lunes, 16 de febrero de 2015



Mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma 2015

“…«Nosotros amemos a Dios porque él nos amó primero» (1 Jn 4,19). Él no es indiferente a nosotros. Está interesado en cada uno de nosotros, nos conoce por nuestro nombre, nos cuida…. Pero ocurre que cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás (algo que Dios Padre no hace jamás), no nos interesan sus problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen… Entonces nuestro corazón cae en la indiferencia…”
“…«Fortalezcan sus corazones»… La Cuaresma es un tiempo propicio para mostrar interés por el otro, con un signo concreto, aunque sea pequeño… “el sufrimiento del otro constituye un llamada a la conversión, porque la necesidad del hermano me recuerda la fragilidad de mi vida, mi dependencia de Dios y de los hermanos”.

 Por favor, calla

Al hablar de alguien...

Si tus palabras no son mejores
que tu silencio... ¡Mejor callar!
Si lo que vas a decir
puede doler a alguien...
     ¡Déjalo...! ¡Mejor callar!
Si lo que vas a decir
son rumores,
y no estás seguro de que
sean ciertos...
     ¡Olvídalo! ¡Mejor callar!
Si vas a hacer un juicio
temerario sin tener suficientes
datos para juzgar...
     ¡Mejor es que te calles!
Calumnias, mentiras, chismes...
     ¡No debieran salir de nuestra boca!

A todos nos toca el crear un buen clima entre nosotros.
Todos sufrimos con los chismes. No les sigas la conversación a los que critican y chismorrean de otros. Allá ellos.

Recuerda que todo lo que va... regresa.
Tal como juzgues serás juzgado,
y como trates serás tratado.
¡Pura experiencia de la vida!

 Lectura del santo evangelio según san Marcos (6,1-6):

En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: «¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?»
Y esto les resultaba escandaloso.
Jesús les decía: «No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa.»
No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.
REFLEXIÓN
Marcos narra el encuentro de Jesús con la gente de su pueblo, con la que había convivido durante muchos años y que le conocía desde niño. Va el sábado a la sinagoga, como había hecho siempre, y al empezar a enseñar “la multitud que lo oía se `preguntaba asombrada”. Lo que más atraía a la gente era la sabiduría de su corazón y la fuerza sanadora de sus manos. La palabra de Jesús no era la de un doctor de la ley, la de un pensador que explica una doctrina, sino la palabra de un sabio que comunica su experiencia de Dios y enseña a vivir bajo el signo del amor. No es tampoco un líder autoritario que impone su poder, sino un curador que sana la vida de las personas y alivia su sufrimiento.
La gente de Nazaret no le acepta y neutraliza su presencia con toda clase de preguntas, sospechas y recelos. No se dejan enseñar ni curar. Y por eso no hizo allí “ningún milagro” porque “desconfiaban de Él”. De tal manera que el mismo Jesús “se extrañó de su falta de fe”.
A Jesús no se le puede conocer desde fuera; hay que entrar en contacto con Él. Como dice el Apocalipsis: “Mira que estoy a la puerta llamando. Si uno escucha mi llamada y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3, 20).Y hay que dejar que Jesús nos enseñe cosas tan importantes como la alegría de vivir, la compasión y la misericordia, la voluntad de crear un mundo más justo y fraterno, la presencia amistosa y cercana de Dios Padre. La sabiduría de Jesús nos enseña a vivir de una forma nueva, no una doctrina. Como Él dirá en la última cena a sus discípulos “Si yo el Señor y el Maestro he hecho esto con ustedes, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros… les he dado ejemplo para que ustedes hagan lo mismo” (Jn 13, 16-18).
Experimentar la fuerza salvadora de Jesús es dejarnos curar por Él para recuperar la libertad interior; para liberarnos de los miedos que paralizan; para atrevernos a salir de la mediocridad o tibieza; para retomar el camino de la santidad tal como lo vivió Jesús haciendo el bien a todos y en especial a los más desfavorecidos y olvidados de la sociedad. Por eso Él decía “a los pobres los tendréis  siempre con vosotros”.
Jesús sigue hoy “imponiendo las manos”, es decir, se sana quien cree y confía en Él.

PROPÓSITO DEL DÍA

En el principio de este nuevo día, seamos cuidadosos y sensibles ante las cosas pequeñas; tengamos pequeños detalles con nuestros compañeros y compañeras. Con estas pequeñas cosas, seguro que  la vida se nos presenta mucho mejor.

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