miércoles, 25 de febrero de 2015



El miércoles pasado fue miércoles de ceniza,
entramos en el tiempo de Cuaresma.
Entrar en Cuaresma es inaugurar
un tiempo fuerte de penitencia y conversión...
aprovecha la oportunidad.
Entrar en Cuaresma es una llamada a salir de nosotros,
de nuestras casas, de nuestros prejuicios,
de nuestros intereses, gustos y comodidades...
sal de ti y ves hacia el otro.
Entrar en Cuaresma es afrontar la realidad personal
y dejarse juzgar por la Palabra de Dios...
descúbrete, acéptate, conviértete.
Entrar en Cuaresma es dejar poner nuestro corazón
en la sintonía del corazón de Dios...
practica la com-pasión que hace hermanos.
Entrar en Cuaresma es vaciar nuestras manos,
saber renunciar a nuestras seguridades,
a aquello que nos esclaviza...
libérate para poder abrazar.
Entrar en Cuaresma
es saber caminar con otros creyentes
que buscan a Dios
siguiendo a Jesús en Espíritu y en Verdad...
¡Buen camino!
PADRE BUENO,
nos ponemos en tus manos al inicio de esta Cuaresma,
para que hagas de nosotros lo que tú quieras
porque tú sabes lo que más nos conviene y necesitamos;
sea lo que sea, te damos las gracias
por este tiempo cargado de oportunidades,
de posibilidades de liberación, de misericordia y de perdón,
por este tiempo de llamadas de atención y de proyectos.
Queremos aceptar todo lo que venga de ti
con tal de que se cumpla en cada uno de nosotros,
en nuestras comunidades cristianas y en todas tus criaturas, tu voluntad.
No deseamos nada más, Padre.
Te confiamos nuestro corazón y nuestras manos
y nos comprometemos a ayunar de nuestros excesos
que nos hacen tan insolidarios;
a orar para poder mirar la vida y las cosas más allá de nosotros mismos;
a hacer limosna, es decir, a gritar que nada es “mío”
porque lo nuestro es la fraternidad.
Padre, nos ponemos en tus manos sin medida,
con infinita confianza:
llévanos al desierto, acompaña nuestro discernimiento,
cólmanos de esperanza, muéstranos tu misericordia y acógenos sin reservas
porque Tú eres nuestro Padre.

Cuando oímos la palabra “desierto”  seguro que pensamos en el “París-Dakar” o nos imaginamos un lugar con mucha arena, camellos, o con imágenes que hemos visto en alguna película.
Pero también sabemos que la palabra “desierto” aparece muchas veces en la Biblia;
el pueblo de Israel caminó antes de llegar a la Tierra Prometida,
en el desierto estuvo Juan el Bautista y otros profetas.
Hoy vamos a pedirle a Jesús que nos lleve al desierto de nuestro corazón para que podamos encontrarnos  con nosotras mismas y con Él.

Aquí estoy contigo y quiero ser yo misma de verdad.
Quiero entrar dentro de mi
Quiero hacer camino hasta el desierto de mi corazón.
Quiero  tocar mi hondura y dejar de vivir desde la superficialidad.
Quiero, Jesús, descubrirme por dentro y vivir desde dentro

Quiero tomar conciencia de lo que no soy, y de lo que soy,
Quiero poner en mi vida razones profundas que me hagan vivir.
Quiero  tener motivaciones sanas que me eleven a la altura,
Quiero tener voluntad propia a la hora de decidir.
Quiero, Jesús, dejar la arena y apoyarme en roca firme.
Quiero ser original y no copiar modas,
Quiero ser auténtica y no perder mi verdad por la imagen barata.
Quiero ser valiente, enérgica, decidida y no andar en duda continua.
Quiero, Jesús, ser yo.
Ábreme el corazón a la escucha desde el silencio.
Ábreme el corazón al contacto de tu Palabra.
Quiero estar contigo a solas, en paz y en silencio porque se que me amas.

