser fuertes para vivir desde la alegría de habernos encontrado contigo. Y hacer partícipes a los demás de esta suerte intentando que ellos también se encuentren algún día y te tomen como un estilo para amar.
Seguimos en la brecha. Gracias por el amor que me profesas. Me siento muy querida por ti y eso es precioso: no tiene precio.






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