¡Tú eres mi Señor!
Si nadie me ama, tu alegría es amarme.
Si lloro, tu deseo es consolarme.
Si soy débil, Tú eres mi fuerza y mi energía.
Si nadie me necesita, Tú me buscas.
Si estoy vacío, tu plenitud me colmará.
Si quiero caminar, Tú vienes conmigo.
Si te llamo, Tú siempre vienes.
Si me pierdo, Tú me buscas sin cesar.
Si estoy cansado, tú eres mi descanso.
Si peco, tú eres mi perdón.
Si te pido, Tú eres don para mí.
Si te necesito, me dices: Aquí estoy dentro de ti.
Si estoy a oscuras, Tú eres luz para mis pasos.
Si tengo hambre, Tú eres pan de vida para mí.
Si soy infiel, Tú eres fiel.
Si quiero conversar, Tú me escuchas siempre.
Si te miro, veo la verdad de mi corazón.
Si todos me olvidan, tus entrañas se estremecen recordándome.
Si no tengo a nadie, te tengo a Ti.
Si soy silencio, Tu palabra habitará en mi corazón.


Yo le había pedido a Dios poder para ser amado... 
y me he encontrado con el amor para no necesitar ser poderoso.

Yo le había pedido a Dios la salud para hacer grandes cosas... 
y me he encontrado con la enfermedad para hacerme grande.

Yo le había pedido la riqueza para ser feliz...
y me he encontrado con la felicidad para poder vivir la pobreza.

Yo le había pedido a Dios leyes para dominar a los otros... 
y me he encontrado con la libertad para liberarlos.

Yo le había pedido a Dios admiradores para estar rodeado de gente... 
y me he encontrado amigos para no estar solo.

Yo le había pedido a Dios ideas para convencer... 
y me he encontrado espacio para convivir.

Yo le había pedido dinero para comprar cosas...
y me he encontrado personas para compartir mi dinero.

Yo le había pedido milagros para creer...
y él me ha dado fe para hacer milagros.

Yo le había pedido una religión para ganarme el cielo... 
y él sólo me ha dado su Hijo para acompañarme por la tierra.

Yo le había pedido todo para gozar en la vida...
y él me ha dado la vida para que goce de todo.

Yo le había pedido ser un dios...
y él sólo pudo hacerme un hombre
Somos hombres, Señor, perdónanos:
por no saber decirte nada,
por ser avaros de nuestro tiempo
y no tenerlo para encontrarnos contigo.
Somos hombres, Señor, perdónanos:
por esconder la claridad del Evangelio,
por nuestras cobardías
y nuestros compromisos con el pecado.
Perdónanos, Señor, por nuestras faltas de amor,
nuestros arrebatos, nuestros prejuicios,
nuestra indiferencia, y todo lo que mata el amor.
Perdónanos, Señor,
por no saber perdonar,
por no saber reconciliarnos
con nosotros mismos,
y, menos aún, con los otros.
¿Cuándo será que sabremos amar como Tú amas?
¿Cuándo será que sabremos amar al otro
por él y por Ti?
Perdona la fealdad de nuestra mirada.
Somos hombres, Señor, perdónanos

DEBILIDAD
Dios, Padre nuestro, quiero volver a Ti
y tomar en serio la ternura de tu corazón.
Pero me canso y caigo,
intento hacer de Ti un Dios a mi medida,
que no me mire muy de cerca.
Señor, hazme reconocer a tu Hijo
creer en Él, porque me amó hasta el extremo
de dar su vida por mi.

ORACIÓN
Nuestros desiertos
Cuando amamos, nos gusta estar juntos,
y cuando estamos juntos, nos gusta hablar.
Cuando amamos resulta molesto tener siempre mucha gente alrededor.
Cuando amamos, nos gusta escuchar al otro, solo,
sin otras voces que nos estorben.
Por eso los que aman a Dios han amado siempre el desierto;
Y por eso, a los que le aman, Dios no puede negárselo.
Y estoy seguro, Dios mío, de que me amas
y de que en esta vida tan saturada,
atrapado por todos los lados por la familia,
los amigos y todos los demás,
no puede faltarme ese desierto en el que se te encuentra.
Nunca vamos al desierto sin atravesar muchas cosas,
sin estar fatigados por un largo camino,
sin apartar la mirada de su horizonte de siempre.
Los desiertos se ganan, no se regalan.
Los desiertos de nuestra vida
no se los arrancamos al secreto de nuestras horas humanas
más que violentando nuestras costumbres, nuestras perezas.
No se trata de aprender a perder el tiempo.
Hay que aprender a estar solo
cada vez que la vida nos reserva una pausa.
Y la vida está llena de pausas que podemos descubrir o malgastar.
Pues así estamos hechos,
y no podemos preferirte sin un pequeño combate:
Haz, Señor, que entre en el desierto
pese a todas mis debilidades.
Acompáñame y permanece siempre conmigo.

Amén






No hay comentarios: